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La sombra del Norte

Capítulo 7: Los días en Ilmaryen

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17/05/2020, 12:17
Director

Exhaustos, magullados y afligidos, la dama Melyanna y los restos de la caravana de Eresgal habían logrado coronar el último de los cerros y ahora descansaban desplomados en el suelo o aferrados a lo carros, aún manando sangre por sus heridas que se entremezclaba con la suciedad del camino y el agua de la tormenta. Habían estado apunto de morir defendiendo la caravana de carretas de un enemigo que les superaba en número y que había ido mermando sus filas hasta llegar casi a destruirlos. Muchos amigos y compañeros de viaje habían caído, pero la intervención de los jinetes había sido crucial para salvarles a ellos.

Cuando los jinetes remataron a los enemigos que quedaban con vida huyendo del lugar, la formación dio media vuelta y se dirigió de nuevo a su encuentro, levantando gran cantidad de barro y agua del suelo. Ascendieron la colina y ocuparon la zona alrededor de ellos. El líder del grupo, aquel jinete alto de reluciente armadura, se adelantó al grupo y se liberó del yelmo. Era un hombre joven, de apenas veinticinco años más o menos, pero ya lideraba con mano firme aquel grupo de jinetes y también pudieron comprobar que infundía respeto entre los guardamontes que habían viajado con ellos, incluso en Eresgal, pues sin duda lo habían reconocido de inmediato. Se trataba de Faramis Eketta, nieto de la baronesa que les había dado cobijo en Fornost y prometido de la dama Melyanna.

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17/05/2020, 12:29
Faramis Eketta

Faramis descendió del caballo de un ágil salto y se dirigió a Eresgal y le dio un abrazo. Estaba aliviado de que su mano derecha estuviera a salvo, aunque le horrorizó ver la gran cantidad de bajas que había entre los hombres que había enviado para servirle de escolta a la dama Melyanna.

-Eresgal, escuchamos vuestro cuerno cuando regresábamos de patrullar los cerros del este. Me alegra que estéis bien, aunque me apena ver tantas bajas. ¿Dónde está... errr... Melyanna? -Entonces se percató de la presencia de Dimrod. -¡Dimrod! Es bueno verte de nuevo.

El gigantesco joven estrechó la mano de Dimrod con un entusiasmo casi doloroso. Sus ojos se encontraron al fin con los de Melyanna, la muchacha con la que debía casarse, que a su vez le devolvió la mirada a la heroica figura, incluso aquellos que no lo conocían pudieron adivinar que aquel joven era Faramis Eketta.

-Mi señora, habéis, errr... crecido. - El hombre sonrió timidamente y se enrojeció disculpándose con una voz profunda y aterciopelada. -Lo siento, tonto de mí. No esperaba que viajarais más allá de Fornost, o como máximo hasta Bareketta. Pero estoy olvidando que estáis heridos y agotados. Venid y descansad, estamos a apenas unos minutos de Ilmaryen.

A través del agua que caía con fuerza por la tormenta, y las nubes oscuras que cubrían todo, el grupo pudo ver la alta torre de Ilmaryen, esperando al fin su llegada.

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18/05/2020, 10:58
Gramj Haïa

El enano tiró atrás su capucha, tras guardar su "artillería". Tenía que ayudar al compañero que escoltaban, para que fuera atendido de sus heridas, pero, realmente el gesto extraño en su forma de ser, no fue por eso, sino, más bien, por buscar a su hermano. Thund era el único nexo que le quedaba con sus orígenes por allí, y quería conservar aún este trato. Y si ha caído, tendría que... movió el bigote a lado y lado un par de veces, intentando espantar la idea de ser el último enano en esta compañía.

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22/05/2020, 16:49
Aeth Umbradacil

Cuando los jinetes se presentaron como aliados, por fin Aeth bajó la maza y se dejó caer hasta el suelo para descansar. Estaba herido y extenuado. Si se lo hubieran permitido se habría quedado dormido allí mismo, pero les recordaron que el lugar no era seguro y tenían que moverse; al menos la perspectiva de no estar lejos de su destino era alentadora.

