Partida Rol por web

El sol empieza a ponerse por el oeste, lanzando sombras carmesíes por el paisaje desolado que se extiende ante vosotros. De acuerdo con las indicaciones de Anna, parece que las ruinas se encuentran en algún lugar hacia el noreste, un camino que transcurre junto a las laderas de las montañas Harikas. Hay un estrecho camino que sale de la cueva en dirección a las laderas.

Terminar de recorrer las cuevas artificiales, durante las que no dejé de advertir la presencia de vida natural en forma de roedores y arácnidos, así como alguna raíz luchando por abrirse camino hacia la vida, supuso un gran alivio para mí. Todo entorno natural formaba parte de mi mundo, pero debía reconocer que un cielo soleado o cubierto por las copas de los árboles suponía mi verdadero territorio, aquel que podía considerarse mi verdadero hábitat. Todo animal tenía el suyo, y por más que los hombres se emoeñasen en negarlo, seguíamos siendo animales en esencia. Mejores en algunos aspectos, pero peores en muchos otros.

En cuanto surgimos al exterior, detuve mi caminar y deposité mi mochila unos instantes en el suelo, abriendo mis brazos mientras mi rostro observaba el cielo con los ojos cerrados. Sentí la brisa en mi piel, meciendo mi cabello, y los rayos del sol devolviendo el calor a mi cuerpo. Aspiraba el aroma de la hierba y las flores, de los árboles lejanos, las montañas del horizonte. Y podía oír el hermoso canto de las aves.

Estaba en mi hogar, donde Chislev me recibía con los brazos abiertos.

Suspiré, desvelando una tenue sonrisa de alivio, y me agaché para recoger nuevamente mi equipo, junto a las provisiones que tan gentilmente nos había entregado la comunidad subterránea de Pashin, la... resistencia. Cargué todo a mi espalda y continué caminando, con actitud serena.

Seis jornadas de camino, habías dicho, ¿no es verdad, Anna? -Quise confirmar mientras caminábamos- ¿Hay algo acerca de ese trayecto que nos convendría tener en cuenta? ¿Accidentes geográficos destacables, territorios especialmente hostiles, o algo similar?

Anna no iba ligera de equipaje, pero se movía bien. Había comprobado que podía coger fácilmente su arco en caso de necesidad, y se había ajustado el carcaj tras la nalga derecha para poder tomar las flechas más rápido.

Chacales, principalmente, el mayor peligro que podríamos encontrar es una manada de chacales que nos ataque en la noche, pero si sabemos refugiarnos bien, ni siquiera eso.

Puedo acortar el camino - Alzó la mano señalando más allá del yermo - Si seguimos las montañas Harika, podemos encontrar bandidos que se refugian en las grutas o cuevas. Lo escarpado del terreno allí crea pequeños manantiales entre algunas grietas y en las grutas se ocultan los maleantes

Caminaba mientras hablaba Pero podemos llegar antes atajando si vamos a paso ligero y no teméis el riesgo

O dar un seguro rodeo y nos llevará unos seis días 

Naelathan nos guió hasta aquel pasadizo, demostrando un talante muy alejado del de Shaylin, que con tanta amabilidad nos había tratado desde el principio. Recorrimos aquel túnel durante cinco largas millas y terminamos dando con la puerta que daba al exterior, encontrándonos en una cueva al atravesar esta. La puerta desapareció fundiéndose con la roca, y en seguida pudimos comprobar al salir de la cueva que el sol estaba poniéndose. Una preciosa estampa ante la que no pude evitar sonreír.

Sin duda aquel viaje no sería sencillo, pero esperaba tener la ocasión de ver paisajes tan hermosos como el que en ese momento teníamos en frente. Me había detenido un instante a observarlo, pero no había sido la única en parar, dándome cuenta de que Lobo Blanco también lo había hecho. En seguida retomamos la marcha por aquel estrecho camino, que por lo que nos había dicho Anna transcurría junto a las laderas de las montañas Harikas.

