Partida Rol por web

No señor Greywood, no se equivoca.- Responde la mujer. Su rostro no refleja sus sentimientos y pese a haber estado atenta a la conversación no sabríais decir si se ha creído lo que decíais.- Sevilla es un ciudad obrera, y aunque no está en la misma costa tiene un puerto fluvial que la conecta con el mar.
 

Fantástico...Lo mejor será que vayamos cuanto antes; me gustaría acabar con esto pronto para pode ir a Reims, o a donde quiera que puedan estar nuestros hjos.

Una vez tenéis claro cuál será vuestro siguiente paso volvéis a Bonanza para devolverle la llave de la ermita al Padre Anselmo. Una vez allí recorréis una vez más el camino hacia Sevilla.

El viaje transcurre sin incidentes llegando a la ciudad de Guadalquivir poco después de comer, con tiempo más que de sobra para recoger algunas pertenencias del hotel y hacer algunas compras de última hora.

Matt recogió su pequeña maleta de la casucha donde se habían quedado antes de regresar, más apretados que las ovejas de camino al matadero en dirección a Sevilla. Durante el camino explicó a sus compañeros el plan que había tenido. Durante la guerra había visto a varios alemanes utilizando lanzallamas y, la idea de tener uno de aquellos útiles para su enfrentamiento contra los "hongos" le parecía más que adecuada. Eran jóvenes y fuertes: podrían cargar con ellos sin problema. Y fabricar uno sería pan comido para alguien que había pasado su vida entre motores, tornillos y sopletes.

«Tan solo necesito unos pocos útiles y en una ciudad obrera será sencillo conseguirlos. Es más fácil de lo que parece» había explicado durante el camino.

Por desgracia, parecía que en aquella ciudad, por muy obrera que fuese, faltaba alguno de los materiales más importantes para la elaboración del instrumento. Mierda, putos hispanos...En cualquier rincón de América podría encontrarlo, joder. En cualquier rincón. Panda de paletos.

Pese a todo, no se desanimó y se dirigió a comprar una bonita escopeta y una buena cantidad de munición. De nuevo añoró su patria natal, donde podría haber comprado una ametralladora Thompson, arma en la que era experto. Y añoró América una vez más cuando se enteró de que no podía comprar aquellas armas. Cierto era que aún tenía su revolver, pero Urdish había asegurado que probablemente no sirviese de mucho. Tras un par de gruñidos más trató de pensar como un soldado. Pero como siempre, se encontró con el infranqueable muro de su tozudez: si no podía comprar un lanzallamas compraría un soplete. Y si no podía comprar una escopeta, se serviría de su  revolver y de un hacha pequeña. Lo suficientemente pequeña como para llevarla colgada del cinturón, y lo suficientemente afilada como para cortar por la mitad a la reina de las arañas mutantes. También compró un botiquín de primeros auxilios solo por si acaso...

Roderick sabía que tenía que seguir adelante... que remedio, ni sabía español ni sabía como manejarse en aquel país, quizás debería aprobechar para regresar a América, pero a pesar de todo debía continuar... y bueno, si iba a hacerlo lo mejor sería recargar su armamento de cigarrillos y alcohol, además de un poco de comida y agua para el camino, mechero, cerillas y una linterna... por si iban a algún lugar oscuro.

Wood no compró nada pues ya había previsto todo lo que iba a necesitar. Su recortada había demostrado ser efectiva contra los insectoides  así que recogió las cosas de su habitación y las metió en la maleta teniendo especial cuidado con los fármacos y psicotrópicos. La idea de Matt le parecía buena pero parecía que el invento se le resistía.

Durante y viaje y las esperar Steffan conversaba animadamente con la hermana de Cabo hasta que en un momento le hizo una pregunta que le atormentaba.

- ¿Usted va a acompañarnos también, Srta.?

Todo aquello de unos hongos resistentes a las armas de fuego me pareció una soberana tontería. Aún no había habido un ser vivo que se hubiese puesto en la boca de mi revólver y, una vez recibido un disparo, se hubiese levantado como si nada... Aunque lo del tatuaje y la desaparición de los pequeños me parecía muy extraño, estaba seguro que mi revólver me defendería como las otras veces que lo había tenido que usar.

Decidí no comprar más que lo necesario para completar un botiquín que nunca estaría de más llevar vendas y otras cosas que ayudasen en caso de que alguno fuese herido. Y según decían, eso era una posibilidad muy factible.

viendo lo afanado que estaba Matthew, Abraham se acercó a él y le preguntó.- ¿Qué es lo que busca con tanto afán que parece que no encuentra?.

Luego miró la lista que parecía llevar y le miró sonriente y sorprendido.

¡Quieres montar un lanzallamas!- descifró el cabo-. la verdad es que yo había pensado lo mismo y me faltaban algunas cosas por mirar pero veo que usted tiene lo que a mi me falta mire...

Al final las compras fueron más productivas de lo que esperabais. Mientras el joven profesor compraba dos escopetas de caza con munición de postas Nick compraba material para comprobar su botiquín.

Por su lado, Steffan junto Montserrat compraron un par de litros de gasolina con los que hacer algunos cocteles Molotov. Y tras un par de intentos fallidos Matthew y Abraham consiguieron montar un pequeño lanzallamas portátil, habían sido testigos del basto poder destructivo de aquel aparato durante la gran guerra, habían sentido el pavor que causaba en las tropas y ahora pensaban usarlo con aquellos que habían secuestrado a sus hijos.

