Partida Rol por web

La palanca se queda en su sitio, parece estar más dura de lo que aparentaba y parece que algo en el interior la mantiene atascada y habrá que hacer más fuerza de la esperada. Tanto el dragón como Ivy siguen con sus pequeños musculos en tensión intentando hacerla ceder, pero les he imposible.

Aprietan los dientes, tirando todo su cuerpo hacia abajo para aprovechar la fuerza de la gravedad y que sea un poco más fácil hacerla bajar. Los dos pequeños aventureros abren la boca y gritan para que la rabia sea mayor y puedan poseer un extra de fuerza. Todo indica que va a ser imposible, pero al final la palanca cede y los dos aterrizan en tierra debido al esfuerzo.

La puerta que queda a su lado comienza a abrirse lentamente hacia arriba, dando paso a la tétrica habitación de las frutas podridas.

Tal era el esfuerzo que muchos se hubieran desanimado de intentarlo, pero nosostros seguimos hasta que nuestro dientes chirriaban y los músculos estaban tan tensados que parecían que iban a explotar. Finalmente se escuchó como la palanca había desencajado el óxido de su interior y cedió.

La fuerza y el no saber cuando eso ocurriría hizo que aterrizaramos de manera algo brusca al suelo pero indolora. Tenía los ojos cerrados en el momento de estromparme contra el suelo, al abrirlos de nuevo observé a mami que también había caido sin tiempo a mover las alas para que el aterrijaze fuera menos forzoso. -¿Estás bien mami?- Antes de que pudiera contestarme el sonido de la puerta de madera comienza a moverse hacia arriba, en vez de lateralmente como la abrió Roca.

La puerta nos brinda de nuevo esa sala de las frutas podridas, además de otras dos puertas que nos quedaban por descubrir, o eso creo. Abrí de nuevo la boca pero no dije nada inteligible, se me cortó la voz al ver de nuevo esa tétrica alcoba, mis sentidos estaban puestos al cien por cien por si esas gigantescas raíces que se llevaron a Roca estuvieran cerca. Pero creo que todo permanece en silencio.

-Vamos mami, tenemos que continuar..- Dije animando, intentando ayudar a Ivy a levantarse con la ayuda de mi hocico.

La cuenta atrás no había servido de nada, la palanca había necesitado de todos nuestros esfuerzos para conseguir desplazarse lo justo y necesario para que cediese. Mis manos habían se enrojecieron y se blanquearon por turnos mientras se retorcían sobre el oxidado hierro. Mis brazos temblaban ante el esfuerzo y mi concentración se había volcado en conseguir que esa palanca descendiese, así que dejando a un lado la molestia de aletear me subí encima de la palanca de cuclillas para dar unos saltos encima y obligarla a moverse, ante el fracaso y agotada por el sostenido esfuerzo monumental me colgué de la misma esperando que al menos mi peso fuese suficiente para que chirriase mínimamente.

No chirrió en absoluto, el sonido fue algo más parecido al desprendimiento de un pequeño refuerzo de arcilla y oxido, cuando cedió fue tan repentino que me precipité al suelo desde mi posición simiesca agarrada a la barra. Por fortuna el suelo no quedaba muy lejos y la emoción de haber vencido a la palanca fue suficiente para olvidarme de mis posaderas. Con un soplido y unas manotadas rápidas aparté el pelo de mi cara, había quedado cubierta por mi espesa melena, la bolsa con el equipo se me clavaba bajo la pierna izquierda y debía tener un aspecto bastante cómico espatarrada en la entrada de aquel lugar. El hocido de Faer me hizo unas tremendas cosquillas cuando intentaba animarme para que me levantase. Agitada por mi risa comencé a moverme para continuar. Ya voy pero deja de hacerme cosquillas Avancé un poco a cuatro patas y tras levantarme observé la hoja de la puerta, esta vez se había desplazado hacia arriba, quizás la habíamos bloqueado y no volvería a cerrarse repentinamente.

Sin preocuparme de sacudir mis ropas del polvo avancé junto a Faer para pasar al ya conocido dormitorio abandonado. Vamos antes de que se cierre ¿tu te has hecho daño al caer? tenias que haberte visto la cara cuando tirabas de la palanca eras muy gracioso. Girándome hacia él hice una mueca abriendo desmesuradamente los agujeros de la nariz con los dedos y sacando la lengua dije Teniaz maz o menoz ezte azpecto de nuevo una carcajada surgió de mi. El nauseabundo olor de la sala me obligó a soltarme la nariz para dejar de aspirar el aire. Resoplé un poco y miré a mi al rededor.

