Partida Rol por web

La mariposa herida parece no resignarse a su suerte, y aletea aún ensangrentada. Yugure rehace su postura lo mejor que puede dado su estado tras el golpe del guerrero, y se revuelve en un intento de elegante arco de su katana... un intento que llevaría a ésta a trazar un semicírculo ascendente, buscando llegar al espacio del costado que el lancero ha dejado descubierto al mover su arma. Por su mente no cruza la idea de matarle, sólo de inutilizar el uso de su naginata, no podría matarle a pesar de haber sido herida por él.

Yugure lanza un golpe bajo para pillar por sorpresa a su enemigo con tal fuerza que secciona la naginata en un estallido de astillas y a él le golpea en el flanco girando la hoja y dando con la parte plana. Aún así suena a costillas rotas cuando la armadura ligera que portan recibe el impacto. Los ojos del soldado giran desorbitados de dolor y al final se desvanece, cayendo de la empalizada a la nieve por la parte exterior, y dejando un hueco libre pues Yugure recula, con remordimientos por lo que se ha visto obligada a hacer.

Con un rapido movimiento, Kaeshi se lanza contra el enemigo que tiene delante. Lanza una plegaria a sus ancestros para que guien su hoja y acabe con su enemigo, mientras con la determinacion propia de los Leon parece ignorar la profunda herida que tiene en su cuerpo, con la flecha aun clavada en el.

El ataque de Kaeshi da sus frutos, el estilo León es conciso pero eficaz. Aunque el soldado consigue evitar la mayor parte del golpe la katana se mancha de sangre. Pero contra todo pronostico, dado que la herida no es muy grave, el soldado se tambalea por el impacto y cae de la empalizada.  La cabeza por delante hace un grotesco sonido cuando golpea contra una piedra saliente de entre la nieve, y tras un estertor el enemigo de Kaeshi deja de moverse.

Shitsuro trepa con ayuda del ronin tomando posiciones así en la pasarela entre Yugure y Kaeshi. Es entonces cuando las flechas vuelven a llover, vengativas y sedientas de vuestra sangre. La pasarela de la empalizada de pronto se convierte en el blanco de los arqueros. Una flecha pasa rozando el muslo de Kaeshi, otra corta la mejilla de Shitsuro, la de Emiko falla por muy poco pero la de Yugure alcanza su blanco hiriéndola en el hombro izquierdo y quedando clavada, mostrando burlona sus penachos de faisán al final del asta.

Tras la empalizada se encuentra el shugenja, a media docena de metros, envuelto en un torrente de llamas que baila a su alrededor a su voluntad y derrite la nieve a su paso, dejando ver la triste y gris piedra que yace debajo.

1-Emiko 2- Ryu 3- Ukide 4- Shitsuro 5- Natsuki 6- Yugure 7- Kaeshi 8 - Tadayo

Parece que Shitsuro-sama es bastante diestro - pienso al momento de ver caer, seccionado de un tajo, al jefe de los soldados. Un segundo después de la salva de flechas que impacta a mis compañeros salgo corriendo en dirección a donde se encuentra Ukide, subo sin demasiados problemas -gracias a su ayuda inestimable- y una vez plantado en lo alto de la pasarela decido atacar a alguno de los soldados*

Mientras Ryu se sube a la empalizada, divisando la columna de fuego que ahora es el shugenja, y dispuesto a ayudar a sus compañeros, el sonido de un estadillo sacude de nuevo las montañas cuando un muro de llamas de 30 metros se alza entre vosotros y el susodicho hechicero. De pronto el infierno parece golpearos con látigos ardientes en el rostro y baila burlonamente, cortanto todo el camino que continuaba por el desfiladero como una segunda empalizada, esta vez impenetrable..

El muro se extiende desde la pared hasta el acantilado, tan cercano a la torre por ese lado que ésta comienza a arder a pesar de encontrarse la madera húmeda por la nieve.

Natsuki aprieta los dientes y vuelve a preparar su arco, obstinado. Parece no querer moverse de esa posición hasta haber hecho algún blanco, hasta se aprecia obsesión en su actitud.

Apunta hacia la torre, esperando que su disparo debilite a los enemigos más alejados de sus compañeros, ya que los otros se verán forzados de inmediato al combate cuerpo a cuerpo; hay que reducir el número de flechas volando..

¡Blanco! esta vez la flecha vuela segura e impacta de lleno en el soldado. -¡Yatta!- exclama el unicornio sonriendo por su acierto.

Mientras la vuela de Natsuki surca el helado cielo, Kaeshi se lanza sobre uno de los arqueros de la empalizada realizando un barrido bajo. Sendos gritos quiebran la voz del rumiar de las llamas cuando el León sesga las piernas de su enemigo y la flecha del Unicornio impacta en la mano de su objetivo, atravesándola de parte a parte y arrancando de su dueño varios dedos.

Yugure, inclinada contra la dura piedra del final de la empalizada guarda su espada y saca su arco, aunque su pulso tembloroso no le da para más y masculla entre dientes al no distinguirse la silueta del shugenja más allá de las llamas.

Emiko hace un esfuerzo por no quedarse atras y en medio de la pared de llamas que el hechicero controlaba como si de su voluntad se tratase.

la empalizada se encontraba atestada de gente y dificultaba el combatir en la misma, incluso existia la posibilidad de herir a tus compañeros ya que nos encontrabamos demasiado cerca uno de otros.

La joven grulla intenta divisar un posible camino hacia el Shugenja, el que era ahora uno de sus objetivos mas importantes, el unico que podia causarles la muerte a todos juntos y al mismo tiempo si se le daba la oportunidad. 

Cuando apenas el arquero ha acabado de caer al suelo, y la oscura y caliente sangre que ha salpicado su enemigo aun no ha empapado el quimono de Kaeshi, este continua con la katana la trayectoria que llevaba, para utilizar toda la fuerza que tiene en impactar al segundo arquero que se halla sobre la empalizada, intentando así cogerle desprevenido.

La furia del Leon parece cobrar vida, en el normalmente tranquilo Akodo, y un rugido como el de la bestia del que el clan ha cogido su nombre, surge de su garganta.

Emiko contempla impotente la muralla de fuego que alcanza una treintena de metros hacia arriba, como un océano de llamas, sin poder llegar ni siquiera distinguir al shugenja al que tanto ansía dar muerte.

Mientras, Kaeshi se precipita a su enemigo cuyo rostro se llena de temor e intenta cubrirse inútilmente con el arco ante la embestida del León. Un golpe oblícuo con una fuerza arrolladora hace saltar al arquero prácticamente por lo aires, precipitándose contra el muro de llamas y convirtiéndose en la viva imagen de la agonía los pocos segundos que tarda en consumirse entre las inagotables llamas. Su grito desgarrador hace temblar con sus ecos las montañas y por un momento teméis otro alud.