Partida Rol por web

TALIESIN EL PORTADOR DE LA TRISTEZA:

- Sale del Territorio 19: Bosque del Invierno.

- Se dirige al Territorio 18: Pitesti.

- El viaje hasta Alexandría dura bastante menos de una semana (tal vez 2 o 3 días), ya que aunque Taliesin no va a caballo es capaz de caminar muy rápido cuando se lo propone.

- Taliesin queda aislado de lo que pase en el Bosque Invernal, aunque el Señor de los Témpanos podría tal vez contactar mentalmente con él usando un Desatar del Dominio del Otoño, en caso de necesidad.

AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA.

MES DE FEBRERO.

Con las primeras nieves del año el silencio se había extendido por el Bosque Invernal. El cortante viento del norte susurraba historias de una sombra huidiza que había cabalgado en sus lomos, elevándose hacia el gris infinito de las bóvedas del mundo. Entre nubes dormitaba el amo del territorio, vagando con los nimbos y jugando con las corrientes.

La sombra del Marqués se extendía larga y tenebrosa hacia el noroeste, acariciando la tierra con el cariño de quien la sabe suya. Entre tanto el bosque invernal callaba y esperaba, mientras sus retoños crecían regados por el advenimiento de la nueva gloria de este lugar.

SEÑOR DE LOS TEMPANOS:

- Vuelas sin incidentes por toda Transilvania hasta llegar al Bosque Otoñal.

AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA.

MES DE MARZO.

SUCESO:

- En marzo de 950 llegan 50 familias griegas que intentan establecerse en la linde sur del Bosque del Invierno. - Molestan con sus intentos de caza y de talar árboles helados.

- Las hadas locales no están nada satisfechas, pero no hacen nada de momento, aguardando el regreso del Señor de los Témpanos, pues piensan que seguramente dará un escarmiento con los invasores humanos.

RESULTADOS DE MARZO:

- Al no ser molestados por las hadas, 50 Familias griegas se han establecido en la linde sur del Bosque, están talando árboles para construir una aldea.

AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA.

MES DE ABRIL.

COMIENZO DE LA PRIMAVERA.

SUCESO:

- Abril 950: Muerte de 10 seres feéricos en un incendio forestal fortuito.

- Los feéricos sospechan inmediatamente de los griegos, y están enfurecidos.

RESULTADOS DE ABRIL:

- El Señor de los Témpanos y Shigraat el Portador del Odio inician un plan conjunto para someter a las familias griegas.

SERIE DE TIRADAS DE DADOS:

SHIGRAAT:

- Astucia + Sigilo (6 dados), a dificultad 7. - Permanecer Oculto.

- Destreza + Pelea (6 dados), a dificultad 6. - Tocar Humano.

- Nieblas (3 dados), dificultad 6. - Imponer Sagacidad.

- Transformación: Crepúsculo + Resistencia (8 dados), dificultad 5. - Transformar en árbol.

- Presencia de Ecos: Hachas cortando árboles 70%, fuego 75%. - Tirar 1 d 100 dos veces.

- Caso de tener éxito en todas las tiradas previas: Tirada de Manipulación + Intimidación (5 dados), a dificultad 6, para ver si se asustan.

PRIMERA FASE:

SERIE DE TIRADAS DE DADOS:

SEÑOR DE LOS TEMPANOS:

- Astucia + Sigilo (6 dados), a dificultad 7. - Permanecer Oculto.

- Percepción + Alerta (5 dados), dificultad 6. - Observar a los humanos.

- Percepción + Supervivencia (4 dados), dificultad 6. - Rastrear humanos que huyan.

- Resistencia + Atletismo (5 dados), dificultad 6. - Perseguir a los que huyan.

- Destreza + Pelea (6 dados), a dificultad 6. - Tocar Humano.

- Nieblas (5 dados), dificultad 6. - Imponer Sagacidad. O Nieblas, dificultad 7 para ocultar el Semblante Feérico.

- Presencia de Ecos: 80% de que sí. - Tirar 1 d 100.

- Adquirir nuevos Ecos: Posible si los humanos le ven en su Semblante Feérico sin estar dotados de Sagacidad, cuantos más humanos le vean más fácil es que ocurra.

- Apariencia + Intimidación (6 dados), dificultad 6 en plena forma feérica, 9 si oculta su Semblante. - Impresionar a los humanos.

- Manipulación + Liderazgo (2 dados), dificultad 6. - Empezar a convencer a los humanos con vistas a crear un culto o (mucho más factible) establecer un futuro Juramento. - Esta tirada puede no tener sentido si previamente él o Shigraat han fallado varias.

AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA.

MES DE MAYO.

MEDIADOS DE PRIMAVERA.

