Partida Rol por web

La espada corta de la ladrona zamoria se cuela entre las junturas de la armadura del ser el cual grita de dolor al sentir el pinchazo que mana sangre en abundancia... A pesar del miedo la valiente mujer sabe hacer su trabajo

El gigantesco simio abalanzó una vez más contra su objetivo, sin embargo, a pesar del ímpetu, la guerrera del desierto esquiva gracilmente el tajo que topa con la madera del carro.

Después de retorcerse ante la cuchillada de la zamoria el korsulita se revuelve intentando alcanzar a su atacante. Por desgracia para él, Iona se agacha y la enorme cuchilla pasa por encima de la cabeza de la joven.

La exploradora del desierto, pesimista por naturaleza no ve buen final para esta situación. Uno de los monstruos ha caído, pero están rodeados de infinidad de seres que se mueven por las sombras...los nervios corroen su cuerpo y no puede evitar mirar hacia las sombras cada poco tiempo, por si estas se alargan lo suficiente como para llevárselos a todos...

Pero que no haya un buen final no quiere decir que Talitha no luche contra él. En su tribu hay que ganarse el derecho a las cosas, y la muerte digna es uno de los objetivos que la muchacha ahora busca.

Así, yéndose un poco hacia atrás en el carro para alejarse ligeramente de los ataques de la criatura que tiene delante, Talitha dispara su arco, otra vez apresuradamente, y la flecha impacta a su oponente, aunque sin toda la fuerza que podría.

Esperaba que entre Ulfner e Iona pudieran acabar con el Korsulita que les hostigaba, y que Zelata ayudara a la joven, ya que era tan diestra con la espada.

Aún así, el sabio podía ayudar mucho:

- ¡Rong! ¡El arma de Ulfner! ¡Acercaselá!

Una vez más, la hábil nómada impacta a su rival hiriendo levemente la flecha a su enemigo. El ser sigue combatiendo en busca de apaciguar su sed de sangre.

Zelata se acerca al monstruo que acaba de recibir un flechazo, y ataca violentamente con su espadón.

El cansancio hacia mella en la magnífica guerrera llevándola a errar su golpe por mucho. El simio miró a la guerrera con una sonrisa que destilaba cierta sorna.

Las órdenes de Zelata sacan a Rong de sus oscuros pensamientos y le hacen moverse como un autómata. Salta del carro y sus rodillas le fallan al tocar el suelo por la pavorosa situación. El sabio vuelve sus pensamientos hacia sus enseñanzas y maestros y encuentra la voluntad para continuar.

Estoico, alza su vista hacia la oscuridad de donde provienen los horribles alaridos, y de pronto vislumbra un tenue fulgor que delata la posición del arma del norteño. Sobreponerse al miedo tiene sus recompensas, o eso es lo que dictan las enseñanzas del kithano.

Cuando empuña la hajada espada le sorprende lo pesada que es, pero arma su brazo en alto dispuesto a lanzarla hacia su compañero.

-¡Ulfner!-

El khitano encontró y pasó el arma contra todo pronóstico, pasándosela rápidamente al norteño. De nuevo armado, y con gran maestría, lanzó un tajo ascendente desde su cadera según agarraba de nuevo la espada. El golpe cruza de arriba a abajo al monstruo desprendiendo su placa abdominal y dejando ver como sus intestinos caen al suelo. El mono cae pesadamente hacia atrás.

-¡¡UNO A UNO, ZELATA!!

Con la caída del segundo el griterío arrastra una nota de preocupación y medio. De pronto, de entre la oscuridad surgen proyectiles de todo tipo que atacan a los héroes. Rong es impactado por un proyectil de piedra que le hiere profundamente en la cabeza. De la herida brota abundante sangre que nubla la visión del sabio. La piedra dirigida contra Talitha pasa rozando su cabeza estrellándose contra el suelo. Ulfner recibe una pedrada que rebota inofensívamente contra su armadura. Zelata esquiva al igual que hiciera la nómada, pero peor suerte tiene Iona. Un disparo impacta en la clavícula de la Zamoria con tal fuerza que, a pesar de que su armadura absorve parte del daño, una contusión la empieza a doler. 