Podemos probar dos puertas nuevas o volver al principio y obligar a esas plantas a que se aparten Sabía que Faerhart no decidiría por qué camino debíamos ir pero me gustaba escuchar sus ideas, a veces recaía en cosas en las que yo no había pensado y además era mi compañero de viaje debía saber que camino tomábamos. Acercándome de nuevo a las dos puertas que nos quedaban por abrir tuve que contenerme para no abrirlas de inmediato. Yo creo que ya que estamos aquí deberíamos inspeccionarlo todo ¿no crees? Mi normal curiosidad me estaba obligando a decir aquello, pero yo no podía luchar contra ese sentimiento, la curiosidad era mi vida, sino nunca habría terminado con un huevo de dragón en mi nido. ¿Que puerta te gusta más? los enormes esfuerzos por contenerme duraron un poco más él solo tenia que decir una y yo podría darme el gusto de abrirla.

-¿Ya te has cansado?. Rió el dragón irónicamente tras las numerosas carcajadas de su compañera con la mirada hacia un lado. Vamos, si no aguantarías nada contra mi. Espera... el reptil acomodó el vuelo mirando como Ivy seguía broma tras broma, observando y estudiando ya cada rincón de la habitación. Nunca solía perder el tiempo, a que te coja...- Se deshizo del umbral de la puerta, empapado en sudor, lo que hacía más hermosa su corteza plateada. ¡Te retaría en el pantano de ahí afuera! desafió al reptil, y echó a correr de nuevo, despacio, cerca del suelo. ¡Veríamos quién esperaría a quién!  Te cansas demasiado pronto para mí- Rió con fuerza y comenzó a volar hacia una de las dos puertas, dejando a su paso un olor a azufre lo que indicaba que Faerhart ya había empezado -desde algunos días- a empapar las escamas de nuevo, tarde o temprano le mudará la piel.

Un intenso olor a muerte, podredumbre y fuego podía husmearse si uno se acercaba lo suficiente a ese frutero. Sin duda alguna, los "Señores de la Guerra" habían arrasado el poblado. Patéticos humanos. Sólo pensando en matarse entre sí y exterminar a las demás razas. Todo era quietud y silencio, con la única excepción de las conversaciones de los dos aventureros.

Pero una de las puertas atrajo la mirada del dragón. A pesar de su buena vista, tuvo que descender a echar un vistazo, pues la curiosidad pudo con él esta vez. Una de las puertas permanecía entreabierta. Cuando Ivy les dió un vistazo por primera vez todas las puertas estaban cerradas. Faerhart dejó a un lado la conversación, seguramente ya tendrán tiempo para tomarse la revancha el uno con el otro.
Las sombras manchaban sus escamas, pero tenía curiosidad por saber qué había en el interior de esa habitación. Quizá estaba Roca. O uno de esos goblins. No, no se lo comería si hubiera uno de esos goblins. Aunque depende de como se comportara, en caso de que hubiera uno de ellos dentro. Faer. no se decantó por ninguna puerta en especial, las dos les parecían iguales; puertas con madera podrida, mohosas y seguramente no abría que hacer tanto esfuerzo para derribarla como para bajar aquella dichosa palanca.

-Mira, está abierta. Susurró. Esperó a que Ivy llegarás hasta su lado, si es que no lo había echo ya, y con el hocico abrió la puerta tras asegurarse de que Ivy poseía su arco entre sus manos. Vayamos con cuidado mami- Sin miedo alguno, empujó la puerta con su hocico.

..

La nueva habitación está completamente a oscuras. Pero gracias a la escasez de luz de este santuario los ojos de los dos aventureros ya se han acostumbrado perfectamente a la iluminación y no les cuesta nada adaptarse. La sala no tiene nada que envidiar a la de las frutas podridas. Posee el mismo mobiliario, salvo que en esta las sillas están completamente rotas y la cama está hecha perfectamente y sin ninguna arruga. También posee un arcón justo al lado de la parte posterior de la cama, este está cerrado.

Seguramente esto sería la zona de los aposentos.

Me quedo de brazos cruzados, dando pequeños golpes rápidos con el pie derecho contra el suelo. -¿Si?, pues te advierto que cuando salgamos de aquí lo primero que te daré será un ducha y después pienso darte pescado para comer. Hum- Algo enfadada por los comentarios de Faer. hace que incline la vista hacia un lado con una mueca de enfado. Espero haberme tomado la revancha con las dos cosas que odia en este mundo; El baño y el pescado.

