Partida Rol por web

Cuando el grupo de vigilantes salieron del Beso de la Driade se dirigieron a uno de los callejones cercanos, el cual estaba abrigado por la penumbra. Sin perder tiempo comenzaron hablar sobre su plan de acción, el cual no parecía ser especialmente fácil. Instantes después el roedor llamado Mhun abandono uno de los bolsillos de Abelgos y se situó en su hombro. 

—Según he entendido el golem tiene cierta predilección por la sangre y la violencia. Matar a un felino, aunque sea una idea que me atraiga, comprendo que no sea de vuestro agrado— dijo con voz aguda—. Fingir una pelea entre vosotros está descartado, ya que entonces dos se quedarían fuera. Si queremos cruzar el umbral de la torre arcana sin ser detectados me temo que tiene que ser en esas cajas, las cuales eran organizadas por el propio constructor. 

» Podemos infiltrarnos en la Espita Dorada, buscar camaradas míos asesinados por trampas para roedor y descuartizarlos— las últimas palabras las pronunció con repugnancia y tristeza a partes iguales—. Podremos utilizarlos como cebo y aprovechar entonces para colarnos en las cajas ya organizadas. De este modo ningún ser vivo sufriría y vuestra imagen no se vería comprometida.

El problema de aquel plan es que debían infiltrarse en aquella taberna a plena luz del día sin ser descubiertos o el plan se vendría abajo. ¿Como lo harían?

Caidus, ufano por la alabanza del archimago, les comentó a sus compañeros de Hermandad que la forma y el momento de hacer llegar el mensaje a Shandal era fundamental. ¿Cómo hacerlo para que su efecto fuera el mayor posible?

—Hasta que no tengamos en nuestro poder a Zagrán puede ser contraproducente enviar el mensaje. Primero porque si decide comprobarlo y ve que es un faro, perdemos la oportunidad. Segundo porque antes debemos crear una zona antimagia, algo fuera de mi alcance—dijo mirando al archimago—o tener a nuestro futuro recluso tan bien sujeto y amenazado que Shandal no se atreva a dañarnos a ninguno de nosotros.

El elfo meditó sobre el siguiente paso algo más, mientras dejaba que los otros asimilaran la información y propusieran ideas.

—Es más, cuando Alya y Agatosh vuelvan, podremos planear mejor la captura de Shandal. Entonces le enviaremos el mensaje al falso archimago. Mientras vuelven, planearé los conjuros adecuados para lo que nos esperan. Y no, no creo que sea una buena idea salir de la casa, Balthor. Si tienen que traer aquí a Zagran, salir es exponernos aún más a ser descubiertos.

Zalgrán estaba demasiado pendiente, y no bebía tanto como podía parecer. Aquello no le gustó en absoluto, pero no le quedaba otra que seguir adelante, esperando que su cara no le delatara. Por si acaso, intentando disimular, se llevó la nueva botella a la boca y comenzó a beber ávidamente, hasta terminarse el líquido. Al acabar, imitó el gesto del otro y la dejó sobre la mesa con un golpe seco.

—No está mal, aunque creo que la mesa ha bebido más que tú esta ronda —dijo con una sonrisa.

Sin embargo, su mirada pasó más allá de su contrincante, hacia Alya, y negó suavemente, con un gesto casual, esperando hacerse entender. Que la próxima sea normal, que la bebida no esté aguada, pensó.

Ildyra se inclinó en señal de respeto y sonrió radiante a aquel hombre. Aquel tipo de muestras solía enseñar al ojo experto la disposición del interlocutor, así esperaba también distraer al anciano, por si Vicnan hacía algo considerado grosero.

-¿Es usted el único sacerdote? ¿Tal vez los paladines estén entrenando?

La mujer dejó que su segunda pregunta muriera en el aire, como si no estuviera hablando con nadie en particular.

Las palabras provocaron que el sacerdote esbozara una amplia sonrisa, en la cual no había desdén, arrogancia ni reproche. en su lugar se podía percibir calidez y ternura. 

