Partida Rol por web

Os internasteis en la pérgola de madera cubierta de enredaderas, jazmines y hojas de parra bajo la atenta mirada de Reseph Ka-Mat-Ef y sus esclavos. Cuando llevabais la mitad del camino recorrido, sentisteis un cosquilleo de la magia en la piel, que indicaba que estabais accediendo al espacio extradimensional del Jardín del Edén. El aire rieló frente a vosotros, adquiriendo textura como un espejismo en el desierto. Jotnar, que abría la marcha, tendió una mano hacia su superficie haciéndola ondular como si agitara las aguas de un estanque con los dedos de la mano. Después, uno a uno, os adentrasteis en el Jardín del Edén, desapareciendo de la vista de las personas que quedaban en el patio.

Notasteis el brusco cambio en la humedad del ambiente; el aire era muy denso y pesado comparado con el del desierto. Dificultaba la respiración, y os golpeó como en el pecho como una maza, pero, sólo un latido de corazón más tarde, también os inundó  las fosas nasales de todo tipo de aromas deliciosos, completamente diferentes a cualquier cosa que pudierais haber olido en vuestras vidas. Olía a cítricos, a tierra mojada, a flores, a sabia, a azahar, a rosas, todo ello a la vez, en un maremágnum de percepciones olfativas que parecía imposible alcanzar sin el uso de ciertas hierbas prohibidas que alteraban la percepción.

Parecía ser de noche en el Jardín del Edén, o quizá fuera así siempre, era difícil decirlo. Mas se veía a la perfección gracias a ciertas plantas luminiscentes que jalonaban el paisaje, de un color brillante, mezcladas con muchas otras especies vegetales, tan brillantes que uno sólo podía imaginar que procedían de la Infraoscuridad. A vuestros pies, entre la exuberante vegetación, había un sendero. No parecía el tipo de sendero abierto por el hombre a golpe de hacha, sino que se intuía que la propia vegetación respetaba el camino si fuera el precio a pagar por formar parte de un hábitat imposible.

Seguisteis el sendero, y no caminasteis ni cien metros cuando os encontrasteis el primero de los cadáveres de los que os había hablado Reseph Ka-Ma-Tef. Parecía un guardia, a juzgar por los jirones de uniforme sobre el cuerpo destrozado, y estaba tumbado sobre un charco inmenso de sangre. Ibais a tomar posiciones en torno al cadáver, por si el Pétalo Rojo Mazticano se alimentaba de este cuerpo, cuando escuchasteis un jadeo entrecortado.

Procedía de Amessis. Pese al calor húmedo y asfixiante del Jardín del Edén, atenuado por el sortilegio de protección contra los elementos, ella se frotaba los brazos como si se estuviera congelando. Abristeis mucho los ojos cuando su vaho se convirtió en una nubecilla de aire congelada.

—Es una zona fría —casi podías escuchar la voz meliflua de Safhotep, en un tono didáctico y, a la vez, cargado de fascinación—, la manifestación de un alma perdida que no es, aún, lo suficientemente poderosa para convertirse en un fantasma propiamente dicho. Como hija de una madre muerta estás marcada por Set y puedes verlas, oírlas y aún interactuar con ellas. Puedes guiar a esas almas hacia el juicio de Osiris o...

El recuerdo de su sonrisa te produjo un escalofrío en la columna vertebral.

Destruirlas para siempre y sumirlas en el olvido.

Ajena a sus recuerdos, el alma perdida tenía la forma traslúcida de un joven guarda que blandía una lanza, de pie junto a su propio cadáver. Estaba de espaldas a vosotros con la mirada puesta en el camino, ajeno a vuestra presencia o, tal vez, ignorándoos.

Te sobresaltó la súbita calidez de la mano de Nepthis sobre tu hombro.

Recibes 9 puntos de daño por frío. Una tirada de salvación de voluntad contra CD 16 reduce este daño a la mitad (4).

Intuyendo que algo iba mal, Nepthis depositó una mano sobre el hombro desnudo de Amessis y le preguntó:

—Muchacha, ¿va todo bien?

El lugar era realmente magnífico. Nunca había estado en un sitio similar y estaba fascinada. Entendía ahora que Reseph Ka-Mat-Ef estuviera preocupado por qué un ser ajeno, aunque fuera vegetal, pudiera destruir la esencia de aquel mágico jardín. Sin duda había creado un espacio increíble y digno de ver al menos una vez en la vida. Y no debía ser barato y mantenerlo en condiciones debía requerir un sinfín de jardineros.