Cuando vuelvo a poner  la mirada al frente, observo como el revoltoso Faer. esta a punto de abrir una puerta. Apoyo los pies en el suelo y de un corto impulos muevo las alas tan rápido como puedo para colocarme detrás de él. -¡Acaso estás loco!. ¡¡Faer.!!. Mis intentos por detenerle son estúpidos, su cabeza ya se ha colado en el interior de la habitación y solo me queda resoplar. Eres un cabezota ¿lo sabías?- Mientras sigo con mis puyitas mantento los dos brazos en tensión para soltar la flecha al más minimo movimiento.

La sala parece encontrarse vacía y es muy similar a la de las frutas, salvo que esta tiene la cama echa y el arcón está cerrado. -Ten cuidado por donde pisas grandullón, parece que estamos solos de nuevo. Bajo los brazos y recorro con la mirada la estancia. Finalmente mis ojos se posan en el arcón. Faer. tú vigila debajo de la cama, voy a dar un vistazo al arcón- Vigilando mis pasos me acercó al mobilario para examinarlo al detalle antes de abrirlo.

..

El dragón se ríe por lo bajo mientras escucha el enfado de su mami, sabe perfectamente que eso no es verdad, y seguro que hará todo lo posible por evitarlo. -....al menos aquí no huele a frutas podridas. Dice mientras sus garras chocan contra el suelo, dudando por donde empezar a buscar. ¡De acuerdo mami!- Sin dudarlo, se dirige hacia la cama para ver si se encuentra con alguna sorpresa.

El dragón se encamina lentamente hacia la cama, dispuesto a ver si algo o alguien se oculta debajo de ella. Mientras tanto, decides acercarte al arcón y a una próximidad de medio metro detectas un dispositivo de alarma en la cerradura del cofre.

A partir de aquí tu concentración es extrema, sabes perfectamente que se trata de un dispositivo muy peligroso por lo que tienes que tener todos los sentidos puestos para no hacer saltar la alarma y que se active el mecanismo de la trampa.

Estás enfrente del arcón, dispuesta a encontrar la forma de desactivarlo.

Mi intuición no me había fallado, el cofre parecía contener algo importante, al menos lo suficientemente importante como para preparar un mecanismo tan complicado. Mis dedos acariciaron la madera de la tapa pensando que tesoros habría en su interior. Antes de continuar con lo que pretendía decidí girar el rostro por encima del hombro para ver que hacía el dragón. Su cola escamosa asomaba nerviosa dotando a la cama de un aspecto realmente cómico, los movimientos de las garras en el intento por arrastrarse bajo el travesaño de madera creaban un chirriante sonido contra el suelo de piedra y las escamas de su tripa raspaban las arenillas sueltas creando una armonía en conjunto con el juguetón aspecto de Faer.

¿Encuentras algo interesante? antes de saber su respuesta me giré de nuevo hacía el arcón con el deseo de que la trampa hubiese desaparecido y ahora pudiese abrir la tapa sin problema alguno. Como era de esperar no se había abierto por arte de magia y el mecanismo seguía ahi impidiéndome conocer el interior. Creo que esta vez hemos acertado con la caja... mis ojos no se apartaban de la cerradura, el metal sus pequeños engranajes y la palanca que parecía ser la encargada de ocasionar el destrozo del arcón o de quien intentase abrirla. Me pasé la punta de la lengua por los labios inquieta pero finalmente me levanté de un salto y me alejé de la tentación. Creo que será mejor no tocarla, solo quería entrar para ver si había alguien.

Asentí varias veces convencida mientras mantenía mis inquietas manos agarrando mi cintura y dejando mis brazos en jarras. Las hadas nos esperan y ya tenemos la poción para alejar a esas plantas desobedientes creo que debemos seguir en vez de perder más el tiempo. Con un gesto de la mano indiqué a Faer que podía abandonar la habitación, no quería que se quedase hurgando en aquella cerradura. Además siempre podemos volver luego a por la caja ¿no? suponía que esas simples palabras podían aplacar a mi curiosidad mucho mejor que un simple cinturón a mis manos.

Observo la cama, toda su anchura y estudio si puedo colarme por debajo de ella para examinarla. Seguidamente carraspeo como si tuviera una dura batalla con ella y me agacho, tumbándome en el suelo y empezando a arrastrarme cómo si se tratara de un pequeño gusano. Lo cierto es que resulta una imagen de lo más graciosa pero al menos la investigaré.

-Nunca he estado bajo la cama de alguien. Digo alegremente mientras me meto dentro para ver qué hay. ¡Agg! Esto está asqueroso. ¿Cuánto tiempo llevará muerta?. Igual hay algo que nos pueda servir..- Sigo buscando cualquier cosa que le pueda parecer interesante a un dragón de plata. Mientras, escucho a Ivy formular las palabras de que puede resultar peligroso abrir el arcón. Me es indiferente a mi ya que mis dientes mastican algo, seguramente sea una rata muerta. Lo único que ha podido resultarme interesante bajo la cama.