—Realmente nuestro templo no es especialmente hermoso. Fue construido en una época conflictiva ante la inexistencia de un castillo que protegiera a los ciudadanos de Norul— explicó el sacerdote—. Sin embargo tienes toda la razón. En sus paredes se siente el eco del corazón de Iomedae latir, aunque últimamente resuena con mucha más fuerza que de costumbre. 

» ¿El único sacerdote?— pronunció mientras levantaba las cejas con sorpresa—. En absoluto. El resto de mis compañeros están cuidando a los enfermos y preparando alimentos para toda nuestra familia y necesitados de la zona. Por otra parte, como bien dice señorita, los más combativos de nuestra orden están entrenando en estos momentos. 

Tras pronunciar aquellas palabras realizó un gesto a los dos vigilantes que indicaba que le siguieran. Juntos caminaron hacia la cristalera principal, en cuyos laterales había dos arcos ojivales. 

—Mi nombre es Daslicht por cierto— se presentó el anciano—. Me temo que no pueden ver todas las partes de nuestro hogar, pero las salas de entrenamiento, la biblioteca y las salas de estar sí. ¿Qué les gustaría ver? 

Cuando llegaron al final de la sala el arco situado a la derecha, el cual conducía a una habitación vacía que conducía a un pasillo que giraba hacia la derecha y a varias puertas de madera.

Las palabras de Caidus estaban cargadas de prudencia y sabiduría. Sin duda debían esperar al resto de sus compañeros y tener en su poder al hermano de Shandal. De no ser así la situación podría salirse de control y causar un desenlace desastroso. 

—Del campo antimagia me encargo yo; sin embargo una vez lo cree mi capacidad de ayudar se verá prácticamente mermada— explicó Nalen´Dag con voz pausada—. Si la situación se complicase levantaría el conjuro para poder ayudar, lo cual implicaría que Shandal también sería capaz de hacerlo.  

» En cualquier caso retendremos con cuerdas y cadenas al Zalgrán. Será incapaz de moverse, tened eso por seguro— añadió poco después—. Por otra parte, no estaría de más buscar por la casa. Quizás Balthor y yo podamos encontrar algo mientras tu Caidus refrescas las tesis arcanas y los diferentes componente sortilegios y vocales de los conjuros.

Lanzó un respingo - Abelgos, ya sé que haces lo que puedes, y no culpo tu aspecto, pero ahora mismo es llanativo y tenemos que buscar una solución ¿Y que pasa por sacrificar a un animal? Yo a los dioses se los he ofrecido mil veces. podríamos sacrificar un venado u otro animal de caza, santificarlo y luego dárselo al golem, no creo que ellos vean problemas en usarlo como ofrenda, como si queréis un conejo. Así nos evitamos entrar en un lugar público... o pueden entrar en la taberna Cylina y Mercer, a ellos no les conocen aún, y buscar a los roedores.

- En cualquier caso yo voy a prepararme unas pociones en un momento, si no os importa, así cambiaré de rostro temporalmente con una ilusión y podré darme un garbeo sin dejarme la espalda, voy a acabar como una anciana con reuma, bueno, ya tengo algo. Además alguien debería de mirar por los alrededores de la torre para hacernos una idea de la zona y pensar en posibles rutas de escape si luego tenemos que huir corriendo.

Cogió el mortero y empezó a trabajar en la poción, al amparo de la oscuridad. Ya había ultimado los detalles y un par de pociones para disfrazar su rostro no la vendrían mal. Una nunca sabía cuando iba a necesitar la poción verdaderamente potente.

Vicnan miró a Ildyra tratando de leer sus pensamientos, pero como no pudo sólo atinó a sonreír.

- Me encantaría empezar por la biblioteca - respondió.

"Tal vez pueda escabullirme si nos deja en la biblioteca" pensó, esperando que Ildyra adivinara su pensamiento.

- Lo de Shandal será después, primero registro la casa, me resulta raro que no haya nada útil o alguna pista, ese tipo no puede ser tan desastre.

Con un pequeña orden mental, Ronroneo* dejó de pasear sigilosamente por los alrededores de la casa y de un salto de situó junto al druida.