Con no poco esfuerzo el dorwinrim se vendó las heridas, subió a su caballo y se dejó llevar, gruñó un par de veces cuando le dirigieron la palabra, pero no tenía fuerzas ni para replicar, ni para cuestionarse el momento tan oportuno en el que habían llegado sus salvadores. Mejor sería llegar a un sitio donde pudieran reponer las fuerzas, y luego ya verían qué hacer.

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28/05/2020, 20:04
"Aceroamargo"

El alivio llego en forma de refuerzos. Estaban salvados. Tras recomponerse y recuperar el resuello, el gondoriano se acerco a sus compañeros. Había habido muchas bajas, y por ello su rostro se mostraba taciturno. El cansancio no ayudaba a dibujar una mejor cara, el combate había sido muy duro.

Aceroamargo comprobó que Melyanna estaba bien, y conoció a su prometido. Era el que dirigía al pequeño ejercito que había logrado rescatarlos, un tipo apuesto y elegante, que lograba sonrojarse ante la presencia de su amada. Desde fuera era tierno, aunque no le pegaba a todo un noble de aquel porte. De alguna manera, lo acercaba a la plebe.

No tardaron en ponerse rumbo a Ilmaryen, no estaban lejos y allí estarían a salvo. No tardaron en vislumbrar su torre. Era alta y muy recia, estaba sobre una colina. Desde su almenado tejado, podría verse una gran parte del terreno que lo rodeaba. Su visión transmitía tranquilidad.

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01/06/2020, 22:33
Menorath

Menorath suspiró aliviado. Lo primero que hizo fue alzar la vista hasta las copas de los árboles y sonreír al reconocer la distante silueta de su compañero Dîn. Lo segundo fue ayudar a los heridos como podía, cargando con ellos o atendiéndoles con sus escasos conocimientos. Por último, buscó con la mirada a Aeth. Se alegraba de que el mercenario todavía siguiese vivo. Le había visto en el campo de batalla, luchando como un lobo acorralado que defiende a su manada.

Por supuesto, también lamentó las pérdidas. Los guardabosques que habían caído aquel día eran hombres y mujeres valientes. Habían luchado con honor.

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04/06/2020, 19:14
Director

Los restos de la caravana, emprendieron la penosa marcha hacía Ilmaryen con un sabor agridulce en la boca. Pues debían de confrontar la alegría de estar vivos con el amargo dolor de haber perdido a tantos compañeros. Cargaron a muertos y heridos como pudieron y se dirigieron escoltados por la caballería de Faramis Eketta hacía la ciudad de la alta torre, Ilmaryen, que en el idioma de los elfos significaba "la casa que nunca será Hogar", una fortaleza de dura piedra que se alzaba en una colina y de la que destacaba una alta torre circular.

Cuando los viajeros desmontaron finalmente frente a la muerta de la torre, advirtieron la gran estatura de Faramis, algo superior a los dos metros. Ancho de hombros y estrecho de cintura, bajó a Melyanna de su caballo sin esfuerzo aparente y llamó a algunos sirvientes que rápida y eficientemente se pusieron manos a la obra atendiendo a los heridos, llevándolos al barracón hospital y descargando las mercancías que aún quedaban en las carretas.

Moviéndose entre el barullo apareció una mujer norteña de pelo rubio, de unos cuarenta veranos, con un niño de pelo pajizo en su cadera. Se acercó a los viajeros y saludó con una reverencia a Melyanna.

-Bienvenida, señora. Soy Fimalcá, la ama de llaves. Si tenéis la bondad de seguirme os mostraré vuestra habitación. Si no fuera por la urgencia de los heridos, estoy seguro de que mi señor bien os enseñaría el camino. - Cuando la mujer se giró para guiar a la dama y a su, ahora más reducida escolta, otra mujer de mirada distraída se aferró al brazo de Fimalcá, mirándola a los ojos y encontrándose con un movimiento negativo en la cabeza de la ama de llaves. -Lo siento, Antiri. Él no está, no ha venido con ellos. - La cara de la mujer se arrugó antes de salir corriendo hacía las habitaciones. Menorath la pudo reconocer, era la madre de uno de los guardamontes que había caído luchando junto al grupo.

