Partida Rol por web

-Una cosa es aparentar y otra muy distinta mentir directamente  Vicnan. Mi idea era infiltrarme en la alta sociedad como una chica trofeo, aunque no se si en una ciudad como esta se hace asi.

-Creo que esparcir rumores y esperar a que muerdan el anzuelo sera mas viable. Ya sabes... si decimos verdades dentro de exageraciones, estoy segura de que saldran a investigar, tanto los culpables, como los que serian nuestros aliados.

—De acuerdo.

Si el archimago sabía o creía que infiltrarnos en su casa era más seguro, Caidus no iba a contradecirle. Nalen'Dag conocía la ciudad mejor que él y era conocedor de los riesgos.

—Allí podremos planear alguna forma de atraparle con más tranquilidad.

Alya inclinó lateralmente la cabeza, hablando por primera vez en un buen rato. La visita al... Local de Julieth y las impresiones que bombardearon sus sentidos de la gente que les rodeaba la había saturado y, en no poca medida, asqueado y removido recuerdos amargos. Además, Julieth había demostrado sentirse más cómoda tratando con hombres, a los que tenía el talento de manejar con soltura, que con la anodina mujer que estaba detrás de ellos; y que un aliado se sintiera cómodo siempre era algo deseable. Había preferido dejar que Agatosh, que la conocía, tuviera la voz cantante en la conversación.

- Yo llevo grilletes conmigo. - dijo sencillamente, en tono átono y con un leve encogimiento de hombros. - No son arcanos pero sí sólidos y de buena calidad.

- En cuanto a colarnos en la casa, ¿tenemos algún método para anular las posibles alarmas que puedan estar presentes? - Miró primero al archimago y posteriormente a Caidus, a los que consideraba más probable que lo tuvieran, pero no quería asumir la ayuda del primero y nunca había visto al segundo en acción. - Si nos detectase él o, peor aún, sus asociados, la emboscada sería para nosotros. Además, no tengo un Carrillón de Apertura ni nada similar.

La respuesta de la mujer le horrorizó. Se negaba a aceptar que esa fuera la única opción, causarle sufrimiento a criaturas tan nobles como los animales no era algo él permitiría o estuviera dispuesto a hacer. Prefería ser él mismo la distracción, cortarse o lo que tuviera que hacer, antes de torturar de esa manera a un pobre animal. 

Estaba por comentar algo al respecto cuando Abelgos sacó su arco y disparó. Aquello había sido tan repentino que no pudo evitar ponerse en máximo estado de alerta. Sus ojos comenzaron a buscar las diferentes salidas posibles del lugar y de sus mangas apenas y comenzaron a asomarse las puntas de unas dagas, por si la cosa llegaba a ponerse fea. 

Dio unos pasos para separarse de Abelgos y así cubrir más espacio por si algo trataba de sorprenderles. 

Julieth escuchó con seriedad las distintas opiniones de los Vigilantes. Ildyra quería adentrarse en la alta sociedad, mientras que otro quería encargarse de la mácula que ensuciaba a la iglesia de Iomedae de la ciudad de Norul. Ambas opciones podrían ser válidas, pero ¿estaban dispuestos a separarse?  

—En ocasiones ciertos nobles caprichosos que vienen a mi local contratan los servicios de mis bailarinas de manera privada. Sin duda pronunciar pequeñas píldoras de verdades exageradas en la nobleza puede ser de gran utilidad— interrumpió la joven madame, tomando de nuevo la palabra—Por otra parte infiltrarse en la iglesia fingiendo ser pareja os permitirá obtener alojamiento en el lugar, participar en las tareas de limpieza del edificio, cuidado de los enfermos y participareis en los llamados actos de Iomedae.

» De ambas maneras podríais estaros metiendo en la boca del lobo, un paso en falso y os descubrirán. Estaríais solos, rodeados de potenciales enemigos— añadió poco después como un jarro de agua fría—.  Hagáis lo que hagáis os ayudare, bien dejando trabajar aquí para llamar la atención o ofreciendo una chica a Vicnan para que pueda fingir su matrimonio con una meretriz.  

Después de pronunciar sus últimas palabras, en el rostro de la joven madame se dibujó una sonrisa irónica. Sin duda disfrutaba imaginando a dos servos de los dioses fingiendo o compartiendo momentos con una mujer de entretenimiento.

