Partida Rol por web

Evergreen Villa es el nombre de la finca a la que se dirige Andrea. El camino se le había hecho larguisimo, el maldito tráfico angelino, ¡casi tres horas! A saber cómo sería un día de caravanas. La finca está perdida en los alrededores del Sunset Peak, al sur del San Antonio Mount. La salida casi se confunde con el resto del paisaje. Si no fuera por el muy detallado mapa que le dieron, Andrea sabe que no sería capaz de haberlo encontrado. A partir de allí ya no habría tráfico, todo sería mas rápido.

Siguiendo un camino ascendente muy bien cuidado, acaba llegando a una verja de forja trabajada a imitación de enredaderas. Hay un intercomunicador en un poste en el lado del conductor.

Sin duda el lugar era precioso. Suerte que en el último momento se había decidido por traer el blok de esbozos junto con el resto de materiales en la furgoneta, porque sería una pena no aprovechar aquel sitio para dibujar alguna cosilla.

Desde juego, merecía la pena. ¡Incluso las enredaderas labradas de la entrada merecían la pena!

Junto a la puerta, se estira desde la ventanilla para pulsar el interfono y desde que escucha el sonido al otro lado, se presenta.

- Muy buenos días - casi tardes por culpa del tráfico... - Soy Andrea Torres, la restauradora. Avisé de mi llegada hoy.

- Sí, pase.  - suena la metálica voz del interfono mientras se abrían las puertas exteriores. La mansión parece ser algo que se ve en la lejanía ¿pero cuánto mide esta finca?
Andrea sigue conduciendo hasta que el asfaltado toca a su fin. La mansión está mas cerca, pero aún a un buen paseo. Un hombre mayor, de pelo cano y aire digno, espera allí.

Sigo conduciendo atenta a las indicaciones que me pueda dar la persona que me aguarda sobre dónde aparcar. Aún sigo asombrada por el tamaño de la finca. Casi estoy esperando ver árboles frutales y pájaros tropicales para completar el escenario de película. 

Una vez aparco, y solo con el bolso en el que llevo los útiles para ese primer encuentro (guantes de plástico, pinzas, algodones, algunos frascos pequeños de productos químicos y H₂O pura por si las páginas están muy quebradizas, entre otras cosas), me acerco hacia el hombre que me aguarda con una sonrisa.

- Muy buenos días. ¿es usted Nigel?

- Sí señora - responde en una voz tan baja que casi parece un susurro -. Deje usted aquí su vehículo, por favor- indica mientras hace gestos para que Andrea le siga -. El señor Smith dejó instrucciones para que se le prepararan una plaza de aparcamiento cercanas a la mansión si decide usted aceptar el puesto, así que no debe preocuparse por tener que recorrer esta distancia a diario. Si lo desea,  habrá a su disposición también unas habitaciones. Somos pocos en el servicio, y el señor Smith últimamente tiene una agenda apretada, por lo que no estará usted presionada en absoluto.

El camino es largo - un par de kilómetros quizá, nada extenuante - pero el paisaje es precioso. Tiene mucho de jardín inglés, con las plantas creciendo sin que se les note una forma artificial como la de los jardines franceses con sus arbustos como bloques de lego o animales gigantes.

La mansión, un edificio de estilo victoriano, es simplemente enorme. Desde fuera se ven dos plantas, sin contar el espacio del tejado a dos aguas. Aquí y allá hay como una especie de torreones, posiblemente unas habitaciones con desarrollo vertical. Enredaderas similares a las de la verja, sólo que vivas, cubren buena parte de la fachada. Todo lo que lleva visto Andrea está impoluto, ni una hoja fuera de su sitio.

- Sígame, señorita Torres, le guiaré a la bilbioteca. Si decide tomar el puesto, le mostraré después la habitación en la que podrá llevarlo a cabo, climatizada para facilitar su labor de restauración.