-Me temo señora, - dijo Fimalcá intentando cambiar de tema,- que la torre es casi un laberinto. Si necesitáis algo o queréis ir a alguna parte llamad y un sirviente os atenderá.

Fimalcá abrió la puerta de una enorme habitación iluminada por una ventana y una lámpara. Estaba bien amueblada, y tras la rejilla del hogar crepitaba una agradable hoguera, aunque en la parte más alejada de la habitación se sentía algo de frio. Con unas palabras de gratitud, Melyanna se lanzó hacia la cama y dejo caer en ella, quedándose dormida en el momento en el que su cabeza se posó sobre la fría y dura almohada. Matha quedó con ella, acostándose en junto a la dama y quedando igualmente dormida, pues tal era el cansancio que acompañaba al grupo tras el largo viaje, el mal tiempo, y la frenética huida.

Mientras Fimalcá, Matha y la dama Melyanna se dirigían a los aposentos de la dama, Eresgal acompañó al grupo al interior de la torre, buscando el refugio de la lluvia. Ante la saturación del barracón hospital, algunos heridos del ataque reposaban allí, entre ellos se encontraba Dimrod, herido en el hombro y el enano Thund, quien tenía una fea herida en la tripa y la pierna colocada en una postura que hacía indicar que se la había roto. Pronto les llegaron noticias de que Aular, el otro superviviente del grupo a excepción de ellos, había fallecido durante el viaje. Varias mujeres sanadoras intentaban curar de forma convencional a todos los heridos, aunque apenas daban a basto.

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20/06/2020, 20:49
Menorath

El grupo de Melyanna había quedado visiblemente mermado. Aunque Menorath apenas había conocido a un puñado de ellos, verlos en aquel estado así le llenaba de congoja. Había pasado los últimos días de viaje reflexionando sobre la última batalla y en cómo las cosas podrían empeorar si subestimaban a sus enemigos.

Tras un paseo por las murallas, se encontró con Eresgal, con quién deseaba intercambiar unas palabras.

Mi señor —saludó, con una torpe pero respetuosa reverencia—. Debo haceros una confesión. Vos me confundisteis con otro la mañana en que nos conocimos. El verdadero Sakâdor era un compañero en Fornost, pero no pudo acudir a la llamada del resto guardamontes se hallaba indispuesto. No quise contradecirle porque me resultó divertido, pero después de lo ocurrido… Preferiría que, si alguien fuese a recordar mi nombre cuando mi sangre y mi cuerpo no sirvan para otra cosa que alimentar la tierra, sea con mi verdadero nombre: Menorath, hijo de Mengalad, hijo de Mendaguir. Es un honor poner mi espada a su servicio.

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22/06/2020, 11:55
Gramj Haïa

Gramj acompañó a Thund en todo momento, desde que le alojaron en esta enfermería-barracón. Sabía que los enanos eran duros, él mismo era uno, pero, también sabía que las heridas que no se curaban bien, daban problemas toda la vida. Por eso, y por la simple compañía de alguien de su raza, permaneció a su lado, por si quería o necesitaba cualquier cosa, por nimia o simple que pudiera parecer. Allí estaba, en silencio, cabizbajo, más cerca de dormirse que de estar alerta; pero a poco más de un palmo del congénere herido.

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22/06/2020, 12:18
Eresgal

Menorath temió que, ante aquella sorprenden confesión, Eresgal fuera a procurarle algún castigo. Pero el veterano capitán, cansado y dolorido hasta el hueso más recóndito de su cuerpo, simplemente le tendió la mano para estrecharla con firmeza.

-Menorath, hijo Mengalad, hijo de Mendaguir; habéis luchado con honor y valentía. Que tu verdadero nombre sea recordado.

Eresgal había tenido la suerte de no sufrir heridas graves en el combate, aunque sí tenía varios cortes que precisaban atención antes de que se infectaran. No obstante, Eresgal rechazó cualquier intervención hasta que no se hubiera tratado a los heridos de mayor gravedad. Lo que no pudo rechazar fueron los odres de agua que se repartieron entre todos los presentes junto a un trozo de pan y una escasa ración de embutido. Mientras esperaban, para hacer más amena aquella situación se puso a contar historias, principalmente referidas a Ilmaryen.

