Partida Rol por web

La Carretera. 14:55 horas.

El sol pegaba duro sobre las cabezas de los marchadores. Llevaban ya seis horas de caminata y habían cubierto unos cuarenta kilómetros desde la salida. Después de Caribou, la carretera volvió a ser la monótona línea negra que se extendía entre verdes campos. Las ropas se pegaban al cuerpo y el sudor les recorría la cara y caía en gotas sobre el pavimento.

-¡Aviso! ¡Segundo aviso, número 58!

Delante de vosotros, un muchacho empezó a cojear ostensiblemente. Parecía sufrir mucho.

-¡Tengo ampollas en los pies! ¡No puedo aguantar más, dejadme descansar por favor! -suplicó a los soldados. Pero estos no parecieron darse por enterados. Otro muchacho se acercó a él.

-¡Aviso! ¡Segundo aviso, número 66!

-¡Sólo voy a ayudarle, hijos de puta! -respondió 66. Cogió al 58 del brazo y empezó a tirar de él obligándole a aumentar la marcha. El chico con el dorsal 58 apretó los dientes y siguió avanzando.

También Abraham había recibido su segundo aviso. La rodilla le había empezado a doler y se había detenido un momento para frotársela y relajarla.

Entonces Jonathan cayó al suelo. Se produjo de pronto, sin previo aviso. En un minuto estaba andando junto con los otros y en el otro se había desplomado. El grupo de marchadores se abrió alrededor de él como Moisés cuando separó el Mar Rojo.

-¡Aviso! ¡Segundo aviso, número 92!

Jonathan se intentó incorporar y se quedó de rodillas en el suelo. Se había hecho un corte en la cara con la gravilla suelta de la carretera.

-¡Aviso! ¡Tercer aviso, número 92! ¡Último aviso, número 92!

El vehículo oruga se había acercado un poco más y los soldados sobre él levantaron sus armas y apuntaron al joven...

Había pasado por Caribou sin despegar los ojos del suelo. Tras el susto que me llevé en el tramo antes de llegar a la ciudad, no podía pensar en otra cosa que en centrarme y que no volviese a suceder aquello. Ahora que estábamos de nuevo en mitad de ninguna parte, me permití levantar la vista i echar un ojo en derredor.

El panorama era desolador para muchos de mis compañeros de marcha. Los soldados ya estaban acariciando sus armas y tenían los dedos nervioso sobre el gatillo. Lo que parecía que no iba a llegar nunca había pasado a convertirse en inevitable en cuestión de minutos. Y es que seis horas caminando sin parar seguramente representaba el límite para mucha gente. De hecho, si me lo hubieran planteado con un mínimo de seriedad, habría asegurado que yo mismo sería incapaz de aguantar tanto. Pero, de momento, ahí estaba.

W se estaba ganando el pasaporte a marchas forzadas. Cuando comenzó la marcha me pareció un tipo que tenía fachada y poco más, eso se estaba demostrando ahora. Otro muchacho se quejaba de ampollas en los pies y parecía otra apuesta segura. El odio comenzaba a brotar en nuestros corazones, el odio a los soldados que no mostraban el más mínimo atisbo de clemencia, pero eso era algo que ya se sabía de antemano. Aunque se trata de aquellas cosas que surgen cuando tanta gente se encuentra en una misma situación de angustia, que se solidarizan contra el enemigo común.

- Vamos W. No me jodas que te vas a rendir tan pronto. - Le dije cuando pasé por su lado, adelantándolo. - ¿Te vas a perder otro morreo en la próxima ciudad?

Una cosa sabía segura: si yo intentaba ayudarlo, me ganaría un aviso, y ya llevaba uno sobre mis espaldas. No. No haría eso. Pero unas palabras que lo pudieran espolonear no me iban a costar más que algo de resuello.

Se estaba mascando la primera de muchas tragedias y muertes. Aquel chaval que se hacia llamar estúpidamente "W", estaba a punto de recibir el primer pasaporte de la carrera.

Chris se separó del chaval, no quería que lo salpicaran de sangre. Le pareció estúpido lo arriesgado del otro muchacho al gritarle al tal W. total, con ese corte solo empeorará

Algo más recuperado de la flojera, le dió un trago largo a la cantimplora, y terminó por vaciar el contenido sobre su cabeza, acto seguido pidió otra a los soldados

-EH, EH AGUA!- dijo señalando el recipiente, alzado con su mano de recha sobre su cabeza

- Mierda esto me está costando mas de lo que esperaba. La comida solo fue un agapé y el agua parece que se esfumara cuando apenas llega a mi boca. - pienso manifestando una bronca extrema, algo muy impropio de mi pero la situación me superaba al punto de lanzar mi botella vacía al suelo y aplastarla con el pie. 

