Partida Rol por web

O de cómo los magistrados son recibidos en el corazón de las tierras Dragón.

Dejáis Yasamura atrás, y con ella las estepas, el cálido roce del sol, los acogedores lugares cerrados y las comodidades de la vida civilizada. Tras un día de viaje comenzáis a entender el aire contemplativo del clan Dragón. Ascendéis por un camino cómodo y bastante transitado por carretas de alimentos hacia el interior de las montañas y refugiados de la guerra hacia la ciudad que habéis dejado atrás. Y a pesar del gran movimiento de gente os coge de sorpresa el gran espacio abierto de las montañas, su silenciosa estancia en la tierra, como si fuesen un pararrayos de tranquilidad, serenidad y Vacío. A excepción de Keiji-sama, las gentes con las que os cruzáis son respetuosas pero muy reservadas. También os llama la atención que hasta los campesinos parecen tener una constitución fuerte, lo que os permite entrever la difícil vida que llevan arriba en las montañas.

Dos días más tarde os desviáis de la carretera para tomar un camino menos transitado, que mira al noreste, hacia las regiones más septentrionales de las provincias Tamori, las más azotadas por las erupciones volcánicas que han iniciado la guerra con el clan Fénix. Pero Keiji-sama os explica con su enrevesado lenguaje que Kyuden Senaka se encuentra lejos del radio de acción de ese desastre.

El frío os coge por sorpresa y frena vuestra marcha pues pronto os encontráis rodeados de nieve por todas partes. El camino continúa serpenteando entre las montañas, cada vez más y más altas, las noches se os hacen largas y os cuesta descansar pues los pueblos se hacen cada vez más escasos y debéis dormir a la intemperie, en los pocos refugios que el joven Dragón es capaz de encontrar.

El séptimo día camináis sobre cenizas y fuego. Las marcas de las erupciones cubren cimas enteras, mostrando la virulencia del desastre que asola las tierras. Lo dejáis atrás lo más rápido que podéis, evitando mirar las aldeas calcinadas con los cuerpos de los campesinos como árboles muertos yaciendo en la negrura.

Como predijo Keiji-sama en una tormenta la octava noche el caballo de Emiko se pierde entre la nieve, cayendo, con toda probabilidad, por el acántilado cercano al campamento. La montura de Natsuki, sin embargo, parece aguantar dada su excepcional naturaleza, pero a duras penas.

Al día siguiente, retomáis la estrecha senda sepultada por la nieve, ansiosos de llegar a Kyuden Senaka, y el joven Tamori os indica que ya sólo queda una jornada de viaje, lo cual os alegra el espíritu. Tras doblar un recodo en la falda de la montaña, el monje os indica que cerca se encuentra la entrada al gran valle en el que se alzan los dominios de su padre, una puerta trasera a las tierras Dragón. Y os alegráis al ver signos de civilización pues más adelante, en el camino, se distingue una torre de guardia y una empalizada, estratégicamente dispuesta pues lo que hay a ambos lados es una pared vertical y el más asolador vacío de un acantilado. Os explica Keiji-sama que es un puesto capaz de detener el avance de un ejército, guardado por los hombres de su padre. Pero las palabras se le ahogan en el helado viento. Traga saliva y observa los estandartes de la empalizada.

-Ése no es el mon (emblema familiar) del padre de Keiji.

Las palabras de Keiji-sama cogén desprevenido a Kaeshi, y dirige su mirada hacia las defensas que deberian portar el mon del padre de Keiji-sama, mientras que disimuladamente aparta un poco la confortable capa para tener un mejor acceso a su katana.

-Esto si que no me lo esperaba, pero lo mejor será estar preparado.

-Cuidado, podria ser una trampa- susurra al resto de compañeros.

Un paso, y otro, y otro.

El viento soplando entre las rocas,
las rocas recortándose en el cielo,
el cielo gris y azul, blanco,
nieve en el cielo y en las rocas,
nieve en el suelo,
nieve en mis ojos, en mi alma.

Padre, tu mariposa cruza el paso,
como dije, como te prometí,
vuelo perenne,
alas azules sobre la plata del camino.

La melodía del viento me acompaña,
padre,
canta y gime dulce,
tanto,
que no sé si es viento o lamento,
batir de mis alas tristes,
solitaria entre iguales,
callada yo,
mariposa,
escucho el cantar de las Montañas.

Un paso, y otro y otro...

