Partida Rol por web

La situación se estaba volviendo muy complicada alrededor del bardo mientras este extraía los viales de Aceite de Acetes.

Por el lado bueno, Rudolph también había llegado ya, y tanto él como Ulrich estaban luchando, ahora ya sí, a favor de ellos. Navief y Lirio apoyaban en la distancia.

Por el lado malo, el Abad había recuperado su compostura y, para redondear el asunto, un ser monstruoso y grotesco asomaba por el linde del claro.

¿Qué demonios es esa cosa? Mierda mierda, date prisaaa... -pensó nervioso Edgar.

Con precisión quirúrgica para no quemar a Denia, fue vertiendo el aceite del vial sobre el grillete que atenazaba su tobillo izquierdo. El grillete comenzó a humear y un agujero en la superficie del metal fue haciéndose progresivamente más grande. En seguida el artilugio se abrió y tintineó sobre la losa del altar.

Ulrich y Denia pudieron ver con sorpresa cómo los grilletes que retenían los pies de la muchacha anclados al altar chisporroteaban, siseaban y se abrían como por arte de magia, un par de patadas enérgicas liberaron a la joven sobre el altar definitivamente.

Libre por fin, Denia decidió ayudar a sus compañeros, la aberración que había surgido entre los árboles le asqueaba y repugnaba de una manera que no era capaz de explicar y se convirtió en el blanco de su ira. Volvió a extender su mano murmurando y pidiendo la purificación de lo que era impío.

Un nuevo rayo de fuego como el que había calcinado al cultista salió en dirección al monstruo vegetal, certero, alcanzó su objetivo y, aunque tal vez no hubiera transpasado su armadura, prendió en llamas sagradas en un fogonazo que hizo chillar a sus mil bocas.

Navief sentía un odio natura por aquella cosa, una aberración que pervertía todo lo que le era querido y natural. Había dedicado mucho esfuerzo a aprender cómo derrotar a aquello que amenazaba la naturaleza y nunca había encontrado nada que lo hiciera tanto como esa cosa. No perdió tiempo y avanzando ligeramente para ganar mejor ángulo, superado el altar y con margen entre los dólmenes, descargó un par de flechas con rabia.

Las saetas volaron certeras a puntos especialmente vulnerables, a juzgar por cómo los rugidos de rabia del monstruo volvieron a crecer tras templarse al empezar a remitir las llamas que le envolvían cuando los aguijonazos alcanzaron partes blandas difíciles de ver en la maraña de corteza y vegetación descontrolada.

Uno de los monjes ciegos pudo escuchar a Rudolph apresurarse hacia el abad, por lo que se lanzó en una patada voladora contra él de forma sorprendentemente certera, por suerte no podía ver el punto exacto dónde golpeaba y la parte trasera del peto del caballero aguantó el impacto sin apenas combarse.

Dos de los otros vagaban buscando algo de los muchos sonidos que les confundían pero otros dos consiguieron seguir el movmiiento de Ulrich rodeándoles y atacaron a ciegas, uno persiguiéndole y el otro, astuto, esperando a su vuelta para descargar un sinfín de golpes sin precisión ninguna pero ninguno llegó a hacer más que campanear con su armadura pesada.

Al ver llegar al hijo de Shub Niggurath, Ludwig empezó a reir como loco, balbucenado amenazas, loas e insensateces. Con ojos brillantes se fijó en Rudolph nada más llegar y, sin perderle de vista en ningún momento, con un buen juego de pies, comenzó a conjurar.

-"Túmbate" - le ordenó con una voz reforzarda por la magia.

Contra todo pronóstico la aberración alienígena no se lanzó a un combate convencional. Con una furia sin sentido y desmedida se lanzó a una orgía de destrucción, machacando todo el claro bajo su mole gigantesca.

Comenzó lanzándose contra Lirio, sin que los dólmenes fueran más problema de lo que serían para ellos parterres de flores. Una vez que dejó la posición que la ninfa ocupaba bajo su mole viró hacia el altar, el monje que pululaba por allí debió adivinar lo que pasaba en el último momento, pues se giró chillando hacia la mole que se abalanzaba sobre él antes de desaparecer bajo la maraña y dejar detrás sólo un manchón de fluidos y tejidos machacados. También la estatua de hielo se convirtió, silenciosa, en pequeños fragmentos tras ser engullida.

Ulrich pudo ver en primer plano cómo Rudolph y Denia desaparecían también bajo la inmensa mole. Sólo le quedó el gusto de ver el miedo en los ojos del abad cuando, en el último segundo segundo, fue consciente de que el ser no le tenía el más mínimo respeto, engulléndole en su masa igual que a los demás. Sólo sus gritos de dolor evidenciaban que seguía vivo. entre las ramas que hacían de patas de la monstruosidad.

Fuese lo que fuese Lirio, estaba claro que no era ni una mujer ni una elfa. Cuando la mole fue hacia ella pareció tardar en reaccionar, pero en el último momento se echó rodando justo al lado del menhir caído de forma que la cosa pasó por encima de la gran piedra, pero sin tocarla a ella. La reacción fue tan rápida que casi no pudieron ni verla. Cuando la cosa terminó de pasar, se movió alejándose de ella y con un gesto de una mano, otro rayo cayó sobre aquella aberración.

