Partida Rol por web

Cuando todos os reunís al otro lado de la zanja, confirmáis las palabras de Leroy Currie. A pocos metros más alante, un claro deja entrar los rayos de sol al interior de la jungla, e iluminan el caparazón de un avión con el morro semienterrado en la tierra. Unas, en su día lustrosas, letras negras ponen nombre al avión: El Electra.

Los árboles caídos que se encuentran alrededor y bajo el avión os dan la evidencia de lo que ha ocurrido, y es que por algún motivo, el avión se ha estrellado aquí, destrozando una diminuta porción de jungla en su impacto.

Sonrío ante la llegada de mis compañeros. Con gran agilidad han conseguido cruzar el tronco.

El Electra. 

Aun estrellado mantiene parte de la gloria que seguro debió tener.

¿Alguien se anima a echar un vistazo?

Rodeo el avión tratando de averiguar si la puertezuela de entrada está accesible.

- Pues claro. Quién sabe si no hay algo que pueda sernos útil.

Porque alguien vivo no creo.

Me acerco al avión y me asomo por las ventanas a ver si se vislumbra algo.

Cuando aún estáis sorprendidos por el hallazgo, aparece el Profesor Ezekiel Brush entre los árboles, detrás de vosotros. Parece algo cansado tal y como demuestra su sonora respiración. Cuando se sitúa entre vosotros, os mira con los ojos y retoma su pose erguida, con los brazos en la cintura:

- Un bimotor Lockheed E-10. - Hace una pausa para respirar de nuevo, y después, como si os debiera una aclaración, explica: - Mientras cursaba mis estudios hace muchos años, trabajé ayudando a mi tío en su taller mecánico para pagarme los estudios, y desde entonces, siempre me han maravillado estas máquinas voladoras. ¡Quién sabe si podremos alcanzar otros mundos, como escribió Julio Verne!

A continuación, el rostro del profesor cambia, y se torna apesadumbrado. A pesar de no tener las nociones de Pilotaje de él, habéis escuchado en algún sitio el nombre de ése avión. Electra...

Como un relámpago que os impacta a todos a la vez, caéis en la cuenta. El Electra es el avión de Amelia Earhart, la intrépida aviadora que se propuso no hace mucho dar la vuelta al mundo y desapareció sobre el pacífico sin volverse a saber más de ella. Fue no hace mucho una de las protagonistas de todos los boletines radiofónicos de noticias y de la prensa. Una heroína.

Cuando Leroy Currie agarra la puerta, parece bloqueada, pero tras pegar un tirón, ésta cede, pero de la sacudida, se escucha un "crack" en la zona del ala, y veis como termina de partirse. Algunas aves salen volando de las copas más altas, asustadas.

Las ventanas están todas partidas, con algunos vidrios afilados aún sujetos a los junquillos de metal. Cuando Irina Krilov se asoma con cuidado, puede distinguir a simple vista, varias mochilas esparcidas, un cubo de plástico, una cantimplora forrada en cuero, un machete, un mapamundi algo estropeado y una bolsa de tela grisácea. El resto de cosas, son un amasijo de papeles mojados y barro.

Al igual que sus compañeros, Felix se acerca al avión a echar un vistazo, pues seguro que podrían encontrar algo que les fuera de ayuda. Sin decir nada, se acerca primero hacia las ventanas de la cabina. Instintivamente quería comprobar que los restos de Amelia siguieran ahí.

No distingues nada especial a simple vista más allá de tierra y hojas secas sobre un par de asientos. Los vidrios de la cabina están rotos, probablemente por el impacto.

Piensas que lo normal es que una persona hubiese muerto, dado a la velocidad que debió caer, aunque como no tienes conocimientos de Pilotaje, no conoces a qué velocidad puede caer un aeroplano como ése.

Miro al profesor cuando se acerca y escucho sus palabras. Es cierto, El Electra. Sabía que el nombre del avión me sonaba de algo. Tanto la noticia de la posible hazaña como la desaparición del avión y su piloto fueron muy sonadas. Me fijo un poco más a ver si se veían los restos de algún cuerpo. Amelia tuvo que morir en ese accidente, es imposible que saliera del avión por sus propios medios...

¿No?

- ¿Es seguro entrar? - Le digo a Leroy, tras dar un respingo al escuchar el ala romperse de repente. No me fiaba de nada en aquel lugar. - Creo que hay algunas cosas que podrían sernos útiles.

Doy la vuelta al avión para asomarme por la puerta, ahora abierta.

-Proveámonos de todo lo que nos sea útil sin perder tiempo, amigos. De lo que se ve, las mochilas, el cubo, la cantimplora, el machete, el mapa y la bolsa de tela. Sin duda a la dueña del avión ya no le son útiles, y a nosotros nos pueden sacar de muchos apuros. Repartámoslos y sigamos nuestro camino -hizo una pausa al hablar, mirando a sus interlocutores-.. Quizás alguno de los jóvenes que nos acompañan quieran intentar sacar los objetos, sino, probaré yo mismo. Hay que tener cuidado de no hacerse daño..

El profesor no dejaba de sentirse un poco el padre de todos ellos. Quizás por edad, quizás por una autoimpuesta experiencia. Desde luego, debido a su propio oficio, le gustaba la máxima eficacia con el mínimo daño. Y mucho más en circunstancias como las presentes.

Comienza a llover...

Al oír las palabras del Profesor y ver los reparos de mis compañeros doy un paso y luego otro hacia la puerta abierta.

Yo entraré.

Poco a poco y con cuidado meto un pie por la abertura y luego otro. 

Dentro está todo herrumbroso y empapado de barro. El contenido del avión está esparcido y semienterrado por el barro, y prácticamente, parece que no hay nada que podáis salvar a excepción de lo visto anteriormente por Irina Krilov a través de las ventanillas. Si tanteabas la estabilidad del avión, te sientes más seguro, puesto que parece asentado en el terreno y no se balancea. Dentro se está algo oscuro, pero entra algo de luz a través de las rendijas y te basta unos instantes para acostumbrar la vista.

Los vidrios frontales de la cabina están hechos añicos, y entra agua, aunque por suerte, la lluvia es bastante débil por el momento. En la cabina, a simple vista ves dos asientos vacíos y un panel de mandos. Hay una radio extraíble, aunque quizá necesites ciertos conocimientos para manipularla. Se le debió pasar por alto a Felix Strode cuando observó la cabina desde el exterior a causa de la mala perspectiva.

Sigo caminando con cautela por el avión. Intento hacerme con las cosas que Irina había visto en su inspección: las mochilas, el cubo, la cantimplora, el machete, el mapa y la bolsa de tela.

Agarras todo lo útil que ves a la vista, y te das cuenta que lo que parecían unas mochilas, se trata en realidad de unos paracaídas sin abrir. También, envuelto en la tela, encuentras un revólver del .32 de seis disparos. Tienes las manos llenas de objetos en este momento.

Me guardo el revolver en el bolsillo trasero del pantalón y salgo con la cantimplora el machete y un mapa.

Dentro hay un par de paracaídas en sus mochilas y una radio que parece rota. Si alguien tiene los conocimientos adecuados quizá pueda desmontarla y arreglarla. El cubo y los paracaídas siguen dentro. ¿Alguien me acompaña? Además, voy a buscar balas para este  juguete que me he encontrado.

Muestro a mis compañeros un revolver del 32. Lo abro para comprobar el cargador.

El cargador está lleno. 6 balas.