La mirada del primonato apartaba las trémulas hojas cubiertas de escarcha buscando entre sus recovecos. Los primeros tejados de tela embreada no tardaron en aparecer entre la espesura. La bilis llenó su boca cuando la ira bombeó a su corazón la muerte de los árboles que habían habitado ese claro anteriormente. Desmembrados y despellejados, desaparecían por igual en herramientas y hogares por todo el pequeño asentamiento griego. Su mano acarició suavemente el pomo de su espada, mientras sopesaba el susurro de la venganza en su oído.

Entonces la vio. Al principio no fue más que un negro mechón de noche suspendido y ondulando en el aire, descorriéndose hacia los costados para enmarcar el tostado cuerpo que lo portaba en la cabeza. La doncella se bañaba tranquilamente en el río, ajena a la indiscreta atención que se le profesaba. Recuerdos de noches a la luz de la luna asaltaron al antiguo amante arraigado profundo dentro del alma feérica; aquel que había concevido a los mestizos que defendieron a sangre y espada el Bosque Otoñal de antaño. La belleza de sus formas frágiles y redondeadas, inminentemente caducas para los estándares del observador, sobrecogieron el ánimo de Noderoth, que se deleitó en los turgentes perfiles, con maravillado embeleso. Largo tiempo hacía que no observaba a un humano... años atrás lo habían sido todo para combatir el tedio estacional. Ahora el recuerdo del júbilo pasado lo arrastraba como una avalancha. Avanzó hacia la joven, que se envolvía en un largo paño seco y blanqueado, mientras escurría su largo cabello. La imprudencia había desaparecido de su esquema de fondo, sustituida por la sujestión de aquella flor en su tierna primavera. Cuando la muchacha alzó la vista y abrió la boca embobada, la duda, el asombro y la atracción primaria bailaron en círculos con el terror más primario tras sus pupilas. El demonio de cara de ángel portaba los cuernos del diablo, inequívocamente.

La muchacha dudó, no así su madre, acercándose a poca distancia con frutos silvestres para el desayuno. Las bayas rodaron por el suelo, llevándose la calma del claro. Un rito ahogado fue todo lo necesario para que dos hombres acdieran a la escena en defensa de sus hembras. El primero en los finales del otoño de su vida, lucía los colores del invierno en su barba recortada. El segundo, un hombre fornido y apuesto, tiraba del hacha todavía impregnada en las vidas de los retoños del Señor de los Témpanos.

El intruso alzó una mano en señal de apaciguamiento, pero su semblante traicionó el odio de lo que aquellos hombres habían hecho con el afilado instrumento que portaban. Sintiendo la amenaza, el hombre joven saltó sobre él, para advertir desesperado cómo el mango de su aarma se hacía cenizas en sus manos. Un ladeo y un empujón repentino fue lo único que el Señor de las Sombras Gélidas necesitó para echar por tierra su mvimiento. Temiendo por la vida de su hijo, la madre comenzó una agónica plegaria a su Débil Dios. Vejado en su más interno fuero, el Marqués sintió cómo su misericordia humana se desgajaba y hacía añicos contra un muro de frío dolor. El viento del invierno trató de acallar los lastimeros quejidos de aquellos fervientes ortodoxos, que se dirigían a rezar ante su improvisado símbolo sagrado, arrastrándose como gusanos. Sus estridentes plegarias irritaban al señor otoñal, resisitiéndose al silencio de la estación fría. Sus torturados oídos acabaron con la poca paciencia que le quedaba. Sus ojos, nublados por la furia, no vieron quebrarse las ramas cortadas de los árboles cercanos, cuando se astillaron por sus designios. Sus lacrimales no vertieron una sola gota por las vidas cercenadas cuando las mortíferas saetas del otoño dieron cuenta de los pusilánimes que lo atosigaban. Su vida se apagó en silencio, demosrando la poca ayuda que su falso dios podría haberles otorgado. Todos ellos muertos y acallados en torno al altar al que adoraban, asesinados por la misma madera con la que lo construían y regalaban.

Había llegado la muerte de la paciencia y la hora del castigo; una sombra oscura destiló muerte en la improvisada ermita de madera aquella misma noche. No hubo rezos, ni tiempo para gritos, ni testigos. Solo cálida sangre dando de beber a los cadáveres arbóreos sobre los que se construyó. Dicen los rumores que la noche se hizo en el interior del edificio y cortó las gargantas de los clérigos. Nadie rezó por sus cuerpos... nadie osó invocar al altísimo; no eran buenos augurios.

