Partida Rol por web

El hombre que les dio las indicaciones, no parecía muy convencido, la gente de aquí debía ser una tribu muy cerrada con los que son de fuera, tampoco era raro, pero mejor que nadie se meta en nuestro camino.

La casa era una completa decepción, costaba creer que un hombre que cuidara tan mal su hogar fuera realmente peligroso, a menos el terreno estaba en camino de volver a la naturaleza, algo es algo.

- Mejor escribe tu Caidus, tu tienes pinta de ser bueno con la pluma. Yo vigilo.

Agudizo sus sentidos por si percibía algo.

Hasta el momento todo parecía fácil, al menos la parte que llevaban ellos. Que Alya decidiese en última instancia acompañar a Agatosh había sido previsible y prudente, según el elfo. Sólo esperaba que volviesen ambos sanos y salvos.

Al entrar en la casa, la suciedad y el descuido eran palpables, especialmente para estar en la zona noble de la ciudad. Que Shandal permitiera esta situación le hacía pensar al elfo que Zagrán estaba trastornado que debía ser una carga absoluta para los intereses del archimago usurpador.

—De acuerdo. Tengo que encontrar algún documento escrito por Zagrán Grigory para tratar de emular su caligrafía y estilo. Probablemente será algo burdo para alguien de su supuesta condición, pero ya que son hermanos, Shandal sabrá reconocer perfectamente un texto suyo.—Caidus hablaba mirando a su alrededor, con gesto de desaprobación. Era una tarea más difícil de lo que parecía—También sería interesante comprobar si la anciana es un ghoul o una mera sirvienta. Incluso interrogarla nos podría dar alguna respuesta.

Dicho esto, empezó a buscar sobre la mesa, en los cajones, estanterías y cualquier otro lugar factible algún papel firmado por el propio Grigory. Si el engaño no era factible, siempre quedaría la posibilidad de una amenaza: o Shandal venía completamente solo al atardecer, o su hermano moría.

Agatosh no pudo menos que sonreír al escuchar la carcajada y ver al hombre que la había soltado; no necesitó que el tabernero le dijera quien era para saber que es a quien buscaba, pero aún así le escuchó por cortesía.

—No te preocupes —respondió, guiñándole un ojo—. Dependerá de lo mucho que yo me emborrache, ya sabes.

Si el camarero era listo, tal vez habría captado lo que quería decir. Aunque no lo era tanto en las competiciones de borrachos en las que no había nada en juego, si solía hacerse en el ámbito artístico, y aquella taberna parecía un lugar idóneo para que los buenos bardos llevaran a cabo el truco; normalmente, cuando un artista hacía una buena actuación, había tres clases de público: los primeros eran mecenas, gente adinerada que formalizaba contratos de manutención a cambio de poner al artista en cuestión bajo su ala; los segundos eran aquellos que tenían recursos, pero o bien no los suficientes para lo primero, o bien demasiados protegidos ya como para añadir otro, lo que significaba que podían dar dinero, pero nada más; los terceros eran aquellos que no tenían lo suficiente para dar y quedar bien, y entonces invitaban a un trago. Los músicos, por ejemplo, que no querían emborracharse ni que el alcohol afectara a su voz, llegaban a tratos con los dueños: cuando les invitaban, pedían alguna bebida en clave, que no era más que agua, o el alcohol diluido, y anotaban su precio; al final de la noche, se hacían cuentas, el establecimiento se llevaba un porcentaje, y el resto se añadía a las ganancias del invitado. Si se hacía bien, también servía para emborrachar a alguien mientras se dejaba lúcido a su contendiente. A simple vista no había diferencia, e incluso un bebedor que que quisiera asegurarse, podía ser engañado fácilmente con un simple truco de prestidigitación para fortalecer el sabor de la cerveza, algo que, aprovechando que Alya le había seguido, tal vez podía ocurrir.

En cualquier caso, decidió no alargar más la conversación con el mesero, especialmente para no levantar sospechas, y se encaminó directamente a la mesa de Zalgrán. Cogió por el camino una silla vacía, la plantó frente al noble y se sentó.

—Me han dicho que tú eres a quien busco, pero no me impresiona. —Se recostó y se cruzó de brazos—. ¿Quieres demostrarme que me equivoco? —preguntó con una amplia sonrisa.

Alya entró discretamente en el local unos cuantos pasos después del "tosco mercenario" que se había colado en un lugar de aquel calibre, mientras que ella se movió como si perteneciera a la clase que estaba mayormente representada en el lugar; como joven noble usando la posición de aventurera para engrandecer su propio estatus.

