Partida Rol por web

Aelar apareció desde la parte posterior de la posada, a tiempo de ver largarse al oso y a los sátiros, con un suspiro de alivio. Agradeció con una inclinación de cabeza los aplausos de Sureya, y levantó la mano izquierda al llegar a la altura de Varis, al tiempo que le decía al paladín: ¡Chócala!

Después, dirigiéndose al resto del grupo: Bien, bien. Hemos conseguido resolver esto sin tener que pegarnos con ellos, estoy maravillada. Bien por todos.

Y, dándose cuenta de repente de que aún enseña cacha en cantidades industriales, carraspea y se ajusta el faldellín y el escote para recobrar un aspecto más circunspecto. Ante las miradas inquisitivas de alguno de sus compañeros, se encoge de hombros y simplemente comenta: No todas las armas son de acero.

A ver, ¿quién se anima a interrogar a los del pueblo sobre qué ha podido cabrear tanto a ese supuesto "Rey del río", y no estaría de más averiguar dónde pueda estar la encrucijada feérica por la ha venido esa alegre patrulla. A mí es que no se me da muy bien preguntar cosas.

El semielfo choca la mano con Aelar titubeando y apenas sin fuerza, otra vez se ha ruborizado y su pose de seguridad se ha venido abajo, así que aprovechando el momentaneo respiro cuando la elfa se cubre un poco mejor, decide intentar distraerse con algo dirigiendose a los aldeanos:

Señores, problema resuelto. Hemos evitado que siguieran destrozando el local y que acabaran con las pocas existencias que ya quedaban... Para nosotros ha sido un placer ayudar, y no esperamos siquiera que nos inviten a unas rondas en agradecimiento, pues no debe quedar mucha bebida en el local a estas alturas como para andar regalándola, pero tal vez nos puedan ayudar con algo de información.

Se aparta a un lado indicándoles la puerta de la taberna con el brazo para cederles el paso y termina: Pasen cuando quieran, les ayudaremos a recoger un poco las sillas y mesas si hace falta, y después podremos charlar tomando algo...

La gente os aplaude como auténticos héroes y comienzan a entrar en la posada. Todos los habitantes colaboran recogiendo los destrozos en la posada.
Una anciana se os acerca.
Gracias a los dioses que alguien ha llegado a socorrernos. Las hadas están furiosas con nuestro pequeño pueblo, han estado atacando a viajeros y a nuestra aldea en ocasiones. El condestable Kolya ha pedido auxilio a otros pueblos, pero sois los primeros en atender nuestras súplicas. Por si no fuera poco esto, el condestable ha encerrado al molinero por matar a su mujer. Aun no han encontrado el cuerpo. Él dice que se la llevaron las hadas, pero el condestable cree que ha sido él quien la ha matado y la ha tirado al río.

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Ya veo, dice Aelar, y, decid buena mujer, ¿se os ocurre alguna justificación para tan avieso proceder? ¿No se han realizado talas de árboles indiscriminadas, o cazado sin medida a las criaturas silvanas, o algo por el estilo?

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Ah, un condestable; seguro que él nos podrá explicar más cosas. ¿Dónde podemos hablar con él?

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Faust escuchaba las conversaciones circundantes con los ojos perdidos cerca de sus pies, moviéndolos hacia el rabillo del ojo de vez en cuando. Reacio a participar en un intercambio de palabras con desconocidos, escuchaba atentamente, escudado ligeramente en la apaciguadora presencia de Hadarai.

Cuando la mujer comenzó a hablar de los asesinatos, el chaval comenzó a golpear nuevamente su cetro contra las placas de su armadura, nervioso. Obviamente hablar de homicidios y cadáveres en el río no avivaba sus mejores recuerdos.

Hadarai escucha con atención las palabras de la anciana. Al menos, gracias a ellas, el grupo parece tener un buen punto de partida desde el que comenzar a investigar el, cuanto menos extraño, asunto.

-¿Que las hadas están furiosas?--se pregunta el arcanista torciendo un poco el gesto--Algún motivo habrá para ello, ¿no?

Cuando la mujer comenta el posible asesinato de la mujer del molinero y Faust parece perderse en la niebla de su mente, el mago eladrín se acerca al joven para susurrarle en un tono bastante tranquilizador:

-Seguro que al final resulta que esa chica está bien. Ya lo verás. Tú de lo que te digan, nada. Y de lo que veas, la mitad.

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Puede que tengas razón, pero para asegurarse sería necesaria una investigación de los hechos que probase que los habitantes de las tierras salvajes se llevaron a la mujer... claro que si no tenemos otra pista que seguir y ya que está relacionado con el motivo de nuestra llegada, tal vez deberíamos empezar por ahí.

Varis le dedica una reverencia cortés a la anciana como despedida una vez les indica donde pueden encontrar al condestable.