Por un momento estuvo a punto de decir algo, seguramente amenazante, pero cerró la boca al ver que Denía quedaba debajo de la mole.

El del escudo brillante sintió el golpe de un pie desnudo en su espalda, aunque la solidez de su coraza evito que recibiera algo de daño. Olvidando por un momento a quien lo había atacado fijó su mirada en el abad y escucho su voz.

Para su sorpresa, casi sin darse cuenta, al escuchar su orden mágica se dejo caer al suelo, siguiendo sus instrucciones incluso contra sus propias inclinaciones - ¿Que, como? - el mismo caballero se sorprendió de su acción y sacudió la cabeza sin terminar de aceptar lo que estaba pasando.

Sin embargo su sorpresa aumentó aún más al ver que la enorme masa se le lanzaba encima y casi en forma refleja elevó su espada larga, consiguiendo que el filo de su arma cortase, por lo menos, algunos de los zarcillos del enorme grupo de ramas que le pasaba por encima.

Problemente fue ver como la salvia brotaba de la extraña criatura lo que eliminó la extraña sensación de temor. El caballero se puso de pie con su arma en su mano y el escudo en la otra y atacó con toda su fuerza a quien lo había tumbado solo con sus palabras - No os volveré a hacer caso - le replicó al ya herido abad mientras movía su arma con fuerza, buscando acabar con la maligna criatura de un único golpe - El mismo mal que habéis convocado os daña, y mi arma completará la tarea - insistió mientras trataba de convertir en hechos sus palabras

Envueltos en la maraña de la monstruosidad, los compañeros no pudieron ver claramente lo que ocurría; aunque sí cómo tras las palabras de Rudolph los gritos de dolor del abad se cortaban en seco.

El caballero, decidido a acabar con el invocador, que como él, estaba enredado siendo aplastado por las ramas y vegetación  en que se apoyaba la aberración, atravesó su cuerpo con el filo de San Bonifacio, a pesar de que estaba protegido por una coraza, poniendo fin a su sufrimiento bajo el retoño de su diosa pagana. El mismo filo había cortado uno de los tentáculos que la maraña agitaba sin ton ni son en su precipitada carrera, sin duda algo fuera del alcance de un arma que no hubiera sido bendecida.

El caballero pudo ver con horror como aquella criatura parecía tragar todo lo que a su paso se encontraba. Aquella aberración sedienta de sangre y destrucción no tenía miramiento alguno. Pero fue cuando alcanzó el lugar dónde se encontraba Denia que su horror tornó en preocupación al ver a la muchacha ser engullida por la criatura.

-¡Nooooo! ¡Deniaaaa!

Gritó el caballero golpeando con toda la fuerza que fue capaz en el momento, intentando buscar a la muchacha en el interior de la maraña.

Ulrich avanzó, apresurado y preocupado por el destino de la Santa, aunque su espada también había sido bendecida con Santos Oleos, su ímpetu y el deseo de determinar el destino de Denia cuanto antes tiño de imprecisión su esgrima y ni siquiera la fuerza de sus ideales le permitió atravesar la cobertura leñosa de la aberración.

Atrapada como estaba entre las ramas de aquella cosa, pues no sabia muy bien como llamarla, nunca había visto nada parecido y sin duda la Madre no había creado esa cosa. Todas sus sospechas se hacían realidad, nunca debían haber ido a ese lugar, ya se vio durante el camino que no había nada bueno en ese santuario, que sin duda había sido profanado. De algo si estaba segura, no era ella a la que debían purificar.

Se horrorizo al ver a Sir Rudolph tan atrapado como ella, por suerte no veía a ninguno más de sus amigos, sabia que Edgar había estado muy cerca de ella, pero esperaba que hubiese escapado, pocas opciones le quedaban ahí abajo, pero como siempre pensando más en el caballero que en ella. Alargo la mano, pues sabía que podía llegar a tocar a Sir Rudolph y conjuro, resistencia de oso, sabía que era el único que podría sacarla de allí y si no la sacaba por lo menos, hiriese a la criatura de gravedad para que no pudiese hacer mucho más mal.

-Sir Rudolph confío en vos para que matéis a este engendro, con la ayuda de la Madre- dijo sin más, después de conjurarlo.

Denia había danzado entre las ramas que atronaban el suelo, evitando cada pisada a pesar de permanecer debajo de la maraña en todo momento, sin perder de vista ni las patas ni los tentáculos de rama preñadas de bocas, conjuró una bendición sobre Rudolph.

El caballero más joven pudo sentir cómo su vigor crecía casi hasta el límite de lo humano, en el pasado había recibido la bendición de Dios por parte de sacerdotes de batalla y aquello era muy similar, tal vez más primitivo, más natural, se le ocurría que la diferencia entre esas magias similares en efecto era como comparar la vida de Cristo con la de los Cardenales actuales.

Con alivio, la voz de Denia llegó a los de fuera, amortiguada por la maraña bajo la que había quedado. No parecía débil ni herida y conversaba con Rudolph aunque resultaba difícil entender lo que decía. A Ulrich le pareció que le daba su bendición, pero no pudo estar seguro de los detalles.