El archimago asintió ante las palabras de Alya. Un arcanista con su gran capacidad podía encontrar una solución a casi cualquier problema. Tras esto utilizó sus capacidades arcanas para convertirlos de nuevo en entidades imperceptibles al ojo humano. De modo que con un plan bien definido y con ciertas dudas sobre la lealtad de Julieth, el grupo volvió a caminar por la ciudad de Norul. 

Tiempo después de caminar hacia la zona céntrica del lugar, encontraron unas gruesas y altas murallas que separaban la zona aristócrata de la plebeya.  Sin pensarlo dos veces comenzaron a rodear el muro de piedra hasta llegar a una alta barbacana custodiada por cuatro guardias, dos desde el suelo y una desde lo alto de la estructura. De nuevo la utilidad de la magia hizo acto de presencia, pues pasaron entre los guardias, uniformados con brillantes corazas y armados con hermosos estoques, sin ser vistos.  

Aquella parte de la ciudad era completamente distinta. No solo el aire era más limpio debido a la ausencia de malos olores que desprendían las distintas tiendas textiles, así como las destinadas a soplar y moldear el vidrio. Las gentes del lugar caminaban con la clásica calma de una vida sin excesivas responsabilidades, mientras que las calles se mostraban coloridas por los diferentes empedrados que adornaban el suelo y la multitud de flores que se mostraban orgullosas desde los balcones. 

Después de deshacer la invisibilidad en un lugar seguro, el grupo caminó hasta llegar a la Plaza de los Recuerdos, un lugar cuanto menos hermoso que exhibía la opulencia en estado puro. El empedrado formaba complejos patrones, el cual estaba salpicado por innumerables esculturas de mármol blanco finamente esculpidas que representaban distintas criaturas de fantasía tales como unicornios, ninfas, fénix, hadas y ángeles.  

Según había explicado la propietaria del Beso de la Driade el diestro espadachín vivía en la cara externa de las mansiones que rodeaban la plaza, mientras que la taberna de Lym se encontraba en la misma. Era momento de separarse. ¿Saldría todo bien? 

La sensual mujer esbozó una sonrisa al ver el rostro de los Vigilantes ante su cuestionable proposición. Sus labios se abrieron ligeramente, dispuestos a dejar escapar algún comentario condescendiente; sin embargo en aquel momento las dos flechas disparadas por Abelgos la enmudecieron. 

Allí donde el semidrow había disparado, los proyectiles permanecían flotando en mitad de la nada. Instantes después apareció una mujer de atlético cuerpo sujetando cada flecha con una mano. A pesar del ataque su semblante se encontraba sereno, el cual se torno arrogante cuando dejó caer ambas flechas al suelo. Aquello disgusto a Abelgos, pocas personas habían sido capaces de detener sus disparos y menos aún con las manos desnudas. 

—Mi gata pelirroja no creo que quiera ofrecerse como carnaza, lo siento— contestó manteniendo aquella estúpida sonrisa—. Veo que no os gusta la idea a juzgar por vuestras caras. No pasa nada. Siempre podéis satisfacer la necesidad de aquel constructor vosotros mismos de otras maneras radicales. Ya sabéis su debilidad, seguro os apañáis. 

» Es mi guardaespaldas personal— añadió al ver la desconfianza en el rostro de los presentes—. No creeríais que me expondría así sin mas, sin protección, ¿verdad?

Vicnan estaba haciendo un esfuerzo por verse y escucharse seguro, pero esa mascarada empezaba a derrumbarse.

Primero fue la idea de Ildyra de hacerse pasar por una chica de compañía. Sintió ¿verguenza? ¿o tal vez celos?. Pero cuando Julieth entendió que su plan era actuar como el esposo de Ildyra el color de sus mejillas cambió de un saludable rosado a un incómodo colorado.

- No... yo no quise decir... -

"Compañeros peregrinos, no un matrimonio" quiso aclarar, pero se le trabó la lengua. Vicnan era un cazador de herejes, un guerrero diestro y experimentado, un justiciero que no temía enfrentarse a no-muertos y bestias. Sin embargo su destreza tratando con mujeres distaba mucho de ser, cuanto menos, aceptable.

Y el hecho de que Julieth fuera una mujer intoxicante no ayudaba a la situación.

El semielfo tragó saliva y se enfocó.

- No me creo capaz de infiltrarme en la alta sociedad como acompañante, así que estarías sola Ildyra. Y si yo voy al Templo tampoco podré salir tan libremente sin romper mi coartada. Lo veo muy arriesgado, si un aliado del vampiro te descubre no podré... - 

Vicnan volvió a callarse. "Ella es una Hermana Vigilante, puede cuidarse sola" pensó "Bendita Sarenrae, ¿qué pasa conmigo?".