Al salir, salgo con un sábana blanca sobre mi cabeza y cubriendome todo el cuerpo. Si alguien me viera por primera vez, diria que soy un fantasma. Intento quitarme la sabana moviendo todo mi esquelet. Pero mis cortas extremedidades me lo hacen bastante dificil y complicado.

-Hay que ver cómo se las gastaban la gente de antes, ¿eh?. ¡Menuda cantidad de trampas!- Mis numerosos intentos por liberarme de la sábana son inútiles, y a pesar de que escucho a Ivy yo sigo esforzándome por quitarme esa prisión blanca que me cubre.

Mientras señalaba con un dedo la salida de la puerta dejé de mirar el arcón para buscar a Faer con la mirada. Una bola de sabana blanca se retorcía por el suelo de la habitación entre gruñidos y gañidos quejosos. Tuve que soltar la carcajada que necesitaba salir con aquella imagen, la cabecilla del dragón asomaba por un borde intentando mordisquear la tela como si fuese un enemigo mortal, mientras que su cola se retorcía de arriba abajo intentando hacer girar su cuerpo y liberarlo de la presa brutal que los hilos le provocaban.

Acercándome a la cría envuelta en la sabana no pude evitar un comentario picajoso. ¡Vaya! parece que he encontrado a tu enemigo natural. Con caño desenvolví su cuerpo ayudando a sus cortas patas a posarse de nuevo en el suelo y liberando sus alas de la incomoda ropa de cama para que pudiera estirarlas. No se si guardar la sabana en la mochila le miré a los ojos sonriendo con los mismos picaramente solo por si te portas mal claro... Una vez terminada la broma la tiré sobre la cama y preferí no preguntarle que era lo que llevaba tanto tiempo muerta, por los crujidos de los huesos y el olor que desprendía ahora su hocico era mejor no saber que tipo de alimaña acababa de ser su tentempié.

De regreso a la habitación de las tres puertas miré a mi alrededor, sabia que me quedaba una por abrir, pero lo más seguro es que fuese un dormitorio como el que acabábamos de investigar, y seguramente en su interior encontraría otro arcón que no debería abrir por el momento pero que me despertaría una gran curiosidad, como el que acababa de abandonar. Evitándome tentaciones innecesarias a mi misma pensé que sería un buen momento para probar la pócima con las enredaderas. Creo que lo mejor será volver por el pasadizo en vez de abrir tantas puertas y rebuscar bajo las camas de los demás. Con paso decidido atravesé el corto tramo que conectaba las dos estancias para aparecer en la segunda sala que habiamos investigado.

Todo parecía estar como lo habíamos dejado, la estatua con los ojos girando a toda velocidad. Sus rasgos pétreos seguian resultándome familiares pero por alguna razón no acababa de saber quien era. Seguramente la explicación era mucho más sencilla, aquella estatua tenia los mismos rasgos que otras humanas con las que me había cruzado y por eso me parecía conocida. Simplemente tenia dos ojos y una nariz tal como la tienen todos los humanos, decididamente feos. No se por qué te empeñas en transformarte en uno de ellos, ni siquiera tienen alas. Dejé a mi espalda la estatua para ojear bien el entorno y apresurar mis pasos hacia esas curiosas formaciones vegetales que me impedían el paso.

Escucho los pasos de Ivy, acercándose a mi posición y diciéndome que ha encontrado a mi enemigo mortal. La verdad que me pilla un tanto desprevenido cuando sus brazos me desenvuelven de esa prisión blanca  que huele a rayos. Mis dientes mastican algo, pero trato de igerirlo rápidamente para que no se de cuenta de lo que estoy comiendo, por su gesto diria que me ha pillado pero cosas de la vida me librado de su pregunta y yo de un buen sermón. Cuando tira la sábana contra la cama, suspiro aliviado al saber definitavemente que no se ha dado cuenta y la sigo hasta la habitación de las frutas podridas. -Esa sábana olía muy mal, digo dándome prisa para que no me deje atrás. Era un olor muy parecido al de las frutas-

Tras abandonar la habitación, paso cerca del arcón y me doy cuenta de que aún permanece cerrado. -¿No lo has abierto?. ¿Por qué? Me pregunto al pisar de nuevo suelo. Al instante mami dice que lo mejor sera probar el veneno que repelará las plantas que cubren una de las zonas de la entrada. De acuerdo, olvidemonos de más puertas, camas y porquerías de cofres cerrados por el momento-