- ¡A la mierda! -grito con fuerza, estos malnacidos quieren show... Yo se los daré. 

Caminando con cierto calambre en mis piernas, ya insoportable por momentos. Es que seamos realistas, íbamos seis horas de caminata y jamás había intentado hacer algo semejante. Soy medio estúpido lo sé, pero al fin de cuentas la idea era impresionar a mi querida ex infiel. 

Freno un pocos mis pasos, apoyo las manos en las rodillas y extiendo mi espalda. Dolía si, pero el orgullo era peor. Resoplando como un toro enojado retomo la marcha con cara de pocos amigos ya que estaba cansado y no tenía ganas de aguantar a lloronas caminantes. 

El bueno de Akinlabi no parece disfrutar mucho de la visión de sus extenuados compañeros de fatigas, así que, en vistas de que la organización ya parece estar al tanto de la situación y piensa ocuparse de ellos, aprieta el paso ligeramente para avanzar un poco en el pelotón.

De la que pasa, comenta a los caídos:

- La siguiente vez lo haréis mejor, ya veréis.

Y sigue caminando.

Tenía mucho calor y había pedido que le rellenaran la cantimplora un par de veces más, una de ellas la había vertido entera sobre su cabeza. Estaba traspirando más de lo que había traspirado en su vida y comenzaba a sentir el cuerpo pesado, pero por suerte, no había parado el ritmo y no había recibido ningún aviso.

En cambio, el fanfarrón de W acababa de tener dos seguidos. Timothy no sintió pena al verle caer contra el suelo y anuló al completo su acto reflejo de ayudarle a cogerle antes de que se bonita cara diera contra la gravilla. Él no era mezquino, no lo había sido nunca, pero aquel chico había acabado con toda su paciencia con sus comentarios al llegar.

Es un capullo, eso le pasa por pararse a besar a una chica... Ahora tiene tres avisos...

-Se lo tiene merecido- salió de su boca con cierto veneno cuando Matt trató de animarle a levantarse. ¿Acaso Matt no se daba cuenta de que él era competencia y una posibilidad menos para que cualquiera de ellos siguiera vivo?

Se apartó de W y siguió sin parar, sin mirar siquiera hacia atrás. Por dentro se sentía peor por el pobre chico al que le habían salido ampollas, a veces un calzado nuevo o unos calcetines demasiado rasposos pasaban mala factura. Por ello Timothy se había puesto unas de sus viejas zapatillas de atletismo, estaban gastadas, pero le iban bien, eran ligeras y no apretaban.

Frunció el ceño al oír de nuevo al número 67, aquel abuelo no solo no parecía enterarse tras explicarle todo, sino que seguía convencido en que la carrera tenía un destino. -No habrá próxima vez, ¿no lo entiendes?- le dijo cuando pasó por su lado para adelantarle, no lo entendía... Pero con el primer pasaporte lo vería todo claro.

Bien, bien, bien.... yo fresco como una lechuga y por aquí algunos ya empiezan a sentir cañones en sus espaldas... el estúpido del W.... vá a ser el primero en llevarse pasaporte... que bien... no sé porqué pero ya lo dije antes y estos dos avisos solo han confirmado mi intuición.

El 73, no sé que demonios está haciendo... pierde el tiempo en ayudar a otros y encima ya tiene un aviso... ¿será tan tonto de buscarse otro?

A mí "Plim", yo duermo en Pikolín......

Simon continua con tranquilidad, a su ritmo sin forzar...

Durante horas estuvo caminando como en trance, el calor agobiante era molesto, pero nada a lo que no lo hubiera acostumbrado nacer y crecer en Arizona.  Pensaba en cosas que no le hacían ningún bien, sin un motivo concreto y de modo caótico y poco ordenado, parecía bajo un estado febril.

Los acontecimientos que tuvieron lugar a su alrededor los observó como a través de una niebla, sin tener la certidumbre de que estuviesen ocurriendo realmente o de que tuviesen verosimilitud, tal que estuviese viendo una película en la televisión en lugar de estar allí.

Poco a poco, a medida que pasaba el tiempo, el brillo volvió a su mirada y retornó a la realidad abandonando, al menos por el momento, las turbias estancias de su mente.

Bebió un largo trago de agua y pensó si debía comer algo. No tenía mucha hambre aún y temía lo que podía ocurrirle si le sentaba mal lo que ingiriese. Decidió esperar un poco más tras meditarlo en silencio.

Henry, lo único que podía hacer, además de caminar, era dar gracias interiormente porque el miedo se hubiese ido, de momento.

-¡Aviso! ¡Tercer aviso, número 92! ¡Último aviso, número 92!