Podeis visitar al condestable en su mansión de las afueras. Si nos ayudais seguro que él sabra como recompensaros.
Yo creo que el condestable tiene alguna razón para haber encerrado al molinero, alguna prueba de su crimen o algo. Aunque vereis que en este pueblo todo el mundo tiene teorías sobre muchos temas. Preguntad al herrero rie la anciana. Nunca le pareció bien que el molinero se casara con una elfa. comenta la muy cotilla.Los dioses me libren de criticar a los elfos y las hadas, pero suelen ser seres caprichosos y egoistas. No vosotros, vosotros no. Habeis sido muy heroicos. No os ofendais, pero más le hubiera valido casarse con una mujer decente del pueblo en vez de con una elfa. No vayais a pensar que yo odio a los elfos, no como el herrero, ese si que los odia. la mujer sigue cotorreando, diciendo cosas sin mucho sentido.

Vaya, comenta Aelar una vez se han despedido de la anciana. Es mejor entonces que nos separemos en dos grupos y ni Hadarai, ni Varis ni yo asomemos las orejas [guiño cómplice] por casa del herrero. Si os parece, nosotros tres podemos ir a ver al condestable (no estaría de más que nos dejara hablar con el molinero), y los otros tres al herrero.

- Para empezar podemos ir todos a ver al condestable, luego, si hay que interrogar al herrero, ya veremos como hacemos.

-Sí, yo tampoco deseo que hagamos dos grupos--afirma Hadarai posicionándose junto a Boran, pero devolviéndole el guiño a la elfa--Al menos de momento, claro. No está la cosa como para que nos coja uno de esos supuestos ataques sorpresa del pueblo feérico por separado, me temo.

-Y menos aún por culpa de un papanatas como el herrero de cualquier pueblucho humano--se guarda de comentar en voz alta el orgulloso mago eladrín.

Como subrayando las palabras de Hadarai, Faust se escudó en el hombro del mago, en la posición más alejada de Aelar, dando a parecer que no le gustaba nada su decisión. Cuando los objetores terminaron de hablar, confirmando las impresiones que el extraño muchacho había dado, añadió:

-Juntos.- sin adornar para nada la evidente declaración de intenciones.

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Aelar se acercó lentamente a Faust, como a un niño asustado, sin hacer movimientos bruscos, y con las palamas de las manos abiertas y bien visibles. Yo que pensaba que no te caía bien, Faust, dijo con voz amable, y ahora no quieres que nos separemos. Bueno, pues que sea así, mocetón.

Y, sin volverse, se encogió de hombros cómicamente y dijo: Vamos, a ver qué nos cuenta el condestable.

La mansión del condestable no es difícil de encontrar. Un mayordomo os guía hacia su despacho.
El condestable Kolya es un hombre obeso que os espera sentado tras un enorme escritorio de madera de roble. Sus manos regordetas atenazan el muslo de un pollo, que muerde con total tranquilidad sin que parezca preocuparle mucho los ataques al pueblo. Al rato deja la comid en la mesa y os dice
Bienvenidos, mi nombre es Kolya. Tengo entendido que habeis librado la posada de unos intrusos indeseables. Quizás sea a gente como vosotros lo que este pueblo necesita. ¿Habeis venido al pueblo a ayudarnos a luchar contra estas terribles hadas?

-Satiros.- dijo el muchacho, corrigiendo irritantemente desde atrás, sin mirar siquiera al hombre, muy interesado en el moho de la pared cercana -Oso y sátiros.- repitió tozudamente, dando a entender que no iba a aceptar otra cosa.

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Aelar, más que un poco mosca por el pasotismo del condestable, parece que va a explotar de un momento a otro, pero consigue calmarse y defiere a Varis con un mohín. Disculpad, sire, debo comprobar que los intrusos no ronden por aquí, por vuestra propia seguridad. Aquí mi compañero Varis os pondrá al corriente.

Y tras echar una ojeada al exterior, permanece todo lo lejos que puede del hombre.

- Buenos días, señoría. Ha sido un placer poder ayudar, aunque realmente no pudimos evitar algunos desperfectos en la taberna. Hemos venido a visitarle porque se nos extraña el comportamiento de los sátiros y queríamos saber si nos puede dar mas datos de incursiones extrañas, de enfrentamientos o de cualquier otra cosa que no le cuadre de su relación con ellos.

Dejemos el asunto del molinero para más adelante.

Imagino que vuestra presencia aquí significa que las noticias sobre nuestros problemas se han propagado.
Poco os puedo contar, este pueblo siempre ha sido un lugar transitado por hadas, elfos y trasgos. Sin embargo, nunca hemos tenido grandes problemas con ellos. Sin embargo, hace un tiempo hemos empezado a sufrir los ataques de los seres feericos sin ninguna razón aparente. Si os soy sincero, la situación me sobrepasa, no he encontrado ningún indicio de la causa de estos sucesos.