Partida Rol por web

Sonrío ante su osada respuesta y replico. - No vaya a ser que termines despellejado y con algunos dedos menos. Creo que la mejor opción es ser una hamburguesa de pollos hermanos antes que vivir siendo un simple sirviente. ¡Ja!- me estaba divirtiendo a lo grande con mi colega, si al fin de cuentas capaz que terminamos siendo amigos con tanta ida y vuelta. 

Ay! amigo...!, si solo fuera el pellejo y los dedos.... pero es que también a Hediondo le falta su "mojo"... Creo que a día de hoy lo único que comparto con Hediondo sería el olorcillo.... Pero como dicen por ahí... el olorcillo con un desodorante fácil se quita, pero el que es feo lo es para toda la vida.... ¿por cierto sigues viviendo en una autocaravana? bromeo... Lo cierto es que esa conversación con el tal Pickman me estaba animando... el cruce de sarcasmos y puyas resultaba divertido... y sobre todo conseguía apartar la imaginación de la experiencia bizarra que estábamos viviendo.

En circunstancias normales no me extrañaría que nos fuéramos de cervezas o a ver alguna serie interesante de televisión...

Aquel episodio de la mierda sobre Rogers le sentó bastante mal. En un primer momento, intentó apartarse todo lo posible del trayecto, pero al final tuvo que esquivarlo como buenamente pudo.

Incluso se alegró de que le diesen el pasaporte a ese cretino borracho.

jódete maldito cerdo! tenemos derecho a morir en paz!

Despues se giró hacia los soldados en el jeep.

-A ver si nos fijamos más! queremos correr con tranquilidad, ostia ya!-

Normalmente, Chris no era así, pero el cansancio le estaba jugando una mala pasada a sus nervios.

Tuvo que tranquilizarse pensando en su familia.

Supernenas, si me estais viendo, sentios orgullosos de mi, y no tengais en cuenta mi mala lengua!

Enfrascado de nuevo en sus cosas, continuó caminando.

Bram marchaba tranquilo, incluso había tomado un buen ritmo, se había olvidado un poco del frío y del cansancio, también había logrado dejar de pensar en el sueño. Sus nervios ya no estaban crispados por el eco de los disparos, por la certeza de que, no hacía mucho, otro marchador había dejado la vida en el asfalto.

Entonces una nueva masa de espectadores emergió a ambos lados de la carretera. No fue algo gradual, no los vio en la lejanía, ni los escuchó, sencillamente un momento antes no estaban, y un momento después, alzó la vista y las personas estaban ahí, a escasos quince metros.

Mierda. Mierda puta.

Y no sabía qué razón tenía. Lo que hizo aquel gordo borracho lo sacó tanto de sus cabales que apunto estuvo de perder el control y lanzarse sobre él para matarlo a hostias. Le costó un intenso esfuerzo mental obligarse a cerrar los ojos y los oídos a las increpaciones de aquel cretino infecto. Sencillamente obligó a sus pies y piernas a apartarse de él todo lo posible, rezó para dejar a todas aquellas siluetas anónimas atrás lo antes posible.

Tras lo que le pareció una eternidad, todo pasó, mejor para unos que para otros, los disparos volvieron a oírse, esta vez en ráfagas, y el temblor volvió a estremecer el cuerpo de Abraham. Las voces de sus compañeros se alzaron de nuevo a su alrededor actuando como un bálsamo. Tenía que continuar. 

La Autopista, a 118,5 kilómetros de Old Town. 22:11 horas.

A pesar de que el marchador número 37 había mordido el polvo, lo prometido era deuda: el Comandante estaba al comienzo de la autopista para recibir a todo el grupo. Subido en su jeep y con una guardia de honor, saludó a los jóvenes cuando comenzaron a subir la rampa de incorporación.

-He venido para felicitaros en persona -dijo hablando por un megáfono-. Sois el grupo más prometedor que La Larga Marcha ha tenido en los últimos diez años. Demostrad a este país que sois el orgullo de la nación. Que llegareis más lejos que cualquier otro, que no os puede el desaliento. Ante vosotros aún queda un largo camino. Estaré allí para recibir personalmente al vencedor y estrechar su mano ¡Ánimo, valientes!

Los soldados de la guardia dispararon unas salvas en su honor. Pero muchos dieron un respingo al pensar que estaban disparando sobre ellos. El público, completamente enloquecido, vitoreaba a los marchadores y al Comandante.

La Interestatal 95 se extendía hacia el horizonte. Era una autopista de dos carriles que cruzaba el estado de este a oeste. Media hora más tarde, el público ya había desaparecido y los participantes caminaban únicamente acompañados por el siniestro vehículo oruga. Sobre las 10 de la noche, aproximadamente, los fusiles restallaron otra vez. El número 71 había desfallecido por fin. Era el tercero que recibía el pasaporte y la noche acababa de comenzar...