El druida quiso confirmar los días de viaje preguntando a la guía sobre ello, para después preguntar sobre lo que podíamos encontrarnos durante el trayecto. Anna en seguida nos informó de que los chacales podían ser nuestro mayor problema en aquella ruta, aunque ni siquiera estos le parecían una gran preocupación. Tras ello sugirió una forma de atajar, para lo que hacía falta caminar a paso ligero y seguramente enfrentarnos a algunos bandidos.

- Lo de ir a paso ligero… No creo que pueda ir más rápido. – compartí algo avergonzada, sujeta a las asas de mi mochila mientras caminaba por detrás del resto. – Ya llevo más peso del que debería… - expliqué, antes de mirar a Anna para hacerle una pregunta. - ¿Cuántos días nos ahorraríamos así?

Cuando lleváis un par de horas andando y charlando por el tórrido desierto veis a lo lejos una nube de polvo que se mueve rápidamente hacia vosotros. Cuando la nube se aproxima más conseguís distinguir que se trata de un grupo de cinco caballeros negros montados sobre caballos. Comprendéis claramente que su actitud no es amistosa cuando comienzan a desenvainar las cimitarras.

Apenas llevábamos un par de horas caminando por aquel árido territorio, tan abismalmente diferente al entorno que yo acostumbraba a llamar hogar, y el peso del equipo y las provisiones que tenía que portar conmigo ya comenzaba a ser todo un lastre para mí. Superaba, por poco pero lo hacía, el peso que solía cargar con cierta facilidad, y eso convertía la ruta en algo más cansado de lo que debería. Sin duda, una bestia de carga nos habría venido bastante bien. Después de todo, un simple vistazo alrededor dejaba claro que no era el único forzando el límite de sus fuerzas.

Sin embargo, una nube a lo lejos nos dejó claro que no estaríamos solos mucho más tiempo. Pensé, o tal vez deseé con esperanza, que se tratase de una simple caravana que compartía nuestro camino. Sin embargo, una vez se fueron acercando más y pude divisarlos con mayor claridad, identifiqué sus armaduras y las espadas que desenvainaban.

Ni mucho menos eran amistosos.

Supongo que sería una necedad confiar en que existe una salida no violenta a esta situación, ¿no es así? -Comenté sin apartar la vista del horizonte, al tiempo que dejaba caer al suelo mi mochila, masajeándome los hombros para desentumecerlos- Eso creía...

Aquellos hombres cargarían a lomos de sus bestias, y eso suponía un grave inconveniente. No había recibido de Chislev ninguna bendición en aquel día que pudiera corregir ese desequilibrio entre nosotros, al menos no directamente. Pero sí me había bendecido con el don temporal de la fiereza con que afrontar aquel desigual combate.

Pero debía aguardar al último instante...

Anna caminó junto a Kairi, si hubieran podido subir a la superficie hubiera comprado una mula, que bien vendría. Echó un vistazo a Okodar, y de nuevo se giró hacia Kairi - Sí, es un camino pesado, Okodar parece fuerte y musculoso, ¿crees que llevaría parte de nuestro peso?

Si atravesaramos esas montañas por sus laderas podríamos ahorrar dos días al paso actual, tres si fuéramos más ligeros

Miró con desinterés la nube de polvo, tal vez algún bichejo del desierto que andaba levantando polvareda al no tener nada mejor que hacer - La pendiente no es grande, aunque como digo, algunas tribus nómadas se detienen por allí, por lo que podemos encontrar bandidos

La figura de los jinetes se dibuja entre la nube de polvo - Anda mira, hablando de los reyes de Solamnia, aquí aparecen los nómadas, tal vez puedan llevarnos por un pequeño precio.