-Pertenece a la cadena de fortificaciones de las Quebradas del Norte, -les explicó, - la cual cierra el paso a las fuerzas angmareanas provenientes del Oiolad y de Rammas Formen. Actualmente Ilmaryen es casi una ciudadela sitiada: padece un estricto racionamiento, la guarnición es menguada por los ataques que sufren las patrullas y el ganado es guardado en su interior de noche. Las otras fortalezas como Ilmaryen que guardan la línea del Norte están en la misma situación. Aún se ve, de noche, la señal concertada de supervivencia en las dos fortalezas vecinas: un fuego en el techo, a medianoche. Eso casi no significada nada. Ambas fortalezas están muy lejos de Ilmaryen y ese punto naranja en la noche podría significar que han sido tomadas y quemadas. - Dijo fiel a su pesimismo habitual. -Ilmaryen es, en estos momentos, una isla.

Eresgal tomó el trozo de embutido y le dio un buen mordisco, estaba algo duro así que lo regó con agua después, volvió a morder otro trozo y continuó hablando con la boca llena.

-De una guarnición completa de 150 efectivos, Faramis cuenta ahora con 50 soldados y 30 labradores, además de 40 mujeres, ancianos y niños a los que proteger, los cuales actúan en su mayor parte como sirvientes. El segundo al mando es Thangon, un hombre taciturno pero valiente y leal. Después estaría yo, un par de sargentos y el resto de soldados rasos. Filmacá, a quien habéis conocido antes, es la ama de llaves, se encarga de coordinar las tareas de los establos y cocinas, mientras aquí nuestra dulce Melebrian, -dijo señalando a una joven curandera que se encontraba atendiendo a los heridos,- dirige al grupo de sanadoras. También tenemos un herrero y un bardo, por si cualquiera de los dos os puede servir de algo.

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24/06/2020, 03:13
"Aceroamargo"

La llegada a la imponente fortaleza, fue bienvenida por todos. Lo cierto era que todo aquel esplendor quedaba apagado por unas condiciones extremas de racionamiento y de un estado muy cercano al asedio. Aun así aquella magnifica torre representaba un rayo de esperanza en la oscuridad de la noche.

Animado, a la par que físicamente destrozado, se interno en el salón principal para sentarse cerca del fuego y comer lo que buenamente le ofrecieron. Mientras mascaba el pan, algo duro ya, y un pequeño pedazo de carne curada, dejó que le echasen un ojo a sus heridas. No eran muchas, su escudo y su armadura habían cuidado de el, pero bajo su cota los morados y alguna pequeña laceración resquemaban su piel.

No podía dejar de escuchar a Eregal, siempre disfrutaba de una buena historia, estaba dispuesto a aprender de semejante maestro. Aceroamargo estuvo atento a la historia del la fortificación, de como formaba parte de una cadena de defensas dispuestas para detener el avance del enemigo desde el norte. No le gustó la negatividad del guardamontes, pero no dijo nada, se limitó a analizar la cantidad de efectivos y recursos que había en aquel lugar. Pudieran no parecer muchos, pero dentro de aquellas murallas, podría aguantar cualquier envite. Sin embargo, el gondoriano sabia que aquel no era su cometido. Tenían que cerrar filas con las vecinas Oiolad y Rammas Formen, hacer batidas, mandar efectivos, y aquello ponía en peligro la propia supervivencia.

Taciturno, quedo pensativo. Cuando todos se fueron retirando, el soldado simplemente se recostó en un rincón e intento dormir. Intranquilo, cerro los ojos para descansar.

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09/07/2020, 18:04
Director

Durante la noche, los personajes y los escoltas supervivientes descansaron en el barracón hospital mientras escuchaban como la fuerte lluvia golpeaba los postigos de las ventanas. La calidez y el bienestar que proporcionaban las hierbas que Melebrian quemaba en unos cuencos metálicos se colaba en sus pulmones y les permitía respirar mejor. Las hojas que utilizaba la curandera eran Athelas, la Hoja de Reyes, a la que ella llamaba HojaGris por el color que tomaba al quemarse. Al modo típico de las casas de curación de Minas Tirith quemaba las hierbas en cuencos a lo largo de la habitación, logrando que todos recuperasen el beneficioso humo.

