Partida Rol por web

Con su mirada penetrante logra ver desde la lejanía a los dos azotes que portaban el cuerno, sabía que esas iban a hacer las presas de Damrod pero por desgracia habían dos de ellos y por muy ágil que fuera su compañero le iba a quedar difícil encargarse de ellos y llegar donde se encóntraban sus compañeros para defenderlo de la avalancha de anfibios que se le vendrían encima.
Su estatura y músculos jugaban en su contra a la hora de manipular el arco y le costaba quitar la tensión que ejercía su bíceps y tríceps cuando intentaba apuntar a su presa, el resultado de esto fue desastrozo, la flecha que parece más una jabalina sale disparada con tal potencia que los enemigos no logran verla, solo se dan cuenta cuando escuchan el impacto al chocar contra la pared de la cueva dejando un enorme hueco. Los tsathar en cuestión de segundos logran encontrar al imponente Gerald pero los azotes parecían confundidos y esto le dio unos segundos extras para cargar otra flecha antes que dieran la alarma.
*señor guía mi mano y haz llegar el juicio a estos herejes* pronuncia estas palabras intentando relajarse para que su proxima flecha cumpla su cometido.

La flecha en llamas de Gerald, que rompió las tinieblas generando nuevas sombras a su paso, fue la señal que esperaba tras haberse vuelto a acercar a sus enemigos, con sigilo¹. El semigigante, desde dónde estaba y gracias a su extraordinaria visión, podía distinguir perfectamente quienes llevaban cuernos y quienes no. También podía verle a él, y Damrod sabía perfectamente que no necesitaban hablar para dar el siguiente paso; no en vano, habían realizado aquella misma práctica decenas de veces. Hasta el momento seguían vivos, por lo que no debían hacerlo mal. Una vez más, esperó que funcionara.

²Aprovechando la sorpresa, activó su amuleto con un pensamiento, que brilló un instante mientras descargaba su magia. Cuando volvió a quedarse quieto, unos metros por delante, disparó una ráfaga de flechas. Las saetas se clavaron una tras otra en sus objetivos, derribando a uno e hiriendo al otro. Pero no estaba todo hecho. Aún no.

³Aunque el sigilo ya no era una opción, y todos tenían puestos en él los ojos, ninguno era lo suficientemente rápido. Con gráciles pasos siguió tentando a la suerte, moviéndose alrededor de sus enemigos. Y cuando tuvo la oportunidad, su arco volvió a cantar. Un virote atravesó a la última criatura en pie que podía dar la alarma, sacando al batidor una sonrisa que, sin embargo, no era de alegría. Aún había peligro. Su atención se centró casi al instante en el sacerdote, contra el que apuntó a continuación tras dar una patada furiosa al suelo, activando la magia contenida en una de sus botas.

Con eso ya había cumplido, no podía hacer nada más. El resto, quedaba en mano de los dioses.

En menos de 10 segundos la muerte se cierne sobre los hombres ranas, varias flechas surgen de la penumbra clavándose mortalmente en los dos Azotes, cayendo al suelo muertos cada uno por dos flechas mortales, de la nada como las demás surge una quinta flecha que atravesando las defensas mágicas del sacerdote se clava profundamente en su cuerpo. 10 segundos, un suspiro, un solo instante y la muerte con sus negras alas se abate sobre los confiados seguidores de Pyaray. Es en ese momento cuando todo estalla en movimiento, los Tsathar ven como los asesinos desconocidos que ya han matado a muchos de los suyos, de la nada, acaban de cargarse a dos de sus mejores guerreros, en un solo instante aquellos capaces de entrenar a las feroces ranas han perdido sus vidas, con lo que ni siquiera lo dudan, corren, corren, todos a la vez, como si la vida dependiera de ello, corren hacia el norte con todas sus fuerzas ( se alejan 120 pies, todo lo rápido que sus anchos pies les permiten )

Asalto 1

Damrod 22

Tsathar 21

Gerald 13

Sacerdote de Pyaray 12

Ranas 9 

Harold 2

Le era muy incómodo ajustar la inclinación por su nueva estatura, la agilidad en sus manos era torpe, su excesiva fuerza jugaba en su contra porque no notaba hasta que punto podía tensar la cuerda del arco, pero aun así su compañero podria verse en problemas si no hacían algo asi que como pudo cargo otra flecha apuntando esta vez al sacerdote. La potente flecha acorta la distancia entre ellos en apenas una fracción de segundos pero sin lograr traspasar al sacerdore -maldición- mascullo entre dientes sabiendo incluso antes de que saliera la flecha que iba fallar El trabajo de Damrod habia sido excepcional pero corría un grave peligro y al fallar su ataque no le quedaba mas que intentar provocar a sus enemigos -ven y enfrenta tu muerte o corre como el resto- dijo esto mientas guardaba el arco y se preparaba para sacar su espada. 

Pese a la huida de la cadena más débil de los hombres ranas, el clérigo señala a Damrod con un dedo - " Aai o le tagata " - en ese momento las ranas asesinas se ponen de pie a dos patas y se lanzan tras el arquero. El sacerdote ora en su idioma - " 
Pyaray lou finagalo ia tuuina mai ma aumaia ai le manuia i o outou fili " -. Un poderoso golpe de energía recorre desde el cuerpo del sacerdote hacia las ranas y hacia Damrod.