Hay veces que simplemente que saber disfrutar de las pequeñas cosas de la vida. Seppun Shitsuro camina con la espalda bien recta y una seguridad innata. A pesar de las obligaciones que recaen en su espalda, parecidas a las de muchos de sus compañeros, que él nunca olvida y siempre tiene presentes, parece hacer lo posible por sonreir y buscar la comodidad a cada instante. Aprovecha esos dias, para hablar durante ratos de descanso con su viejo amigo Tadayo-san, hablando un poco de todo y poniendose al día. También trata poco a poco de entrar en amistad con sus nuevos compañeros de viaje, le gusta sentirse cómodo con quién ha de compartir tareas, y que ellos se sientan cómodos con él. Claro, está siempre hay conocer a sus compañeros, para ayudar donde más haga falta, y pedir ayuda en aquello que le puedan ofrecer.

El viaje por las montañas se hace melancólico y precioso, esos paisajes naturales, llenos de una belleza intrínseca, exóticos e incluso simple, hacen disfrutar a cualquiera.

Como siempre, no hace falta que diga nada, pues sus pensamientos se reflejan de manera natural en su cara. Ésta refleja paz.

Aunque pronto cambia, pues al llegar a la empalizada y darse cuenta de la situación su actitud cambia. Se muestra preocupado y serio.

¿Por que ha cambiado el mon?

A menos que haya algo que se me escape, si ese no es mon de tu honorable padre, significa problemas importantes. Antes de seguir habria que pensar que hacer.

Vayamos por partes

¿Alquien reconoce ese mon?

Emiko marcha en silencio, contemplando el paisaje y un poco lamentandose la perdida de su caballo, habia sido un buen corcel, una desgracia que talves se pudo haber evitado, tal ves nio, solo los dioses lo saben.

Contempla el paisaje como si hiciera tiempo no venia montañas y nieve y la hermosa vista de todo cubierto por un elgante manto blanco, echo por el mas fino artesano Grulla.

Todo el esplendor del paisaje se ve interrumpido por la subita aparicion de un pequeño puesto con un emblena no perteneciente a la familia de Keiji-sama. Quienes serian, no lo se, talves mis compañeros lo sepan, pero sus reacciones no parecen indicar un buen augurio.

La pregunta de Shitsuro queda suspendida en el aire, cristalizándose como gotas que se convirtiéndose en hielo. Las banderas no parecen muy elaboradas, como cosidas por campesinos, pero se ve claramente en ellas un dragón de cabeza ovalada que sujeta entre sus largos colmillos una esfera roja. La empalizada es de madera y hay dos guardias vigilando desde ella, que parecen haberos avistado. En la torre, que también es de madera, debe haber más pues se percibe movimiento. Y por detrás serpentea el humo de una hoguera.

No hay ninguna otra forma de seguir por el camino que no sea cruzando el puesto defensivo ya que por el lado izquierdo hay un precipicio de decenas, de metros y por la derecha una pared de una docena de metros.

Keiji-sama parece aturdido por lo que ven sus ojos, sin ser capaz de comprender por qué han cambiado los estandartes de su familia.

No pareces encotrar en tu memoria ningún mon como ése. El problema con los emblemas de las familias del Dragón es que todos son demasiado parecidos, por ejemplo, el mon de la familia Agasha (la antigua familia Dragón que pasó a ingresar en el clan Fénix, y de los que desciende los Tamori) tenían un mon parecido, pero lo que sujetaba el dragón lo hacía con las manos y no con las fauces.

Por lo demás, observas que los guardias están armados con naginatas y no parecen llevar un uniforme común. En la torre parece haber al menos tres más, armados con arcos. Sin duda os han avistado y hablan entre ellos. Por lo demás no parece haber nada que indique una emboscada.

Observas que los guardias están armados con naginatas y no parecen llevar un uniforme común. En la torre parece haber al menos tres más, armados con arcos. Sin duda os han avistado y hablan entre ellos. Por lo demás no parece haber nada que indique una emboscada.

No pareces encotrar en tu memoria ningún mon como ése. El problema con los emblemas de las familias del Dragón es que todos son demasiado parecidos, por ejemplo, el mon de la familia Agasha (la antigua familia Dragón que pasó a ingresar en el clan Fénix, y de los que desciende los Tamori) tenían un mon parecido, pero lo que sujetaba el dragón lo hacía con las manos y no con las fauces.

Por lo demás, observas que los guardias están armados con naginatas y no parecen llevar un uniforme común. En la torre parece haber al menos tres más, armados con arcos. Y te parece entrever a un hombre mayor con una bolsa de pergaminos al cinto. Sin duda os han avistado y hablan entre ellos. Por lo demás no parece haber nada que indique una emboscada.

-Un Dragón... luego en eso no ha cambiado el alma de este lugar. Sin embargo, no corresponde a tu mon, dices, Keiji-sama. Una esfera roja... entre las fauces. ¿Te dice eso algo, tienes alguna idea de qué clase de símbolo pueda representar, o quién lo usa en tus tierras?

Los pasos de todos se han detenido, aunque no a tiempo de preservarles de ser avistados por los guardas apostados en la empalizada. Así que no tiene sentido esconderse, ni disimular. Y la retirada no parece posible si no es volviendo sobre sus pasos.