- ¿Habías visto algo así alguna vez? - Le preguntó al enano. 

Fue entonces cuando descubrieron el cadáver y fue cuando la mestiza entendió que aquella planta era realmente peligrosa y lo más preocupante, si no estaba allí el asesino de aquel sirviente, es que podía moverse. 

- ¿Las plantas se mueven? - Preguntó. - Quiero decir, ¿hay plantas que se mueven? - Aclaró su pregunta. Estaba realmente perdida en aquellos temas. Entonces se fijó en Amessis. - ¿Qué pasa? - Fue más directa que Nepthis.

Amessis se llevó las manos a la cabeza cuando un dolor agudo se instaló en su cabeza provocado por el intenso frío que la envolvió. La mano de Nepthis la trajo de vuelta al presente, pero no alivió la punzada justo en un punto concreto del cráneo, que la obligó a ponerse en cuclillas cuando su visión se volvió borrosa. Inspiró hondo un par de veces, se sacudió la sensación de encima y volvió a ponerse en pie.

-Hay almas perdidas -murmuró.

Aunque fuese evidente por el cadáver, ella se refería a algo más. Se aproximó al cuerpo ensagrentado despacio. Sus compañeros solo verían a un pobre desgraciado que había tenido la mala fortuna de ser masticado por una planta asesina, pero Amessis tenía la costumbre, que no había logrado quitarse con los años, de ver mucho más allá que un cuerpo carente de vida. Veía lo que había sido y, lo más importante, lo que podía ser si ella no intervenía. ¿Quién más podría ayudarle? ¿Quién más podía guiarle hacia el juicio de Osiris para que tuviera descanso eterno? Levantó la mano hacia delante, como si fuese a tocar algo. O a alguien. En el último momento, retiró la mano, miró a sus compañeros y bajó la mirada.

-Dejadme un momento, por favor -pidió con suavidad.

Luegó volvió a mirar al frente. Estaba tensa, un poco nerviosa, no era la Amessis lánguida de siempre.

-Hola, muchacho. ¿Cómo te llamas? Yo soy Amessis, guía de Osiris -extendió la mano hacia él, para que la cogiera si quería-. ¿Puedes contarme qué haces aquí? ¿Qué ha sucedido?

Las almas perdidas eran inestables. Podían estar furiosas, podían estar confusas, podían no saber que estaban muertas... aquel guardia podía responder de cualquier manera. Ella debía ser cálida y un refugio para él, un lugar al que regresar, algo familiar.

—¡Calla! ¡No digas nada! ¡Las palabras están de más! —dijo el joven guardia, volviéndose hacia ti—. ¡Ahórrate tus sermones y tus oraciones, guía de Osiris! ¡La única voz que quiero oír, la única mano que quiero tomar para ir a la otra vida... está muerta!

Jotnar se quedó mirando largamente a Lurzca como si aquello fuera suficiente como para responder a lo que había preguntado.

Luego escuchó la petición de Amessis y se limitó a apoyar la cabeza de su hacha en el suelo y ambas manos sobre la empuñadura, haciendo un gesto con una de ellas para que la nigromante hiciera lo que sea que tuviese que hacer. No le importaba esperar; él le hablaba a las plantas cuando las regaba y nadie le entendía. Lo de Amessis era parecido, solo que ella hablaba con espíritus, y muertos y cosas más esotéricas.

Luego estaban los que hablaban consigo mismos. Esos eran los raros.

Amessis se entristeció, como si la acusación fuese con ella, aunque realmente no tuviera la culpa de eso. Retiró la mano, podía decirle que la única persona que ahora mismo podía ayudarla era ella, que la única que podía guiarla hacia el otro lado era ella, que estaba aquí perdido sin poder cruzar porque se aferraba a su deseo, imposible, de tomar una mano que ya no podía tomar. Era triste. Pero era cierto que solo ella podía ayudarle, otros sacerdotes ni siquiera se tomarían la molestia de detenerse a escuchar los deseos de un simple espíritu.

-Cuéntame. ¿Quién era? -preguntó con en tono bajo-.  ¿Cómo se llamaba? ¿Te gustaría ver de nuevo a esa persona?

Pensó, un momento, seriamente, si traer de vuelta a quién él quería para ayudarle a cruzar al otro lado.

