Partida Rol por web

 Un reino de horrores. Sería diferente si Sarenrae fuese la dueña de este dominio.. Lo único que confortaba al semielfo era la certeza de que al morir, él iría a los Salones del Amanecer para seguir sirviendo a su señora, no a ese lugar tenebroso y lleno de desdichas. Dejó atrás la macabra escena, avanzando con la cimitarra asida firmemente y una plegaria constante en sus labios.

 Cuando una de sus compañeras llamó la atención sobre el mecanismo, se detuvo y esperó que terminase su examen del mismo. 

La sorpresa dio paso a la incredulidad, y de ahí pasó a una curiosidad sincera y algo infantil. Ratones. Bien vestidos, armados y que hablaban educadamente, una imagen que, de no ser por la información que traían consigo, le habría hecho reír. Y es que, pese a haber visto muchas cosas, experimentado incluso en sus carnes, aquello le parecía más una escena más propia de los cuentos que de la vida real. Había límites a lo que consideraba magia, una fina línea que separaba las posibilidades que las artes arcanas o alquímicas ofrecían, con lo que era simple fábula. Esos personajillos habrían entrado en el segundo saco unos minutos atrás, pero tenía que aceptar que, en realidad, lo que ofrecían era posible e incluso sencillo con las habilidades adecuadas. La cuestión, por supuesto, era que alguien con dichas aptitudes y con acceso a tales recursos, tenía formas más sencillas de liberarse, y sobre todo más seguras que confiar en unos pocos aventureros para un plan descabellado.

Agatosh abrió la boca y la cerró unos segundos después, sin haber dicho nada. Repitió el proceso una segunda vez, y frunció el ceño. Pensativo, se quedó mirando a los roedores, escuchando lo que tenían que responder. También a Aerin, que analizaba el brebaje con ojo experto. Él podría haberlo hecho también, estaba tentado de asegurarse por si mismo, pero al final se contuvo; confiaba en ella y, además, seguía queriendo mantener sus diversas habilidades en secreto. Que todo el mundo pensara que era un bruto sin cerebro tenía sus ventajas, y lo cierto es que, tras ver como todo aquél asunto se tornaba cada vez más oscuro, las sorpresas podrían resultar de agradecer en algún momento. Ser capaz de algo inesperada tal vez fuera la diferencia entre vivir o morir, cuando se enfrentaran a sus enemigos.

Tras tomar la decisión conjunta de confiar en Mhun, sonrió incluso. No estaba nada seguro de eso, pero preocuparse nunca había sido su punto fuerte. Por todos los demonios, sería hasta divertido. Con un movimiento mil veces ensayado, al menos a ojos de alguien experto en el tema, descorchó el vial y se lo bebió de un trago. No tardó en empezar a sentir un cosquilleo familiar, y entonces comenzó a cambiar.

La bruja de largos cabellos aprovechó el alcance de su pelo, permitiendo que la luz de su antorcha arañará unos centímetros más en aquella oscuridad sobrenatural. A esta se unió poco después la creación lumínica del inquisidor, la cual brillaba hermosa, cálida e inalterable incluso en aquel mundo. 

Mientras tanto Alya, aprovechando la bendición otorgada por Iomedae, extendió sus sentidos más allá de su cuerpo. Sintió el frío tacto del mármol, así como las múltiples grietas que decoraban su superficie. Percibió el olor metálico que desprendían los distintos engranajes, tornillos y correas. Por último su mente evocó una imagen exacta del complejo sistema mecánico que había bajo sus pies. En apenas unos instantes supo con certeza que aquello no era una trampa sino un mecanismo que debía mover, cerrar o abrir algo de la sala.   

