Partida Rol por web

La reacción del monje pilló algo sorprendido al guerrero, pues aunque quizá visto desde fuera el monje pensase otra cosa diferente, el celo del caballero por encontrar a la elfa y darle su merecido le hacía ser incapaz de verlo de otra forma. Dejando de lado al monje de forma intencionada le dijo:

-Volved a intentar tocarme y tendréis serios problemas para volver a utilizar esa mano durante un largo tiempo. Tenéis dos opciones, o venir con nos y descubrir a quién pertenecen las huellas que se internan en el bosque. Dijo señalándolas. O dejadnos hacerlo a nosotros mismos. 

-En ambos casos, os advierto que ni se os ocurra tocarme de nuevo, por muy devoto de Dios nuestro Señor que seáis.

La ira del guerrero era tan evidente y su necesidad de encontrar a sus acompañantes tan grande que habría sido capaz de casi cualquier cosa. Sin mucho más ordenó a su compañero:

-Sir Rudolph, adelantáos y encontrad a la elfa, traedla de vuelta viva o muerta. Evitad que perturbe el ritual sea como sea.

Dijo esperando una respuesta del monje. Si persistía en sus golpes le haría frente para permitir que su compañero alcanzase el objetivo dispuesto a franquearle el paso de ser necesidad.

Sorprendido por la reacción del monje, su velocidad y, fundamentalmente por el hecho de que hubiera roto su voto de silencio, el del escudo brillante asintió a las palabras de su compañero y avanzo por la senda del bosque, intentando mantenerse alejado del gritón.

Mientras avanzaba, desenvainó su espada y la presentó en su dirección mientras le comentaba a su compañero - No se suponía que habían hecho un voto de silencio? Ten cuidado. Esto es muy extraño, que monje olvidaría sus votos por cualquier motivo - lentamente rodeo a ambos y avanzó unos pasos, manteniendo el filo de su arma firmemente apuntada en su dirección

- Estás seguro que realmente es un hombre de Dios? -

Rudolph había alcanzado el bosque, por lo que estaba fuera del alcance de carga del hombre, dentro de un terreno por el que ni un jabalí se aventuraría a correr, so pena de hacerse tiras no sólo la piel sino la misma carne.

Gritando como un poseso, el monje se alejó de Ulrich con un requiebro:

-"¡¡No!! ¡Nadie puede pasar! ¡¡Nadie!!" -

Alcanzó a Rudolph, dispuesto a que no entrase más en el bosque, con el gesto roto de furia y rabia le dio un puñetazo, tan rápido y certero que el templario no alcanzó a defenderse, como habría pasado con cualquier patán que tratase de golpear a un hombre de armas equipado. Su puño superó sus defensas y sólo la habilidad esquivando del jóven evitó que el monje golpeara su armadura; no podía afirmar con seguridad que eso le hubiera roto el puño, como sería normal: el golpe había silbado junto a su pecho como la piedra de una honda.

Decidido a no dejarse avasallar el caballero respondió a la violencia recibida, su golpe era directo y sencillo, perfectamente certero al corazón, convencido de que semejante exhibición de pericia haría huir al mamarracho, pero éste se mantuvo con ojos de loco decidio a vencer un combate imposible. El Filo de San Bonifacio le atravesó como si fuera una manta puesta a secar al sol, retirandose tinto de sangre y acallando su voz para siempre.

Al otro lado del edificio auxiliar, las carreras de los demás monjes eran perfectamente visibles.

Muy dentro del bosque, con bastante ventaja, parecía que podía distinguirse el brillo débil de un pábilo; pero por lo demás todo estaría como la boca de un lobo, si no fuera por el brillo del escudo de Rudolph, que no era un faro de virtud como habitualmente, sino lo justo para que se viera bien... un par de árboles más adentro. Tres metros, en el mejor de los casos. Viendo eso tal vez hubiera que replantearse que esa luz fuera un mero pábilo.

Ulrich podía ver perfectamente aún, gracias a la luna gigante en el cielo, que parecía jugar a hacer fila con siete estrellas que había por encima de ella.

Avanzaban casi a ciegas, no en cada paso, perfectamente iluminado por la luz de Edgar, pero sí en general puesto que su magia luminosa, tan buena o mejor que una antorcha, no penetraba más de tres o cuatro metros aquella maraña vegetal excesiva y oleosa.

Navief estaba convencida de ser capaz de mantener la dirección, cuando alguna vez dudaba Lirio confirmaba las direcciones por pequeñas pistas de la vegetación que aún podía distinguir y reconocer.

Pero apenas se habían internado medio centenar de metros, lentos por la dificultad del camino y el rastreo, pudieron escuchar gritos en el claro. Distiguieron la voz de Ulrich y otra desconocida, parecían discutir y resonó un grito de agonía. Había movimiento en el bosque. Les seguían, y el rastro que dejaban algunos era claramente distinguible en aquel bosque antinaturalmente crecido, sin un centímetro libre; debían apresurarse si no querían tener más retrasos antes de encontrar el ritual.