Pronto el destello de las armas desenfundadas alerta a algunos de nosotros - Vaya, parece que son hostiles, que raro

Por último se vislumbró las ropas negras de los jinetes oscuros - ¡No! ¡Enserio! Acabamos de salir de la ciudad, ¿No se supone que deberían venir a cobrar un paso o algo? ¿Porqué diantres desenvainan las armas? No lo entiendo

Anna Marie buscó a su alrededor un arbolucho o roca tras la cual refugiarse para no recibir la embestida directa del caballo y sacó su arco y enarcó una de sus flechas para comenzar a apuntar - No Lobo Blanco, parece que no vienen a preguntar a qué precio se vende el kilo de higos en Pashin

Conforme los jinetes se acercan, por el rabillo del ojo Anna Marie vió a Lobo Blanco conjurando - Isssh.... magos, odiaba a los magos. - Para seguidamente transformarse en un lobo - Oh dios.... cuantísimo odiaba a los magos

Cuando creyó que podía alcanzarles soltó la primera fecha, se devió desviar más de veinte metros - Ha sido el viento - Excusó a quien estuviera cerca, el relinchar de los caballos ya era audible, solté la segunda flecha que atizó en el torso a uno de los jinetes - Dos flechas, ya estoy perdiendo dinero - Refunfuñó Anna, para guardar su arco y desenvainar las espadas de mala gana

 Me apresuro a subirme a una de las dunas del desierto, con el fin de que puedan cargar directamente contra mí, y a continuación me dispongo a usar sobre nuestros atacantes el hechizo de Dormir...

Ante mi comentario de que no podía aligerar el paso, pues ya llevaba demasiado peso, a Anna se le ocurrió que Okodar podría llevar parte de nuestra carga; preguntándome si este accedería a ello. Sin duda el semiogro podría llevar más carga que nosotras con facilidad, aunque no sabía cuanta; en cualquier caso, no me gustaba la idea de pedirle algo así. Sin embargo, a la guía no parecía darle vergüenza alguna, a pesar de estar cobrándonos por sus servicios. Tras ello dijo que eran dos días de camino los que podríamos ahorrarnos, tres si aumentábamos la velocidad de nuestro paso.

- Supongo que llevaría parte de nuestra carga si se lo pedimos, que no te engañe su fiero aspecto, pero no me gustaría que cargara con nuestras cosas si no es absolutamente necesario. – respondí a la muchacha. – Tendremos que decidir entre todos qué hacer respecto a tomar ese atajo.

Llevábamos alrededor de dos horas caminando cuando vimos una nube de polvo a lo lejos. Venía en nuestra dirección, pero en un comienzo no le di mayor importancia, pensando que tan solo sería otro grupo que como nosotros, aunque con la fortuna de contar con monturas, viajaba por el árido lugar.

Sin embargo, al aproximarse pude darme cuenta no sólo de que se trataba de un grupo de Caballeros Negros, sino de que estos parecían dispuestos a cargar contra nosotros. Me detuve en seco, quedándome muda un instante, mientras algunos de mis compañeros dejaban también claro que se habían percatado de lo que se nos venía encima.

- Parece que no tenemos elección... - musité ante las palabras de Lobo Blanco, quitándome la mochila y dejándola a un lado.

La violencia siempre era el último recurso para mí, pero lamentablemente había ocasiones en las que no quedaba otro remedio. Todos comenzaron a prepararse para la llegada de los caballeros, y yo también lo hice. Me arrimé a un lado del camino, dispuesta a hacer uso de una de las habilidades que Mishakal me había concedido aquel día. Canalizaría a través de mi mano su infinita bondad, abrumando así a aquellos que se empeñaban en hacer el mal.

Cuando el grupo de jinetes estuviera la suficientemente cerca, llevaría mi mano hacia delante, abriendo esta y dejando que aquel hechizo se dirigiera a ellos. Tras ello podría ya tomar mi escudo y mi maza, preparada para atacar cuando fuera necesario.

El gran Semiogro se situó delante del grupo, adoptando una posición defensiva. Dispuesto a soportar el primer enviste de los caballeros. Era el más fuerte del grupo y su deber como “macho alfa” del grupo era defender a los más débiles.

Los caballos comenzaron a acelerar el paso a media que se acercaban levantando una impresionante nube de polvo. Entre el tronar de los casos se escuchó las ordenes que el líder daba en voz en grito. ¡Nada de prisioneros! ¡Solo buscamos sus objetos! ¡A LA CARGA!