La marcha seguía, como no podía ser de otra manera. El cabrón del Comandante había venido a bañarse en multitudes y lanzar su discurso barato y populista. Me daban ganas de vomitar. Bien... más bien me entraron ganas de cagar.

Al principio fue sólo un retortijón, los efluvios que dejaba tras de sí Rogers disimulaban las ventosidades que podía ir aliviando la presión de mis tripas, pero comencé a notar que ya no podría aguantar mucho más.

Era un mal asunto, pero tenía que encontrar una solución a la imperante llamada de la naturaleza.

Poco a poco, reduje mi ritmo al mínimo. Así fui rezagándome y quedándome a la cola del grupo. Entonces, cuando ya notaba que no podía aguantar más, me acerqué al margen de la carretera y me bajé los pantalones para dejar plantado un pino que salió dejando una paz interior que no tenía descripción posible.

-¡Aviso! ¡Primer aviso, número 73! - Me amenazaron desde el megáfono del camión oruga. Los compañeros que se volvieron a penas alcanzaron a ver cómo me subía los pantalones y recuperaba el ritmo con verdadera cara de satisfacción. Sólo esperaba haber descargado lo suficiente como para no tener que repetir algo así en mucho tiempo.

La noche era cada vez más fría y por fin parecía que llegaban a la autopista. La presencia del Comandante fue acompañada por una horrible cuesta, una que Timothy pensó que le costaría más subir. No fue así, por suerte, solo faltaba que se tropezara delante del Comandante y le dieran el pasaporte ahí mismo por no poder levantarse. Ahora mismo aparte de sus chicas, el miedo era el motor básico que seguía manteniendo al chico en pie.

Los disparos tras las palabras del Comandante le asustaron y miró a sus compañeros, esperando no haber sido el único miedica. En su mente seguía muy arraigado el comportamiento colectivo del instituto, de no destacar para no sufrir ningún tipo de burla. La falta de maldad en el joven hacía que se callara y aguantara todo pasara lo que pasara, ya siendo más pequeño se habían burlado de sus bucles y sus ojos claros, alegando que no era más que una niñita. Esa era otra buena razón por la que tampoco levantara ni una palabra hacia el Comandante, ni buena ni mala, simplemente agachó la cabeza y siguió con su camino. Solo miró de reojo al escuchar que a Matt le daban un aviso, al parecer sus necesidades fisiológicas le habían llamado, Timothy pensó que él no tardaría en necesitar echar un meo o algo mayor, como el chico de North Park.

Cuando al fin vieron la interestatal, él no se separó del pelotón, comenzaba a hacer frío e ir juntos era la mejor solución en principio.

Akinlabi recuerda sus raciones y comienza a devorar una, resulta ser lo mejor que ha comido en mucho tiempo y eso parece darle alas, por lo que sube el ritmo casi sin darse cuenta y va colocándose en cabeza del pelotón.

Al ver defecar a su compañero solo puede negar lentamente con la cabeza, no puede llegar a entender el nivel de barbarismo que conlleva la participación en esta competición. Cada vez tiene menos ganas de comenzar una nueva vida en este país de trogloditas.

Mis pasos seguros hasta la fecha se tornan en vacilantes estos últimos kilómetros... la "gracia" de aquel hijo de puta ha dejado un desagradable poso que mina mis fuerzas con más rapidez de los que había pensado... El olor nauseabundo que desprenden mis ropas hacen que sienta nauseas.. pero me intento concentrar en no pararme... no puedo ganarme otro aviso por culpa de oler mal...

Mis compañeros de marcha como es lógico intentan evitarme... Dios... creo que no voy a poder quitarme este asqueroso olor durante el resto de mi vida... puagh...!!! Comento en alto.... luego me dirijo nuevamente a Pickman, Resulta curioso que el único que más o menos permanece cerca seas tú... supongo que tendrás el olfato atrofiado... será de meterte tantas metanfetas... jejeje... le dije para picarle un poco, pero con una sonrisa amable en la cara.

La visión del comandante, viendo desfilar a los chicos como el que presencia el paso de un ejército de zombis, rodeado de sus guardias personales, en su bonito jeep, claramente iluminado por los focos, lanzando frases hechas sin jugarse nada, le mataba de envidia. Con mucho gusto se habría cambiado con él sin pensarlo un segundo. ¿Qué tenía el comandante que no tuviese él?

Carisma, don de gentes, la suficiente desvergüenza como para dar discurso-paridas en público, ni un mínimo de humanidad -. Se dijo a sí mismo a modo de respuesta.

En su fuero interno deseaba que lo del comandante solo fuese solo una pose. Que todo lo que tenía que hacer no fuese más que una obligación de su contrato.