Guiados por la curiosidad y el objetivo de cumplir la misión con eficiencia y brevedad, el grupo siguió el mecanismo con pasos lentos y vacilantes. En ocasiones perdían su rumbo, obligándoles entonces a regresar sobre sus pasos y probar en otra dirección. Minutos después de encontrar escombros, sillas carcomidas por el tiempo, cortinas con hermosos bordados y más cuadros, encontraron la terminación del dispositivo: Un piano. 

El instrumento musical se alzaba orgulloso y resplandeciente en la oscuridad del lugar, pues la madera de arce que lo componía había sido pintado en un blando marfil. Por otra parte, sus teclas de marfil habían sido bañadas en plata en el caso de las notas naturales, mientras que los sostenidos y bemoles en dorado. Por último, la caja de resonancia estaba escondida bajo una gruesa tapa de madera, mientras que el atril se mostraba completamente vacío, sin ninguna partitura esperando ser tocada.

La transformación, rápida e indolora, redujo el tamaño de sus cuerpos hasta convertirlos en ratones menudas que debían rondar los veinte centímetros desde su hocico hasta el final de su rabo. Ver el mundo desde aquel prisma era cuanto menos vertiginoso. Todo se alzaba inmenso e imponente. 

—Deberías confiar mas en nuestras capacidades Caidus— dijo el roedor ante las inquietudes del elfo—. Los familiares no somos animales comunes, somos más inteligentes y capaces de lo que muchos creen. Por favor, no nos subestimes. 

» En cualquier caso comprendo tu miedo. Si lo dejas aquí volveremos a por él—. Aquellas palabras reconfortaron al arcanista, el cual entonces bebió con recatados modales el brebaje—. Bien, ahora que tanto vosotros como el capitán tenéis un hermoso pelaje y unos seductores paletos podemos continuar. ¡Seguidme! 

Con gran emoción el roedor corrió hacia el agujero y saltó sin miedo alguno a su interior. Detrás de él, con menos entusiasmo, fue el resto del grupo. Bajo el suelo de madera les esperaba un largo túnel, pulcramente excavado, sumido en la oscuridad. Mhun susurro con claridad los componentes verbales de un conjuro, encendiéndose poco después una pequeña llama en el extremo de la cerilla que portaba. 

—Poco después de que Shandal dejara inconsciente a Nalen´Dag, inscribió en su piel un poderoso hechizo de contención. De tal manera que cualquier conjuro que lance será disipado, es por ello que os necesitamos— comenzó a explicar tras varios minutos caminando—. Además de este inconveniente, nos encontramos con que han encerrado al archimago en el nivel inferior de la prisión. Estas celdas, al contrario que las del nivel superior, tienen una manufactura más cuidada, haciendo prácticamente imposible forzarlas por medios mágicos o mundanos. 

» Lo irónico de todo esto es que fue él mismo quien las creó, convirtiendo estas celdas en el colmo de cualquier escapista, arcanista o ladrón de guante blanco— continuó poco después mientras caminaba todo lo rápido que le permitían sus cortas patas—. Eso solo nos deja una posibilidad. Debemos robar las llaves y adivinad quien las tiene. El nuevo capitán de la guardia. Después tendremos que drogar o dormir a los vigilantes para poder sabotear el encantamiento realizado por Shandal.

-Creo que conocemos a ese guardia, nos lo hemos topado antes hace no mucho.

No termina de escuchar el plan cuando a Abelgos se le escapa una risotada que con su nueva forma de roedor sonaron como un chillido estridente.  -"No ataquemos al ghoul, no vayamos a por el ghoul, sabrán que vamos a por ellos" ¿Eh, Hermanos? -Dijo con retitín y sorna. -Me pido la entrepierna cuando lo trinchemos. 

No es un semielfo que disfrute teniendo la razón siempre pero en este caso concreto era agradable sumando al hecho que iba a tener otro bis a bis con aquel guardia. Tampoco era un santo ni lo pretendiese, se guiaba en ocasiones por sentimientos poco nobles como el de la venganza y este era uno de ellos, sumado a que ahora estaban de caza hacía que se sintiese motivado y vivo. 