Entran por la puerta principal de la casa. El interior es lujoso aunque de esitlo antiguo. Tan victoriano como la arquitectura, paneles de maderas nobles cubren las paredes. Mobiliario antiguo inglés en perfecto estado llena los espacios. En la escalinata ve un cuadro enorme de una señora madura, hermosa, de larga melena pelirroja y verde vestido, pero no capta mas detalles a esta distancia.

- Por aquí, por favor - indica el mayordomo, llevándola por los pasillos hasta una doble puerta. Tras ella, una sala inmensa, las paredes cubiertas de estanterías de libros antiguos. Aquí y allá hay muebles expositorios con cubierta de vidrio que guardan pergaminos, objetos metálicos... Uno de ellos, parecido a una incubadora, es mas elaborado, con aparatos que mantienen la temperatura y humedad del interior de la vitrina, contiene el libro cuyas fotos ella viera.

- Aquí tiene el manuscrito del que le habló el señor Smith. Está particularmente orgulloso de esta pieza de su colección. Puede comprobar su afición por las antigüedades, particularmente los libros.

La casa era excepcional. Más de lo que hubiese podido esperarse.

- Gracias. Permítame que lo examine.

Mi atención la atrapa ahora el manuscrito. Compruebo la humedad y temperatura del interior de la vitrina. Si, la estancia a esa hora estaba lo bastante estable como para permitir ser expuesto. 

Mientras me pongo los guantes, si la vitrina tiene cierre, le pido con un gesto a Nigel si puede abrirlo. En otro caso, y una vez él me permita el acceso, abro despacio y comienzo con el cuidadoso examen y voy tomando notas. El tipo de material, la resistencia de las páginas, el nivel (subjetivo) de deterioro, el tipo de gravados e ilustraciones del interior.

En la portada el título está totalmente desaparecido, y es más que probable que haya que rehacer la encuadernación e hilarlo página a página, pero busco el título en las primeras páginas interiores, o cualquier referencia certera a su fecha de publicación. 

Todo este proceso en realidad no me lleva más que unos pocos minutos de exposición antes de cerrar nuevamente la vitrina y seguir tomando notas aún unos segundos más.

Tras pensárselo, hace una lista mental de las herramientas que necesitará... especialmente pensando en el papel secante, prensa, escaner manual...

Sonríe y asiente antes de girarse al mayordomo - Acepto el encargo. ¿podría ver de qué materiales disponen aqui para traer lo que pueda faltar?

Nigel hace una leve reverencia de asentimiento - Si lo desea, señorita Torres, puedo mostrarle ahora dónde trabajará. Como le decía- explica mientras caminan a otra parte de la mansión-, la estancia está especialmente climatizada para permitir su labor, si bien el libro deberá 'descansar' siempre en su vitrina protectora durante los períodos de descanso. El señor Smith no quiso realizar las obras de sellado hermético visto que la labor de restauración sería por un periodo limitado.

Pronto llegan a un ala diferente de la casa. El mayordomo abre en silencio la puerta y pulsa un interruptor. Luces fluorescentes parpadean para iluminar lo que parece un enorme taller. Unas pizarras en algunas de las paredes parecen indicar que hubo un uso docente de la sala. La atmósfera es decididamente mas húmeda que la del resto de la casa, y algo mas cálida. Uno de los bancos de trabajo está atestado de material. Haciendo un repaso, Andrea encuentra en el montón - perfecta y pulcramente ordenado, eso sí - materiales que necesitaría pero en los que aún no había caído.

- Esperamos no habernos dejado nada, señorita Torres - casi susurra Nigel.

El nivel de humedad podrá ajustarse con uno o dos humidificadores que... si, efectivamente ahí están también... - Piensa Andrea mientras hace repaso de todo lo expuesto. 