En cuanto Agatosh se señaló, ella hizo lo contrario. Como la mayor parte de los parroquianos, buscó desaparecer en el fondo de la escena mientras aquel insensato se buscaba la ruina contra el personaje temido por todos... Aunque sus pasos se dirigieron tras el camarero que había advertido al alquimista hacia la barra, para controlar si éste había entendido la insinuación del Vigilante e iba a colaborar en el tema de aguar las bebidas o si, por el contrario, el temor haría que el duelo fuera "justo".

Como mínimo, podría advertir a Agatosh de ello. En el mejor caso, persuadir al camarero (amablemente o de forma menos amistosa) de que jugara a su favor.

Aunque, como confiaba en que el Vigilante pudiera aguantar un par de rondas de una forma u otra, lo primero era comprobar quiénes eran posibles amigos de Zalgrán entre la multitud y tener controlados sus movimientos.

Permanecí con la expresión neutra cuando las flechas se quedaron suspendidas en el aire y apunto estuve de preparar otras dos hasta que aquella persona salió de su cobertura de invisibilidad y mostrando que las había parado en el aire, ambas. Durante un prolongado instante me quedé mirando a los ojos de aquel supuesto guardaespaldas de forma desafiante, que las parase por mucho que disparar a ciegas no es lo mejor para un arquero no me sentó nada bien, pero eso no tenia por que saberlo nadie.

Finalmente mi siguiente movimiento fue guardar el arco. -Buena parada- Dije con tono de respeto para a continuación caminar hasta donde habían caído las flechas para recogerlas y si no pasaba nada volver a mi posición inicial. -Si es su guardaespaldas no hay problema por nuestra parte, lamento la interrupción. 

Atravesaron las puertas de madera camuflándose entre otros feligreses. Una vez en la plaza, Vicnan se abocó a observar el lugar. Calculó la cantidad de guardias, puestos de vigilancia y posibles entradas o salidas. El lugar parecía inexpugnable, y de no ser porque el semielfo sabía que algo podrido se ocultaba entre sus muros, estaría orgulloso de contar con semejante fortaleza al servicio del bien.

Se inclinó hacia Ildyra y le susurró - Caminemos. Somos dos servidores de los dioses visitando este renombrado templo, no hay nada sospechoso en eso. -

Vicnan buscó algún mendigo que estuviera separado de los guardias, alguien con quien pueda hablar sin levantar sospechas, o tal vez un clérigo menor. 

Ildyra entró al templo junto al elfo sonriente, hablando de cosas banales con él mientras buscaba un objetivo, un grupo de mujeres que han venido a acompañar a sus parejas y se reunen para chismorrear.

-Separemonos, a ver si encontramos algo interesante que investigar. Recuerda, somos una pareja, tú un serio hombre de fe que viene a rezar y yo la poco interesada mujer que ama los chismorreos.- Sonrió momentaneamente antes de darle un golpecito en el hombro. -Tampoco demasiado lejos de la realidad.

Entrando en blanco poco iba a conseguir, y necesitaban unos cuantos hilos de los que tirar. Seguramente econtraría demasiados, pero suele haber algo de verdad escondida entre las exageraciones y el vox populi.

Aunque ambas mujeres se mostraban tranquilas y despreocupadas, todos podían sentir como la tensión comenzaba a crecer poco a poco. Finalmente Julieth descruzo las piernas con modestia y se levantó con gran elegancia. 

—Me temo que nuestra hermosa velada tendrá que finalizar— dijo con seriedad—. Os comente una opción para afrontar vuestro problema, no tengo nada más que ofreceros salvo el ocio de mi establecimiento, el cual por cierto me necesita. 

» El pago será el mismo que la otra vez, información. Cuando acabéis informarme, ya sea por carta o en persona, según os permita vuestra situación— añadió poco después mientras comenzaba a caminar hacia el exterior—. Sin aún tienes sed comentale tu necesidad a la camarera. Invita la casa. 

Al salir se percataron de que la mujer guardaespaldas había desaparecido de nuevo, dejando en apariencia a la hermosa madame completamente desprotegida. Todos sabían que no era así. Con despedidas silenciosas el grupo se despidió de su contacto y bajó a la planta inferior. 

Tras fingir durante unos minutos más ser clientes normales y corrientes, los Vigilantes abandonaron el local y marcharon al exterior. Tenían trabajo que hacer, pero ¿cómo lo harían?

Mientras Caidus encontraba una carta escrita por Zalgran y practicaba la burda caligrafía, Balthor fue hasta la cocinera para investigar su cuerpo en busca de cualquier símbolo. Minutos después el humano de gran tamaño regresó sin haber encontrado nada, mientras que el fata había logrado terminar de escribir la carta. 

Con aquel pensamiento en mente el refinado arcanista doblo la carta y la introdujo en un sobre, tras lo cual vertió el lacre caliente de color granate y presiono sobre este el sello de la familia Grigory. Instantes después la cera endureció mostrando en su superficie la imponente figura de un tiburón. 