El vehículo oruga se había acercado un poco más y los soldados sobre él levantaron sus armas y apuntaron al joven. Uno de los soldados tenía en la mano un cronómetro y lo observaba fijamente. Wajner se quedó de rodillas, donde estaba, y se arrancó el dorsal con el número 92 del pecho.

-¡Hijos de puta! -fue lo único que dijo.

Inmediatamente los soldados abrieron fuego y cinco flores carmesíes se abrieron en la camisa del muchacho. Jonathan cayó hacia atrás como si le hubieran dado un mazazo y se quedó tendido sobre el asfalto sobre un charco cada vez más grande de sangre...

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Presque Isle, Maine. 16:18 horas.

El grupo compacto de marchadores seguía avanzando sin descanso. En la memoria de todos aún estaba el primer pasaporte recibido en La Larga Marcha. Demasiado pronto, como dijo con sorna Barkovitch. El último grupo que había tenido el primer eliminado antes de los 45 kilómetros había sido unos 7 años atrás. Toda una decepción para los televidentes que habían apostado porque este año se superaba el record de mantenimiento sin eliminados. El grupo había salido del pueblo de Presque Isle y caminaba ahora junto a su universidad. A la derecha, en el tramo de césped que recorría el perímetro, se habían instalado grupos de jóvenes estudiantes que alentaban a sus favoritos. Allí, tranquilamente plantados a la sombra vieron como el número 89, un tal Travin, recibía su segundo aviso.

La rodilla de Abraham no había mejorado. Al contrario. Ahora cojeaba ostensiblemente y se llevaba la mano a la pierna con gestos de dolor. No aguantaría mucho más.

-¡Aviso! ¡Tercer aviso, número 9! ¡Último aviso, número 9!

Los estudiantes se levantaron espectantes con ganas de ver sangre allí mismo. Casi no se lo podían ni creer. Varias de las chicas, vestidas de cheerleaders, hasta gemían de placer a la espera de lo inevitable...

Agotado hasta perder casi la consciencia camino bajando el ritmo de la marcha, el calor me jugaba una mala pasada y por esa razón era una eterna agonía hasta que recuperara un poco el aliento. De momento y dada mi situación no tenía ganas de conversar, no me pasó por alto la muerte de un caminante y la forma utilizada para hacerlo, hoy era él, tal vez en unas horas me tocaba a mi. Ese era mi destino si me mantenía a un nivel de cansancio tan preocupante.

La llegada a este nuevo sitio me sirvió para beber en grandes cantidades agua, quizás hidratando un poco más lograba recuperar el estado físico. No era un tipo que había pasado el resto de su vida haciendo ejercicio, la mayor actividad física fue en la escuela y con mi novia teniendo sexo. Muy deprimente lo mío si, menos mal que nunca fumé. 

Preocupado por los avisos, sigo cerca del grupo intentando recuperar el ritmo del resto que al parecer estaban intactos. 

Akinlabi sigue marchando despreocupadamente, sin notar demasiadas molestias aún pese al sofocante calor (nada que no haya visto antes en África), aprovecha que uno de los marchadores del grupo más cercano pide agua para echar el también un trago y refrescarse un poco y, justo cuando está echándose el agua sobrante por la cabeza escucha el inconfundible sonido de los disparos, dando un respingo.

- ¡Coño! ¿Qué ha sido eso?

Es una pregunta estúpida, porque se ve claramente como a unos doscientos metros por detrás de el acaban de liquidar a un corredor, sin que nadie parezca sorprenderse demasiado por ello.

- No me lo puedo creer, era verdad, era jodidamente cierto... están como putas cabras.

Akinlabi continua marchando en estado de completo estupor, acaba de percatarse de que hoy podría ser el último día de su vida y no es algo fácil de aceptar.

Si señor.... se nota como el entrenamiento me está sirviendo... la cara de muchos de mis contrincantes ya empieza a mostrar signos de fatiga... A mi espalda escucho gritos seguidos del estruendo de los disparos.... Ya está, ya ha caido el primero... y como no... fué el tal W.... Imbécil. Ahora podrá dedicarse a besar a todas las chicas que él quiera...

Está claro que a esta carrera hay gente que viene simplemente a morir...sin ninguna posibilidad, eligen suicidarse de esta forma porque les dá miedo coger un cuchillo o hacer un nudo en una cuerda... hasta para eso son unos cobardes.

Finalmente dieron a aquel chico el pasaporte. Timothy cerró fuerte los ojos mientras los soldados comenzaban a gritar al rubio de bucles que se levantara, no quería oír eso, casi era peor que tener que caminar sin descanso. 

Al menos no he sido yo el primero...