En silencio y decididos nos movemos por el  estrecho pasadizo, hasta llegar a las enredaderas. Miro de reojo la estatua, pero me da repelús y aligero el paso hasta alejarme de su presencia, dejando atrás a Ivy y siendo el primero que se coloca enfrente de las gruesas enredaderas. -No lo sé. Me parecen.., divertidos los rasgos humanos. Digo, curioseando los movimientos de las enredaderas, como si hubieras detectado mi presencia. Podría intentar adoptar la forma de algo que te gustara más, aunque aún no se como hacerlo. Agacho un poco la cabeza por no saber hacerlo aún, intentando dar con la formula que me permita convertirme en algún animal o algún trasgo como los que hemos visto. Bueno, creo que es el momento de dar caza a estas plantas. Estoy preparado- Aparto a un lado los sentimientos de no poder utilizar mis formas alternativas a antojo, y fijo mis garras en el suelo, esperando a mami y al repelente.

No hay novedades en todo el trayecto. Todo sigue exactamente igual, quizá hubiera sido interesante que Roca estuviera por aquí, pero no ha sido el caso. La puerta que da acceso lal santuario está entreabierta - tal y como la dejaste al entrar -, la estatua, ya a vuestra espalda, sigue con sus ojos fijos, dejandoos con una sensación extraña a cada paso que os aleja de ella y por última la puerta que queda en el centro. Una puerta que no posee cerradura y que se mantiene cerrada y quizá protegido por algún hechizo ya que parece que la cubre un cierto brillo mágico. No hay nada que resulte novedoso en el lugar, salvo lo de la puerta o quizá se que al principio no te percataste bien de ese detalle.

En cualquier caso, las enredaderas siguen reotrciéndose unas con otras para fortalecer la entrada a lo que quiera que haya al otro lado. Tras percibir la aparición de Faer. una pequeña rama se despegan de las demás, como si diera un pequeño aviso de que ellas también están ahí y que no se moverán.

Como bien sospechaba se había agenciado algún cadáver de mamífero pequeño como aperitivo mientras registraba los bajos de la cama, pero el comentario a cerca del olor me paró unos segundos en los que la lagartija me adelantó con sus cortas patas ansioso por llegar ante nuestro siguiente reto. No deberías comerte cosas que huelen tan mal... en el fondo esperaba que su infalible olfato le hubiese ayudado a discernir si lo que estaba a punto de llevarse a la boca contenía algún tipo de veneno o solo estaba consumido y corrompido por el tiempo.

Al detenernos ante las plantas estas ya se apretaban y retorcían en un intento por parecer más pobladas e infranqueables. Con cuidado extraje el bote que contenía el repelente y se lo mostré a las hojas que tenía más cerca. Veis, hemos encontrado este pequeño frasco y creo que no os gusta mucho. Si os apartáis y no nos hacéis daño prometo no rociaros con el liquido interior. Si por el contrario os apretáis más o intentáis cualquier tontería tendré que ver cuan efectivo es. Faer me miraba con los ojos como platos al ver que conversaba tranquilamente con las enredaderas. Me aparté un paso de mi posición y di un ligero manotazo a la pequeña rama que se estiraba hacia nosotros. Que quieres, prefiero avisar que simplemente rociarlas sin más puede que sean razonables. Tironee nerviosa de mi capa mientras intentaba pensar una escusa mejor que no me hiciese parecer una loca.

Resoplando al fin esperé la reacción de las plantas mientras intentaba imaginarme al dragón convertido de nuevo en humano, supongo que los humanos no son tan malos después de todo, si te gustan supongo que podré acostumbrarme... dejé pasar unos cinco segundos antes de añadir una nueva condición. Solo por un rato claro. Aferraba con firmeza el frasco con el elixir esperando cualquier tipo de desligamiento en la telaraña formada por las sirvientas vegetales, solo debía esperar unos segundos para destaparlo y empezar a repartir gotas aquí y allá.

Me quedo apretando las garras, resquebrajando con ellas el mármol que me sostiene cuando Ivy saca a la luz de la luna que entra en el interior del santuario el frasco que apartara las raices de una vez por todas. La espera se me hace eterna, y cuando me doy cuenta mami está hablando con las plantas unos pasos por delante de mi. Lo que me faltaba.

Comienzo a imitar sus gestos y sus movimientos, incluso trato de plagiar el movimiento de sus labios como si fuera yo quien marcara el paso de su voz. La verdad que me ha soprendido bastante y al mismo tiempo me ha parecido gratificante ya que me permite burlarme de ella a su espalda. Mami se da la vuelta, pero está tan metida en la conversación que creo que no me ha detectado que estaba copiando sus gestos. Para disimular del todo le sigo el juego. -¡Eso, eso! y si no os apartáis os enfrenta..- Ella resopla, y la miro de reojo. Parece que no se ha dado cuenta.