Despertarían poco antes de comer, al día siguiente, tras pasar una noche en la que habían tenido sueños agradables durante más tiempo del acostumbrado. Eresgal ya se estaba preparando. Los cuidados y el hecho de respirar el humor de las hierbas le había hecho mejorar bastante rápido, al igual que todos ellos, pero seguía igual de pesimista con respecto al futuro que les esperaba. Guió al grupo subiendo la torre hasta el sexto piso, donde se encontraba el comedor. Allí, los soldados, algo más alentados por haber recibido las nuevas provisiones que escoltó el grupo, charlaban animadamente. Eoden les hizo una señal desde una de las alargadas mesas donde un hombre servía cuencos con sopa y carne. El racionamiento se imponía, aún a pesar de las llegada de los carromatos.

Notas de juego

Os recuerdo que podéis subir de nivel.

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12/07/2020, 00:56
"Aceroamargo"

La noche trajo consigo mas lluvias, el agua golpeaba sin cesar las contraventanas cerradas, y podía oírse como caía fieramente sobre el tejado del barracón. En contraposición al exterior, dentro del edificio se estaba muy cómodo. Había muchos camastros, y muchos soldados, trataban de recuperarse en ellos de la heridas sufridas. Aun así el fuego de las chimeneas y pebeteros, reconfortaban cuerpo y alma de aquellos que inhalaban su humo. La hoja de reyes le traía a Aceroamargo el recuerdo de la ciudadela blanca. Sus casas de curación tenían impregnado aquel aroma, allí no solo las quemaban, si no que las usaban en vigorizantes vahos y ungüentos. Al despertar, se sintió completamente recuperado.

Eresgal los llevó hasta el comedor cuando llego la hora de comer. Allí los soldados devoraban un sencillo plato de sopa con carne pese a que las carretas de provisiones habían llegado, parecía que el panorama se veía tan mal, que el racionamiento continuaba. Se fueron a sentar en una de las mesas, cuando vieron a lo lejos a Eoden, les estaba llamando para indicarles donde les darían de comer.

Recibieron su cuenco, y se acomodaron en la mesa, allí pudieron charlar distendidamente. Al gondoriano le hubiera gustado ver a Melyana, e incluso a Matha, desde su llegada a la torre no había tenido oportunidad de hacerlo. 

- ¿Dónde esta Dimrod? - pregunto tras un buen rato al rohir. - ¿Qué será de nosotros ahora? - quiso saber.

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12/07/2020, 13:29
Aeth Umbradacil

Ya se encargaron otros de hacer las presentaciones pertinentes, y no pasó mucho tiempo antes de que la dama Melyanna les dejase a su suerte, algo que se estaba convirtiendo en una costumbre tras su llegada a una ciudad nueva. La noche pasó sin novedad, más allá de proporcionarle tratamiento a los heridos; Aeth nunca había visto aquella forma de llenar una habitación de humo, pero aunque al principio le dio dolores de cabeza, al levantarse al día siguiente tenía que reconocer que el cansancio había desaparecido por completo.

La llamada al rancho le pareció muy temprana, pero lo cierto era que estaba hambriento. El dorwinrim estaba de mucho mejor humor de lo que era habitual en él, hasta que contempló la mísera ración que les sirvieron; por un momento echó de menos a la sirvienta mediana de Melyanna y sus platos de comida caliente.

Finalmente la conversación pareció torcerse hacia lo que estaba por venir, y sin pensarlo dos veces se unió a ellos. - A mi también me gustaría saberlo, quedarnos en tierra de nadie no formaba parte del trato. - comenzó con aquélla forma suya de expresarse sin remilgos - Con esos ataques de orcos y angmarianos tan cerca... hasta que alguna caravana esté dispuesta a irse de aquí, estamos atrapados. -

Notas de juego

En cuanto terminen las conversaciones y haya una oportunidad, paso por el herrero.