Sir Rudolph miró el cuerpo del monje y se reprocho a si mismo - Solo me defendí. No quise que... - Respirando profundamente miró a su compañero y le propuso - Lo hecho está hecho. Acompáñame y esperemos que esos que vienen por allí no intenten la misma locura -

Acomodando su escudo para que iluminara el caminó dio los primeros pasos mientras insistía en su idea original - Sigo pensando que es muy extraño que rompiera su voto de silencio para alertar a sus compañeros. Y tambien lo es que me atacara así, sin analizar el riesgo que estaba corriendo. Vio que tenía el arma en la mano y que pensaba defenderme y sin embargo... no lo se. NO se parece a ningún monje que haya conocido antes -

- Los monjes han debido advertir nuestra fuga y han atacado a los caballeros para impedirles seguirnos. Saben que si ven el ritual se darán cuenta que no es nada relacionado con el Dios de la Cruz sino que los monjes son seguidores de lo que quiera que sea que causa la corrupción y van a intentar corromper a Denia. Espero que no lleguemos tarde.

Al ver caer el cuerpo inerte del monje, los ojos del caballero se abrieron desmesuradamente:

-Por los clavos de Cristo... murmuró de forma espontánea ante lo sucedido. Observó la cara de su compañero y se dió cuenta que él también era consciente de la situación. Había que actuar con prontitud. Miró hacia atrás intentando valorar el tiempo del que disponían antes de que el resto de monjes llegasen hasta ellos.

Se giró de nuevo hacia su compañero y le dijo:

-Avanzad, Sir Rudolph y detened a la bruja. Yo me encargo del monje. Sobre todo tened presente que el ritual ha de realizarse. No lo pongáis en peligro y evitad que los hagan esos tres insensatos.

Seguidamente se acercó al cuerpo del monje e intentó arrastrarlo al interior del bosque. Antes o después se descubriría el cuerpo, pero si era más tarde que pronto, quizá le diese la oportunidad al joven caballero de interceptar a los tres miserables.

Ulrich camufló ligeramente al monje, que había muerto unos cuantos metros dentro del bosque, pero enseguida se dio cuenta que sus dotes para seguir eran insuficientes, si perdía de vista a Rudolph tal vez no fuese capaz de encontrar a los perseguidos ni el ritual.

Dudaba que con sus habilidades pudiera hacer mucho por esconder el cadáver demasiado y los monjes, muy rápidos, debían estar ya rodeando. Internarse era mejor estrategia, quedarse arrastrando al muerto sería lo que, con seguridad, llamaría la atención de los perseguidores.

Los perseguidos, por su parte, ya no le eran visibles. Aunque probablemente sí lo eran para su compañero.

Los tres se dieron tanta prisa como podían siguiendo las ideas de Navief, por suerte acabaron siendo válidas y, aunque seguían siendo perseguidos, encontraron un sendero que mostraba claramente que un grupo numeroso había pasado recientemente. A partir de ahí el camino era más sencillo, aunque tenían que ir en fila de a uno.

Una luz aún mayor que la de la luna les hizo detenerse y volver al sigilo. Efectivamente había un gran claro unos metros más adelante. Desde la linde observaron la situación, valorando.

Había un círculo de ocho dólmenes bastante cerrado, sería complicado pasar entre dos de ellos, aunque no imposible. Cada uno estaba custodiado por un monje, con su túnica encapuchada, rezado y, sobre todo, cerrando el paso. Dentro del círculo esperaban otros cuatro monjes, formado un círculo interior, con los brazos en alto y cantando una letanía.

En el centro del doble círculo habían un altar de piedra negra, sobre el que estaba Denia. El obispo estaba a su lado, con una daga de plata dirigida a la luna, que estaba perfectamente enfilada con siete estrellas, probablemente desde la perspectiva de Denia la daga, la luna y las estrellas formaban una línea continua. El clérigo dirigía el ritual, cantando las loas y salmos en una lengua desconocida.

El resto de monjes sólo repetía una parte del ritual, en alto, una sola frase - la única medi inteligible que arrancaba del bosque ominosos crujidos como en respuesta.

-"Ia Ia, Shub-Niggurath. Ia Ia, Madre de todo lo que crece, Madre del bosque infinito. Ia, Madre del Millar de Retoños."
 

Lirio se sentía, a la vez, enferma y repugnada y atraída. Allí estaba el origen del daño a su Valle Profundo, en aquel lugar, más que en ningún otro se manifestaba la fuerza que arrebataba a Gaia su creación, que tomaba su control. La nueva diosa que la llamaba y exigía que se entregara a ella y una nueva era de crecimiento, la nueva Era de la naturaleza sin lugar para el Humano.