—Mi sortilegio de somnolencia aún tardará en finalizar. De modo que queda descartada la posibilidad de interrogar a la pobre mujer. En cualquier caso dudo que sacáramos algo de provecho— dijo con seriedad el archimago—. Ahora que tenemos el mensaje, muy logrado por cierto, podemos contratar los servicios de un mensajero para enviar la carta. 

Lo cierto es que el resultado final del trabajo de Caidus era espectáculo, pero ¿Sería suficiente? ¿Funcionaria el engaño?

No es lo que esperaba que obtendríamos de esta reunión pero tenemos información y una posibilidad. Una alternativa a maltratar a un gato sería que el otro grupo finja una pelea y paliza o pagar a un mendigo para que hago de saco de patatas.

¿Destruir el constructo y hacer un cambiazo o re hechizarlo para que tenga un nuevo amo son opciones viables?

Al final la estancia en la casa no llevo a ningún encuentro ni combate significativo, Caidus logró redactar una carta muy lograda, es parte del plan ya estaba finalizada, sólo quedaba comprobar como les había ido a los demás.

- ¿Bien, queréis investigar la casa algo más, o salimos fuera antes de que nos vea alguien?

Dado el estado lamentable de la casa, dudaba mucho de que hubiera algo incriminatorio o de interés, pero no estaba demás preguntar.

Cuando Agatosh se acercó y lanzó de manera directa su desafío un profundo silencio apareció de manera súbita en la taberna. Ambos Vigilantes sabían que más de una persona estaría pendiente de Zalgrán, pero nunca habrían imaginado que tantas personas. En aquel momento Alya comenzó a extender sus matrices, cubriendo cada rincón de la habitación y acariciando cada mente que allí existía en apenas unos segundos. Ninguna mente hostil. 

—¿A mi?— fijo esbozando momentos después una arrogante sonrisa—. Si buscas empinar el codo y acabar vomitando por las esquinas soy tu hombre. Aunque si buscas un par de hostias, también puedo dártelas con gusto. 

» ¿Qué opción quieres viejo?—  preguntó poco después mientras le miraba con fijeza.

Su tono de voz y la intensidad de su mirada estaban cargadas de agresividad, sin duda no le importaría ofrecer ambas opciones al joven alquimista. Poco después, en el preciso momento en el que Agatosh iba responde, el camarero apareció con dos botellas de vino ya descorchadas dejando una a cada uno de los presentes. Una mirada cargada de complicidad y miedo a partes iguales por parte del hombre dejó claro que había pillado sus insinuaciones.

Las bravuconadas del hombre no hicieron más que ensanchar su sonrisa, pero no dijo nada de momento, mantuvo el silencio, expectante. No hasta que el mesero apareció y tendió dos bebidas. Cogió la botella que el camarero ofreció y asintió.

—Yo pago la primera ronda. Dejemos los puños para más tarde, y demuéstrame qué tal se te da beber. —Y como las palabras poco importaban y más lo hacían los hechos, se la llevó a los labios y empezó a beber ávidamente, sin detenerse hasta terminarse el contenido y no dejar ni una gota. Como demostración, la dio la vuelta sobre su cabeza, para enseñar que no se mojaba ni un pelo—. ¡Ja!

Por supuesto, si todo salía según el plan, ni siquiera tendría que ponerse demasiado ebrio, y serviría para dejar más dócil a Zalgrán, lo suficiente para que el combate que tarde o temprano llegaría no se complicara. Puede, incluso, que acabara tan mal que simplemente se limitara a llevarle a casas en volandas. Soñar era gratis, aunque no haría ascos a una buena pelea.

El interior de la catedral estaba iluminado de manera escasa por los rayos de sol que atravesaba la cristalera frontal y la multitud de velas prendidas. En la sala tan solo encontraron a un hombre de edad avanzada, el cual encendía con lentitud cada una de las velas del lugar. 

Cuando se acercaron al desconocido encontraron que sus pisadas provocaron un ligero eco, algo que no pareció molestar en absoluto al sacerdote. Este no detuvo sus tareas por la presencia de los Vigilantes, el cual tardó unos segundos en encender la última vela y enfocar su atención en ellos. 

—Que valor de Iomedae ensalce vuestros corazones— saludó el anciano con voz suave—. ¿Qué puede ofrecer este humilde siervo de la Dama del Valor? 

Aquel hombre emitía un aura de calma y bondad, característica única de los fieles servidores de deidades benévolas. Sin duda existía magia capaz de crear embustes capaces de engañar los corazones más cálidos y las mentes más débiles, pero ¿sería tal el caso?