-Hay que seguir. Y averiguar qué está pasando. Quizá... quizá sería más sensato que se avanzara primero sólo uno de nosotros, con un emblema de paz, para evitar un conflicto. Yo misma puedo hacerlo, si os parece una buena idea. O podemos ir todos juntos, como nos han visto llegar por el camino. No creo que, a pesar de ser un grupo numeroso, parezca que vengamos dispuestos al ataque.

Como durante la velada nocturna antes de emprender el viaje, fue silencioso y educado, se presentó al joven dragón tatuado cortésmente y evitó hacer preguntas innecesarias. Antes de interrogar a Keiji-sama sobre los pormenores de los ataques, materia en la que se encontraba realmente interesado, debía ver la situación con sus propios ojos, pues las palabras nunca eran completamente fieles al espíritu de los acontecimientos.

Igualmente, con educación saludó a los nuevos miembros de su ya nutrido grupo de magistrados y le dio más motivos para pensar en lo que se avecinaba: Lo que fuera que sucediera era aun mayor y más peligroso de lo que seguramente el Magistrado Esmeralda les había hecho ver.

Por el momento evitó hacer cábalas sobre el deshonrado grulla y lo que pudiera significar la amistad entre el imperial y el escorpión. Tan solo mantuvo las formas y tomó su equipaje, dejando su montura allí, haciendo caso a la sugerencia de quien iba a ser nuestro guía por tan inhospitas tierras.

El viaje fue tal como les había advertido, y el león dio gracias a los Kami por la protección que les habían brindado durante tan ardúo trayecto y respetó profundamente el conocimiento del camino de su joven guía,  y la habilidad de todos para superar los obstáculos.

Durante el mismo, preocupado por sus propios problemas, siguió en silencio a los demás. Tan sólo conversó brevemente con los demás cuando la situación lo requirió pero siempre guardando la distancia. Tan sólo se encontró agusto hablando con su hermano de clan, de la familia Akodo.

Aún le parecía extraño y se preguntaba cómo podía haber acabado realizando una misión de ayuda y protección para el clan Dragón, que tanto daño le había causado durante el conflicto Fenix, que aun no había acabado cuando llegaron al puesto fronterizo. Ensimismado tardó unos minutos en darse cuenta de que el Tamori flaqueaba, aturdido por lo que veía: El mon de su familia no se veía ondear.

Concentró su atención en lo que le deparaba el presente y dejó a un lado, ocultándolo en la profundidad de su corazón y su mente aquel pasado que amenazaba con causarle tremendo pesar. Aquel puesto era una pequeña fortaleza, erigida como en tantos otros lugares en una posición estratégica y preparado para defender el paso al interior. En tiempos de paz contaría con una pequeña fuerza, pero con todo lo que estaba pasando, seguramente tenía más gente... solo restaba saber quienes eran los que poseían este lugar, y sus intenciones.

Escuché la sugerencias de Yugure y volví a revisar el aspecto del lugar - No podemos quedarnos aquí, y no podemos retroceder. Sólo resta avanzar. - confirmé las palabras de Yugure - Parecemos un grupo de viajeros, ataviados como vamos, y no somos suficientes para que piensen en nosotros como enemigos, y mucho menos, peligrosos para una fortificación parecida. Lo mejor es acercarnos y no sacar conclusiones precipitadas, aunque desde luego... ese mon no parece significar nada bueno para nosotros. - concluí.

-Sí, acerquémonos. Es la única solución ahora mismo. Pero seamos prudentes. No llevan un uniforme y el mon parece.. es como si alguien poco conocedor de la heráldica hubiera intentado imitar un mon dragón. ¿No podrían ser bandidos que hubieran asaltado el puesto de guardia y estuvieran intentando hacerse pasar por dragón? ¿Y si estos bandidos estuvieran guiados por un ronin dragón que pretende fundar su propia familia o reivindicarse a sí mismo?-

Tras esta perorata y antes de que el grupo empiece a moverse, Ide Natsuki se coloca la capa y el sombrero de tal manera que cree algo de hueco bajo ella. Recoje su arco del lomo de su cansado caballo y el carcaj, colgando este de su hobro por el interior para mantenerlo oculto. Con la otra mano sostiene el arco semioculto por la capa para simular llevar un bastón. Se coloca al final del grupo, sin dejar de mirar fijamente a los guardias de la torre, listo para disparar y cubrir a quienes vayan a iniciar el contacto.

Bueno, para empezar, hay dos guardias en la empalizada y tres en la torre. Van con naginatas y arcos. Parece que no hay un uniforme común, junto el estilo y forma de las banderas, la teoría de los ronin cobra algo de fuerza.

Cierto es que el único camino es seguir avanzando, eso no hay la menor duda.