Quizá si no hace lo que hace le den a él el pasaporte .- Intentó justificarlo -. A lo mejor es tan humano como nosotros, se apiada de nuestro sufrimiento y desearía que La Larga Marcha no hubiese comenzado nunca. Sí, es una posibilidad. Aunque también podría tratarse de otro psicópata hambriento de fama y gloria, capaz de todo por encajar y hacerse sitio en un sistema que provoca arcadas.

No consiguió engañarse a sí mismo mucho tiempo.

¡Joder! No hay más que mirarlo, este tío es feliz -. Aquello no hizo más que aumentar su envidia. No fue capaz de contenerse más y dijo:

El Comandante suele hablar en persona con el ganador. El que venza, si no soy yo, que me haga un favor póstumo, que le pregunte cómo lo consigue, ¿cómo consigue mantener esa fachada de "todo está bien y debe ser así" mientras su conciencia se ahoga con la sangre vertida?

En ese momento sonaron unos disparos, Henry casi se orinó encima del susto pensando que le habían oído y querían abatirlo. Apretó los dientes airado cuando descubrió el motivo de tanto apretar el gatillo.

¡No lo dejan a uno tranquilo ni cuando camina hacia la muerte! ¡Disparad las salvas a las meretrices de vuestras madres! 

Dudaba de que lo oyesen con el ruido de los disparos, pero bastó para desahogarse, siguió adelante algo más tranquilo.

-Mierda esto me está costando más de lo que creo, si sigo así no llego ni a los pocos kilómetros de la recta final. -cabeceando por mi estado calamitoso pienso en mi triste realidad. No sabía si el olor a heces de mi compañero o el cansancio de caminar durante tantas horas me afectaba. Creo que el mayor peso es a nivel psicológico, cuando caes en la cuenta de que los bajan como mosca y puedes ser el que sigue con tan solo trastabillar en el camino.

Suelto una carcajada cuando salgo de mis pensamientos y me encuentro con los comentarios de Simon. -Serás gracioso, no me doy con la meta ya te dije el que vende no consume. JAJAJA. -no era cierto ya que el personaje se daba hasta con el envase de la leche. -Ya sabes, me caes bien... Desde que te conozco tienes olor a mierda, ya es inevitable, al menos te destacas en algo. -vamos, este hombre cada vez me cae mejor. Eso sí, necesita un baño urgente.

Chris hizo caso omiso del comandante, incluso le dio igual aquella pérdida de físico de Simon. Le dio un bajón, eso si solo psicológico, nada que no arreglase un vistazo a sus supernenas

Al igual que otros compañeros, Bram sencillamente ignoró al comandante. Odiaba a aquel cerdo asesino, se odiaba a sí mismo por formar parte de aquel show de mierda, si quería destacar, había elegido la peor puta manera, si quería morir, había formas mucho más dignas de hacerlo que metido en aquella locura apestosa. 

Ya era tarde para arrepentimientos, sencillamente solo quedaba seguir caminando hasta el final, fuera el que fuese. 

La Autopista, a 110 kilómetros de Old Town. 23:20 horas.

La carretera. Infinita e imperturbable. Kilómetros y kilómetros de asfalto que se extendían en la oscuridad de la noche. Akinlabi se había situado en la cabeza del grupo y su fuerza parecía arrastrar a los demás consigo. Marcaba el paso con determinación y sin flaqueza, dispuesto a llegar donde hiciera falta. Los participantes ya no hablaban entre ellos. A estas horas, cuando casi habían cubierto ya 95 kilómetros andando, las fuerzas andaban justas hasta para hablar. Y la noche no había hecho más que comenzar.

Matt y Abraham lograron borrar uno de sus avisos. Rogers marchaba solo, todavía acordándose de la madre del bastardo que le había tirado sus propias heces. Un poco más atrás estaba Jesse y sumidos en sus propios pensamientos estaban todos los demás.

El grupo pasó junto a la salida 291 que iba hacia Ludlow. Algunos que iban casi dormidos por poco se equivocan de camino. Uno de ellos, el dorsal 54, incluso dio algunos pasos en esa dirección. Pero el grito de aviso del soldado le espabiló.

¡Aviso! ¡Tercer aviso, número 54! ¡Último aviso, número 54!

Muchos le miraron con pesar. Las campanas fúnebres ya parecían repicar sobre el marchador que empezaba a acumular papeletas para convertirse en la cuarta baja de La Larga Marcha.

Akinlabi sigue caminando de la que da buena cuenta de sus raciones.

- ¿Qué será esto? Pone mayonesa...

- ¿Alguien sabe qué significa mayonesa? Bueno, es igual...

Está como un niño en la noche de reyes probando (y después devorando) la tan extraña como deliciosa comida proporcionada por la organización, por lo que ni se percata del lento pero inexorable avanzar de los kilómetros.