Aquél sitio era tan distinto de él que era incapaz de sentirse a gusto; estaba más cómodo en los barrios bajos, rodeado por gente humilde pero, al menos, sincera. Allí primaban las apariencias y los juegos sutiles, no había franqueza en las personas que deambulaban por allí. Y él, con su aspecto curtido, destacaba sobre aquellos nobles y ricachones vestidos con finas ropas y de paso elegante. Tanto era así que a punto estuvo de cambiar de aspecto a algo más camaleónico antes de salir del callejón, pero finalmente descartó la idea. Si querían mirarle, que lo hicieran; eso le daría ventaja, le tomarían por un bruto idiota, inferior a ellos, alguien de quien no debían preocuparse más que si se ponía violento, y entonces confiaban en que un aviso a los guardias valdría para acabar con el problema. No sabían lo equivocados que estaban, aunque no pretendía sacarles de dudas. Le venía bien ser infravalorado.

—Suerte, luego nos vemos —se despidió, antes de encaminarse hacia la taberna.

Entro a la taberna de Lym con una gran sonrisa bobalicona y la bolsa ya en la mano. No era todo el dinero que tenía, pero era suficiente para dar la apariencia de un soldado de permiso que acababa de cobrar la paga, o un mercenario después de un trabajo provechoso. Lo bastante para que no le echaran de allí directamente, y le permitieran costearse unas rondas, al menos durante un rato. Así era el poder del oro.

—¡Buenos días! —saludó exaltado al pasar la puerta, cerrando tras de sí; dio unas zancadas hasta la barra, y se sentó en un taburete, frente al mesonero—. Espero que aquí pueda encontrar lo que busco. Se rumorea que viene por aquí un hombre capaz de vencer a cualquiera bebiendo alcohol, y he decidido gastar algo de mi recién conseguido oro en retar a ese magnífico individuo. ¿Es aquí o me han mentido? —preguntó en alto, lo suficiente para que lo oyeran los demás parroquianos además del ventero.

No estaba mal, la guardaespaldas sabía moverse. ¿O quizás era la madame la peligrosa y todo era una distracción? Sus compañeros desde luego no sabían mantener la calma, ellos si parecían felinos con el pelo erizado. Aerin permanecía tranquila. Las negociaciones iban por buen puerto. O al menos eso parecía.

- Bonitos reflejos, si señor. Material de primera, tienes buen gusto para escoger soldados, aunque el corte de pelo... no sé, o corto del todo o sin cortar, pero las medias tintas no son mi pasión. Pero la cuestión es que ahora que nos has dado información y has enseñado los dientes, querrás un pago, ¿no? Porque sino, no hay negocio. Y ahora que lo pienso, estoy sedienta, ¿no tendrás algo de beber?

Cuando las flechas parecieron quedarse flotando en el aire se temió lo peor, pero resulto ser la guardaespaldas de la Madame. Por un lado era comprensible que estuviera ahí, pero por otro no le gustaba nada tener cerca a alguien con esas capacidades cerca y a partir de ahora tendrían que tener mucho cuidado con quien les seguía.

Ni la mujer ni su jefa parecieron darle demasiada importancia al ataque de Abelgos, el cual había demostrado tener buenos instintos, así que Cylina volvió a subirse la capucha tapando su pelo y parte de la cara. Además Aerin también parecía llevar la conversación por buenos términos, así que se relajó aparentemente, pero empezó a prestar más atención a su alrededor por si había más sorpresas.

Salir del bullicio y caos de la zona humilde de la ciudad era agradable. No es que le disgustara, pero en la zona noble la tranquilidad, el orden y la educación permitían concentrarse más agradablemente en lo que uno quisiera, sin tener que estar pendiente de esquivar a borrachos, brutos o despistados. Alguna ventaja tenía el afán presuntuoso de la nobleza.

Llegó el momento de la separación y Caidus hizo un gesto de despedida a Agatosh.

—Nos vemos pronto.

—¿Es por aquí?

El elfo preguntaba al archimago la dirección, evitando usar su título en este lugar. No sabía quién podía estar escuchando y era mejor no arriesgarse innecesariamente. Entre los cinco, especialmente con Nalen'Dag con ellos, veía unas posibilidades de éxito ciertamente elevadas de atrapar a su objetivo. El siguiente paso era más complicado, pero quedaba lejos aún. Ahora era momento de prepararse para lo más inmediato.