- Han sido muy concienzudos. Y felicito a quien haya hecho la selección de calidad de los materiales - Sonríe y asiente a su acompañante. Aún se detiene y comprueba que varias de las herramientas están en buen estado, sin encontrar queja alguna. ¿incluso tenían escáner manual propio? Eso si que no se lo esperaba. Ese tipo de materiales normalmente sólo se presta o se alquila... O tienen a un muy buen conservador en nómina, cosa que no le extrañaría en absoluto viendo lo pulcro que era el lugar, o se han tomado bastante tiempo en hacer las preguntas correctas a las personas indicadas.

Secretamente, Andrea ya sabía que echaría de menos aquel trabajo en cuanto se acabase. Estaba francamente encantada. Cuando termina de valorar el material, se gira nuevamente a su acompañante.

- Todo está en perfectas condiciones. Muy poco necesitaré de mi estudio para trabajar, así que solo traeré mis herramientas familiares, con las que podré trabajar con más rapidez y seguridad. - Asiente con una leve inclinación - Y el espacio también es adecuado. - y estoy deseando poder empezar - Quizás también quiera indicarme dónde están las habitaciones del servicio, como me indicaba antes, para no tener que molestarle cuando comience el trabajo ¿Cuando desean que comience? - Que sea mañana mismo si hace falta. Aquí estaré con mis maletas y lo que sea necesario...

Una levísima curva de la comisura de los labios de Nigel -lo mas parecido a una sonrisa en lo que lleva visto del hombre - se deja entrever un instante ante la felicitación de Andrea.
Le lleva a ver la habitación. Está en el mismo ala que la cocina. El dormitorio tiene el tamaño del salón del estudio de Andrea. Si "lujo austero" no fuera un oxímoron sería esta habitación. Cama con dosel de madera oscura, a juego con el tocador y el armario. Paredes desnudas salvo el espejo del tocador. Ventana al jardín desde la que se ve un invernadero. Arcón a los piés de la cama. Baño en-suite con plato ducha. Nigel le indica que es la habitación estándar de servicio, pero que si necesitara algo no dude en pedirlo. Comería en la cocina con él y la cocinera.

- Es más que suficiente, gracias. Es usted muy amable y si, será un placer comer con ustedes.

El tiempo estaba pasando más rápido de lo que Andrea hubiese creído y con elegancia se despide. Mientras caminan de regreso al coche piensa en las interminables tres horas que le esperaban de regreso antes de comer... y enfrentarse a la hermana de morros que había dejado sola en casa. Apenas hablarían, pero tarde o temprano Julia la perdonaría, y necesitaría saber que podía contar con su apoyo.

Viajaba ligera dentro de las posibilidades (si no contábamos las herramientas de arte y las esculturas en si) y la costumbre de mudarse tan a menudo le había dejado práctica para organizar maletas y traslados.

Le gustaba aquel sitio y le intrigaba aquel libro. Se sentía una privilegiada por poder trabajar con aquella pieza. Casi como si de un acertijo se tratase. ¿qué historia tendría? Lo que era segur es que aquella falsificación de Van Gogh podría esperar...

El resto de la tarde y parte de la noche la dedicó a preparar cajas yendo y viniendo a la furgoneta. No que decir tiene que su hermana no la ayudó en absoluto y desoyó todo cuanto intentaba decirle. En fin... al menos sabía que estaría bien acompañada. Aunque sabía que no habría respuesta, empieza a hablar al aire, ya que sin duda la escucharía. Es imposible desoír lo que dice quien intentas ignorar.

- ¿Sabes? cuando vine, a mamá tampoco le gustó la idea. Tu padre me llevó a un aparte cuando entendió que iba en serio y me pidió que no lo hiciera, primero con razonamientos lógicos... que si era muy arriesgado, que si no conocía lo suficiente a aquel hombre, que si vivir en el extranjero era muy caro... pero tenía mis estudios, y tenía buenas recomendaciones, así que tenía por mí misma la seguridad que otros no podían darme. Entonces empezó con las pequeñas puntitas emocionales. Esas que tanto le gustan a él usar a veces. Me decía que le haría mucho daño a Mamá, que tú estarías sola, que estaba rompiendo tu concepto de familia, que formaba parte de sus vidas... pero para mí hacer aquello era importante - Se acerca a Julia y le pone una mano en el hombro desde atrás, aprovechando que le da la espalda haciendo como que ve la tele - ¿Y sabes qué? yo creo que eres una valiente por lo que has hecho. Pero no necesitas hacer daño a nadie para demostrarlo... - Y fue entonces cuando se dio cuenta de que a lo mejor no había elegido de la mejor forma sus palabras. Su hermana se levanta y echa a correr, más que andar, a su habitación y cierra de un portazo.

