Partida Rol por web

Kevveon se movió un paso a su derecha para tener una mejor visión del combate. Conjuró un hechizo rápidamente y lo lanzó contra los mestizos que amenazaban a Cage. Con un poco de suerte quedarían dormidos.

-¡שלאָפן קינד, שלאָפן און!-

Vi como Kevveon retrocedía, dejándome a mí malherido y sin posibilidad de cubrirme detrás de alguien. Hice una mueca de disgusto y me dispuse ha hacer lo único que podía hacer. Retrocedí hasta la pared y, pese a estar dolorido, cargué una flecha en el arco y disparé contra uno e los mestizos, acertando en él.

Una chispa de temor apareció en mi rostro al darme cuenta de que aquel podría ser mu último movimiento.

Al retroceder y cargar el arco, el mestizo que tenía delante le lanzó un golpe que logró esquivar.

Coriander, sin moverse, proyectó su magia sobre el mestizo más cercano a Anevia.

El hechizo de la bruja impactó en el mestizo que se encaraba a Anevia, que se dobló para vomitar violentamente.

Anevia vio que el mestizo se doblaba para vomitar y disparó una flecha contra su nuca, clavando el ástil hasta casi la empuñadura.

—¡Gracias Coriander! ¡Así se las ponían al Rey de Taldor!

Un tiflin ataviado con armadura ligera y una ballesta salió por la puerta del norte y se movió a toda prisa hasta apuntar al paladín y dispararle. El virote se incrustó en la cota de malla del brazo, junto a la articulación. Los mestizos avanzaron. El que atacó a Cage se vio burlado por los vivos reflejos del félido, pero el que lanzó un porrazo al mago sí acertó. El golpazo fue considerable; Kevveon sintió crujir sus costillas.

Kevveon intentó mantener la concentración del conjuro ante el golpe que le habían propinado, pero no fue suficiente.

Coriander sonrió por el comentario de Anevia, pero la repentina aparición de un cuarto mestizo volvió a menterla en el combate.

La bruja levantó las manos y generó un foco de luz blanca y penetrante frente a la cabeza del Tiflin.

El fogonazo de luz obligó al tiflin a cerrar los ojos con un gruñido de molestia. Por la puerta entró una mujer ataviada como los cultistas, con el mismo arma que usaban ellos y un fuerte aura mágica a su alrededor que erizaba el vello de aquellos que se hallaban cerca de ella.

Sonrió.

-Habéis cometido un gravísimo error entrando aquí.

Corrió para cubrir a sus seguidores y lanzó un gujazo a Cage. La cabeza de metal chirrió contra su armadura.

-¡Muere! ¡Muere!

Ioseph soltó un grito y se giró a tiempo para ver al tiflin siendo cegado. Otro grito le advirtió de una nueva presencia, y le dio un vuelco el estómago al reconocer a otra cultista. Susurró una plegaria a Shelyn pidiendo fuerzas, apoyó un pie en la mesa y descargó la guja sobre la cultista.

La guja de Ioseph se clavó en el vientre de la mujer, que gritó de dolor al ser castigada tanto física como espiritualmente. La había herido de gravedad, pero no lo suficiente como para derribarla.

Al ver la herida que acababa de infligir Ioseph a la cultista no dudé. Cargué mi flecha y me propuse terminar el trabajo. Sin embargo, la cultista consiguió esquivar el ataque con agilidad y en mis ojos se pudo reflejar la frustración. Estaba extenuado, pero aquellos enemigos no me daban ni un respiro.

Kevveon se dolió aún más del golpe y no supo que hacer. Levantó la mano para conjurar un hechizo pero antes tenía que librarse del mestizo que tenía delante.

Anevia se acercó al tiefling mientras sacaba con su mano derecha, la que tensaba el arco, un frasco de fuego de alquimista de su bolsillo. Una cultista humana, con un fuerte aura mágica... ¡Ella debía ser la responsable de todo!

—¡Deja a Ioseph, monstruo!— grito arrojándola el frasco.

La pierna eligió ese preciso momento para ceder y el vidrio lleno de fuego salió desviado, cayendo justo al lado del mestizo más alejado de Anevia, salpicando al mestizo, a Hosilla y a Cage.

Con la lluvia de fuego alquímico, el félido se encontró derrotado y sin fuerzas, casi sin poder mantenerse consciente. Hosilla se sacudió intentando apagarse y el mestizo que tenía al lado también. Los dos mestizos avanzaron y casi dieron a Ioseph, pero el paladín se movía demasiado deprisa para ellos. El tiflin huyó de Anevia, incapaz de ver con claridad.

Coriander, sin moverse, aprovechó la confusión del momento para imponer sus manos sobre el mestizo que ahora se enfrentaba a ella, pero no alcanzó a hacerlo.

Hosilla empuñó la guja contra el paladín hecha una furia. Se le había prendido parte del pelo, pero no parecía importarle.

-¡Y los fieles castigarán a los infieles! ¡Y aquellas criaturas que no obedezcan a dios perecerán entre horribles sufrimientos! -La guja chirrió contra la armadura de Ioseph; la inquisidora dejó escapar una carcajada-. Desfiguraré tu cadáver, paladín. Ese será mi saludo a Shelyn.

Shelyn era una diosa amable, pero eso no significaba que apreciara los insultos, ni que perdonara las amenazas. Si Ioseph tenía alguna duda o reserva, ya había desaparecido cuando hundió la guja en el costado de la cultista, entre las costillas. Cuando la arrancó la mujer cayó al suelo, muerta.

-¡Vuestra inquisidora ha caído! ¡Deponed las armas y se os perdonará la vida!