Partida Rol por web

Alcanzáis a ver que se trata de seis figuras, pero al único que reconocéis es al mago, maestro del fuego, que sufrísteis en la empalizada. El puesto de guardia al que se encaminan es pequeño y bastante improvisado, una caseta de madera cláramente ubicada para controlar la zona de poniente y del sur.

Si flanqueáseis a la comitiva, os verían seguramente, pero tardarían algún tiempo en acudir en ayuda de ellos.

-Maldición. Ese shugenja es poderoso. Enfrentarnos a él solos podría llevarnos a un final rápido. Aun así, quizá debamos flanquearlos igualmente para detenerlos; yo podría empezar por disparar para retrasarles. Sí, el historiador podría morir.. pero entonces ellos tampoco tendrían lo que queiren de él.-

Me uno a la tarea de mi compañero en la intención de seleccionar los enemigos mejor armados. (Hago una tirada de investigación+percepción) 

Aparte de eso, se ve en el rastro que dejan que van más lentos de lo que querrían y que dentro de relativamente poco deberían hacer una parada... o eso creo...

Tomada la decisión por Natsuki, avanzáis rápidamente entre las heladas rocas trazando una parábola a su trayectoria para interceptarles. No os agacháis, ni os escondéis, eso sería indigno de samurais, pero si que elegís un camino donde las rocas parapetan la visión y al final del cuál unos riscos os servirían para defenderos de los ataques del shugenja.

Cuando estáis llegando a ellos los véis con claridad. Cuatro soldados rodean al shugenja y a un hombre mayor que parece herido de gravedad, con un corte importante en el hombro que le ha manchado el kimono de carmesí.

En el momento en el que Natsuki comienza a colocar una flecha en su arco es cuando el shugenja os ve y lanza un exclamación. El resto del grupo  se alerta.

Seguís el paso del grupo que va delante sin acercaros lo suficiente para ser detectados facilmente, a la espera de la reacción de vuestros compañeros. Una sombra se alza entre los riscos y resulta ser un puesto de vigilancia algo rudimentario, al que el grupo llegará en cuestión de minutos. Es entonces cuando oís que alguien en el grupo de delante grita y os llega el eco rebotado en las faldas de la montaña.

Natsuki y Yugure deben haber actuado o  haber sido descubiertos.

 Ante el aviso de que algo ha sucedido y sabiendo que un grupo tan numeroso fácilmente podrán flanquear a nuestros compañeros decido avanzar hacia ellos más deprisa y cuando esté a distancia de carga, gritar como un poseso para atraer la atención y atacar para llevarme por delante a unos cuantos y que nuestros compañeros tengan un momento de alivio para tomar ventaja de este ataque de "pinza".

Sigo al honorable león en su carrera con mi katana desenfundada para ayudarlo en la carga pero sin llevarme el golpe principal dado mi deficiente físico comparado con mi compañero. Mi función será la de rematar lo que no consiga Ryu-kun en su primer ataque. Me uno con él en un grito desmoralizador para las tropas enemigas...

BANZAAAAIII!!!

Yugure apenas había murmurado "Hai" acompañado de un firme gesto de asentimiento a la sugerencia del unicornio. Después, en silencio ha avanzado con él buscando la mejor senda, hollando la nieve y deslizándose entre las rocas sin perder de vista al grupo.

Es entonces cuando Natsuki, que ha reconocido al shugenja entre los hombres, prepara su arco. Pero, al mismo tiempo, el mago de fuego les detecta: unos y otros reaccionan deprisa. Una vez más, la muerte no importa, sólo la misión encomendada.

El grito de guerra de Emiko resuena en la colina, golpeándose contra la roca y rebotando con ecos que se pierden hacia el cielo. Ryu-san y Emiko-san, armas en mano, corren cuesta arriba por el mismo camino por el que acaban de pasar vuestros emboscados.

Si bien Natsuki se ha preparado para lanzar su flecha, Yugure no ha previsto un ataque a distancia. La mujer, además, sabe que probablemente será más efectiva con su espada, si consigue llegar hasta los bushis sin que el shugenja llegue a matarla primero.

De modo que no se detiene en su carrera, y corre directa hacia el grupo compacto de los cuatro samurai que protegen a su mago y mantienen al anciano historiador prisionero.

Reza una callada oración a las Fortunas, y enfoca el pensamiento en la acción, sin dejar que nada más perturbe su movimiento. Si algo lo hace, bien, es un excelente momento para morir...

Mientras que el resto de bushis cierra más el círculo, uno se adelanta al acercarse a la carrera Yugure y la enfrenta, sacando su katana. En un movimiento peculiar que mantiene la punta de su arma mirando hacia abajo, antes de que ésta pueda reaccionar la embiste con el hombro mientras su arma se introduce dolorosamente en la ingle de la samurai-ko.

Con un aspaviento de su arma Yugure consigue rechazar al bushi pero el daño está hecho y una fea herida se abre en su pierna.

El resto de guerreros alza sus armas, y protegen al hechicero intentando tapar los huecos.

Natsuki apunta y dispara su flecha contra el shugenja. La flecha vuela segura y directa hacia su objetivo y sin duda llegaría a clavarse en el rival de no ser por la intervención del bushi que le protege. Lanzando una maldición, Natsuki se apresura a cargar otra flecha en el arco.

La flecha de Natsuki rebota contra la piedra lanzando una dentellada de chispas al aire, mientras el shugenja comienza una salmodia en un idioma conocido pero a la vez incomprensible para vosotros. El viento parece arremolinarse en torno a él y las chispas no se apagan si no que comienzan a palpitar como en una espiral a su alrededor.

Mientras, los refuerzos llegan, Emiko y Ryu, tras un vertiginoso esprint están a una docena de metros de la retaguardia del grupo.

Cargo rugiendo cual león enfurecido tanto para atraer la atención como para fortalecer mi mente y aumentar mi moral frente a un enemigo mejor pertrechado y más peligroso, ya que hay un shugenja entre sus filas.

Pongo todo lo que tengo en un ataque oblicuo que golpea desde el hombro hasta el costado cortando la armadura y aplastando la carne bajo ella en un intento de causar el suficiente daño para abrir un hueco en la defensa y que mi compañero emiko pueda atacar eficazmente al shugenja que ya entona las palabras de un hechizo.

Me echo a un lado y vuelvo a golpear blandiendo mi katana, lateralmente a media altura para terminar de rajar al guerrero oponente.

Me cordino con mi compañero león para no estorbarle y cargo contra el enemigo más cercano.