 Andrea se queda sola en el salón, entre herramientas y estanterías pintadas con ojos, a los que dedica una mirada de resignación - Bueno... al menos lo he intentado. - Ellos le devuelven el gesto, comprensivos.

El día siguiente su hermana no salió de la habitación para despedirla - cómo no... - pero ella sí le dejó el almuerzo preparado, y una nota en un pos-it en la nevera "No importa lo que hagas, yo te seguiré queriendo", junto con el dibujo de un ojo. Sonaba bien. En realidad lo había leído en un libro, pero le parecía muy apropiado, dada la situación. Rezaba para que ella lo viese también de esa forma.

Ahora solo quedaba empezar el nuevo proyecto. Cinco días con sus cuatro noches, y regreso... con el tiempo suficiente como para pasar revista en el museo, descansar el fin de semana, y regreso.

Esa mañana intentó salir más temprano para evitar el atasco, pero la hora punta en la que todo el mundo a la vez decide salir antes para llegar a punto al trabajo resultó ser nefasta. ¿Cuanto tiempo pasó hasta que llegó nuevamente a la verja? ¿tres? ¿cuatro horas? según sus tripas la respuesta más obvia era "demasiado".

Pulsó el interfono y suspiró con alivio. Al fin estaba allí...

El portón se abre y Andrea ve acercarse a Nigel. Éste le da indicaciones para tomar otro camino que lleva a la zona de aparcamiento. Ésta queda cerca de la casa, oculta tras grandes setos, pero a un paseo ni de 5 minutos para llegar. El mayordomo, culmen de la eficiencia, la ayuda con las bolsas mas pesadas. Para la edad que tiene, se debe conservar bien vista la facilidad con la que carga las bolsas. En la casa la ayuda a dejar las herramientas en la sala de trabajo - dónde ya está la vitrina protectora del libro a restaurar- y la acompaña, ayudando con su equipaje, por supuesto, a su habitación. Allí ve que hay un refrigerio en una bandeja sobre la mesita de noche que Nigel le explica han dejado a sabiendas de lo largo que se hace el viaje normalmente.
Tras indicarle dónde está todo, le recuerda que sólo tiene que llamar si necesitara algo mas, y que, una vez se acomode y refresque, puede empezar su labor. Puede moverse por la planta baja a su antojo.
La puerta de la habitación se cierra tras salir Nigel.

Muy bien... lo primero es lo primero, y en este caso lo primero era tumbarse cuan larga era sobre la cama durante unos segundos para descansar la espalda.

Tras esto, y mientras mordisquea agradecida el refrigerio, coloca las cajas enteras en rincones provisionales. la ropa en el armario, los útiles de baño junto al lavamanos... Todo listo para empacar de regreso con la misma velocidad. Y saca la pintura plástica en el espejo del baño Con una espátula flexible se quitaría en un momento, así que esperaba que quien se encargara de la limpieza no le importase.

En algún momento se le pasó por la mente lo extraño que era no haberse cruzado con más trabajadores para lo grande que era el lugar, pero lo más probable es que cada uno trabajase en lo suyo. Aquello era lo bastante grande como para poder perderse. Terminada la ilustración en la esquina sonríe, aunque por algún motivo no sentía que el ojo le devolviese la misma sonrisa. Que raro...

Tras pensarlo un poco, quitó el detalle y cerró el bote de pintura dejándolo sobre el mismo lavamanos. ya lo reintentaría por la noche.

