Partida Rol por web

Una vez llegado donde esta el monarca , realiza un reverencia al señor. 

La educacion es lo primero ante todas las personas ya sean reyes o campesinos.

Sink sigue las directrices hasta llegar la a ciudadela.

Sigues al hombre que te conduce a una pequeña biblioteca fuera de la sala principal. Empuja uno de los numerosos libros que se alinean en las estanterías a lo largo de las cuatro paredes y oyes un clic metálico. Una sección de la librería se desliza lentamente hacia atrás y deja al descubierto un pasadizo secreto.

Sink se extraña que tenga ir por un corredor oscuro.

¿Por que tengo ir por un pasadizo oscuro?

Se coloca alerta por si viene otro peligro encima,...

Tal vez no he salido de la tumba,... Sigamos el juego tal vez encuentre alguna pista o tal vez mis sentido me este jugando una mala pasada.

Se dirige hacia el corredor oscuro.

Miro alternativamente a los supestos guardias y a mis compañeros. Coloco la mochila en el suelo y con gesto resignado, cojo el escudo y la estaca que uso como arma. Sopesándolos lentamente como si dudase antes de tirarlos al suelo, dejando que se confíen.

Sin previo aviso, cambio la posición de las armas en mis manos, adoptando una postura ofensiva en el mismo movimiento que uso para atacar al hombre que ha hablado.

- Si queréis nuestras armas tendréis que cogerlas vosotros mismos. - Amenazo al mismo tiempo que lanzo un asalto mental contra él.

Caminas durante casi diez minutos por un oscuro y tortuoso corredor. Luego subes por una empinada escalera hasta una pequeña puerta de madera. El hombre presiona un pestillo secreto y la puerta se abre. Entras en un gran dormitorio lujosamente decorado, con un enorme baño de mármol que ocupa un rincón de la habitación. El hombre te sugiere que te refresques mientras él va a solicitar para ti una audiencia con el Rey.

Te das un rápido baño y te pones unas blancas vestíduras que te han preparado sobre una gran mesa de mármol. Al cabo de un rato el hombre vuelve y te conduce por un largo pasillo revestido de espléndídos tapices. Finalmente llegas ante una gran puerta custodiada por dos soldados con armaduras de plata.

Estás a punto de ver al Rey.

Entras en la Cámara de Estado, un salón magnífico, lujosamente decorado en blanco y oro. El Rey y sus más inmediatos consejeros están estudiando un gran mapa extendido sobre una mesa de mármol en el centro de la cámara. En sus rostros aparecen hondas huellas de preocupación y concentración. En el salón se hace un profundo silencio cuando tú informas al Rey de la muerte de tus compañeros del Kai y de tu peligroso viaje hasta la ciudadela. Cuando acabas tu relato, el Rey se acerca a ti y toma tu mano derecha entre las suyas.

- Has dado muestras de abnegado valor, cualidad que debe poseer todo auténtico Señor del Kai. Tu viaje hasta aquí ha estado lleno de peligros y, aunque las noticias que nos has traído son para nosotros un doloroso golpe, el espíritu de tu determinación es como un rayo de esperanza en esta hora funesta. Has honrado la memoria de tus maestros y por ello te alabamos.

Recibes las alabanzas y el agradecimiento cordial de todos los consejeros, honores que hacen que un cierto rubor aparezca en tu rostro juvenil. El Rey levanta la mano y todas las voces se callan.

-Has hecho todo lo que Sommerlund puede exigir a un hijo leal, pero el país aún te necesita. Los Señores de la Oscuridad son de nuevo poderosos y su ambición no conoce límites. Nuestra única esperanza reside en Durenor, en el poder que ya una vez derrotó a los Señores de la Oscuridad hace siglos. Lobo Solitario, eres el último de los Señores del Kai y posees las destrezas requeridas. ¿Quieres ir a Durenor y traer la Espada del Sol? Sólo con ese don de los dioses podemos aplastar este mal y salvar a nuestro país.

Vonotar había conseguido engañar a los bandidos, golpeo con fuerza al que parecía ser el jefe, aunque no pudo esquivar el virote que el jefe había disparado, se le había clavado en el hombro.

Ashram dejo grave a uno de los bandidos que había bajado la guardia al ver que estaban soltando sus cosas, Kond Fa no tuvo tanta suerte, consiguio herir al otro bandidos, pero también se llevo un pequeño corte

Dios mío estoy delante de un Rey. Me siento completamente altos honores.

Escucha con atención lo que comenta el monarca. Se sorprender cuando el rey le toma la mano. 

Con la mano el corazón, realizar una reverencia. Dispone hacer una reverencia. Asiente la cabeza , aceptando la nueva misiva del Rey.

Debo marchar donde haya oscuridad. 

Tras ver como derribaba de un golpe de martillo en la cien, apoyo al mas cercano de mis compañeros.

-Arrastremoslos al bosque donde no puedan vernos. Kond-fa, el despiado. Interroga a uno de esos perros. De los otros nos encargaremos los dos.

ME muevo al bosque con mi presa y empiezo a denudar al tipo que maté, para a buscar entre sus cosas algo que nos sea de utilidad.

Las armas no las pienso dejar, me lanzo al ataque con lo primero que tenga a la mano

Me encojo de dolor cuando el dardo de la ballesta se clava en mi hombro, pero consigo sobreponerme antes de que los bandidos consigan aprovecharse de ese instante de flaqueza. Concentrándome para ignorar el virote que desgarra el músculo, envío un nuevo asalto psíquico al tiempo que vuelvo a golpear con mi estaca.