No creo que de debamos entablar combate, a menos que sea necesario por que nos ataquen ellos, o sean claramente hostiles. Lo más apropiado es que, si asi te parece bien, - digiendose a keiji-sama - hables con ellos e intentes saber que sucede, nosotros te apoyaremos en todo momento por si algo sucede.

No veo opción mejor

Tras decir esto, avanza unos pasos, hacia la empalizada, seguro, con actitud relajada, pero en el fondo en tensión, pues sabe que en cualquier momento puede haber peligro inminente. Tras esto, para un poco y mira a sus compañeros, esperando una respuesta u opinión diferente o de apoyo, o simplemente que avanzen junto a él.

Comienzan a caer algunos copos mientras el joven Dragón echa a andar por el sendero cubierto de nieve, sus puños ligeramente apretados y el viento azotando la capa de paja que le protege del frío. Os sorprende la entereza del joven, su silueta se recorta, cada vez más pequeña e insignificante, contra la empalizada. Le seguís, alerta a cada movimiento de los supuestos guardias. La empalizada es por completo de madera, troncos contiguos muy apretados, y tiene una pequeña portezuela que parece atrancada en el medio. La torres tiene dos metros de piedra sepultada en su mayor parte bajo nieve y después está construida igualmente de madera. Dos hombres de aspecto adusto os observan desde las troneras de la ventana, y otros han subido a la empalizada, siendo en total cinco.

Sus armaduras son dispares y sus posturas también, algunos parecen indiferentes y aburridos mientras que otros os miran con recelo o con sonrisas socarronas. Se oyen unos pasos pesados y unos murmullos tras la empalizada cuando estáis a una docena escasa de metros. Keiji se detiene, esperando llevar la iniciativa cuando a la empalizada sube un hombre enorme y vestido con una armadura pesada. Un imponente no-dachi asoma por encima de su espalda, al igual que un daisho algo desmejorado en su cintura. Su mandíbula cuadrada, sus abundantes patillas negras y su pobladas cejas encrespadas le dan un aspecto fiero, a parte de su nutrida musculatura y la profunda cicatriz que le ha demacrado la mejilla izquierda. Sus ojos negros, como dos cuervos incrustados bajo la inmensidad de sus cejas os observan y estudian. Al final sonríe, algo que en parte os alivia y por otra parte os aterra.

Su voz se derrama como un trueno por el desfiladero creando ecos de todo tipo.

-Okimiro-san, abre la puerta, nuestro joven señor ha vuelto. Sed bienvenido.

Un largo suspiro parece emanar del grupo, aunque nadie lo realice, todos os relajáis al oír las palabras de bienvenida. Detrás de la empalizada comienzan a cuchichear y algo parece moverse. Dos de los guardias que hay sobre ella también se agachan, tal vez para tirar de alguna clase de mecanismo. Pero es entonces cuando Tadayo, que se había quedado el último, detrás de Natsuki-san, se sobresalta y grita.

-¡Es una plegaria a los kamis!

Por unos segundos estáis desconcertados con sus palabras hasta que un orbe de fuego sale disparado como una bengala por encima de la empalizada. Keiji-sama se da la vuelta y gesticula, gritando algo que no alcanzáis a escuchar pues el orbe colisiona contra la pared que hay a vuestro lado provocando una explosión de fuego, rocas y nieve. En medio del caos véis como una avalancha barre el camino justo por detrás de vosotros, excepto por el desafortunado Tadayo, al que perdéis de vista en el pandemonio, junto con uno de los caballos de tiro. Los hombres que se habían agachado en la empalizada ahora empuñan arcos. El corpulento hombre ríe a carcajadas.

-Matad al maldito monje, le llevaremos su pelada cabeza a su padre.

De un solo movimiento, Kaeshi-san desenfunda su katana y adopta una postura defensiva, mientras sus frios ojos intentan encontrar una brecha en la empalizada para intentar superarla de alguna manera.

- ¡Aunque suene una locura debemos acercarnos a la empalizada! - Gritó Kaeshi para hacerse oir por encima del ruido del desprendimiento.

- ¡Otro hechizo como ese y puede que corramos la misma suerte que Tadayo-san! ¡Mientras estemos cerca de la empalizada no osaran utilizar otra vez ese poder!

Natsuki lanza una maldición susurrada, pues sabe que debería hacer caso a Kaeshi, pero su capacidad para el combate cuerpo a cuerpo no le parece suficiente como para lanzarse ahora mismo hacia dentro. Prefiere confiar en la suerte y esperar unos segundos a lanzar su flecha, con la esperanza de al menos reducir las fuerzas con las que se encontrarán los primeros un poco, aunque sea a costa de su vida. Ya habrá tiempo de seguirlos si la nieve no le sepulta allí.