Denia sabía que aquello no estaba bien y que tampoco acabaría bien. Trataba y trataba de liberarse, pero las cadenas eran férreas. El ritual seguía, con Ludwig hablando de forma ininteligible y los monjes respondiendo con el mantra que sí entendía y que hacía temblar el bosque cada vez con más insistencia.

Las estrellas se habían alineado con la luna y, cuando el clérigo levantaba la daga, Denia podía ver una línea, como una carretera de plata en el cielo. Y algo al final de ella, dispuesto a atravesarla y llegar allí. Algo horrible que hacía chillar de miedo, locura y desesperación a su misma alma.

No pedir ayuda podría salvar a sus amigos y protectores pero empezaba a preguntárse cuántos sufrirían si ella moría allí.

- Es una secta maligna y corrupta, no son monjes cristianosy la van a matar. Navief, ve a buscar a los caballeros, que no se pierdan. Edgar, no me mires ahora o quedarás ciego... -Ordenó Lirio antes de salir al claro y enfrentar al conjunto de monjes de forma que todos la pudieran ver claramente.

- ¡EN EL NOMBRE DE DIOS YO OS ORDENO DETENEROS. NO LA MATARÉIS BASTARDOS SECTARIOS ADORADORES DE UNA DIOSA MALIGNA! -les gritó con una voz que parecía sacada de la misma Gaia, potente como si fuese un millar de gargantas, hermosa como el trino de un millar de pájaros; al tiempo que con la mano se sacaba su ramillete de flores. 

Y los monjes pudieron verla como era, una ninfa, con una belleza arrebatadora, con el poder exuberante de la misma Gaia, resplandeciente como si el mismísimo sol hubiese bajado de los cielos allí delante de ellos. Un ser de poder desbordante que les exhortaba con una voz autoritaria y temible.

La voz de Lirio resonaba en segundas y terceras voces, retumbando, como si parte del bosque hablase con su voz. Pero su impresionante exhibición sonora quedó amortiguada cuando los árboles a cierta distancia contestaron con chasquidos y quebramientos que hacían latir el suelo.

Sabiendo ya claramente que el ritual no era lo que parecía, forcejeo como buenamente pudo, estando inmovilizada con los grilletes. A lo lejos escucho a.. ¿Lirio?, no estaba muy segura de si era o no Lirio, pero no dudaba que la elfa pudiese sacar esa voz de la misma tierra, por lo que supuso que Navief y Edgar no andarían muy lejos, quizás entre ellos y los caballeros... si podrían con los monjes, además no podían dejar que llegase a la tierra esa cosa tan aterradora que vio, así que haciendo acopio de las pocas fuerzas que le quedaban forcejeo con los grilletes y a la misma vez grito todo lo alto que pudo para que los caballeros la oyesen.

El caballero intentó al menos alejar el cuerpo del monje del lugar. No era su intención esconderlo, más bien que pasase desapercibido o al menos retrasase a los monjes, que al llegar al lugar no encontrasen nada de forma inmediate y sacasen rápidas conclusiones. Esperaba que la oscuridad de la noche ayudase a ello.

Viendo como la luz de Rudolph se iba desvaneciendo, el caballero echó un último vistazo antes de avanzar tras él. Si le perdía estaría perdido. Maldita gracia del destino.

Ante las palabras de su compañero, Sir Rudolph trató de olvidar lo que había hecho y se internó en la espesura, utilizando su escudo para rastrear las huellas del grupo que lo precedía.

Sin embargo, la concentración necesaria para realizar esta tarea le impidió adelantarse a la velocidad que hubiera querido, por lo que esperaba que su compañero pudiera alcanzarlo antes de encontrar al grupo de los que habían sido sus compañeros y ahora... y ahora parecían haberse convertido en sus problemas

Lirio parecía tener un plan, pero Edgar tenía otro. Denia estaba en un claro peligro y él se encontraba en disposición de socorrerla, así que era su inmediato deber.

Trae a los caballeros, amiga mía. Y no te asustes por esto -dijo a la exploradora. Pasando la mano en plano por delante de su cara, mientras decía unas palabras cargadas de poder-. Aóratos- Edgar desapareció de la vista justo delante de Navief. La ninfa ya avanzaba hacia el claro así que no percató de ello.

Oculto a las miradas comunes, Edgar abandonó el bosque y avanzó hacia el círculo de dólmenes. Dada la advertencia de Lirio, decidió no jugársela en duelo contra su curiosidad innata, que de seguro le haría mirar en el momento inapropiado, y avanzó en lateral hacia otro de los accesos al interior del círculo que no estaba custodiado. De esa forma, ponía un dólmen entre la ninfa y él, resguardando su integridad de los efectos que Lirio pensase desatar sobre esa escoria.