Con una sonrisa de oreja a oreja me acerco hasta estar pegado a ella, rozando uno de sus gemelos como si de un felino se tratara. - ¡Eh...! se me escapa. ¡Espera!. Yo no puedo atravesar paredes... añado en susurros Pues vaya... digo al llegar junto a la pared por la que desapareció la planta que golpea Ivy. A lo mejor no quiere que vea lo que hay dentro... ¡A lo mejor es algo interesante!. Quizá debería... Aunque..... Mis ojos van de la pared de raíces hasta los de Ivy y regresan a la pared. ¡Bah! Seguro que no hay nada. Además, yo solo no podría levantar eso. ¿Donde andará Roca cuando se le necesita? Mmm... Bueno, lo que está claro es que no me voy a quedar aquí... Mmm, jo-

-Vamos mami, vierte el frasco- Digo retomando la posición y pensando donde se puede ecnontrar en estos instante el Sr. Roca.

El hada trata de tener una simpática conversación con las enredaderas. Pero estas digamos que no deben de entender el idioma de los dragones ya que cualquier ser que habita en el mundo no quiere ser castigado ni torturado de ninguna de las maneras. No hay otra opción. Entonces Ivy quita la tapa del víal y comienza a verter el líquido por todas las plantas que cierran la entrada a la sala número tres. Estas comienzan a chirriar como si un fuego les estuviera abrasando y quemando por dentro, al instante se retuercen y empiezan ha encogerse hasta adoptar una forma mucha menos amenazodora.

Poco a poco se empieza a mostrar la nueva ruta que se abre ante vosotros. Gracias a la marcha de las enredaderas se asoman unas escaleras del mismo material del suelo y bajan hasta un altar repleto de telerañas. Por los alrededores del mismo hay un resplandor naranja que hace posible que todo esto se puede apreciar con claridad, el resplandor realmente son antorchas "siempreardientes" situadas en sitios estudiados para que ilumine claramente la sala.

El altar esta echo de piedra oscura sobre la que anteriormente se celebraban rituales o rezos. Sobre el, hay tres cuencos de bronce, el primero con semillas, el segundo con flores y el tercero está vacío. Por el suelo hay un circulo formado por velas, de las cuales dos permanecen aún encendidas formando sombras en el techo.

El silencio tras el sufrimiento de las plantas es íntegro.

La constante compañía de Faer me hacia no ser consciente de lo que abusaba últimamente del idioma draconiano. Sin darme cuanta mi ridícula charla con las enredaderas había sido en el idioma equivocado, tal vez si me hubiese molestado en utilizar mi idioma, una lengua antigua y desconocida, la lengua de los pobladores del bosque, una mezcla de susurros y claros saltos de aguas cristalinas, el lenguaje de los que sentimos el movimiento de la vida en cada rincón. Pero era tarde y sus voces chillaban doloridas por el contacto del liquido del pequeño frasco. Era efectivo y poco a poco se iban retirando, pero no pude menos que lamentarme por aquellos tallos que solo cumplían los deseos oscuros de una malvada mujer.

Comencé a internarme entre las enredaderas sin soltar el frasco, los peldaños de las escaleras habían permanecido escondidos gracias al follaje enemigo, pero ahora simplemente se colocaban a su alrededor como bellos tapices naturales colgados de las paredes. El silencio consumió sus quejidos y mis resentimientos interiores hacia aquella humana despreciable. Secuestraba gente y engañaba, obligaba a las plantas a retorcerse y comportarse en contra de su naturaleza, torturaba y mataba sin piedad a unos pobres goblins que solo soñaban con algo mejor. Solo un humano podía ser tan retorcido y malvado, esos pensamientos eran los que me hacían recelar siempre de ellos, los humanos, y por esa razón no me gustaba que Faer los admirase como hacía, eran criaturas odiosas que podían acabar con su preciada inocencia y pureza.

Los objetos del altar esperaban en silencio, como las paredes, colocados sobre la fría roca con un primor inusual en aquel espacio. Mis ojos se posaron sobre todo meticulosamente antes de que un ataque de rabia hacia aquel lugar y lo que simbolizase se adueñase de mi. Mi puño se había cerrado entorno a la empuñadura de la daga que me había lanzado Roca. la fuerza de mis sentimientos me empujaban y con movimientos calculados me acerque al altar y con rabia deshice la figura que las velas formaban en el suelo. La cera se volcó en el suelo apagando la tímida llama que brillaba en dos de ellas. En el altar reposan dos ofrendas y un cuenco que espera ser llenado con otra más. Tomé los dos cuencos, el de las flores y las semillas, apretando los dientes subí los escalones y los arroje al interior del vestíbulo, esperando que se mezclasen y perdiesen así sus efectos contaminantes en la zona.