El contraste de una ciudad es impresionante, de estar en una zona con un montón de olores y gente haciendo mucho ruido, a otro sitio mucho más tranquilo, con olor de flores y gente que estaba muy tranquila, y en esta nueva zona tenían la extraña afición de adornar el suelo, debe ser que como no salen a la naturaleza a mirar animales los pintan en el suelo, una tontería, una piedra con colores no es nada parecido a una cosa viva.

- ¿Bueno estamos preparados no? Esos guardias con pinchitos no parecen muy impresionantes.

Mercer volvió a ocultar las puntas de sus dagas al ver que, al menos de momento, no había peligro. Respetó más a la bailarina por ser precavida y tener con ella a una guardaespaldas de notoria habilidad. Aunque eso no quitaba el disgusto que sentía por los comentarios que había hecho respecto a lastimar animales. La frialdad con la que lo había dicho le daba a entender una falta de empatía preocupante, sin duda era mujer a la que no se quería como enemiga. 

Justamente por eso reconoció la importancia de contar con Aerin. Estaba llevando muy bien las negociaciones y sabía mantener la calma y la compostura. Algo que quizás a los demás del grupo no se les daba tan bien. Pero él sabía que cada uno tenía sus fortalezas y ya llegaría el momento de mostrar las suyas. 

Siguió escuchando el desarrollo de la negociación cerca de Aerin, haciendo la función de guardaespaldas de ella. Cuando Julieth mencionó que había otras formas de distraer al constructor se alegró e incluso esbozó una sonrisa. Si para evitar que sus compañeros lastimaran a un animal debía lastimarse él no tenía ningún problema en aceptarlo. Aunque también se le ocurría otra alternativa. Si encontraba a algún maleante por ahí, con él si que no tendría pena por causarle dolor frente al constructor. Los animales eran inocentes, pero muchas personas no lo eran. 

Ildyra suspiro tras pensarlo durante unos interminables segundos en silencio.

-No consigo decidir que es mejor, supongo que podriamos empezar a investigar ambos  y mas tarde decidirnos por la más fructífera...

Se decidio a intentar ambas, aunque fuera mas fatigante. Al fin y al cabo, si la primera no daba resultado habrian perdido el tiempo y tendrian que optar por la segunda igualmente.

-Supongo que siempre puedo tomar una actitud blieseña* en vez de mentir. Y sobre defenderme... puedo hacerlo sola, tengo confianza en al menos poder huir y defenderme.

- Me preocupa dejar que vaya sin ningún respaldo. - dijo, viendo que ninguno de ellos se movía para hacer de sombra de Agatosh, en caso de que el Vigilante se viera en algún aprieto. - Tal vez debiera seguirle con discreción. - propuso y, si nadie ponía pegas, haría eso; cuatro personas eran suficientes, pensaba, para emboscar a alguien dentro de una casa. Una quinta no iba a marcar demasiada diferencia; en cambio, que una parte del equipo no estuviera aislada sí podía ser una diferencia significativa.

Con la posible excepción de Balthor en alguna forma de animal de pequeño tamaño que pudiera resultar inocuo, ella parecía ser la única capaz de moverse sin llamar la atención; un talento más necesario para moverse entre grupos de gente intentando no llamar la atención que para colarse en una casa desocupada y, posiblemente, con limitada vigilancia

Alya se sentía igual entre la gente común que entre la gente de clase más elevada. Para ella, las interacciones eran igual de incómodas con unos que con otros; mientras navegaba los entresijos necesarios para la conversación civilizada con unos u otros, debía hacer esfuerzos conscientes por filtrar, no dejar notar y aprovechar lo que la cacofonía de segundas voces que recibía le ofrecía... Y, también, por no responder accidentalmente a algo de una segunda voz en voz alta.

Desde el desgraciado incidente que le hiciera abandonar su hogar, por pura necesidad se había vuelto muy adepta en aquel peculiar arte. Podía moverse inadvertida de más de una forma; sin ser vista o mezclándose con naturalidad, por agotador mentalmente que le resultara.

La taberna de Lym no era una taberna corriente en ninguno de los sentidos. El mobiliario y el suelo estaba hecho por la madera de los árboles albinos de Puerto Blanco, mientras que las paredes estaban cubiertas por pan de oro, las cuales estaban decoradas por tapices y cuadros. Por otra parte la clientela, vestida con finos ropajes de alta calidad, bebían de manera modesta y educada. Todos hablaban y reían con suavidad, mientras una mujer cantaba desde un escenario acompañada de una pequeña lira.  