Salió de la reunión, algo preocupada porque les reconociesen. Información quizás escasa... pero era lo que tenían. Escueta como siempre, una pista, pero sin más. y no sabía de que sería ese constructo. Se puso la capucha y caminó mirando al suelo.

- No lo sé, sin verlo no te puedo decir si puedo hacerle algo. En cualquier caso busquemos un sitio discreto, no quiero que me miren en demasía y tomar la poción antes de tiempo puede no ser interesante. Aunque tu deberías de hacerlo o taparte mejor, como semidrow llamas mucho la atención. 

Se calló el comentario de lo predecibles que eran. Si ella estuviese en una mesa de negociaciones, se los llevaría de calle, porque podía leer en ellos como en un libro abierto

- Y que su justicia te proteja. - respondió Vicnan con una inclinación - este lugar es, sin dudas, mucho más inspirador de lo que nos habían mencionado -

El semielfo observó a su alrededor con una serena sonrisa. El lugar le recordaba un poco al templo donde había crecido, aunque el suyo era mucho más pequeño. Se aferró a esa memoria para reforzar su mascarada.

- Sólo queríamos agradecer con oración las bendiciones que hemos recibido y, como extranjeros, conocer un poco más de este lugar, si no es mucha molestia -

Con la situación relativamente controlada, en el sentido de que la tenía vigilada y permanecería atenta a cualquier cambio que se produjera, se acomodó en la barra de la taberna, mirando a la espalda de Zalgrán y de cara a Agatosh. En apariencia como tantos otros en el local, observaba entre la curiosidad y la preocupación el duelo de bebida.

En realidad, su posición estaba calculada para tener al Vigilante a la vista, por si tenía que proyectar su segunda voz en la de él y tener su espalda vigilada por el momento.

Por el momento, parecía que Zalgrán estaba solo y no tenía aliados entre el resto de los parroquianos pero no tenía modo de estar totalmente segura... Cabía la posibilidad de que, en aquel momento, aún estuvieran engañados por la charada y nada preocupados pero eso cambiara según avanzara el duelo.

- Hidromiel. - indicó con una sonrisa al tabernero por encima de su hombro. Empezaría a llamar la atención si no tomaba nada.

¿Has desayunado abrojos o tienes algún problema? Llevo la capucha echada, ¿Que mas quieres, semielfa? -Pregunté de mala gana y la ultima palabra iba cargada de bastante energía negativa. -Acepto sugerencias de como ocultar mejor mis rasgos y de lares discretos.

-Me crucé de brazos a la espera.

Sin duda la reunión no había sido tan provechosa como esperaba y por sus expresiones también era lo que opinaba el resto. Miró al semidrow discutir con la semielfa y no pudo evitar negar con la cabeza, bastardos de orejas puntiagudas ambos, que más da de qué color las tuviesen.

—Diría que la sugerencia ha sido que te tomes la poción— dijo sin mirar a nadie en concreto. —Un constructo siempre es un problema, la magia no les hace nada y en combate son enemigos muy peligrosos. No conozco mucha gente que sepa construirlos y menos reprogramarlos, y si es cierto que este tiene consciencia no se siquiera si se podrá. El plan que nos han sugerido no es gran cosa, pero ahora mismo es lo único que tenemos.

En cuanto la primera gota de aquel brebaje tocó la lengua de Agatosh, este supo al instante que el alcohol de la botella había sido rebajado con agua. Se esforzó por no esbozar una sonrisa y comenzó a beber con largos tragos. Si su contrincante decidió imitarlo con esa ronda y algunas más, pronto acabaría demasiado ebrio como para mantenerse en pie. 

—Para ser un viejales no lo haces nada mal— bromeó el fortachón mientras tomaba la botella. 

Zalgrán lejos de verse sorprendidos o intimidados, llevó la botella a sus labios y comenzó con rapidez y falta de decoro. Cuando terminó emitió un sonoro regüeldo que no hizo más que provocar murmullos de desaprobación por parte de la clientela del lugar. 

—Otra ronda camarero— gritó dejando patente sus deseos—. Esta la pago yo. 

Sin duda el camarero del local debía de estar pendiente de aquel duelo amañado, pues la siguiente ronda llegó con demasiada rapidez. El hombre abrió la botella con los dientes y tras escupir el tapón de corcho, comenzó a beber. Quizás fuera por la rapidez de la ingesta, los efectos negativos del alcohol sobre la coordinación o una treta, pero gran parte de la bebida cayó fuera de la boca. Al terminar, golpeo con la botella en la mesa y miró con fiereza al vigilante.

Mientras tanto Alya fue atendida por el camarero, el cual le sirvió una hidromiel muy fría. A pesar de que su mirada danzaba por el local y sus matrices acariciaban con delicadeza las mentes de aquel lugar, la joven inquisidora se permitió saborear aquella bebida.