Con todo el material en el coche volvisteis a hacer nuevamente el recorrido por aquellos caminos polvorientos desde Sevilla a Bonanza. Esta vez no pasasteis por el pueblo, sino que fuisteis directos hasta las marismas, donde según Urdish se encontraba la ciudad perdida de Tarsis.

Al llegar bajasteis del coche y empezásteis a desempaquetar el equipo a pesar de las veladas referencias de Urdish sobre que lo que necesitaríais seria más movimiento furtivo que fuerza bruta.

En ese momento Los hermanos Cabo os dicen.- No es que creamos en demonios o seres de otro mundo, pero lo cierto es que no somos gente de acción. Si como suponemos la ciudad está completamente vacía les acompañaremos en la siguiente visita, pero si como afirma su compatriota está llena de gente deseosa de lucha, seremos un estorbo más que otra cosa.

Dejáis a los cabo esperando junto al coche, seguisteis a Ernest adentrándoos poco a poco en las marismas con el profesor Olive cerrando el grupo. Tras media hora de lento y pesado caminar llegáis al lugar representado en el bajorrelieve, pero para vuestra desilusión allí no hay los restos de ninguna ciudad, solo agua semi putrefacta y vegetación enmarañada.

Ya hemos llegado.- Dice el de Providence confiado.- Seguidme.

Tras un minuto en el que camináis hacia las montañas el velo cae, y como por arte de magia el paisaje se desvanece y os encontráis encima de una lona. Delante de vosotros se extienden los restos de una ciudad blanca, barroca y de aspecto fantasmal, en la cual se arrastran y vuelan seres de apariencia claramente inhumana.

Sonrió ante el artilugio fabricado por sus compañeros.- Buen trabajo.- Pro su parte, junto a la bella Montserrat, se había hecho con gasolina para hacer bombas incendiarias caseras. Se estaban preparando para la guerra y la adrenalina comenzó a distribuirse a raudales por el cuerpo del ex-militar.

- No se preocupen.- Les dijo a los Cabo.- Nosotros sabemos qué hacer.- Internándose en las marismas tras Urdish lo que menos se hubiera esperado Steffan fue ver como de repente las brumas desaparecían y , justo delante de sus ojos, aparecía la cuidad de los horrores. Al menos su mente estaba precavida, tras su enfrentamiento con los insectoides, para soportar todo aquello. Steffan se agachó sacando su recortada y observó con detenimiento la ciudad y sus habitantes.

En cuanto Derek ve las bandadas de seres voladores planear alrededor de los restos de la ciudad sus piernas empiezan a temblar, pues los reconoce como seres de la misma especie que aquellos que casi acaban con vosotros en la mansión del señor Deaths. Pero mientras allí solo había cuatro de ellos, los que revuelan sobre la ciudad que hay a vuestros pies pueden contarse por centenas.

Completamente paralizado, el escritor es incapaz de articular ni una sola palabra.

Matt se quedó paralizado ante la visión de los insectos. la descripción de sus amigos no les hacía justicia y por un momento casi se dejó llevar por el pánico antes de salir corriendo. 
Joder...—Matt tragó saliva antes de repetir—joder...
Trató de hacer un chiste sobre la posible apariencia de Urdish pero su boca estaba demasiado seca: acababa de descubrir lo sobrenatural. Finalmente, tras unos segundos se agachó en el suelo, tratando de que Dereck hiciese lo mismo. Hermano, agachate...que no nos vean, joder...joder...Aún no nos han visto
Aún con el lanzallamas, Matt dudaba si serían capaces de entrar. Lo mejor sería intentar ocultarse o entrar por algún lugar que no hubiese tantos monstruos.
 

Roderick se vió arrastrado hacia aquel sitio, cuando posó sus ojos en aquella ciudad tuvo que restregarse los ojos... jamás hubiera imaginado ver algo así... había que reconocer que había belleza en aquellos edificios... sin embargo aquellas criaturas sobrevolándolo todo le hicieron estremecerse. El capellán se preguntó como no se había vuelto loco ya... un nuevo acto reflejo de su mano hacia su petaca le hizo caer en la cuenta del por qué, con tanto alcohol que estaba ingierndo tenía al cerebro tan abortagado que estaba terminándolo por hacerlo inmune. Y aquello se merecía otro trago... de un rápido movimiento bebió de la petaca para volver a guardarla.

Al aviso del señor Greywood para que se agacharan el señor Craven no se lo pensó mucho y se echó cuerpo a tierra al tiempo que se cubría la cabeza.

- ¿Qué demonios te pasa Dereck...?- comentó ligeramente irritado por la actitud de su compañero, llevaba sumido en una incómodo mutismo desde hacía mucho tiempo, e imitando Matthew alargó la mano para tratar de que se agachara y no fueran descubiertos.

Gracias a mi trabajo en los bajos fondos de Philadelphia, creía haberlo visto todo. Pero no,- ni mucho menos-¿Pero qué diablos son esas... cosas? y ¿cómo diantres ha aparecido una ciudad aquí? Si hace un momento no había nada.

Me había quedado atontado viendo aquella maravilla que se nos había aparecido como por arte magia y casi no escuché a Matthew ordenar que nos agachásemos.

Me agaché como los demás y sin pensarlo saqué mi pistola de la cartuchera. Aquello, sin duda, iba a ser terreno hostil.

Desde aquella posición me dediqué a contemplar la ciudad con detalle.

Esos de tamaño medio son los hongos.- Dice Urdish señalando a unos seres insectoides con alas membranosas que algunos de vosotros recordáis vivamente.- Y esos otros un poco más grandes son Byakhee, son esclavos, al servicio de los hongos atados seguramente por algún conjuro.