Partida Rol por web

Tobías ayudó a Dámasor a ponerse en pie mientras Vika y Mayra atendían a Eldrid. Después, el explorador hizo su trabajo, se caló las gafas y comenzó a descorrer las cortinas.

Las paredes estaban cubiertas de frescos profusamente decorados, en magnífico estado de conservación, como si no hubiesen transcurrido miles de años. A decir verdad, todo el complejo que habían visitado estaba oscuro, desgastado por el tiempo, los frisos y relieves tan lisos que se hacía dificil distinguirlos, los dibujos y pinturas de las paredes desconchados o borrados hasta que ya no se apreciaba nada; los pasillos oscuros, sucios, malolientes, infestados. Pero esa habitación... era diferente. No ya que fuese a todas luces una capilla de Azrael, sino que además, parecía estar en uso. Por muy muertos que estuvieran los penitentes, esa habitación estaba en perfectas condiciones.

Los murales mostraban a un ángel de alas oscuras y túnica negra alzado sobre sus adoradores, cubiertos con máscaras. Bajo cada uno de los murales había un cartel en Thracio que Mayra pudo leer:

Nadie escapa a la muerte

Tobías continuó su inspección. En la pared norte había una puerta de madera reforzada con hierro, cerrada, aunque podía abrirse sin problema. En la pared sur había una puerta muy parecida, en cuanto puso la mano sobre la madera, escucharon una voz de ultratumba que los sobrecogió a todos.

¡Entrad!

Uníos a mi en la dicha de Azrael

Convertíos en uno con la muerte

En el final se encontraréis la plenitud

Las palabras fueron pronunciadas por una calavera situada en la parte superior de la puerta. Las cuencas de sus ojos refulgían con un brillo dorado, aunque éste no emitía luz, y su mensaje, una vez revelado, puso fin al resplandor, apagándose de nuevo.

Tobías volvió entonces a revisar una de las paredes que estaba justo al lado de la puerta con la calavera en la parte superior. Había visto algo extraño en el mural tras un primer vistazo. Como experto que podía considerarse en creaciones subterráneas, le escamaba aquella pintura, que no era distinta a las demás, pero tenía algo particular que no le terminaba de encajar.

Vika se sobresaltó al escuchar aquella voz de ultratumba procedente de la calavera. No era Vika muy de sobresaltarse, pero aquello le pilló con la guarida baja. Tuvo entonces la impresión de que, al atravesar aquella puerta secreta, habían llegado a uno de los puntos clave de aquel laberinto de pasadizos subterráneos. Era como si hubieran saltado todo el rodeo de caminos y estancias sin demasiada importancia, que solían preceder a la zona más importante de un lugar de culto, ya fuera un culto a dioses verdaderos o bien a esos degenerados dioses primigenios, a los que los thracios adoraban.

- Mayra, ¿qué puedes deducir de ésto? - Le preguntó a la arcana. Pese a que la experta en religión debía ser ella, no le quedaba más remedio que admitir que Mayra estaba mucho más instruida que ella en muchos de esos asuntos.

Fuera como fuera, no podían hacer caso sin más a aquella calavera. Antes de seguir investigando, sería importante descubrir algo más acerca de lo que podía sucederles si hacían caso de las instrucciones de aquel artefacto. Y desde luego, parecía que nada bueno les traería el hacer caso a sus sugerencias.

Mayra había devuelto el abrazo a Eldrid, la había estrechado entre sus brazos y había tratado de arrullarla y tranquilizarla. Cuando la mujer tigre se separó de ella, la acompañó con la mirada hasta el rincón, visiblemente preocupada.

La maga de la Torre dedicó un encogimiento de hombros a Vika cuando la interpeló. La adivinación no era una de sus virtudes.

—Creo que estamos en un templo de Azrael —resaltó lo obvio, poniéndose en pie—. Aquí no hay ninguna señal de que estas salas sean utilizadas por los hombres bestia que moran las profundidades de Thracia, lo que me sugiere que o desconocen la puerta secreta o evitan este sitio. Y creo que nosotros también deberíamos marcharnos de aquí.

Dedicó una mirada cargada de intención hacia Eldrid.