Vonotar había recibido otro flechazo, aunque esta vez solo le rozo el brazo haciendole un pequeño corte, por su parte Kond había acabado con uno de los bandidos, mientras Ashram empezo a alejarse hacia el bosque, aunque en su intento de huida había recibido un pequeño corte.

Vonotar golpeo con fuerza al que tenía la ballesta, dejandolo gravemente herido. Solo quedaban dos enemigos

Maldiciendo mi error me lanzo martillo en mano contra el tipo de la ballesta (o el que quede vivo).

"Uno menos, quedan dos", pienso mientras giro, aprovechando el movimiento de todo mi cuerpo para dar más velocidad al ataque con mi estaca.

Uno menos pero no me puedo relajar a un
Emprendo el ataque contra el primer enemigo que tenga cerca
¡Ala carga!

El bandido de la ballesta dispara, hiriendo a Vonotar en el brazo, apenas un corte al pasar por su lado, pero a quien realmente hirió fue a Ashram que se le clavó en el hombro. Ambos compañeros se lanzan a por ese bandido acabando con él. Kond Fa, ataca al otro bandido, se lleva un pequeño corte del bandido, pero acaba con su vida

Tras acabar con los bandidos, me concentro un momento para activar mi habilidad de curación. He recibido varias heridas en el combate y necesitaré un tiempo para regenerarlas. Cuando al fin noto el cosquilleo que indica que mi cuerpo se empieza a reponer de los daños, me dirijo hacia los bandidos caídos.

Cojo la ballesta y los virotes restantes del hombre que me atacó, sacando el hacha de mi mochila para hacer hueco. Luego, rápidamente, registro a los bandidos en busca de alguna indicación de quiénes eran los soldados a los que les quitaron esos uniformes.

- Tal vez debamos vestirnos nosotros con los jubones de los soldados - les digo a mis compañeros. - Es posible que nos puedan servir para pasar más deprisa entre los soldados.

Mientras espero su respuesta, sigo buscando algo que nos pueda ser de utilidad entre los objetos que llevasen los bandidos.

-Vayamos al bosque, allí podremos evitar el ser observados por Krans, soldados, o seres de algún tipo. Y tal vez... debamos derribar ese puente. Si el enemigo llego hasta aquí, seguro podrá seguir adelante sin levantar sospechas.- digo mientras arrastro el cuerpo del primero de los bandidos.

Los «soldados» yacen muertos a vuestros pies. Eran bandidos que se dedicaban a robar a los refugiados de Toran y en las casas y granjas abandonadas de la región.

Al registrarlos encuentrais 28 Coronas de oro y dos Mochilas que contienen provisiones suficientes para 3 Comidas. Los bandidos iban armados con una ballesta y tres Espadas. La ballesta ha quedado inutilizada en el combate, pero las Espadas están intactas.

Después decidis seguir vuestro camino por el bosque. Al llegar a las empalizadas de las fortificaciones, la gran puerta de roble se abre y entrais rápidamente. Un sargento, manchado de sangre y fatigado por la batalla, llama a un oficial, que se acerca a vosotros y reconoce vuestra capa.

- Me alegro que esteis bien, señores. No creimos que hubieran sobrevivido más personas en el monasterio. Vuestros hermanos ya han pasado por aqui y nos contaron lo ocurrido, una gran pérdida. Seguramente desearéis ver al Rey.

Llegáis a las puertas principales de la capital y contemplais asombrado las altas murallas de la ciudad. Con sus doscientos pies de altura, las murallas de Holmgard han resistido los estragos del tiempo y los ataques de los Señores de la Oscuridad. El oficial y vosotros atravesáis corriendo el túnel, de unas cien yardas de longitud, que cruza la entrada y finalmente os detenéis delante de la atalaya principal. Multitudes de soldados y civiles entran y salen precipitadamente de ella.

- ¿Queréis que os lleve hasta el castillo o iréis por vuestra cuenta?

Reparto las comidas y el oro y cambio mi hacha por una espada, dejando la maltrecha ballesta en el suelo. "Una lástima no poder llevarnos un arma a distancia", pienso sin lamentarme realmente durante mucho tiempo.

Animo a mis compañeros a acelerar el ritmo ante la proximidad de la capital y nuestro destino final. Cuando veo abrirse las puertas, un rayo de esperanza ilumina la oscuridad en la que se había sumido mi ánimo. Saludo al sargento, ligeramente desconfiado tras nuestro anterior encuentro. Pero cuando confirma que nuestros hermanos han llegado sanos y salvos hasta aquí me permito un momento de alegría.

Sin embargo, nosotros tenemos un mensaje más que darle al Rey. Las palabras del príncipe justo antes de morir tan solo las escuchamos nosotros tres y, si ese mensaje es tan importante como parecía creer, nuestra misión aún no ha concluído.

- Así es, debemos ver al Rey. - Contesto al hombre. - Tenemos noticias urgentes que darle.

Se ofrece a acompañarnos hasta el castillo, pero niego con la cabeza.

- Aquí necesitaréis todos los hombres de los que dispongáis. Las tropas de la oscuridad no están ni a una jornada de camino. Tan solo indícanos el camino al castillo, pues nuestra misión es urgente.