Cuando el grupo de caballos y jinetes se situó al alcance del arco de Anna, varias flechas volaron. Solo una impacto en uno de los jinetes. La flecha se clavó con saña en el antebrazo de este, haciéndole soltar por un momento las riendas cayendo del caballo.

Otro de los caballos comienza a decelerar el paso poco a poco, a pesar de los esfuerzos de su jinete por mantenerlo al trote, hasta que cae lentamente sobre uno de sus costados atrapando parcialmente a su jinete. Al parecer el conjuro del túnica blanca ha dado resultado.

Los tres jinetes que llegan hasta los aventureros atacan contra Okodar y Lobo Blanco, que son los dos más adelantados. A pesar del ímpetu de la carga, los jinetes fallan sus golpes.

Uno de aquellos jinetes dejó bien a las claras las intenciones que traían, si es que su carga armas en mano no había sido suficientemente clara. No se planteaban siquiera dejar supervivientes, como aves de rapiña buscando alimentarse de la carroña. No, más bien como depredadores que cazaban sin intención de alimentarse, segando vidas sin necesidad alguna, de forma que traicionaban el orden natural de las cosas.

No podía maldecirles en voz alta, pero el gruñido que brotó de mis fauces fue el equivalente a una maldición en nombre de Chislev, mi patrón.

Tanto Anna como Anubis dieron buena cuenta de dos de ellos aprovechando la distancia que aún debían recorrer hasta alcanzarnos. No los habían abatido, pero hacerles caer de sus caballos era un primer paso para ello, y nos hacía ganar tiempo. De los tres restantes, dos de ellos cargaron contra Okodar, seguramente debido a su prominente tamaño, mientras el otro intentaba de forma igualmente infructuosa abatir al lobo en que me había convertido. A decir verdad, me alegré de que eligieran sus blancos de aquella manera, dado que el semiogro y yo parecíamos los mejor adaptados al combate directo, cuerpo a cuerpo.

Y ahora era nuestro turno, y sus elecciones nos dejaban en buena posición, como manada, la forma más natural de trabajo en equipo que la naturaleza había creado. Era hora de demostrarles quién estaba en lo más alto de la cadena alimenticia. Tomé impulso y me dispuse a abalanzarse sobre el jinete que había intentado convertirme en su presa, dispuesto a darle una dentellada.

Los jinetes no tardaron demasiado en darnos alcance, o más bien parte de ellos, y es que los ataques de la montaraz y el mago habían provocado que dos de ellos cayeran.

Dejé escapar una tenue sonrisa al comprobar que la magia de mi diosa había funcionado. No se trataba de algo que pudiera apreciarse a simple vista, pero gracias a Mishakal sabía que aquel hechizo había funcionado, y que ahora sería más difícil para aquellos hombres atentar contra el Bien.

Quienes cabalgaban hacia nosotros trataron de atacar a Lobo Blanco y Okodar, sin éxito, tras lo que me dispuse a atacar a uno de ellos; viendo cómo el druida se abalanzaba en forma de lobo hacia otro de los jinetes.

Llevé mi maza hacia atrás mientras me cubría con mi escudo, queriendo coger impulso para alzar mi arma por encima de mi cabeza y asestar un golpe certero a aquel malvado jinete; esperando poder tirarle del caballo y quitarle las ganas de continuar con aquella tropelía.

¿Qué otra cosa podía hacer? Había sido contratada como guía, pero ellos no habían sido contratados como sus guardaespaldas, no tenían porqué protegerla, ni ella porqué luchar por ellos. No obstante aquellos jinetes negros le atacarían a cualquiera de ellos, y Anna pensó, que esos mercenarios no iban a dejarla tirada si ella era el objetivo del ataque.