- Adelante Ronroneo, ahora vamos a buscar cosas interesantes.

Con premura se internaron en las diferentes estancias de la casa.

La situación en la mesa de Agatosh parecía ponerse tensa por momentos; parecía que Zalgrán no era tan patán como el Vigilante había supuesto en un primer momento y corrían el peligro de que descubrieran la jugada (tanto la bebida aguada como el tenerlo a él como objetivo). No podía permitirse actuar con dudas, así que exprimió cuanto pudo su don para anticiparse a lo que estaba por suceder...

Por otro lado, Agatosh escuchó una negativa clara en su cabeza. - Si hago eso, nos delato. Tengo otra idea que podría ir mejor. - Le hizo saber, su átona voz proyectándose en los pensamientos de la Bestia de Darwen.

Tomó una bocanada de aire, ajustando sutilmente su lenguaje corporal. Ya no iba a actuar como alguien que desea permanecer inadvertido mientras observa un espectáculo peligroso; iba a intervenir para atraer la atención de Zalgrán de forma que no prestara ojos a su compañero y no les delatara... Y para hacerlo, tendría que comportarse como alguien muy distinta a ella misma.

Alguien más parecido a Julieth.

Caminó con su jarra de hidromiel en la mano, moviéndose con un suave contoneo provocativo directamente a la mesa donde los dos duelistas se estaban enfrentando, y, con desparpajo, dejó su jarra a la que apenas había dado un sorbo frente a su presa, sonriéndole con la misma melosidad con la que estaba impregnada su voz cuando dijo. - El bruto tiene razón. - Coqueta, hizo pasar su mano por el hombro de Zalgrán antes de añadir. - Que no quede duda de... vuestro aguante, milord. Es una de las cualidades más... admirables en un hombre. - terminó con picardía.

Le siguiera el juego o no, confiaba en que la atención ya no estuviera tan enfocada en su camarada y le fuera más sencillo mantener la charada. Y si le seguía el juego, bueno, Zalgrán tenía una demostración que hacer.

Antes de que la mirada de ambos hombres se cruzaran, Agatosh, tomó su botella y comenzó a beber con rapidez. Nunca había sido una persona ducha en el subterfugio, por ello sabía que su mirada podía jugarle una mala pasada. Tal era su ahínco por interpretar su papel que no vió cómo Zalgrán tomaba una de las botellas, dispuesto a olfatear el contenido. 

Por otra parte Alya estuvo apunto de no percatarse de aquel acto, pues en aquel momento había tomado la jarra de hidromiel y la había llevado a sus labios; sin embargo sintió como la red de matrices que había extendido por el lugar se tambaleaba. Al momento supo el causante de aquella alteración en su gran telaraña: Zalgrán. 

Cuando las últimas gotas del brebaje aguado caían sobre las papilas gustativas de Agatosh, la joven inquisidora hizo acto de presencia. Su lenguaje corporal y su expresividad facial habían cambiado. La frialdad de su rostro y la rigidez de sus hombros habían sido sustituidos por una sonrisa cálida, una mirada pícara y unos movimientos ligeros y sensuales. 

—Ey, hola encanto— dijo el grandullón mientras dejaba la botella sobre la mesa. 

La sospecha en la mirada de su presa había sido sustituida por deseo y curiosidad. Sus ojos danzaron el cuerpo de la hermosa psiónica, alto que provocó miradas de celos y desaprobación por parte de sus dos acompañantes femeninas. 

—Lo cierto es que este viejales no tiene nada que hacer contra mí— añadió poco después sin apartar la mirada de los resaltados atributos de Alya—. ¿Otra ronda o prefieres irte a llorar? 

En aquel momento ambos vigilantes se percataron de cómo un rubor comenzaba a instaurarse en las mejillas y nariz de su objetivo. A pesar de que su postura aún se mostraba orgullosa y sus palabras eran pronunciadas con gran dicción, sabían que comenzaba a sufrir los efectos perjudiciales del alcohol. 

¿Cuántas botellas más de vino serían necesarias?