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14/07/2020, 01:05
Menorath

Tras meses de las gachas que apestaban a moho de Fortnost, aquellas raciones le supieron a un manjar. En general, Menorath se sentía bastante afortunado en un sentido gastronómico desde que había decidido unirse a Eresgal. Ahora le tocaba devolverle el favor continuando con sus órdenes, por lo que continuó echándole un vistazo a la escolta de Melyanna, tratando de ponerse al día con sus integrantes y dedicándoles palabras de ánimo por los compañeros perdidos.

Cuando el tal Aceroamargo preguntó por Dimrod, el guardamontes decidió pegar la oreja, expectante.

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16/07/2020, 17:12
Dimrod

-Está aquí mismo, a tú espalda. - Dijo la voz de Dimrod que llegaba con un brazo en cabestrillo a la mesa donde se encontraba el grupo justo cuando Aeth exponía sus quejas en voz alta. Al contrario de lo que pudiera parecer la mirada del eriadoriano no fue de reproche hacía Aeth, sino de comprensión. Con algo de esfuerzo se sentó en la mesa donde todos se encontraban y les miró con una sonrisa apagada y distante.

-Habéis demostrado ser la mejor escolta que ha servido para la dama Melyanna. Habéis luchado con honor y valentía. Os puedo jurar que ayer pensaba que moriríamos todos en el campo de batalla, y los Valar saben que hemos sido afortunados, aunque por desgracia no podemos hablar por todos los miembros de nuestra comitiva. Las perdidas de nuestros amigos son una punzada en mi corazón más dolorosa que esta herida de mi hombro. Nunca olvidaré su sacrificio, y lo honraré en cuanto me sea posible hacerlo.

Dimrod tragó saliva, visiblemente afectado por las perdidas de los compañeros de la comitiva. Después suspiró y continuó hablando.

-Dentro de dos días partirá un pequeño grupo con enfermos y heridos de vuelta a Fornost, buscando la protección de la ciudad y alejándose del frente de batalla. He estado hablando con Thund, que como ya sabéis se encuentra todavía en la enfermería con la pierna rota, y muy a su pesar ha decidido marchar con ellos para recuperar su pierna. Si alguno de vosotros quiere marcharse, esta es su oportunidad. Yo me mantendré junto a la dama y seguiré sirviéndola mientras el cuerpo me aguante. Si decidís quedaros mantendré las mismas condiciones que teníamos en nuestro contrato, si decidís iros os pagaré lo que os debo.

Notas de juego

Hago extensible la propuesta de Dimrod al grupo de jugadores. Durante los últimos meses hubo muchas bajas en la partida y soy consciente de que el ritmo ya no es el que era. Por eso si queréis dejar la partida podemos darla por finalizada en este punto, si preferís seguir pues continuaremos como estamos.

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01/08/2020, 13:38
Aeth Umbradacil

Aquél Dimrod tenía la curiosa habilidad de aparecer en el momento menos indicado, como cuando estaba criticándolo, pero aquél encuentro fue tan curiosamente apropiado que no hubo espacio para la vergüenza.

- Por mucho aprecio que tenga a ese enano cabezota no voy a volver con él, gracias. Una caravana de enfermos y heridos es una a la que tendría que proteger, no una que me proteja a mi. Además, ya es tarde para salvar esto. - agitó en respuesta el muñón izquierdo con el que cargaba desde hacía tiempo. - Arriesgaré mi suerte quedándome aquí, pero os advierto que no tengáis esperanzas en dejar de escuchar mis quejas. -

se calló por un momento y dio un largo trago a su bebida, esperando a ver si Dimrod añadía algo más, pero el silencio se alargaba, de modo que insistió un poco más - ¿Cual es el plan para el futuro? Algún motivo tendría la dama pelirroja para venir, y no creo que esta sea su idea de relajarse en una casa de veraneo. -

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13/08/2020, 18:33
Dimrod

-Continuar protegiendo a la dama. - Dimrod extendió la palma de la mano del brazo que no tenía en cabestrillo y miró a los ojos de Aeth. -Sinceramente, no sé cuál será el siguiente paso, nuestro cometido era traer a Melyanna junto a Faramis y lo hemos conseguido, pero dadas las circunstancias y el mal que se cierne sobre esta ciudad tan cercana a la peligrosa frontera angmariana, la dama necesitará más protección. Por el momento sus planes son pasar tiempo aquí con Faramis, y después viajará a un lugar más seguro.