—La verdad, dudo mucho que los soldados desaparecidos tomaran esta ruta. Sugiero que deshagamos nuestros pasos y tomemos el pasillo que dejamos inexplorado.

Tobías estaba de pie, parado como una estatua, mirando una pared con cara de pánfilo. Al final, se encogió de hombros, se dijo que no había visto nada y se dio media vuelta para atender a la conversación de sus compañeras. 

Ellos no, dijo. Otros antes que ellos, no podemos saberlo. De todos modos, tienes razón. Si hubiéramos venido en busca de reliquias, deberíamos estar frotándonos las manos y registrar esto a conciencia. Pero los soldados del campamento y los otros capturados son prioritarios ahora mismo, y no los encontraremos aquí. 

No sólo porque era improbable que hubiesen encontrado la puerta secreta, sino porque de haberlo hecho, probablemente ya estaban muertos. O no muertos. 

—Por cierto, esa pared está estucada —dijo Mayra señalando el muro que había estado estudiando Tobías con tanto interés—. El resto de paredes están pintadas directamente sobre la piedra, pero esa tiene una capa de revoco. Pero supongo que ya te habías dado cuenta.

Aunque a mis años no acostumbro a ser un hombre asustadizo, lo cierto es que la inquietante sombra que se nos ha aparecido me ha dejado bastante turbado. Hasta el punto de que, cuando escucho a la calavera parlante invitarnos a continuar, no me siento tentado a seguir su consejo.

—¿Y si va-vamos por la otra... pu-pu-puerta? —sugiero a mis compañeros, señalando la que se encuentra situada en la pared norte.

- Si, será lo mejor. - Determinó Vika, aunque realmente quería seguir profundizando en aquella zona del complejo. 

Aquel templo tenía un aura de malignidad muy intensa y ella, como leal sierva de Lucifer, debía llegar hasta el fondo del asunto. No obstante, se evidenciaba que tirar en esa dirección a ciegas era peligroso y además un temeridad. 

- Volveremos aquí más adelante. - Informó al grupo. - Cuando encontremos a los prisioneros y les hayamos liberado. Ésto no quedará así... - Cerró el puño e hizo un juramento silencioso. Volvería allí para destruir aquel lugar. - ¿Nos vamos?

Tobías volvió a mirar la pared tras la observación de Mayra. Por fortuna, sus colegas enanos no se encontraban entre ellos, o se hubiesen burlado de él de forma inmisericorde. Usando una de las púas de su guantelete, rascó en el enlucido hasta dejar a cubierto la capa de enfoscado.

Debe haber algo detrás, especuló. Sacó de su morral encantado un pedazo de tiza y trazó con ella en la pared, a la altura de los ojos, las runas que significaban estuco en la lengua de los enanos.

Eldrid parecía recuperada del espanto, y la opinión del grupo se iba decantando hacia el abandono de la capilla para adentrarse en las profundidades del complejo. Tobías no temía lo que les pudiese aguardar más allá de las puertas, u oculto por el revoco, más de lo que temía lo que fuesen a encontrarse en los dominios de los hombres bestia, pero se plegó definitivamente a la idea de las mujeres.

No creo que vayan a perturbar este lugar justamente ahora, dijo, mirando primero a Vika y después a Dámasor. Podemos registrarlo a conciencia más adelante.

Cuando volvieron a los túneles que descendían suavemente hacia las profundidades de Thracia, Tobías avanzaba en primer lugar, caminando lentamente, asegurándose a cada paso de que no les aguardaban nuevas trampas y celadas.

El grupo abandonó la capilla con una mala sensación en el cuerpo. No era su prioridad explorar las ruinas, buscar tesoros o dar con civilizaciones antiguas, sino encontrar a los soldados desaparecidos, secuestrados por los Hombres Bestia. De modo que regresaron al camino conocido y comenzaron a descender por el pasillo del norte. Notaron el desnivel enseguida, la oscuridad reinante que cortaban con sus luces mágicas. Cuando dieron con las escaleras, bajaron despacio y alerta, Tobías tanteando las paredes en busca de posibles trampas. No encontró ninguna, empezaba a sentir que había activado la única trampa de todo aquel nivel del complejo por una vez que no estaba atento.