De imprevisto una fuerte risotada rompió el hechizo que se había creado en aquel lugar. Las miradas de los parroquianos se dirigieron hacia el artífice de aquella falta de respeto, un hombre que sin duda debía ser Zalgrán a juzgar por su falta de decoro. A pesar de ello nadie dijo nada, ni siquiera los guardias del lugar se atrevían a decir o hacer nada al respecto. 

El camarero miró durante unos instantes a Agatosh, tras lo cual volvió a mirar al hombre semidesnudo que se afanaba en besar a una de las jóvenes que le acompañaban. Tras unos segundos de indecisión se inclinó ligeramente para así tener una conversación con cierta privacidad. 

—Aquel hombre de allí es al que buscas— susurró él camarero—. Le imploro que no le moleste ni provoque ningún tipo de pelea. Es una persona con gran temperamento, difícil de controlar, ya me entiende. 

Aunque aquel hombre no lo dijera, el joven alquimista lo  supo al momento, al igual que Alya. Las personas de aquel lugar le temían.

Los tres Vigilantes observaron como Alya y Agatosh se dirigían hacia una ostentosa taberna. Instantes después el pequeño grupo se acercó a uno de los transeúntes y preguntó la localización de su destino. 

—Rodeando la plaza hay dos anillos de viviendas, uno que da hacia la plaza y otro que da hacia la zona externa del círculo— respondió con cierta incomodidad—. La casa Grigory se encuentra en el anillo externo, ahora mismo no recuerdo el numero, pero es fácil reconocerla. Sus jardines están completamente descuidados. 

En cuanto el grupo no necesitó más ayuda, el hombre se alejó con premura, deteniendo parcialmente su paso para mirar hacia atrás con nerviosismo. ¿Tenía miedo? 

Cuando llegaron al hogar de los Grigory descubrieron que las palabras del desconocido se acercaban demasiado a la realidad. Mientras que las casas de alrededor mostraban un aspecto hermoso, con jardines cuidados y paredes pintadas de colores vivos, la mansión en cuestión se mostraba decadente. El patio delantero presentaba varias calvas en la vegetación, mientras que la fachada presentaban zonas donde la estructura no había aguantado y se había desprendido parcialmente. 

Colarse en el interior no fue especialmente difícil, al igual que sacar fuera de combate a la única persona que había allí. Nalen´Dag a través de sus artes arcanas durmió a una mujer de avanzada edad, la cual se afanaba en cocinar un puchero. Sin nadie más en la casa el grupo buscó la habitación que imaginaban estaría destinada a ser la oficina. Minutos después la encontraron, una habitación cubierta de polvo y telarañas. 

Por fortuna para ellos en la mesa encontraron lo que necesitaban. Papel, pluma, tinta, lacre y el sello familiar. ¿Qué debían escribir?

La catedral de Iomedae era un edificio de piedra de al menos treinta metros de altura. Al contrario que los templos de otras deidades, este presentaba una estructura fortificada, con cimientos profundos y gruesos muros. Además de ser un lugar destinado al culto a los dioses, tenía la función de servir como una fortaleza en caso de necesidad. En su fachada principal se encontraba una cristalera de gran cantidad de colores, representando la ascensión de Iomedae poco después de superar las pruebas de “La piedra estelar”. 

En aquel momento sus gruesas puertas de madera estaban abiertas de par en par, permitiendo a los feligreses realizar sus oraciones y a los mendigos obtener alimento a la par que cobijo. Además, dos caballeros, vestidos con una armadura de escamas doradas y una capa dorada, custodiaban la entrada con diligencia. 

Alrededor de la edificación se extendía una plaza circular salpicada de manera uniforme a lo largo de su diámetro por algunos bancos de piedra pulida y por farolas de aceite, las cuales todavía no habían sido encendidas. Todavía se alzaba el ardiente sol en el firmamento, aún quedaban muchísimas horas por delante. 

Multitud de niños de diferentes castas sociales jugaban, hablaban y reían sin parar en la zona. Todo parecía normal; sin embargo ambos Vigilantes conocían lo que realmente ocurría en su interior.  La sombra del vampiro se extendía larga, seductora y poderosa incluso en aquel lugar sagrado, pero ¿Cómo saber quien había sido corrompido?