La caída de las semillas contra la roca del suelo provocó un sonido peculiar y ligeramente retumbante en el espacio de las escaleras. No había dicho nada durante todo el proceso y mi rostro debía ser una mascara de odio y furia. Atemperando mis propios sentimientos deposité los cuencos uno encima del otro en un escalón y miré algo más calmada a Faer. Lo siento, se que no debía haberlo hecho... de vez en cuando los sentimientos se apoderan de mi. No volverá a pasar.

En estos momentos no quería arriesgarme a un gesto cariñoso con él, si por algún motivo un día no entendiese mis actos y rehusase de mi compañía se que no lo soportaría, y por ese motivo reservé las ganas que tenia de sentir sus escamas contra la palma de mi mano y su nariz chocando contra la mía para serenarme y mantenerme firme en mi posición. Había reaccionado demasiado impulsivamente y eso podía acarrearme feas consecuencias, algo más pausada y acompasando mi respiración observé la nueva sala en busca de pasillos o pasadizos.

Al descender por las oscuras escaleras observé dos cosas, una, que no podia observar demasiado bien debido a la tremenda oscuridad, y dos, que el pasadizo liberado por las numerosas raíces descendia a un lugar mas ilumanido por luces mágicas. -¡Guau!. ¿Cómo hacen eso?. ¡Mira como brilla!. ¿Eso quiere decir que es mágico?- dije excitado. Bajaba tan rápido las escaleras que se me olvidó por completo que tenía las alas e incluso no me importaba en abosluto aterrizar al otro lado por rodar en las escaleras.

-¡Guau!- Cada vez estaba más alucinado por el juego de luces.

Cuando me giré para gastar mi emoción con Ivy esta tenía un gesto que pocas veces había visto, salvo aquella vez en que le escondí la ropa en el lago. Pero esta vez parecía que iba tan en serio que incluso la emoción que yo tenía en ese momento se había transformado por otra sensación completamente distinta. Deshizo el círculo de velas y mi reacción fué bajar las orejas y encogerme sobre mi mismo de inmediato, porque sentía miedo, miedo por si le había pasado algo y por si quería tomarse la revancha después de todas las burlas y bromas que le he echo a lo largo de estos cinco años. Me colé debajo del altar cuando ella estaba a menos de medio metro de mi, asustado. No creo que esucuchara lo emocionado que estaba mientras bajaba las escaleras, pues seguidamente cojío dos de los cuencos y marchó escaleras arriba, sola.

El miedo se iba yendo de un forma tan efímera que de pronto volvía a venir. Al llegar arriba arrojó los dos cuencos con fuerza, desperdigando las semillas y las flores. Los cuencos hicieron un ruidos tan estrepitosos que me obligaron a ir agachando la cabeza cada vez que rebotaba contra el suelo. Ella volvió a pasar por mi lado y yo solo pude pronunciar un débil ronroneo mientras me encogía de nuevo sobre mi mismo.

Miré los cuencos, las semillas, las flores y un nuevo ronroneo me salió al darme la vuelta para volver a bajar las escaleras y situarme junto a ella. -¿Ma... mi?- Pregunté con miedo - y a cierta distancia - por si era ella de verdad, o estaba siendo poseída por la bruja.

En otra ocasión habría tenido tiempo suficiente de explicarle lo que era una antorcha "siempreardiente", todos los objetos que estuviesen tocados por el halo de la magia le llamaban siempre la atención y hacían que su curiosidad chispease en sus ojos, pero esta vez la furia se había apoderado de mis actos y no había sabido comportarme como una madre comprensiva y preocupada. Las antorchas podían esperar a una explicación breve, pero yo no pude esperar para destrozar todo aquello. Observándome a mi misma desde fuera podía afirmar como otras veces que no era la típica madre comprensiva y preocupada, nunca lo había sido, y era normal, yo no era la madre de aquella criatura.

Las hadas no eramos madres de ninguna criatura, cuando sentíamos que nuestra esencia se apagaba poco a poco centrábamos nuestras atenciones en las crías de otras razas, normalmente élficas, para raptar una de ellas y enterrarla en las profundidades de los bosques. De aquel nido que preparábamos con primor volvería a surgir nuestra esencia primigenia reencarnada en un nuevo cuerpo, dispuesta a seguir con sus preocupaciones de antaño, dispuestas a defender aquello que considerásemos sagrados. Cuando tomé la decisión de cuidar a una cría como Faerhart lo hice llevada por la impulsividad, seguramente la diversión que me proporcionó imaginarme a mi misma como madre fue suficiente como para aceptar, pero el tiempo había pasado y mi contrato con ese maravilloso ser seguía en pie. Quizás debido a mi influencia Faer nunca sería un dragón como los demás, pero eso no me preocupaba demasiado, al menos tendría la satisfacción de ver cómo se transformaba en un dragón adulto, algo que le negaron antes incluso de que rompiese el huevo en el que dormía.

