Partida Rol por web

—Muy... muy amable.

Aquel hombre-hiena no parecía pertenecer a una casta dominante de la incivilizada sociedad a la que pertenecía. De hecho parecía que más bien era un simple guardia. Vika no sabía de lo que estaban hablando, pero ver como el gnoll se daba media vuelta y se preparaba para salir de la habitación seguido de San Dámasor parecía cuanto menos una decisión peligrosa y arriesgada y eso sin duda era problemático. 

Vika frunció el ceño y se acercó disimuladamente al hombre santo y al guardia gnoll. Todo lo disimuladamente que podía hacerse con la pesada armadura que portaba, claro estaba. Miró a Eldrid y a Mayra preocupada, tratando de percibir en su mirada esa misma preocupación. Podía ser que ella estuviera loca, pero estaba casi segura de que no. Esperaría acontecimientos.

Las conversaciones de Dámasor eran harto extrañas para Tobías. Cuando hablaba Mayra, al menos, no comprendía nada. Pero cuando el sacerdote, lo podía comprender a él, como si hablase en la lengua imperial, pero no a quienes hablaban con él.

Cuando el gnoll se dispuso a abrir la puerta y Dámasor le dio las gracias, el joven explorador se mantuvo quieto, sin mover ni un músculo, a la expectativa.

—¿Lo paro? —preguntó Mayra, desconcertada.

Fue desconcierto, y no preocupación, lo que encontró Vika en la expresión de Mayra. La maga se apresuró a traducir lo que le había contestado el gnoll a San Dámasor, pero aún no había asimilado lo que acababa de pasar. Era el primer gnoll que, en vez de atacarlos, solo se reía de ellos. Era cierto que de ahí al respeto aún había un trecho. Y que el gnoll parecía borracho como una cuba, pero… era una novedad.

Vika apareció exactamente en el momento en que el gnoll se giraba para abrir la puerta. Agarró la pesada barra de hierro que la cruzaba, la levantó y la lanzó a un lado como si fuese un palito, añadiendola al montón de mierda. Después entró en la habitación seguido de Dámasor, ni siquiera vio a Vika porque no espraba a nadie más que al sacerdote. En cuanto el gnoll desapareció en el interior, Truzx corrió para meterse entre la basura, emocionado por encontrar tantos trastos en la que rebuscar.

La habitación contigua era similar a la primera: estaba hasta arriba de una variedad considerable de basura amontonada en el suelo y las paredes. En una mesa, dos gnolls estaban jugando a los dados, con cara aburrida, lanzando suspiros de vez en cuando. Otros cinco gnolls estaban tirados sobre los petates, durmiendo la mona, en posturas poco cómodas. Uno de los gnolls sentado a la mesa era fornido como el de la puerta, pero el otro era un gnoll más pequeño y delgado. Una hembra, aunque no llevaba velo, y tenía una frondosa melena rojiza, con un mechón en la frente.

-(gnoll) Mirad, alguien quiere hablar con el rey. ¿Sabéis cómo se llega hasta el palacio? Yo no me acuerdo.

El gnoll grande dejó de lanzar dados y miró hacia la puerta, parpadeó unas cuantas veces.

-(gnoll) ¿Qué hace Grassus contigo si está ahí?

Señaló a una figura escondida entre los restos.

El gnoll se rio a carcajadas. 

-(gnoll) Este no es Grassus. Quiere hablar con el rey para negociar la paz.

En ese momento se dio cuenta de sus propias palabras y de lo esto implicaba. Se volvió para mirar a Dámasor.

-(gnoll) ¿Quién eres tú?

La mujer dejó los dados sobre la mesa y se levantó.

-(gnoll) ¿Intrusos?

—So-soy un amigo. Uno que quiere evitaros pro...blemas. Si me de-de-decís cómo llegar hasta vuestro rey yo... os de-dejaré seguir jugando tran...quilos. Nos lo podemos a-apostar a una partida de dados si queréis. Si ganáis, me marcho y si no, me decís cómo llegar al pa-pa-palacio.

Tobías se coló en la cámara detrás de Dámasor, pero se mantuvo cerca de la puerta, desde donde podía retroceder o cargar al combate si el sacerdote no tenía éxito y el encuentro terminaba, como casi todos los anteriores con los gnolls de las cavernas, en un combate a muerte. Hasta que dos o tres de los hombres, y mujer, bestia cayeran descabezados o destripados, y el resto decidiera que huir para pelear otro día era lo más sabio.

Vika asomó la cabeza por la puerta para descubrir que tras la misma se encontraba un pequeño ejército de hombres hiena. Los planes de San Dámasor empezaba a verse truncados, pues lad criaturas que allí se hallaban, no parecían tan "amistosas" como el gnoll ebrio y mucho menos dispuestas a aceptar acompañarles ante su rey para llevar a cabo un tratado de paz. 