Ildyra no sabía que decir, no le interesaba para nada el templo y no quería tener que engañar a nadie, pero se le ocurrió algo...

-Yo soy Ildyra, señor Daslicht. La verdad es que tengo poco interes en la biblioteca, ¿tal vez podamos dejar a mi compañero allí y después me pueda llevar al campo de entrenamiento? He escuchado muchas cosas de los paladines de Iomedae, y me gustaría verlos en acción.

La mujer sonrió entusiasta, realmente quería ver a aquellos paladines y estudiar su modo de combate, y si sacaba algo en claro de esta excursión mejor todavía.

Alya, cuya voz le sorprendió, clara como si estuviera hablándole frente a él, tuvo una gran idea, que posiblemente salvó el momento. Con eso solucionado, solo había que preocuparse de resistir.

Sabía que, entre unas cosas y otras, por llevar tanto sin beber en condiciones, no tendría tanto aguante como había llegado a poseer en el pasado, pero aún así confiaba en que fuera más que aquél hombre, en cuyo rostro ya comenzaban a aparecer los primeros síntomas de la embriaguez. Solo había que forzar un poco más.

—¿Ya te has cansado y buscas una excusa para dejarlo? —Golpeó la mesa con la palma abierta—. ¡Ja! Camarero, ¡otra más! —gritó al mesero.

Mientras el archimago inscribía complejos grabados que anularan la quintaesencia del lugar y Caidus repasaba los complejos teoremas de magia, Balthor y su felino investigaron los alrededores. 

Tras un par de horas registrando la casa, en las cuales solo encontraron polvo y telarañas, Ronroneo pareció encontrar algo. Cuando llegaron a la biblioteca su fiel compañero detectó un aroma que les llevó hasta el centro del lugar. Allí encontró una fuente circular la cual era llenada de manera continua por cuatro estatuas. La primera era la de un niño que parecía jugar, la segunda la de un hombre de rostro enfurecido alzando una espada, la tercera la de una persona sin rostro con pesados grilletes en sus muñecas y la última la de una mujer de cálida sonrisa. 

El corpulento druida miro el lugar confundido, pues no comprendía que podía haber allí; sin embargo la insistencia del gran felino le señaló que había algo aunque él no pudiera verlo. Un fuerte olor había traído a Ronroneo hasta allí, el cual debe ser sangre por la agitación de su compañero.

En un primer momento las palabras de Ildyra cayeron en saco roto, provocando un mal gesto por parte del sacerdote; sin embargo cuando nombró acerca de la fama de los paladines de Iomedae su rostro se suavizó. En ocasiones la buena diplomacia no consiste en las palabras utilizadas sino en la manera de decirlas, algo que la sierva de Shantia aprendió pronto en su vida. 

—Por supuesto— confirmó finalmente el sacerdote—. Parecéis gente de bien. Seguidme por favor. 

Tras pronunciar aquellas palabras dejaron atrás las habitaciones y se dirigieron por el pasillo. Después de adentrarse unos minutos en las entrañas de la catedral llegaron a la habitación. El lugar presentaba unas dimensiones considerables, con gran cantidad de estanterías repletas de libros y al menos una docena de escritorios verticales donde los adeptos se afanaban por traducir y copiar manuscritos. Ninguno de los presentes levantó la cabeza más de un segundo ante la presencia de Vicnan. Posteriormente el sacerdote acompañó a la hermosa paladina hacia la sala de entrenamiento. En ella se encontraban cuatro hombres vestidos con armaduras de escamas doradas y capas carmesíes. Dos de ellos luchaban colmando el ambiente con el tintineo característico de las espadas al chocar y los escudos al bloquear.

Di un respingo al ver salir al ratón mas me alegró verle. Al fin te dignas a salir, Mhum -En verdad no tenía ni idea de que estaba allí y estaba impresionado pero eso no es algo que tengan que saber los demás. 

Suspiré algo airado aún pero era menester evitar distracciones. -El único problema es, que por lo que he llegado a entender es que tiene que haber una escena violenta, un animal muerto en el suelo no es violento, necesitamos apelar a su sadismo. Así que necesitamos apalearlo delante suya Y eso va contrariamente a nuestro interés de mantener la popularidad de la hermandad en positivo.   Un dilema sin duda.

