Partida Rol por web

La sangre empapaba el suelo, mucha de él mismo. Sus garras, dientes y cuernos habían destripado a gran cantidad de necrófagos, pero no dejaban de llegar y lanzarse sobre ellos, haciéndoles retroceder de manera inevitable. Era un mar de muerte que golpeaba sin descanso y, si no paraba el flujo de enemigos, acabarían por superarles.

—Vamos... A tener... Que salir... Por la ventana —gruñó dando unn zarpazo que descabezó a uno—. No podremos aguantar mucho más... Así.

Cuando llegaron al suelo Cylina miró al rededor desconfiada, hacia un momento se encontraban en una situación realmente complicada y terminaba no de creerse que hubieran salido de ella con tanta facilidad.

Las heridas sufridas no eran graves, pero como decía Abelgos, los no-muertos solían venir con sorpresa y aunque nunca había sido una gran curandera, echó un vistazo a las heridas en busca de infecciones o veneno. —Vamos a echar un vistazo, aunque no es mi punto fuerte.

Finalmente acertaron con la forma de abrir aquella maldita puerta, porque la trampa que tenía aparte de peligros, contenía un conjuro bastante poderoso que hubiera detectado fácil si hubiera podido usar la magia. Tras lo cual continuaron con su camino, aunque no tardaron mucho en encontrar el siguiente obstáculo y mientras se llevaba la mano a la capucha, dejó que fuesen sus compañeros quienes hablasen, sabiendo que si era ella quien lo hacía el enfrentamiento era inevitable.

La emoción duró poco, no tardé en hacer que ardiesen, no sin antes llevarme algún arañazo de esas cosas. pongo cara de asco, espero que no sean venenosos, luego cuando salgamos de este infierno me los curaré. Me sale una risilla mis compañeros tienen que estar viéndome como una loca. No le vendría mal al elfo.

Sonrío cuando veo las inscripciones en la puerta. Casi nos la vuelven a jugar, pero al menos esta vez podemos seguir - Venga, vamos, antes de que el olor se pegue en nuestras ropas y nos rastreen hasta fuera de la ciudad.

El camino de sombras nos hace internarnos. ¿Mágica? Me llama la atención no poder ver, espero que nada nos siga. Poco después arribamos a una sala con varios tipos encapuchados. Y tiene que abrir la boca Abelgos, en fin, tendré que seguirle el juego. Mi mirada recorre lentamente a cada uno de esos tipos, al más mínimo movimiento le duermo al insensato que diga algo o lance un conjuro o haga algo extraño. No podemos confiar en que no haya nadie autorizado a hacer magia.

- Abrid paso- simple y llanamente, a buen entendedor pocas palabras bastan. Si das explicaciones te cazan en una mentira, si metes miedo no tienes que hacerlo, tomo aire lentamente, y con mi peor mirada empiezo a pasar. Si hay algo para lo que me han entrenado es para hacerme respetar incluso ante bárbaros sedientos de sangre, es hora de ponerlo en práctica.

-Estoy segura de que ellos están ocupados, creo que con nosotros tres bastará. Es en una de las Alas de la catedral, nuestra amiga nos llevará allí ella misma. Siendo los atacantes no creo que hayan preparado ningúna emboscada, trampas puede, pero para eso nos guiarás, ¿no? -Ildrya sonrió llena de confianza, estaba poco a poco librandose de sus dudas y endureciendo su estado mental.

A la mención del equipo, Ildyra simplemente levantó un poco de su ropa y capa, para enseñar que llevaba sus cuchillos y armadura puestas, además del resto de equipo magico perfectamente conjuntado con su apariencia habitual.

-Con lo paranoico que eres me parece raro que vayas por ahí sin armadura, jajaja.

La acerada mirada de Aerin, unido al olor a carne quemada, provocó que los magos allí reunidos comenzaran a retroceder con cada paso que daba la hija de las brumas. Sin duda ninguno de ellos esperaba que los vigilantes encontrarán una manera de escapar. Después de todo era una trampa mortal. 

—Si siguen caminando, no dudaremos en utilizar nuestras capacidades arcanas para neutralizarlos— amenazó uno de ellos—. No volveré a repetirlo una vez más, depongan las armas y arrodíllense.

A pesar de que los arcanistas estaban atenazados por el miedo, sus manos se alzaron y se colocaron frente a su pecho. Realmente no solo parecía que eran capaces de utilizar magia, sino que además tenían el coraje de hacerlo. ¿Acaso Shandal les había preparado una trampa? ¿Había levantado las restricciones arcanas vaticinando las intenciones de la hermandad de sacar a la escuela de Arcanum de en medio?