Luego del comentario si que adoptó una actitud más seria. -¿Le puedes quitar el conjuro de contención al archimago? 
 

Siempre había sido grande. Incluso de niño, recordaba estar por encima de los demás, una cabeza más alto que los otros críos de su edad. Nunca se había sentido pequeño, pero en esos momentos lo era. Segundos antes se podría haber aplastado a como era en ese instante, casi sin darse cuenta, con un gesto tan simple como apoyar una mano. La vida cambiaba por completo desde esa nueva perspectiva y, aunque resultaba curioso, no le gustaba en absoluto. Además, ¿qué se suponía que iba a lograr como ratón? Todo lo que Mhun decía estaba muy bien, pero no se sentía capaz de hacer mucho. Incluso la propuesta de Abelgos de pegar una patada al nuevo capitán de la guardia se veía ridícula con esa forma. Cuanto más recapacitaba, más se daba cuenta de lo poco que había pensado en lo que estaba haciendo.

En su forma ratonil, Agatosh suspiró y siguió correteando por el túnel, intentando decidir que había de bueno en lo ocurrido. Con suerte, tal vez, la ventaja sería transformarse de repente dentro de la prisión, y pegar un susto a los vigilantes cuando se encontraran con él cara a cara dónde antes no había más que un animalillo. Si no, más valía que royeran la piel del archimago hasta arrancar aquél conjuro de contención grabado en su cuerpo. Así puede que tuvieran una oportunidad de éxito.

Ildyra no sabía demasiado de aquel tipo de cosas. Había visto muchas veces pianos, por supuesto, y centenares de otros instrumentos, pero aquello no estaba hecho para tocar música, o al menos eso decía su compañera.

Mmm. ¿Quereis que toque algo? Aunque primero busquemos por aquí, tiene que haber algún tipo de partitura o pista por aquí, o al menos eso espero, si no habremos hecho este camino en vano. ¿Alguno sabe de mecanismos y estas cosas?

- Ninguna que yo haya visto. - dijo con un breve encogimiento de hombros, sin saber muy bien qué más hacer. Los mecanismos no eran su fuerte, pero sabiendo que el suelo era seguro podía dar otro vistazo en busca de alguna clase de pista que pudiera ser de ayuda. Sin más que hacer, tomó su propia antorcha siempre ardiente y decidió examinar la habitación de nuevo.

—Puedo echar un vistazo al mecanismo, aunque algo me dice que esto puede ser algo más complicado que manipular unos engranajes. Por si acaso ir buscando una partitura o algo, porque dudo baste con tocar lo primero que se nos venga a la mente.

Cylina se dispuso a abrir la tapa mirando bien que no hubiese mecanismo extraños de apertura, para después analizar detenidamente el interior.

Durante los siguientes segundos Cylina examinó cada pieza visible del mecanismo, así como el mismo piano. Aunque era complejo pronto supo que si se tocaba una melodía en concreto en el piano, sin ningún error, se activaría el mecanismo. Imaginaba que una puerta secreta se abriría. En caso de errar o interpretar otra melodía, ningún infortunio acosaría al grupo. 

Con esa idea en mente el grupo comenzó su búsqueda por el gran salón, encontrando su investigación infructuosa tras varios minutos. Finalmente, cuando se dieron por vencidos de nadar en aquel mar de oscuridad y girar en redondo para regresar al piano, oyeron algo arrastrarse por el suelo. No necesitaron mucho tiempo para encontrar la fuente del sonido, un brazo desnudo cubierto por multitud de ampollas abiertas. Este miembro se arrastraba con lentitud en dirección al instrumento musical o al menos eso creían.

La forma de ratona era curiosa. Así es como se sentían algunos cuando les transformaban, interesante. Como castigo podía no estar mal. Eso si, parece que su cuerpo se había debilitado mucho, en esta forma no podría usar alguna de sus pociones favoritas.