Las paredes estaban desgastadas, relieves y frescos borrados. El deterioro era palpable, la suciedad muy similar a la que venían encontrando desde que habían entrado, el olor a mierda empezaba a ser tan constante que ya no podían distinguir otra cosa. Encontraron algunos huesos desperdigados de cualquier manera, humanos o no, era dificil saberlo.

Tobías tocó algo en uno de los muros. Otra maldita puerta secreta, activada por una piedredita, exactamente igual que las anteriores. Delante tenían un pasillo que giraba y descendía todavía más hacia las profundidades de la tierra.

Vika observó como Toobías se detenía antes de la curva para prestarle atención a una de las paredes. Al parecer había vuelto a encontrar algo. Aquel chicho era bueno en lo suyo y los antiguos Thracios, muy aficionados a las puertas secretas.

- Yo miraría antes de seguir... - Sugirió la sacerdotisa.

—Está bien —suspiró Mayra—, pero tened cuidado. La última puerta secreta que vimos no nos llevó a un montón de tesoros, precisamente.

Tobías se detuvo en el pasillo, justo antes de doblar la esquina. A esas alturas, había aprendido de sobras a identificar las señales.

Si la mitad de las puertas están escondidas, ninguna está realmente escondida, murmuró, sacudiendo la cabeza. Un portal oculto en un vasto complejo era difícil de localizar, porque repasar cada pared era un ejercicio de futilidad, a menos que se supiese qué se estaba buscando. En aquel lugar, sin embargo, cada pasillo revelaba un nuevo secreto.

Palpó la pared hasta encontrar la losa que activaba el portal y la presionó, dejando el paso expedito.

No lo sabemos, respondió a Mayra, sonriente. Puede que tras una de esas puertas estuviesen los cofres donde guardaban los donativos de los fieles.

Sin atravesar el umbral, Tobías se asomó para ver qué les aguardaba al otro lado.

Un pasillo estrecho, lo que se diría un pasadizo, era lo que se veía delante. No había murales, no había pintura en las paredes, ni siquiera ornamentos. Tampoco parecía ser un sitio transitado, a juzgar por el polvo acumulado y las telarañas de la parte superior. Lo que tenían delante era un corredor estrechos de varios pies que desembocaba en una sala más grande al otro lado. La iluminación que portaban era suficiente para verlo por completo, pero no lo que había al final dado lo angosto del pasaje. A pesar de todo, Vika cabía por la abertura tanto en anchura como en altura, solo que no podía moverse con total libertad.

Aunque yo había sugerido seguir investigando la misteriosa capilla de Azrael, tampoco muestro la menor de las reticencias cuando mis compañeros escogen regresar por donde hemos venido para explorar otras zonas del complejo subterráneo.

Ni el olor, ni el paisaje es particularmente apetecible pero al menos la compañía en la que viajo sí lo es y eso para mí es más que suficiente para seguir adelante así que me limito a ir tras ellos a pocos pasos de distancia, propagando un suave resplandor que les permita ver por dónde pisan.

Debido a encontrarme en una posición más rezagada, no puedo ver lo que hay tras la última estancia que el agudo Tobías ha descubierto.

—¿Qué ha-habéis encontrado? ¿Son los... aldeanos desa-aparecidos?

Mayra plantó el bastón en el suelo y asintió en dirección a Tobías.

—Adelante, te cubro —dijo, preparándose para lo peor.

- No precisamente, hombre santo. - Respondió a la pregunta de Dámasor. -  Solo otro pasillo oscuro, pero éste parece que tiene un final cercanos. Lo exploraremos.

Vika desenfundó su mandoble.

-  Voy tras tus pasos... -  Le dijo a Tobías.

Tobías se adentró en el estrecho pasillo conteniendo el aliento, a la expectativa de que sucediera cualquier cosa. Aunque lo más probable, se decía, era que encontrase otro acceso oculto a mitad de túnel. Aquella idea le hizo sonreír; el aire se le escapó entre los dientes y se llevó con él la tensión, permitiéndole avanzar con calma.