Escuchar reír a Ildyra le recordó a Vicnan lo atractiva que era la joven. La había visto en batalla, con la expresión severa de una combatiente experta; y la había visto ante la desolación de Mhes’Ran, enfocada en aplacar el sufrimiento de aquella única sobreviviente. Ahora la veía sonreír.

- Entonces supongo que tengo que volver por mi equipo... - respondió Vicnan con media sonrisa mirando a la mesa. Se sentía incómodo mirando a su compañera de esa forma.

Alya chasqueó audiblemente la lengua como prueba de su fastidio cuando el campo antimagia interfirió en su conexión con Iomidae del mismo modo que interfería con lo arcano. Eso limitaba aún más sus opciones y, en su fuero interno, viendo la naturaleza de la emboscada y lo mucho que estaba tardando en dispersarse el ritual, empezaba a albergar serias dudas sobre la afiliación y lealtad del archimago...

... Pero aquello tendría que esperar. No tenía demasiado tiempo para meditar en medio de aquel mar de garras y dientes que intentaban hacerse con su carne.

Estaba claro que con su mandoble no estaba consiguiendo siquiera hacer mella en los números que le rodeaban, así que decidió probar otra cosa. Una relacionada con su primer pensamiento, de hecho. Accediendo a las propiedades particulares de su Morral, extendió la mano dentro de uno de sus bolsillos y extrajo uno de los frascos de Agua Bendita que el archimago les había facilitado. Luego, lo arrojó frente a ella contra los necrófagos para intentar comprar un poco de espacio para ella y sus compañeros.

Si aquello funcionara, haría lo propio con el otro. Si no, tendría otro indicio más de que Nalen'dag se la había jugado a todos. En cualquier caso, su siguiente paso era mantener en pie a los compañeros que estaban siendo más eficaces que ella en aquella batalla lo mejor que pudiera. Tocando las piedras de luna de su cinturón, acumuló la energía positiva de ellas en sus manos y la descargó sobre Agatosh, que como ella seguía acumulando heridas.

Con cada herida que sufrían no podían evitar retroceder un paso hacia atrás, dando entonces mayor dominio a los necrófagos de la situación. Tal era el agotamiento y el dolor de Agatosh que finalmente abandonó el muro defensivo, momento en el cual sus enemigos entraron a tropel. Al ver aquello los vigilantes temieron lo peor. Posiblemente murieran allí. 

—¡La ventana!— gritó el alquimista mientras señalaba al fondo de la habitación. 

Mientras retrocedían hacia su única salvación, el grupo de héroes pasó de la ofensiva a la defensiva. Ya no intentaban imponer la fuerza de su brazo al incontable regimiento de muertos que no parecía tener fin. Entonces, a pesar del fragor de la batalla, todos escucharon los aullidos de dolor del felino compañero de Balthor, al igual que los gritos agónicos del elfo que había fingido ser Zalgrán, los cuales se habían perdido bajo decenas criaturas hambrientas de carne. 

Instantes después llegaron a la ventana, momento en el cual, Caidus tomó una silla y la lanzó contra el vidrio, rompiéndose sin oposición alguna. Estaban dispuestos a saltar y soportar una caída de diez metros aproximadamente. Cualquier cosa era mejor que aquella carnecería sangrienta; sin embargo no les resultaría fácil escapar. Superados en cinco contra uno, no importó que el agua bendita arrojada por Alya les quemara como el fuego más puro, el enemigo no huía. 

Cuando decenas de brazos les inmovilizaron casi por completo y observaron impotentes como aquellos colmillos se cerraban entorno a sus gargantas, el círculo de disipación cayó. Fue entonces que la joven psíquica, con sus últimas fuerzas, reunió los últimos atisbos de su coraje mientras tomaba el símbolo de su deidad. 

—¡Morid!— ordenó a voz en grito hasta que su voz se quebró. 

El poder de Iomedae comenzó a caer sobre los corazones temerosos de sus enemigos. Su juicio, inevitable y justo, emergió desde el pecho de aquellas criaturas, provocando que estas ardieran con fuerza en apenas unos segundos. El enemigo había sido derrotado. Los pocos que habían sobrevivido, huyeron con velocidad, regresando sin duda al cobijo otorgado por los túneles.