- Uhmm, me pregunto que conjuros mios funcionarán con esta forma. Bueno, sino aún me quedan artimañas pensadas jijiji - Aún sin conjuros, una hija de las brumas tenía algunos poderes a sus disposición. Pronto llegaría el momento de emplearlos.

Caidus siguió a la comitiva, algo preocupado por haber dejado a Smurf solo. Escóndete y no te metas en líos, pequeñín. Volveré en cuanto pueda, mi Laitale. Fueron sus palabras de despedida, acompañadas del secreto lugar en el que guardaba unas chucherías para él.

No quiso que sus pensamientos se distrajesen por la nueva perspectiva ante la duda que había planteado Aerin. Así que intentó lanzar algún hechizo menor para comprobar en esa forma mantendría sus capacidades mágicas intactas o no, invocando una tenue luz durante un mínimo espacio de tiempo.

Caidus movió sus pequeñas patitas delanteras, ejecutando con cierta torpeza los componentes somáticos del conjuro. A pesar de no estar acostumbrado a sus nuevas extremidades, el conjuro fue lanzado con éxito. El lugar se iluminó durante unos instantes con una pálida luz. 

—Vuestras capacidades sobrenaturales no se han mermado— aclaró cuando el arcanista cortó el conjuro—. La poción que habéis bebido es un derivado del conjuro, permitiendo a los usuarios hablar y por ende utilizar sus capacidades sobrenaturales. 

» Con la guía de Nalen´Dag creo que soy capaz— respondió poco después a la pregunta de Abelgos—. De no ser capaz tendríamos que escapar de allí utilizando la fuerza bruta me temo. El sigilo y la astucia quedarían atrás y solo la fuerza del brazo determinaría si lográramos salir de allí con vida. 

Durante los siguientes minutos caminaron en silencio, serpenteando, ascendiendo y descendiendo por los innumerables pasillos que se extendían por el subterráneo de la ciudad de Norul. Finalmente Mhun se detuvo y empujó con fuerza lo que creían era un ladrillo de piedra. Cuando el ratón logró apartarlo, pudieron ver lo que había al otro lado. 

Una pequeña habitación que debía hacer de despensa les recibió con una silenciosa bienvenida. Multitud de sacos repletos de comida yacían esparcidos por el suelo, mientras que las estanterías estaban cubiertas de diferentes frascos de conserva. A su alrededor una sinfonía de fragancias frutales impregnaban el ambiente. Además sus nuevos sentidos percibieron el aroma del ahumado y el encurtido con gran facilidad. 

—Hemos llegado— declaró con cierto orgullo en su voz el roedor—. ¿Por donde queréis empezar? ¿Envenenar la comida y la bebida de los guardias o robar las llaves? 

Eso estaba bien, era una buena noticia, caviló mientras movía las pequeñas zarpas, flexionándolas y haciéndose a los extraños movimientos de aquellas extremidades, vagamente familiares pero a la vez muy distintas de sus manos, o de sus garras. En aquella forma era más débil, pero al menos sus capacidades estaban intactas. Pensó en como se vería utilizando todos sus trucos, y a punto estuvo de reír por lo bajo. En su lugar, esbozó una leve sonrisa y asintió para si, más satisfecho con la situación que unos minutos antes.

De esa guisa llegaron hasta lo que debían de ser las cocinas, o la despensa, de la prisión. No sabía cuanto habían recorrido, pero imaginaba que bastante. Aún así, no se sentía cansado, apenas costaba mover aquél cuerpecito. En seguida miró a Mhun y pensó en lo que había dicho; tras un instante, se encogió de hombros.

—Parece más fácil envenenar primero la comida y el agua; si nos pillan robando las llaves, habrá menos problemas. ¿Qué vas a utilizar? —preguntó curioso al ratón.