Termina de comer y, ahora si, se dirige al estudio. comprueba el reloj para que no se le pasen las horas oficiales para comer - No querría dar una mala impresión el primer día -  y una vez allí comienza a distribuir los materiales en base al punto del proceso en que requeriría cada herramienta por primera vez. Los productos químicos los deja algo más alejados de la mesa principal de trabajo para evitar contaminación y comienza su trabajo con una diminuta cámara de fotos y su trípode. 

No solo era una guía para controlar sus avances, sino que los propietarios agradecían mucho estos recuerdos para poder comparar el resultado. Ver el antes y el después. 

Tras fotografiar todas las caras exteriores, se acerca a los humidificadores y desumidificadores de la sala para asegurarse de que las marcas sean correctas y los ajusta.  

En lo que tardaría en ir a comer y conocer a la cocinera la sala estaría en condiciones óptimas para sacar el libro de su vitrina y escanear cada página por separado. Esa tarea le llevaría el resto de la tarde.

Así pues, preocupándose de ser puntual como un reloj, va hacia la cocina.

La cocina de la mansión tiene el tamaño adecuado a la misma: enorme. Cualquiera diría que está pensada para dar de comer a un regimiento. Con todo, sólo ve a una persona allí - aparte del propio Nigel, claro -, una mujer madura con ropas de servicio, que ultima el almuerzo. El mayordomo la presenta como Alice Wood, cocinera y ama de llaves.

- Pase, querida, y póngase cómoda - dice ella señalando una de las mesas en la que hay dispuesto cubiertos, vasos y bandejas de comida fría -, como si estuviera en casa - insiste.

- Encantada y gracias, muy amable - Se acerca a la mesa para tomar asiento - Desde que llegué la casa no hace sino sorprenderme. Es un lugar muy hermoso. Es un placer poder trabajar en un lugar como este. El cuidado tanto de los jardines como del interior de la vivienda es asombroso. 

Pretendía ser el inicio de una conversación cordial, pero realmente aquel le resultaba un lugar fascinante, y quizás podría llegar a averiguar algo sobre la historia de la mansión y del número de personas que trabajaban allí. La perspectiva de vivir en el trabajo durante uno o dos meses (dependiendo de lo complicadas que fuesen las iluminaciones) le daría tiempo para conocer a unos cuantos.

- Adorables, ¿verdad?- responde Alice con orgullo al comentario de los jardines - Es increíble lo que hablarles con cariño puede hacer por ellas. Las plantas, quiero decir. Son mi orgullo y mi alegría - dice ufana.

El ala de la mansión dónde está trabajando Andrea fue en su momento sede de la fundación Evergreen para jóvenes descarriados. Muchachos en riesgo de exclusión aprendían oficios en aquella sala. Por cómo hablan, casi se diría que llevan el servicio completo de la mansión entre Nigel y Alice.

- Eso es asombroso ¿se encarga usted, Alice? Quizás algún día quiera enseñarmelos - Realmente es asombroso que entre dos personas puedan encargarse de todo. Cierto que parecen personas con gran vigor, pero Andrea se imagina a sí misma realizando las mismas tareas y... no puede ni imaginarlo. 

Alice estará encantada de enseñarle los jardines cuando quiera - siempre que los deberes de ambas lo permitan, claro. El almuerzo transcurre tranquilamente.

Tras felicitar a la cocinera y quedar con la promesa de los jardines paso por mi habitación para una ducha rápida antes de comenzar con el manuscrito.

Y al fin lo tenía frente a mi, con toda su belleza y sus misterios, sereno y magestuoso. 

Tras preparar la mesa sobre la que trabajaría, se pone los guantes, mascarilla, y el proceso comienza.

Una a una, las páginas fueros digitalizadas, con luz normal y ultravioleta. Nada como aquello para reconstruir a posteriori una a una las ilustraciones y el texto que la humedad pudiese haber deshecho...