Partida Rol por web

Tu frialdad se mantiene intacta mientras todo sucede precipitadamente a tu alrededor. Lo primero que piensas es en cómo poder parapetaros y el cuerpo del caballo parece la mejor opción, a pesar de que la pobre bestia moriría rápidamente. La torre es sólida, pero la empalizada no tanto, lástima no disponer de un shugenja que pudiese arrancarla de sus cimientos. Pero tu mente analítica encuentra un fallo en ella. En la pared de piedra vislumbras un escalón natural, que saltando en él y luego trepando metro y medio, hace más fácil superar la empalizada. También, vislumbras que a la altura de los arqueros de la torre hay unos brazos de metal para colgar lámparas y alumbrar el camino de noche. Lanzar un garfio e intentar trepar sería una locura pues los arqueros no tendrían piedad, pero al estar en el lado exterior, que da al acantilado, sería posible, aunque temerario, lanzar un gancho y saltar aprovechando el balanceo para superar el precipicio y rodear la torre apareciendo por detrás de sus filas.

¿Cuánto tardo en sacar mi arco? ¿Puedo hacerlo mientras actúan mis compañeros, a la espera de mi turno de iniciativa?

Otra cosa, ¿qué es la habilidad "defensa"?

Sin pensarlo un momento, Kaeshi rapidamente se parapeta tras el caballo. Sabe que no durará mucho, pero un par de flechas si que conseguira desviar de su cuerpo. Tras estar parapetado le dirige un grito a sus compañeros, mientras saca de las alforjas una de las cuerdas y busca un garfio:

-¡He visto un punto flaco en la muralla! ¡Los que no tengais arco: seguidme y os ayudare a ir subiendo uno a uno a la empalizada!

Dado que no tenemos suficientes armas a distancia, y siendo mayoritariamente de combate cuerpo a cuerpo, salgo corriendo hacia la empalizada, una vez llego me coloco de espaldas a la misma y animo a los otros a que se acerquen. Mientras lo hacen hago un gesto simulando con las manos la acción de ayudarles a subir la empalizada.

Es lo único que puedo hacer por el momento, hasta que o bien salgan nuestros enemigos o bien consigamos abrir una brecha...

 La repentina bola de fuego que termino en una violenta explosion causando imposible nuestra retirada solo nos dejaba la opcion de combatir a nuestros atacantes de la forma mas rapida posible, si nos quedabamos quietos eramos blanco flacil de flechas o mas hechiceria.

Con su mente enfocada en su enemigo, Emiko desenvaino su elegante katana, y corrio en direccion el muro a la espera de que apareciese el Shugenja que los habia atacado, tenian que eliminar la mayor cantidad de enemigos faciles lo mas rapido posible, para solo tener que concentrarse en los mas poderosos.

En cuanto ella se encontrara a distancia intentaria acabar con el Shugenja y su hechiceria para proseguir con su enemigo mas cercano.

Una nube de nieve y polvo aún flota en el aire por la explosión cuando los primeros en reaccionar comienzana  moverse. Ryu-san corre veloz hacia la empalizada, hombro con hombro con Emiko, llegando hasta los troncos anudados que forman su estructura. El samurai León hace señas al resto para indicarles que les ayudará a trepar.

Pero una sombra enorme y amenazante se cierne sobre ellos y cae a su lado, desenfundando el enorme no-dachi y con el sonido de un trueno de metal. El líder se ha descolgado de la empalizada cerca de Emiko y de Ryu, a más de una docena de metros del resto, en una actitud arrogante pero temible. Su cuerpo es descomunal y por un momento vuestros compañeros os parecen títeres a su lado.

Natsuki es consciente de que la masa de hueso y músculo que acaba de caerle del cielo a sus compañeros necesita ser debilitada para hacer más posible su derrota. Piensa que quizá debería dispararle al shugenja, pero no tiene seguridad de poder alcanzarle antes de que lance otro hechizo aunque se asome, por lo que espera ser útil al menos en esto.

Apunta y dirije la flecha contra el jefe de los bandidos..

Al caer al suelo el líder de aquellos impostores, Natsuki no lo duda ni un segundo, el arco ya estaba en su mano y la flecha en la cuerda, que canta cuando los dedos del samurai permiten que ésta vuele hasta impactar de lleno en el pecho del gigante. De lleno en el pecho, donde una enorme placa de metal le guarda de cualquier mal. La flecha no llega a clavarse en la sólida protección y él parece apenas notarlo.

Shitsuro sale disparado como un céfiro hacia en ayuda de sus compañeros, sorprendidos ahora por el atrevimiento de ese gigantón. Cada segundo puede ser el último. Hará pagar la osadía de ese hombre. Mientras se acerca, su ágil mano derecha se acerca a su cintura, hace un pequeño quiebro al llegar colocando se frente a frente de el fortachón. Sólo un suspiro, ni un parpadeo, saca su magnífica hoja con un movimiento preciso y bello, gira ligeramente su cadera hacia la izquierda, para facilitar la maniobra, mientras sujeta con la izquierda la saya, apenas cuando acaba de salir, ya está realizando un movimiento grácil y trazando un mortal arco hacia su oponente...