Murmullo algo en voz baja y miro el fondo del callejón.  -¿Por qué no pagamos a alguien para recibir la paliza y a otro para darla?  Dos sin techo serían perfectos...

Cylina negaba con la cabeza mientras escuchaba a sus compañeros, para tener sangre de drow, Abelgos era un tipo muy aprensivo. —Estamos hablando de sadismo, no creo que baste con una pelea de mendigos, y entre que muera un animal o una persona ¿Qué preferirías?— Saco para enseñar ligeramente el emblema de la hermandad antes volver a guardarlo. —Y que yo sepa estamos de incognito, si hacemos bien nuestro trabajo nadie tiene porque enterarse de lo que hemos hecho y además, he visto muchas veces apedrear un gato o intentar quemar a una persona por simple superstición, no sobreestimes la bondad de la gente.

Gato pues. ¿Quién hace el acto de sadismo mientras nos metemos en cajas o hacemos intercambio?

La inquisidora le dedicó una mirada envenenada y una sonrisa de desprecio a las otras dos mujeres como respuesta a las suyas de desaprobación. Había considerado la posibilidad de intentar congraciarse con ellas para descentrar aún más a Zalgrán, pero dado que el objetivo último era aislarlo, mientras menos gente involucraran era mejor... Sólo esperaba no subestimar el efecto que su mirada penetrante podía tener si se tornaba agresiva.

Tampoco quería necesariamente irse al otro extremo.

Estaba preocupada por su camarada, pero no podía hacer nada para ayudarle. Tenía una Poción de Restablecimiento Menor en el morral que, de tener mejor coordinación manual, hubiera intentado colar discretamente para mantener sobrio a su compañero... Pero no podía hacerlo y dudaba de que siguiera haciendo el efecto deseado si se mezclaba con alcohol para mantener la charada.

Tendría que confiar en la resistencia de su camarada. - Si te ves apurado, da tres golpes seguidos sobre la mesa. Intentaré hacer algo para ayudar. Pero ahora mismo, tengo que quedarme aquí. - dijo de nuevo la voz átona de la psiónica en la cabeza del Vigilante.

- Por supuesto que otra ronda. - dijo en tono ronco, sus ojos volviendo a recuperar la picardía al mirar al patán. - Mi Campeón aún tiene mucho aguante que demostrar. A menos que esté malgastando mi tiempo, claro...

El cuerpo modificado químicamente de Agatosh, unido a su gran tamaño natural y el vino aguado causó que aquel duelo fuera como coser y cantar. Otra ronda después, con cuatro botellas sobre la mesa, su metabolizando seguía neutralizando aquel exquisito licor; sin embargo en el caso de su oponente la cosa era muy distinta. 

—¿Huir yo?— preguntó con desagrado mientras escupía en el suelo—. ¡Otrrra más cabronaso!

En aquel momento Alya se percató de una mirada sospechosa por parte de las dos mujeres. En su rostro no solo leyó la insana rivalidad que tenían las mujeres por un hombre como aquel, sino también la desconfianza al pasar sus miradas entre los miembros de aquel combate amañado. Una sonrisa lobuna cargada de veneno y una mirada fulminante bastó para que aquellas dos mujeres se marcharan sin decir ninguna palabra más. 

Después de llegar la quinta botella Zalgrán comenzó a beber con movimientos lentos, deteniéndose en algunos momentos para respirar y acomodar la habitación que sin duda daba vueltas en su cabeza. Cuando el joven hidalgo bebió la mitad del contenido, dejó la botella en la mesa con gran sonoridad, tras lo cual vomitó en el suelo sin decoro alguno. 

—Ahora tú—dijo arrastrando las palabras. 

Segundos después, cuando el brillante alquimista había dado dos largos tragos, el enemigo cayó completamente dormido. En aquel momento sintieron como las personas del local volvían a respirar y sus miradas, cargadas de gran curiosidad, seguían cada uno de sus movimientos.