Jotnar le hablaba a las plantas, Amessis le hablaba a los muertos y Nepthis hablaba con los cuerpos aun sin utilizar palabras, pues ellos le hablaban de sus dolencias y ella los sanaba. Cada uno tenía su propio idioma y forma de comunicarse. Luzrca era de pocas palabras, pero las pocas que decía iban siempre directas al grano. No era de malgastar saliva. Además, se le daba mucho mejor hablar con el filo e su hacha que de viva voz.

Fuera como fuera, parecía que la nigromante, tenía algo que solucionar con los espíritus que rondaban aquel extraño lugar. Podía ser que la información que obtuviera les fuera de utilidad, o podía ser que no, pero fuera como fuera, le dejaría que hiciera su trabajo, pues al fin y al cabo no tenían prisa.

No obstante, no se relajaría. La amenaza de aquella planta asesina era real. Más real que nunca después de ver como había quedado aquel guardia y no quería que les cogiera desprevenidos. No iba a permitirlo si de ella dependía al menos.

El joven guardia bajó la vista, hundió los hombros y giró sobre sus talones para darte la espalda de nuevo y mirar el sendero. Parecía que no iba a decir más cuando, miró hacia atrás por encima del hombro

—Se llamaba Esemkhebi —dijo, casi en un murmullo—, era una de las jardineras del amo. La flor más bella del desierto. Iba a pedir al amo que nos diera su bendición para casarnos y vivir una vida juntos y ahora...

Dejó de mirarte, apretó el puño y lo agitó en dirección al sendero.

—¡Ahora es abono para esa... cosa!

-Ya veo...

Amessis suspiró y bajó la mirada, un poco entristecida. Luego volvió a mirar al fantasma. Si él estaba aquí, atrapado y sin cruzar, era porque no quería marcharse. Tenía un deseo. Ese deseo podía ser recíproco. 

-Podéis pasar juntos la eternidad. Puedo conduciros al juicio, juntos.

Miró al resto de sus compañeros.

-El alma ha perdido a su amada, una jardinera del amo del oasis. No quiere cruzar sino es de la mano de ella. Vamos a tener que buscarla, para que puedan ir juntos al otro lado-. Si su teoría era cierta y la jardinera también lo amaba, podía seguir allí, atrapada como él. Buscándose el uno al otro-. Tengo que ayudarles. Es mi cometido.

Jotnar se encogió de hombros y asintió.

—Podemos hacer las dos cosas—dijo—. Es decir, acabar con la planta y encontrar el alma. O encontrar el alma y acabar con la pranta. Lo que aparezca antes, que el orden de los factores no altera el producto.

Tras la promesa de Amessis al alma perdida, avanzasteis por el sendero entre la vegetación exuberante. El sonido del agua creció hasta que desembocasteis en un claro dominado por una catarata. Allí había varios cadáveres despatarrados por el suelo bañado de sangre. Con cautela, aprestasteis vuestras armas, listos para defenderos, mirando en todas direcciones, tensos como la cuerda de un arco.

De pronto brotó del suelo una raíz inmensa a una velocidad vertiginosa arrojando tierra en todas direcciones. Zigzagueó mientras se extendía en toda su monstruosa altura. El extremo bulboso de aquella criatura se abrió, formando los pétalos de una flor de un llamativo color anaranjado. Sería una flor muy hermosa... si en su centro no hubiera una boca cuajada de dientes afilados como cuchillas.

¡Tirad iniciativas!

Una tirada de Percepción CD 21 os permite actuar en el asalto sorpresa en el que el Pétalo Rojo Mazticano sale de la tierra (sólo acciones parciales). Si alguien saca más de Iniciativa 8, puede actuar en el asalto siguiente antes que la planta. Aunque no podáis actuar, situaros en el rectángulo azul.

(8) Pétalo Rojo Mazticano: ileso
(2) Nepthis: 34/34

Amessis continuó hacia delante, debía encontrar a la jardinera y su alma. Y la planta. Sí, eso también. Pero lo importante eran las almas. Esperaba encontrar a la muchacha junto al floripondio, de lo contrario, tendría que buscar en otra parte y hacer preguntas incómodas a algunos cadáveres, y no sabía si Nepthis se prestaría a ello. Mientras iba de camino, invocó su poder oscuro para sanar las heridas que el cambio de plano le había provocado. Con una palabra de mando, su piel bronceada se volvió pálida, con un brillo turquesa ya caracterísitico en ella. De hecho, el alma compartía el mismo tono fantasmagórico que ella. 

Miró la planta horrible y se preguntó si podría levantarla una vez muerta.