Las cuatro ranas como un resorte al escuchar la palabra de mando corren a dos patas hacia el explorador, al llegar a 10 pies de el saltan con sus garras y sus bocas abiertas y amenazantes, uñas, dientes, dedos, garras, todo para intentar dañar al arquero, pero pese a tanto ataque solo una de ellas consigue herirle superficialmente.

Damrod les había demostrado a todos lo que podía hacer un Inquisidor de pleno poder, y había sido un despliegue brutal de fuerza sobre aquellos herejes. Como una sombra, invisible y mortal, había caído sobre ellos y había segado sus vidas sin misericordia, muertos sin que vieran lo que les atacaba como si los propios dioses de la Ley hubieran descendido para castigarles con su poder divino. En apenas lo que tarda un águila en aletear dos veces, los portadores de los cuernos habían caído atravesados, e incluso una flecha se había clavado en el hombro del sacerdote, hiriéndole. Harold dio gracias a Aengrist por contar con Damrod en sus filas, por contar con aquella sombra afilada y letal que era capaz de realizar proezas como aquella. 

Y, como solía ser habitual entre cobardes herejes, las ranas huyeron. Huyeron porque habían presenciado el verdadero poder de la inquisición, huyeron porque veían a sus compañeros morir y sabían que dentro de poco les tocaría a ellos, y huyeron porque eran creyentes del Caos, sin lealtad, honor ni valor. 

Sólo quedó el sacerdote y las ranas: aunque el corazón de Harold se hinchaba de orgullo, también estaba preocupado. Ahora el líder cargaría contra su compañero con todo lo que tenía. Por suerte, aunque todos los anfibios cargaron contra él, solo uno de ellos logró rozarle, pues Damrod los esquivó doblándose de forma que parecía imposible. 

Harold alzó la espada: notaba la fuerza de los conjuros de potenciación sobre él, y si el sacerdote se acercaba, le destruiría. 

-¡Ven aquí, escoria! ¡Si no eres tan cobarde como tus lacayos, ven aquí y afronta tu Juicio!

Tenía suerte de seguir con vida, de mantenerse aún en pié y de tan solo haber recibido un rasguño en respuesta a su temeridad. El sacerdote, sin embargo, era más peligroso que todas aquellas ranas juntas, y estaba en su punto de mira. Si querían sobrevivir y escapar de allí, había que acabar rápido con él, antes de que los escurridizos tsathar que habían escapado dieran la voz de alarma; para hacerlo necesitaba a sus compañeros, y ellos no podrían luchar en aquél fangoso suelo. Debía retroceder.

A regañadientes, aguantó la posición hasta dejar confusas a aquellos batracios que parecían golpear a un fantasma y se escabulló al instante, en cuanto tuvo la oportunidad.

Los Tsathar desaparecen de vuestra vista en la oscuridad gritando a pleno pulmón en su extraño idioma. Damrod con la velocidad que lo caracteriza corre hasta ocultarse tras vuestra posición, dejando tras de sí a 4 ranas asesinas que babean en vuestra dirección y a un sacerdote tras ellas.

Asalto 2

Damrod 22

Sacerdote de Pyaray 12

Ranas y Gerald 9 

Harold 2

Avanza 5 pies hacia vosotros mientras grita - " Pyaray yang saya otorge kekuatan untuk mengalahkan musuh saya " - y veis como la musculatura del sacerdote se incrementa de golpe.

Las cuatro ranas corren a dos patas hasta llegar cerca de nuestros héroes. Es entonces cuando saltan con sus poderosas patas traseras hasta caer justo bajo sus oponentes con garras y mordiscos. Las defensas de los inquisidores son tan férreas que ninguna de ellas consigue traspasarlas.

El corazón de Harold se aligeró en cuanto el ágil Damrod logró volver con ellos, con nada más que unos rasguños. Ya seguro tras el muro de acero que formaban Gerald y él, podría disparar a sus enemigos, y por fin podría Harold emplear los dones que su señor le otorgaba. 

Combatir bajo la bendición de Aengrist era una sensación que nunca podría olvidar, una sensación que había experimentado solo algunas veces durante sus años de servicio y que era algo trascendente y poderoso, que dejaba huella en el alma. Sentir que el hilo latía, repleto de poder, sentir que en tus brazos se hallaba la fuerza de un gigante de la piedra, sentir que todo a tu alrededor se ralentizaba y que la espada y tú erais uno: así era la bendición del poder. La piedra se agrietaba ligeramente bajo sus aceradas botas, y el cuero de la empuñadura de la espada crujía al agarrarla con toda la fuerza que notaba hirviendo en sus venas. En cuanto las ranas saltaron sobre ellos, ninguna de sus garras ni mordiscos pudieron atravesar sus defensas potenciadas por energía de la Ley, y Harold alzó la espada y la bajó más rápido y con más destreza que nunca, sintiendo que su alma su corazón iban en ella, que era ya una parte de sí. La hoja se llenó de sangre de rana al cortar su piel como papel y abrir grandes heridas en el anfibio, que le atravesaban el lomo como las marcas de su castigo. 

Falta Gerald y pasamos al asalto....

Asalto 3

Damrod 22

Sacerdote de Pyaray 12

Ranas y Gerald 9 

Harold 2