Su tímida voz, cortada por el miedo me sacó de mis pensamientos. Estaba enroscado sobre si mismo, con las orejas gachas y en sus ojos solo había terror hacia la figura en la que se centraba, mi propia figura. Pero también había una grieta de esperanza. No debes tenerme miedo Faerhart, pero debes entender que a veces mi naturaleza es más fuerte que la prudencia. Pocas veces utilizaba su nombre completo, pero pensé que la situación lo requería. Dominandome a mi misma flexioné una rodilla y quedé a su altura. Desvié los ojos de sus afiladas pupilas para mirar las antorchas. Eso es magia si, brillan siempre con ese tono anaranjado cálido y cercano, pero podrías tocas su llama sin miedo a quemarte. No pude evitar la tentación de la cercanía, con cuidado acaricié una de sus patas hasta las garras, se llaman antorchas "siempreardientes" porque su luz nunca te abandona, ni en la oscuridad más profunda.

Me levanté rápida para no caer en mi propio juego, acercándome al altar mucho más relajada que la vez anterior pasé mis manos por su superficie hasta detenerme en el botón que había descubierto por casualidad. He encontrado un botón era el momento de ganarme su confianza de nuevo ¿quieres apretarlo tu?

Siempre he creído que no tengo miedo a las dificultades, que no hay nada en este mundo que no me atreva a hacer. Hasta aquí bien, pero cuando crees que un ser querido puede estar poseido o algo así, empiezas a sentir un miedo completamente diferente, y eso aveces muestra la verdadera forma de ver las cosas e indica que siempre hay que estar preparado para sobrepasar cualquier obstaculo que se presente. Presto atención a las palabras de Ivy, y cada gesto y cada viruta de saliba que gasta al hablar me hace comprender y aclarar que, no solo es ella, si no también me enseña el verdadero carácter de mami. Un carácter que tenía escondido y que, como todo ser que habita en este continente lo tiene guardado en algún lugar de su persona. En ese momento he comprendido su comportamiento, aunque no entiendo del todo el porque su naturaleza le hace ser así, pero tampoco me importa por que yo la quiero, y la quiero tal como es.

Me fijo en las antorchas cuando ella clava una rodilla en el suelo y se coloca a mi altura. Su explicación hace que vuelva a sentir la emoción de hace unos minutos cuando bajaba por las escaleras para ver esa luces tan mágicas. -.. .. ¿Ni en la oscuridad más profunda?. Guau-  Me siento tan fascinado al darme cuenta de que es ella que me lanzaría para abrazarla, pero poco a poco con el tiempo he aprendido que Ivy es una criatura del bosque y también debe de tener su famila y otra gente a la que deseará compartir parte de su tiempo casi infinito. He pasado toda mi vida con criaturas así, y siempre he visto cosas de ellas que no dejan de sorprenderme.

Ella se vuelve y se coloca frente al altar. Me voy acercando mientras hablo -Entonces... no se muy bien como decir esto y probablemente para un adulto suene demasiado jovial, ¿cuando crezca y este en el país de los dragones nunca vendrás a verme?. La pregunta va con el tono más normal del mundo, justo después doy un brinco flexionando las extremidades para subirme a lo alto del altar y ver el botón que ha encontrado. Mmmm, vale-

Presiono el botón.

Ivy y Faer. se encuentran dentro de un santuario que aparenta guardar muchos secretos y tesoros. Han sido conducidos hasta aquí por un misterioso personaje conocido como el Sr. Roca. Dicho personaje ha sido raptado o secuestrado no sabiendo a ciencia cierta donde ha ido a parar su cuerpo. Los dos juntos tienen que buscar la manera de salir de aquí y parece que lo tienen todo a favor. Cuando Ivy quita los cuencos de su sitio unos pequeños pulsadores redondos aparecen en su lugar, tras unos minutos de charla y de acciones inesperadas decidís pulsar el pulsador que sobresale.

Tras presionarlo no ocurre nada, salvo que, un nuevo pulsador parece al lado de ese mismo, Faer. lo presiona y seguidamente aparece otro pulsador justo al lado mientras se esconde el que había pusaldo.

Algo raro ocurre, pero parece que cuando se presiona un pulsador aparece otro nuevo justo al lado.