En el momento en que la espada de Ulfner se desprende, en certera trayectoria, de la mano del sabio, este siente un tremendo impacto en su nuca que lo hace postrarse en el suelo, aturdido. Abre los ojos y no ve nada, la creciente oscuridad y un velo carmesí dificultan su visión, y al sentirse al borde de la muerte su instinto de supervivencia despierta desesperado, dando fuerzas al enjuto kithano y haciendo que este salga corriendo en desesperada carrera buscando cobijo detrás de una columna.

Al apoyar la espalda contra la fría piedra, se agarra el medallón que le dio el nómada halcón. Intuitivamente, realizó una plegaría a Yag, mirando hacía el estrellado cosmos, y de pronto sintió una oleada de poder proveniente del medallón que recorrió su mano, el brazo y de pronto culminó en su palpitante cabeza, anulando al instante la acuciante sensación de muerte inminente.

El objeto que portaba al cuello, era poderoso, y acababa de conferirle el valor para ayudar de nuevo a sus compañeros.

Rong siente como la herida deja de sangrar y como el dolor remite... Gracias a Yagg

Iona se desplazó agilmente para combatir con el último Korsulita en pie. La ladrona flanqueó al mono asestando un "sutil" golpe consiguiendo herir un de los puntos vitales de aquel ser.

Muere bicho, a ver si tus amiguitos que se esconden en la sombras aprenden a no meterse con nosotros.

Iona tenía la esperanza que con aquel golpe pudiera acabar con el último de aquellos seres. I conseguir que los "lanzapiedras" se desmoralizaran.

La Zamoria se sitúa estratégicamente y lanza una punzada contra su enemigo. El golpe es una rápida estocada dirigida a los riñones. El experto ojo de Iona impacta con destreza en su objetivo causándole graves daños. La herida abierta en su costado sangra abundantemente, y de no ser por la vetusta armadura del monstruo, seguramente éste hubiese caído. Sin embargo, para desgracia de los héroes, el korsulita sigue en pie jadeante.

Zelata intenta rematar a la bestia que ha sido flanqueada y herida por la ladrona.

La de poitain alza su espadón por encima de su cabeza cargando toda la potencia de sus poderosos brazos. Con un tajo descendente cruza de arriba a abajo al simiesco ser, el cual la observa con un brillo casi humano en su mirada. Una mirada agonizante que muestra como la vida se le escapa al mismo ritmo que la sangre brota del horrible tajo. Sus rodillas se hincan en tierra antes de caer totalmente desplomado. 

El griterío comienza a ascender una vez más, parece que se hace más intenso cuanta menos luz hay. Y la última antorcha está a punto de apagarse... Solo los dioses saben que pasará cuando ya no haya luz alguna que cubra a los héroes, pero por el ruido creciente nada bueno les augura... 

Talitha se apresuró a aumentar la viveza del fuego de la antorcha con unos harapos que cogió rápidamente de los cadáveres y algunos útiles que ya no servían del destrozado carro.

- ¡Corred, aquí no nos podemos quedar o moriremos lapidados! Decía mientras intentaba esquivar las piedras y terminaba el invento.

Al parecer el fuego no duraría mucho, alumbró un momento el carro para que sus compañeros se hicieran con algunas provisiones por si hacían falta, y en cuanto estuvieron, salió corriendo para liderar la marcha (gracias a la visión que proporcionaba la antorcha).

Iona asintió las palabras de Talitha

Estoy contigo hermana, hay que huir a la Biblioteca o nos sepultarán en piedras.

La ladrona se adelantó aprovechando la luz de Talitha y cubriendóse con el escudo con una defensa total, por si lanzaban algún pedrusco.

Mantente a mi altura Talitha o cerquita, ya que no podré abrir camino sin luz. Iré oteando por si veo alguna marca de fuego en el suelo o una posible trampa.