Aquel pensamiento no le aliviaba y, aunque había deseado que al tal W le dieran el pasaporte el primero, ahora se sentía mal. No se merecía morir, ninguno de ellos allí. Habían accedido a morir por divertimento delante de millones de personas solo por un premio, uno suculento, pero un maldito premio a cambio de sus vidas. Aquello no era muy distinto a los deportes o cualquier espectáculo que evadía de la realidad... Sus muertes eran reales, pero la televisión y los medios tenían el don de convertir todo en divertimento, incluso una muerte injusta y la mayor miseria.

El veterano por fin se había dado cuenta del cariz de aquella "carrera". -Te lo dije... No habrá próxima vez...

Cuando llegaron al siguiente pueblo, el cual no sabía su nombre y casi ni le importaba a estas alturas, se sintió más cansado, no algo insoportable, pero los pies le pesaban algo más que antes. Las chicas comenzaron a gritar de nuevo, eufóricas, no por ellos, sino porque a otro de los chicos acababan de darle su tercer aviso.

¿Y qué estará ahora pensando la chica que beso a W? ¿Estará orgullosa de haberle procurado un aviso?

Volvió a sentirse enfermo, fijando la vista en la carretera. Caminar o morir.

Henry comenzaba a tener hambre, se resistía, sin embargo, a probar bocado, pensando que aquella sensación era preferible a sentir como, minuto a minuto, iban menguando sus fuerzas mientras sus piernas se embotaban lenta, muy lentamente, pero de manera inexorable.

Cien marchadores menos uno igual noventa y nueve suicidas -.Pensó con cierta acritud. Empezaba a considerar que su decisión de participar en aquella masacre no había sido la mejor idea del mundo.

¿Mi decisión? ¿Estoy seguro de que fue únicamente decisión mía y que nadie me influyó de algún modo? -. Las semanas previas al inicio de la carrera estaban algo difusas en su memoria, de modo que no podía estar seguro, pero el instinto le decía que, muy probablemente, su padre había tenido mucho que ver.

Miró a su alrededor, a otro muchacho le habían dado el tercer aviso y aquello había levantado una gran expectación, la gente que se agolpaba tras las líneas que delimitaban el curso de la marcha parecían contener el aliento esperando el disparo. Intentó ponerse en el lugar de los espectadores, pensando que quizá disfrutara de algo así si estuviera en el otro lado, pero no estaba seguro del todo. Quizá esa fuera la verdadera diferencia entre los que caminaban y los que se limitaban a observar; se decidió a compartir sus pensamientos:

Quizá estamos aquí, andando en esta carrera sin final, porque no soportamos un mundo deshumanizado -señaló a los espectadores- en el que se logra diversión gracias al morbo de ver a un congénere morir -.Suspiró desesperanzado y añadió -:Aunque tal vez me equivoque.

El sonido de los disparos hizo mella en Abraham, casi arrancándole un gemido. Durante unos segundos sintió verdadero miedo y desesperación, luego la idea de que aquel chico ya había dejado de sufrir se infiltró en su cabeza y ejerció un efecto narcótico, sencillamente cerró los ojos y procuró no pensar, pero fue incapaz.

Sentía los pies dormidos y las piernas y el cuerpo dolorido, sobretodo las caderas. Pero se obligó a continuar, como si huyera de la dura voz que le daba el tercer aviso "Ya queda menos" pensó. Joder, qué alivio. 

De pronto se dio cuenta de que no recordaba la última vez que había injerido algo más que agua, abrió una de las raciones que les habían dado y comenzó a tragarse el alimento desidratado sin notar sabor alguno. Le dio igual, bebió un poco e ignoró al grupo de personas que constituían la siguiente población por la que estaban apunto de cruzar.

¿Y de cuánto es ahora el porcentaje del percance/evento? 

Sigue siendo del 5% Lo puedes consultar en la sección reglas. Ahí está la tabla completa ;)

- ¡Mierda! - Dije al sentir los disparos. - ¡Joder!

Apreté el paso sin necesidad, pero fue puro instinto, como si pretendiera huir del lugar del asesinato. Me coloqué a la cabeza del pelotón y tardé en darme cuenta que iba el primero, a distancia considerable del segundo, hasta que el fragor de la gente me arrancó de mi mundo interior y me hizo pensar en qué estaba sucediendo.

De repente me descubrí jadeando como un perro y cansado como un imbécil. El sobreesfuerzo me había pasado factura, lo notaba, así que me obligué a bajar el ritmo a aquel que había detectado como el mínimo indispensable para que no me dieran un aviso. Tomé agua.

Moví la cabeza de lado a lado.

- Tengo que conseguirlo. - Dije. - Sólo así podré acabar con todo esto. - Refunfuñé, mientras poco a poco el pelotón de caminantes se acercaba a mi altura, para acabar por engullirme nuevamente.