Partida Rol por web

Rebás maldijo, y esta vez estaría deseoso de darle un buen pisotón... aunque una parte de su mente estaba sorprendida ante el efecto de la bomba de humo.

Aquellos engendros eran muy extraños, pero su plan era claro. Algo que Helm no permitiría.

- No... No huirás. Yo, soy tu oponente. - Y alzando su puño cuyo símbolo sagrado se encontraba tallado sobre el mismo, convocando al poder de su juramento para forzar su inevitable destino. Si aquel hombre ya no era perceptible, entonces los engendros lo serían.

Y sin vacilar ni un poco, alzó su gran espada, mientras se adelantaba cuanto pudiese en busca del prófugo.

Con el nombre de HElm en los labios, Blarc se lanza adelante lanzando tajos, abriendo un surco sangriento en las filas de los jermlaines, que sueltan chillidos de dolor y rabia. Sylarc pero consigue resistir el impulso del conjuro.

Rebás avanzó sin perder más tiempo, y cuando lo tuvo a vista, le gritó tocando su símbolo sagrado.

-¡Acércate!- y la palabra fue escuchada con una fuerza sobrenatural en los oídos de Sylarc.

Luego miró a Blarc que destrozaba a esas pequeñas criaturas.

-¡Prepárate para agarrarlo!- le gritó mientras seguía intentando acercarse al esclavista.

- yo... obedezco...- sin creer lo que hacen sus propias piernas, Sylurc avanza hacia Rebas. 

Los jermlaines sueltan chillidos ratoniles y algunos agarran a Sylurc mientras otros agreden a Blarc empuñando agujas de coser afiladas, tijeras serradas, ramas rematadas con ganchos de pescar y boleadoras hechas con hilo dental. Unos diez se abalanzan sobre el paladín mientras otros sujetan a Sylurc.

Yves ataca a la horda con su espada. Abre un surco sangriento mientras intenta abrirse paso para aislarlos de su entrada a las cloacas.

El Paladín no necesitó contestar, fue capaz de reconocer el conjuro y al ver que éste surgió efecto no vaciló. Alzó su espadón para reposar su enorme hoja sobre su hombro y espalda, sosteniendo su empuñadura con una sola mano para tener la otra libre. Con lo pequeño que se había vuelto su objetivo, una sola debía bastar para agarrarlo y que no se escape.

Así que, con fiereza y sin un ápice de sutileza o piedad, se abalanzó entre los jermlaines y fue directo a agarrar al fugitivo.

Rebás envainó su hoja, para comenzar a esparcir a las criaturas con el aceite que usa normalmente para su linterna

-¡Si no se van ahora, se quemarán todos!- gritó el joven, cansado de esas criaturas que parecían demasiadas como para ser liquidadas una por una -¡Váyanse!-

Blarc agarra fuertemente al fugitivo. Los jermlaines, mermados por Blarc y Yves y salpicados de aceite, optan por la versión más prudente del valor y se retiran a las alcantarillas.

El plan había funcionado. O quizás fueron los instintos del Clérigo. Como sea, hizo lo posible para contener al fugitivo entre sus brazos, o manos, mientras lo alejaba como pudiese de la horda de erizos que se retiraba asustada.

- Necesitaremos alguna jaula o algo, para contenerlo. Mis esposas ya no funcionarán. - Ordenó el Paladín en general, a ver si alguno podía aportarle algo rápido mientras lo retenía. Ya no podían confiarse.

- Veamos...- Yves saca de su cinturón una bolsa de factura enana reforzada con alambres de acero, agarra a Sylurc y lo mete dentro.

- Oye que, aquí hay calcetines sucios!- protesta Sylurc con voz ratonil.

- ¡Medita sobre tus errores!- Dice Yves mientras cierra los cordones.- Bueno, gracias por vuestra ayuda.

- Antes que nada, deberé pedirle que me acompañe al Hogar de los Firmes, marinero. - Sentenció con dureza Blarc.

- Para liberarlo, deberá pasar una noche en el Templo para ser purificado, como una aseguranza. Y también su prisionero. - Le explicó con un tono que no daría lugar a negativas, aunque su petición buscaba sonar razonable.

- ¿Eso es una proposición indecente? Estamos por la mañana. Hagamos una cosa: ayudadme en mi tema de los esclavistas y luego duermo en ese templo, si queréis.

Al guerrero no le gustaba mucho su actitud. Pero escucharía.

- ¿Qué quieres exactamente? - Y mejor que no abusase, porque la guardia no tenía ninguna deuda para con él.

Rebás arrojó el frasco de aceite a un costado, y volvió a sacar la espada, dudando de si realmente había terminado todo. Se acercó a Yves y Blarc, sin mostrarse amenazante, ya que habían hasta combatido juntos, pero sí guardándose de cualquier sorpresa.

-Somos todo oídos- dijo el mulano desde la curiosidad innata en él, aunque estaba seguro de que no tenían por qué meterse en eso cuando estaban en búsqueda de unos licántropos.

- Hay un barco en el puerto, el Alcatraz, que trafica con esclavos. Los transporta discretamente de la Costa de la Espada a Calimport. Es propiedad de uno de los Bajás de esa ciudad, así que el Rey hace la vista gorda. Aparte el Alcatraz se dedica a la piratería de cualquier presa que encuentra. Quiero registrar la nave para liberar a cualquier cautivo.

- Muy bien. Andando. - Asintió sin más, esperando fuese rápido. Además, estaban cortos de pistas. Tal vez les ayudase en algo.