En un visto y no visto, Kaeshi-san emprendió una rápida carrera hacia la empalizada, dejando de lado al giganton y los magistrados que estaban trabados en combate con él.

-¡Yugure-san, Ukide-san! ¡Venid conmigo! ¡Nosotros nos encargaremos de los arqueros de la empalizada! ¡Dejadles el grandullón a ellos!

Cuando llegó a la empalizada, veis como Kaeshi se monta en un pequeño saliente en el que no habiais repadaro, quedandose así mas cerca de lo alto de la misma, y agarrandose a los troncos de esta, se coloca en posición para que sus dos compañeros escalen por el.

En un corte perfecto la espada de Shitsuro secciona por debajo de las costillas demasiado cerca del vientre para que el golpe no sea mortal. Un reguero de sangre baña a Ryu, Emiko y el propio Shitsuro. El enorme samurai grita haciendo temblar las montañas con sus ecos y por un momento teméis una nueva avalancha de nieve y rocas. Clava una rodilla en suelo y se agarra el viente con una mano para que no se le escape la vida por él, mientras que la otra aferra aún su no-dachi.

El charco de sangre cubre la nieve como si pétalos rojos floreciesen en un blanco y frío erial. La mole, agazapada, aún respira pero con dificultad y no sabéis por cuanto tiempo podrá aferrarse a la vida.

La voz grave y tajante del león ha atronado cerca, y la mariposa azul la ha recogido al vuelo.

Sin responder, Yugure corre hasta la empalizada, justo hacia el punto en el que Kaeshi ha visto un saliente, con la intención de hacer lo que éste ha sugerido.

Lanza una mirada a Ukide, para ayudarse de su empuje cuando llegue. Entre los dos hombres pueden auparla sin dificultad, casi catapultarla hasta la cima de la cornisa izándola por los pies. Del equilibrio y la eficacia, se encargará la propia Grulla...

Ukide y Yugure corren a la par, con sus pasos como pulsaciones de un mismo corazón sobre la nieve. Al llegar a la cornisa que apuntó Kaeshi y donde se encuentra, se apoya en él para alcanzar con facilidad la empalizada. El contacto entre los dos samurais es incómodo y violento, pero tan necesario que ambos hacen de tripas corazón. La samurai-ko Grulla alcanza la pasarela tras la empalizada donde la esperan sus enemigos con naginatas. Desenvaina su espada con el canto del metal, dispuesta a defenderse.

Ukide queda abajo, dispuesto a ayudar esta vez él a Kaeshi a trepar, parece reticente a entablar batalla.

Desde tu posición puedes ver que al otro lado de la empalizada se encuentra el shugenja, recitando al parecer otra plegaria a los kamis.

El joven Keiji reacciona algo tarde ante la cadena de sucesos tras intentar avisaros de la avanlancha. Sus ojos se quedan clavados en el muro que se ha derrunmbado mientras el resto corréis en dirección contrario. Por unos segundos parece congelado hasta que reacciona. Se mueve con rapidez hacia el derrumbamiento y comienza a quitar nieve, los que os podéis permitir mirarle veis que de entre los escombros saca al shugenja Escorpión de debajo.

La muerte llega entonces de manos de los supuestos guardianes de la empalizada. Las flechas vuelan y alcanzan a muchos de vosotros. El fiero Kaeshi, justo en el momento en el que Yugure cruza la empalizada recibe un flechazo en el brazo que no puede esquivar a tiempo, aunque la sangre brota no parece tan grave como podría haber sido pues aún puede mover el brazo. Dos arqueros de la empalizada fijan a Shitsuro como su objetivo como venganza por el tajo recibido por su jefe, sendos ataques le alcanzan pero apenas rozan su hombro y su cadera dejando surcos superficiales en su carne.

Desde la torre las flechas vuelan más lejos. Natsuki, desprevenido de pronto siente un agudo mordisco del metal en la pantorrilla. La flecha no llega a clavarse pero el daño no es despreciable. Keiji, de espaldas y sacando a Tadayo de la nieve también recibe el odio de vuestros enemigos con un flechazo peligrosamente cerca de la yugular, pero que afortunadamente sólo deja una herida superficial.

La peor parte se la lleva la joven Grulla, el soldado con naginata que se le encara pasa por debajo de la defensa de su katana y logra clavar su arma por debajo de la axila de la samurai-ko, golpeando a esta contra la pared y retrocediendo. El kimono y la capa se tiñen de rojo mientras Yugure consigue rechazar a su adversario para tener un momento de respiro.

El soldado que queda en la empalizada y que también empuña naginata hostiga a Ryu y Emiko, amenazándoles con su arma y dándoles a entender lo que les espera si suben.