-Jotnar -quiso saber la nigromante mientras miraba al enano con aquel aspecto siniestro y aterrador del más allá-. ¿Las plantas se pueden asustar?

Allá voy, con mi percepción -1 :D

Me tiro unos rayos malignos para curarme, antes de llegar, claro. Recupero 10 pg. Activo fear aura (acción gratuita)

Ini 20 xD

Empiezo en 11H y convoco un esqueleto de búhoso (convocar muerto viviente II). Aparece el siguiente turno.

Al ver a aquella extraña y agresiva planta, Lurzca no lo dudó. Tenía que destruirla. Había matado a gente inocente y era evidente que no iba a atender a razones. Por mucho que Jotnar le diera conversación, dudaba que razonara con otra cosa que no fuera un buena hachazo.

Por ello cargó contra la planta descargado un poderoso ataques contra la misma. Luego trató de golpearla de nuevo por tal de cortar el tallo de la misma al más puro estilo de un leñador. 

- ¡Rodeala Jotnar! - Le sugirió al enano.

Jotnar había dado un bote formando un remolino de piernas y brazos en el aire cuando aquella cosa surgió de la nada sin tener la decencia de avisar antes. No obstante, en lugar de gritar como cualquier persona normal complementaría el gesto, lo que hizo fue empuñar su hacha y levantar la mirada para poder observar bien aquella cosa.

Porque ser normal estaba muy visto.

—Depende—respondió a Amessis—. ¿Te has traido una gran sierpe roja de esas que escupen fuego a chorros en algún bolsillo? ¿No? Entonces creo que no.

Lurzca salió disparada gritando algo sobre rodear al pétalo rojo mazticano. ¡Qué fácil era decir aquellas cosas para los patas largas! El enano se encogió de hombros mentalmente y cargó detrás para asestar también un hachazo.

Jotnar no puede actuar en el asalto sorpresa.
Está en I12. Carga (acción parcial) a L10 y hace un Ataque Poderoso (-2/+4)

Ini: 20
Ataque: 25
Daño: 14

La criatura se agitó, sin proferir más sonidos que el rozar de su superficie por el suelo. Se enroscó como una serpiente y se abalanzó sobre Lurzca, pero la mestiza se agachó para esquivar a la planta.

Pétalo Rojo Mazticano ataca a Lurzca pero falla (1 natural).

—Madre Dedicada... Protectora de Todos... ayúdanos a combatir a esta criatura asesina —rezó Nepthis, tocando a Jotnar en el hombro y llenándolo de vigor.

Nepthis no consigue actuar durante el asalto sorpresa.

Nepthis mueve a K11. Lanza Fuerza de Toro sobre Jotnar prologado con su cetro metamágico. Activa Devoción por la Protección.

¡Vuestro turno!

(25) Lurzca: 55/55 (Devoción por la protección 10 asaltos)
(20) Amessis: 29/29 (Convocar Muerto Viviente II 5 asaltos, Devoción por la protección 10 asaltos)
(20) Jotnar: 56/56 (Devoción por la protección 10 asaltos, Fuerza de toro 100 asaltos)
(8) Pétalo Rojo Mazticano: 31 daños
(2) Nepthis: 34/34 (Devoción por la protección 10 asaltos)

La mestiza pudo esquivar el ataque de la flor. Nunca hubiera pensado que una flor pudiera llegar a atacarle nunca, pero así había sido. Fuera como fuera, seguía siendo una planta y no creía que opusiera mucha resistencia a ser talada con su afilada hacha. Dio un pequeño paso para rodear a la flor y lanzó un tajo en dirección a su tallo. Si lograba cortarlo por la mitad igual se marchitaba y moría.

Paso de 5' a Ñ10

Ataco con +8 (-4 ataque poderoso + 2 flanqueo) total 24

Daño 18

Jotnar agradeció una vez más los conjuros de Nepthis, enarboló el hacha y volvió a atacar lo que en teoría debía ser el tallo del pétalo rojo mazticano.

Aquello era una lástima. De no ser por las ínfulas asesinas y las mandíbulas devoradoras de gente, aquella flor habría sido un añadido hermoso para el jardín de Reseph.

Como soy anormal he olvidado sumar la Fuerza de Toro. Sumo +20 al daño, no +17 ^{_{segundo 1 seguido en daño, thou, pero algo es algo.}}

Jotnar usa Ataque Poderoso (-4/+8) contra el pétalo

Ataque: 24 (-4 Ataque Poderoso, +2 flanqueo)
Daño: 21