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03/09/2020, 12:08
Isten

Durante la comida, mientras charlaban con Dimrod, un joven se acercó hasta ellos presentándose como Isten, el escudero de Lord Faramis. Era un muchacho que rondaba la veintena, y pese a que su señor apenas tenía unos pocos años más que él su posición como escudero era bastante respetable y capaz de granjearle buenas simpatías y un futuro muy prometedor a sus más que seguras aspiraciones como caballero.  
-Mi señor les espera en la biblioteca. También a vos, Menorath.

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03/09/2020, 12:17
Faramis Eketta

La biblioteca de la ciudad era una sala redonda cuyas paredes estaban cubiertas por estanterías cargadas de libros de todo tipo, desde compendios sobre la historia y los blasones del Reino del Norte hasta listas de purificaciones y otras artes curativas. Había varios sillones de color granate y un pequeño atril junto el que se encontraba Faramis, quien les invitó a sentarse en los sillones.

-Bienvenidos a Ilmaryen. - Les dijo tras ofrecerles algo de beber. -Las circunstancias excepcionales de vuestra llegada no nos dejaron tiempo para un recibimiento adecuado. No obstante, lo primero que me gustaría es pediros perdón por la casa en Fornost. Mi madre la odia, pero odia aún más a mi abuela. - No era de extrañar. Todos tenían presente el recuerdo de la desagradable baronesa.

-¿Estáis descansados? Sé que ha sido un viaje duro. Pero Aranarth habla maravillas de vosotros. El Príncipe os tiene en muy buena consideración. - Faramis mantuvo una sonrisa que se fue diluyendo poco a poco hasta que finalmente desapareció y rostro tomó una tonalidad sombría. -La situación es poco esperanzadora. Los mapas nos dicen que tenemos pocos puntos aquí en el Norte desde donde resistir. Ah, eso me recuerda que debo decirle a Eresgal que afile vuestras armas y las prepare.

Faramis parecía estar haciendo tiempo, finalmente supieron para qué. Alguien llamó a la puerta de la biblioteca. Eran Melyanna y Matha.

-Ah, justo a tiempo. Mi señora, necesito que me acompañéis. -Con una mirada hizo extensible la invitación al resto del grupo.

Cerca de la biblioteca había una escalera que descendía hasta una planta subterránea donde se encontraba la bodega. Estaba repleta de barriles de vino y barricas de otros licores, además de estanterías con botellas diversas. Al fondo de la bodega, pudieron ver un mosaico que representaba a un agricultor vendimiando, Faramis presionó una de las teselas sueltas del mosaico y eso reveló la presencia de una puerta escondida. Siguiendo el desagüe por un camino hasta sumergirse en un pequeño bosque donde los árboles dejaban espacio a un estanque junto al que descansaban una docena de caballos y varios paquetes que contenían, según les explicó después el propio Faramis, todo lo necesario para un posible viaje.

-Debéis usar este túnel cuando todo se convierta en horror y muerte. - Dijo con gesto grave. -No me cabe duda de que las fuerzas del Rey Brujo querrán este enclave para sí, y llegará el momento, no muy tardío, en que logrará tomar la torre de Ilmaryen. Si por desgracia llega ese momento y os encontráis aquí, señora, tomad a vuestra escolta y huid por aquí. Será la única salvación. Llegad a Fornost e informar de que en Ilmaryen no queda alma con vida.

Un largo silencio siguió a las palabras funestas de Faramis. Melyanna movió la boca para hablar, pudieron adivinar por lo mucho que la conocían ya que iba a protestar sobre tales indicaciones y preocuparse por la vida de Faramis, pero el capitán la atajó.

-No digáis palabra alguna al resto. Mantened el secreto. Temo que pueda haber espías en el interior de nuestros muros.