Esa fue la primera señal fatídica del abandono de su dios. Los rumores de la segunda se extendieron como la chispa en pólvora seca: varios leñadores habían desaparecido. Lo más inquietante era la ausencia de cuerpos... ni huesos, ni sangre; tan solo sus ropas y herramientas abandonadas atrás. Los rumores hablaban de un monstruo terrible, un espíritu arbóreo, que había arrancado a uno de los trabajadores de su grupo; una fuerza imparable de la naturaleza, demoledora e inexorable. Ni dolor ni muerte, el ser había aferrado al trabajador con sus mágicas garras. La piel del infortunado se había ajado y enrudecido, tornándose marrón e irregular. Susbrazos se abrieron como ramas en flor, pero de su interior o salió osamenta alguna, sino blanqueadas ramas en retorcidos patrones. Sus uñas se alargaron, ensancharon y reverdecieron, acompañadas por sus dientes y cabello, luciendo un vistoso penacho encopado de hojas caducas. Cuando el tétrico milagro terminó, un arbolillo incipiente ocupaba el lugar de hombre. La criatura vegetal lo agarró y lo arrastró all interior de la fronda.

Los más desafortunados trataron de escapar con sus familias a tierras más seguras, pero el bosque no vendería tan cara su justicia. Víctias de la tercera señal fueron encontrados en los caminos, llenos de astillas mortales y entumecidos por el dolor, por aquellos que regresaban de hacer tratos en las ciudades vecinas... nadie volvió a salir hacia los mercados, ateridos de miedo. Los menos desafortunados contemplaron con horror cómo la sangre brotaba de un árbol recién comenzad a talar, al acertar en uno de los artesanos víctimas del terror de los arbustos, en vez de sobre un árbol real. Las hachas quedaron enterradas e inertes en sus tocones.

Entonces llegó la voz de hojarasca. La figura desfiló envuelta en pieles y acompañada por una brisa cargada de hojas y escarcha. Apenas había nadie fuera para recibirla, pero los niños regresaron a casa lívidos. El extraño refugiado en pelo y cuero hasta lo irreconocible, enfiló directo hacia la tienda del jefe del poblado, haciendo temer a los tímidos ojos que observaban desde las ventanas por una invasión de báraros paganos.

El visitante se marchó como vino, y una hilera de visitas anónimas continuaron en los días posteriores. Nadie fuera sabía de su efigie, y nadie de dentro hablaría de ello. Él era el portavoz del bosque; la palabra de las sendas. Solo su melosa voz de hojarasca se escuchaba repetida en eco alrededor de los fuegos, por quien las habían escuchado:

-Vuestro antiguo dios débil nada tiene que hacer en este lugar. El bosque existe desde siglos antes de que muriera estúpidamente en la cruz; desde milenios antes de que el primer temeroso judío hablara con su presunto padre desnaturalizado. Existe desde que el hombre le hablaba a él, en vez de a un símbolo de madera hecho con su carne. Ahora venís a él y le arrancáis las entrañas, pero ni siquiera tenéis la decencia de rendirle una plegaria: se las profesáis a ese hombre muerto a quien erigís altares con la sangre de sus hijos cien veces más ancianos.- acusaba la profunda voz.

Los sabios sopesaban las acusaciones, remontándose a la vieja gloria de su propio imperio, cuando en realidad adoraban a dioses más ancianos que aquel al que ahora rendían devoción, desprendidos de los ancestrales pactos con los espíritus de la tierra. Las siguientes palabras del bosque confirmaron sus olvidados anhelos:

-Como el bosque reprte ira ante la ira, reparte gracia ante la gracia. Estación tras estación, loa tras loa. Ahora le debéis el dolor que le habéis causado, pero vuestro amor llamaría al suyo. La fronda no promete; la fronda hace. Vuestra cruz os somete a una vida de esclavitud a principios labrados en dos tablas por ¿qué? ¿Por una vida futura que nadie ha visto? Yo os digo que la foresta os la proveerá ahora. Nada os faltará, ni a vuestros hijos, ni a los hijos de vuestros hijos, si tendéis vuestra mano mimosa a los árboles. La caza será abundante y los frutos vendrán a vosotros. Hallaréis los arroyos y las sendas más convenientes... siempre con el respeto debido a la mano que os lo tiende. Si seguís mis enseñanzas y aprendéis a mar al bosque, vuestro bienestar estará garantizado.- declaraba la elocuente figura.

No hubo dudas que disipar, pues la fe bien se había perdido en las penurias anteriores, y el bosque ofrecía pan para hoy y cobijo para mañana. Los griegos no tardaron en rendirse a la evidencia y acariciar su nueva existencia con fervor. Trabajarían para el bosque y, a cambio, el bosque proveería para ellos, durante generaciones. No solo eso, el hombre les enseñaría a rendir pleitesía al ánima vengadora del bosque; aquella que los había castigado por su barbarie. La fronda necesitaba sus almas protectoras; se les mostrarían los ritos adecuados para alumbrarlos. Los espíritus del bosue engendrarían en sus mujeres, y los hijos del hombre volverían a la foresta que los engendró, cuando estuvieran maduros. A cambio, nada tendrían que temer de bandidos e invasores; esas tierras serían tan suyas como del bosque. Protección, seguridad para ellos y sus generaciones futuras.