Fatigados, sangrando, doloridos y en mitad de casi un centenar de cuerpos, se encontraban los vigilantes. Habían logrado sobrevivir, pero el destino les tenía preparado otro revés. Primero escucharon una explosión en la parte inferior del edificio, seguidas de otras mas. ¿Un duelo de magia? Aquella pregunta no tenia importancia, pues entonces escucharon unos pasos acercarse hacia la oficina. Cuando el desconocido cruzó el umbral, lo reconocieron al momento, era Zalgrán. Su cuerpo estaba protegido por completo por una armadura de acero y en su mano enarbolaba una alabarda de filo curvo.

Tuve que reprimir las ganas de reírme. Iba a responder algo elocuente contra esos magos pero en vez de eso miré a Aerin.

A la espera de ver si respaldaba con acciones orden y su postura intimidante o si tenía que empezar a lanzar cuchillos.

Cuando todos los enemigos huyeron o fueron destruidos, Caidus se acucliyó exhausto. Entonces fue consciente de un bulto húmedo que se movía bajo su chaqueta. La abrió lo justo y el sudoroso Smurf salió de un salto.

—Gracias... Gracias a los dioses—dijo mirando a la paladín.

Comprobó que su amigo animal estaba bien y luego comprobó su propio estado, bastante perjudicado. Extrajo un vial rojo de su bolso y se tomó el contenido, sanando mágicamente heridas y contusiones. Por suerte, no tenía nada grave.

—¿Alguno necesitáis sanación adicional?—dijo ofreciendo otro vial.

Ya incorporado, el elfo se dirigía hacia el cadáver del falso Zalgrán cuando los ruidos de combate lo alertaron. Se preparó para lo peor, e hizo bien. La irrupción del auténtico Zalgrán, que parecía haber vencido al archimago, fue terrorífica.

Miró a sus colegas y entendió la disposición que tenían todos a capturarle. Hizo lo propio y, sin mediar palabra, lanzó sobre sí mismo un conjuro defensivo.

Sin nada más que hacer, ambos vigilantes permanecieron en la Despensa arcana. Durante varias horas simularon ser simples clientes, disfrutando de una buena bebida y algo de la compañía, la cual tardó un tiempo en fluir. Paladina e inquisidor se tomaron un tiempo para conocerse más, así como de llenar la panza de bebida y comida. 

Cuando la noche estaba apunto de caer regresaron al Beso de la Driade, donde Vicnan pudo recuperar su equipo. Una vez pertrechados se dirigieron al templo de Iomedae y esperaron. Mientras esperaban, un hombre comenzó a encender la multitud de lámparas de aceite que rodeaban la plaza y además, presenciaron el cambio de turno entre los guardias que protegían la entrada de la catedral. 

Tiempo después, cuando el sol se ocultó tras el firmamento y la luna se alzó redonda, luminosa y orgullosa, Ayshel salió de la catedral y se dirigió a ellos. Su porte era tenaz y autoritario, el cual era potenciado por su mandíbula cuadrada y su ceño ligeramente fruncido. 

—¿Al final no viene nadie más?— pronunció con cierta decepción—. Bueno, no importa. Así será más sencillo pasar desapercibido. 

» ¿Preparados?— preguntó con cierta duda en su voz. 

Aunque aquella pregunta había sido pronunciada en voz alta, ambos notaron que se la realizaba a ella misma también. Después de todo, si todo aquello salía mal y sus sospechas eran falsas, sería cuanto menos expulsada de la orden. 

En ocasiones el camino de la rectitud y la justicia tenía dilemas como aquel.

Al final la masa no muerta se disperso, todos estaban vivos menos el falso Zaltran, pero a su mente llegaron los rayos de dolor de Ronroneo, su compañero había luchado bien pero estaba muy herido, aparte de la sangre de sus enemigos estaba bastante de la suya en su pelaje.

Puso su gran mandíbula sobre su cuello y lo puso al fondo de la habitación junto a Ayla, iba a calmarse y observar atentamente sus heridas, cuando apareció la figura con armadura.

- Roaaarrrrr.- rugió con todas sus fuerzas felinas.

Vicnan escuchó a Ayshel y asintió en silencio. Ahora que estaban por entrar en batalla el inquisidor estaba letalmente serio.

Puso sus manos en sus ojos y recitó una breve plegaria a Sarenrae.* Sus ojos brillaron por un momento y luego volvieron a apagarse en el interior de su capa.

- Te seguimos, paladina - dijo.