- ¿Estamos en guerra? - Se preguntó a si misma. Aunque sabía la respuesta. Las guerras sucedían entre naciones y aunque ellos podían representar al Imperio, no había ninguna guerra declarada entre el Imperio y Thracia, por lo que a su entender no cabía tratado de paz. - Entiendo lo que quiere, pero no va a obtener nada de unos seres tan incivilizados. ¡Cómo lo tienen todo! Cerdos...

Vika aguardó, ya con el espadón desenfundado y a la espera de hostilidades por parte de los híbridos. Ella estaba preparada para el combate, pues sabía que la paz sólo se obtendría mediante la guerra.

Mayra detuvo a Truzx agarrándole del pescuezo antes de que volviera a meterse en una montaña de basura.

—(Gnoll) ¿Qué sabes de estos tipos y de este lugar? —le preguntó al cachorro de gnoll, en voz baja, mientras aguardaba la respuesta a la fantasiosa respuesta de Dámasor.

Aquello no podía salir bien. Incluso si accedieran a llevarlos ante el Rey ¿deberían hacerlo? ¿Qué les impediría a los gnolls matarlos o capturarlos cuando estuvieran profundamente metidos en su territorio? Eran un grupo poderoso, pero no invencible, y los conjuros se acaban de la misma forma que los brazos se cansaban.

El gnoll ebrio se rascó la pelambrera de la cabeza, considerando las palabras de Dámasor. El resto de la sala, también lo consideró. Hasta los que estaban durmiendo la borrachera lo consideraron.

-No veo por qué no.

La hembra volvió a sentarse.

-(gnoll) Déjale jugar. Es lo más divertido que va a pasar en meses...

El gnoll grande lanzó un gruñido y señaló un taburete para que Dámasor lo ocupara en la mesa. Él se sentó en un sillón con la tapicería rasgada y un el relleno saliendo por sus agujeros. La estructura del asiento crujió cuando se sentó.

-(gnoll) Las reglas son simples. Lanza estos dados. Al mejor de cinco rondas.

Los dados eran huesos, como pudo comprobar Dámasor, de forma cuadrada y con los números tallados. Un cuenco en el centro de la mesa servía para hacer el lanzamiento.

Truzx estaba feliz como un cochino en un barrizal, pero se detuvo cuando Mayra le hizo una pregunta. Agudizó el oído y levantó las orejas para escuchar la conversación.

-(gnoll) Ah, ¿dados? Ese es Grotch y estará con su hija Vredd, y Grassus su mascota. Es buen tipo, lleva aquí toda vida... -se encogió de hombros-. Son amables con Truzx, lo eran cuando estaban en cavernas. Los trasladaron aquí hace meses.

El gnoll limpió el polvo de una muñeca de trapo a la que le colgaba un ojo y se lo guardó en la mochila. Volvió a internarse entre la mugre y cuando llevaba un rato entre los escombros, se escuchó un gritito del cachorro y la altura de una montaña de enseres descendió un palmo.

-(gnoll) Ay, ay -murmuró Truzx, pero en voz baja para no alertar a nadie-. Aquí hay un agujero... socorro.

Tobías comprobó que había cinco gnolls tirados por el suelo, junto a un montón de botellas vacías de alcohol. Al norte, detrás de sus petates, había unas cuantas cuerdas clavadas a la pared donde tenían prendas colgadas para que se secasen. Una cocina se alzaba entre dos paneles de madera, y había comida por el suelo de todo tipo, también a medio comer. Una puerta cerrada tenía una barra de madera cruzada y al sur, un taburete situado sobre un orificio practicado en el muro.

En un rincón junto a los petates, Tobías distinguió la figura agazapada de un hombre humano. Llevaba un taparrabos, estaba sucio y delgado, el cabello mugriento y lacio. Una gran argolla en el cuello lo encadenaba a la pared, justo al lado de la puerta.

Muy sonriente, me siento a la mesa con mis amables anfitriones. Siempre he estado convencido de que tratando a los lugareños con humanidad podía evidenciar que no son tan diferentes de cualquiera de nosotros y por fin mis compañeros se han dignado a permitirme demostrarlo.

No tengo ni la más remota idea de qué se supone que tengo que hacer con los dados, pero los tomo entre mis manos temblorosas, los agito vigorosamente y los lanzo frente a mí.

—Si-si-siete, ¿eso es bueno? —pregunto con candidez.

Podrían engañarme fácilmente, pero escojo creer en la bondad de mis anfitriones. A fin de cuentas, solo es un juego inocente.

La hembra gnoll lanzó una risa y el gnoll grande un gruñido. El gnoll ebrio buscó algo que beber entre las botellas del suelo.

-(gnoll) Sí, bien. Ahora yo. Ja. Empatados. 

Le pasó los dados a Dámasor.

—¿Y un tres es me-mejor o peor que un si-si-siete?