Hagamos de tripas corazón - Afianzó las espadas en sus manos. Llevaba una fina chaqueta de cuero, que seguro no podría parar ningún golpe, y se mostró insegura cuando al final cargó con un gritito contra el jinete al que Kairi había atacado - Yiiiiiiiiiaaaaa - Pero los pies se enterraron en terreno arenoso, haciendo trastabillar a Anna, y dejando que el golpe de espada acabara con la punta en el suelo para tratar de mantener su propio equilibrio
 

 Me concentro en otro de los jinetes y me dispongo a realizar un hechizo de Proyectil másgico, confiando en herirlo lo suficiente, por lo menos, para ayudar a mis compañeros cuando le toque enfrentarse a él. Además, con suerte, el impacto podría servir para derribarlo del caballo y obligarlo a luchar en tierra...

El gran ogro se movía con dificultad en la arena después de estar acostumbrado a combatir en la ciudad, y calculaba mal los golpes.

Otro de los jinetes cayó al suelo gracias al proyectil mágico del mago, el único que llego a dar a alguno de los jinetes negros. Kairi fue la que se acercó más a golpear a uno de los jinetes, si hubiera querido dar al caballo lo habría conseguido, igual que Okodar. Los caballeros negros eran igual de malos, o faltos de entrenamiento, como los aventureros ya que tampoco consiguieron ningún impactar sobre el grupo.

Las tornas del combate habían cambiado radicalmente. Antes un grupo de cinco jinetes atacaba a un grupo de cinco desarrapados que caminaban por el desierto, en principio los cinco jinetes tenían todas las de ganar. Pero ahora, solo dos jinetes continuaban sobre sus monturas. El líder de los caballeros valoro la situación. ¡Retirada! Hay que informar de la posición. Dijo sabiamente, seguramente basándose en algún dicho popular del tipo “El cementerio está lleno de valientes”.

Mi intento de abatir a uno de aquellos jinetes había quedado en eso, un mero intento fallido. Incluso el más diestro depredador precisaba de varios intentos al día para obtener una presa con la que alimentar a sus cachorros. Aun así, la frustración del intento fallido era tan intensa en esa bestia natural como lo era en mí. Por suerte, el jinete había resultado igualmente errado en su intento de devolverme el golpe, y su acero había pasado lejos de mi pelaje lobuno, por lo que la contienda continuaba abierta.

O eso creía yo, al menos. Con un grito de retirada, los jinetes se batieron en retirada. Miré a mi alrededor, descubriendo cómo se había desarrollado aquel enfrentamiento, algo a lo que no había podido prestar atención por estar concentrado en mi parte. Tres de los cinco jinetes habían sido descabalgados, uno de ellos además demasiado aturdido como para huir con sus compañeros, que no dudaron en dejarle atrás.

Un lobo habría luchado con unas y dientes por proteger a un miembro heridos de su manada.

La contienda había tocado a su fin, y nos había dejado un prisionero. No dudaba de que no tardaríamos en saber más acerca de aquellos que había huido, quienes parecían dispuestos a informar a alguien, a buen seguro regresando con mayores fuerzas. Quizás, medité mientras me ponía en pie, recuperando mi forma natural de nacimiento, aquel hombre que se había quedado atrás a nuestra merced podría arrojar luz sobre la identidad y fuerzas de aquellos que ponían en riesgo nuestro viaje.

A pesar de mis esfuerzos, no logré dar con la maza a aquel jinete, dándome cuenta de que mis compañeros tan sólo habían logrado derribar a otro de estos. Aún quedaban dos en sus monturas, pero no tuvimos tiempo para el contraataque, anunciando el que parecía el líder la retirada.

La mayoría del grupo huyó, dejando atrás a un compañero que parecía aturdido. Tal era la maldad de aquellos hombres, que ni siquiera tenían compasión por uno de los suyos.

- Habrá que buscar una ruta alternativa. – apunté en voz baja, en previsión de que los Caballeros Negros podían regresar.– Quizás deberíamos hablar con él. – añadí mirando brevemente al jinete que permanecía en el suelo cerca de nosotros. - Pero no parece seguro hacerlo en mitad de la senda. ¿Lo apartamos del camino? – sugerí, buscando alrededor alguna zona cercana en la que poder pasar desapercibidos.