Una vez llegados a lo que parecía una gigantesca despensa... -"No es tan grande, es una cuestión de perspectiva"- Para abelgos desde su despertar disfrutaba de la vida en todos sus pequeños detalles, como un condenado a muerte absouelto en el último segundo.  La mezcolanza de oleres le fascinó ahora que tenía los sentidos mas desarollados. -"Ah, el queso... Alma en desgracia aquella que no le guste el queso"  

Volvió a lo que les ocupaba.

-Iba a decir justo lo mismo, "siempre se coloca la trampa primero" saboteemos la comida y el agua sin dilación y antes o después eso nos ayudará a salir de aqui sin tener que matar a los compañeros del capitán.

El elfo ratón ratelfo Caidus asintió a las palabras de sus compañeros y se dedicó a estudiar la despensa. Creía firmemente que con ese tamaño, a pesar de su fragilidad, eran difíciles de detectar y eso les brindaba bastante seguridad. Pero había un guardián, normalmente pequeño, enorme y muy peligroso para ellos, que solía proteger despensas de roedores como ellos. Uno que le hizo poner una ratonil e irónica mueca cuando dio el aviso.

—Cuidado con el gato.

Con una más que obvia mirada de asco, alternó la vista entre sus compañeros y aquella mano purulenta.

Conocedora de que su protección divina seguramente la mantendría a salvo de cualquier enfermedad o veneno que pudiera contener aquella cosa preguntó, temerosa de la respuesta:

-¿De-debería acercarla al piano?

- A menos que quieras esperar que llegue por sí misma. - Alya suspiró y se ajustó la máscara y la capucha, para completar el aislamiento del traje de hidratación que portaba. Era consciente de que ninguna de las criaturas de aquel lugar era, en el sentido estricto de la palabra, no-muertos, sino que se trataba de almas que habían cruzado debidamente al otro lado pero que seguían lastradas por obsesiones y conflictos de su tiempo vital, al punto que les impedía ir a los lugares de reposo que les correspondían.

Probablemente, no portaría nada que pudiera afectar a cuerpos mortales. Probablemente. - "La esperanza nubla la observación" - susurró a modo de mantra, mientras inceremoniosamente se agachó a recoger el brazo amputado y acercarlo al piano, pese a su razonamiento, manteniéndola lejos de su piel en todo momento. Estaba tan asqueada como Ildyra, pero la procesión iba por dentro. La supervivencia por uno mismo conllevaba cosas extremadamente desagradables a veces, así que no era la primera vez que aguantaba con estoicismo.

—Solo la melodía correcta activara el mecanismo, aunque parece que una incorrecta no debería activar nada ni provocar ningún efecto raro—. Se quedó mirando por un momento ese brazo que se desplazaba en dirección al piano, conocía la existencia de conjuros que podían alzar muertos para realizar alguna tarea concreta, incluso había oído hablar de tripulaciones de barco esqueléticas que podían manejar los complicados aparejos ¿pero un brazo pianista, sería posible? Miro a sus compañeras y encogiéndose de hombros continuó hablando. —Pues no tengo ni idea, pero tampoco es que tengamos muchas alternativas si no encontramos la dichosa partitura.

 Paisajes desolados, árboles que eran portales, ciudades amuralladas, bailes macabros, mecanismos en las paredes y ahora una mano que se arrastra para tocar una melodía.. Vicnan estaba cada vez más confundido respecto al funcionamiento del reino de Pharasma; su desconcierto era tal que apenas interactuaba con sus compañeras. No le quedó más que mostrarse conforme a las acciones que ellas habían tomado.

 Observó como Alya tomaba la mano y se acercaba al piano. Por un lado se alegraba de no tener que ser él quien interpretase una tonada, por otro le intrigaba saber como una mano que apenas podía arrastrarse lograría moverse con la agilidad necesaria para tocar las teclas. —Espero que no sea de un compositor elfo. Siempre usan tonos muy agudos.—