Partida Rol por web

Los Dhaeva de Transilvania.

TERRITORIO 24: Calarasi. - Tirsa de Calarasi.

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10/04/2008, 16:04
Caballero Sidor de la Selva Negra.

Alejándome un poco del resto me llevo a Durius a un rincón del almacen

- Dime aprendiz, hasta que punto te es útil tu arte. Nunca hemos tenido necesidad de comprobarlo pero me gustaría saber que es lo que puedes conseguir con tu habilidad mágica, toda ayuda es necesaria. -

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10/04/2008, 16:10
Bigun Tarigen de Tytalus.

-Uhmmm... Bueno. Aunque no se si será tan seguro intentar quemarles sin haber separado cabeza y cuerpo, cuerpo de cabeza... -Frunce el ceño, callendo en la cuenta de algo.- Y más nos valdrá salir pronto del pueblo. No creo que les haga gracia que derribemos un edificio. Que hagamos un incendio, fuego, tan cerca de sus casas... Aunque claro. Cuando sepan para qué y que hemos tenido éxito, que más nos vale, más nos vale tener éxito porque si no el resto de preocupaciones no tendrán importancia, no, seguro que nos lo agradecen. Y si no lo hacen, que se jodan.

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10/04/2008, 17:24
Lisander el Cantor.

- Siempre podremos entrar rápidamente tras el fuego y cortarles la cabeza a los monstruos y llevarlas lejos ¿no? - pregunto un tanto inconscientemente.

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10/04/2008, 17:14
Durius de Tremere.

- Mmmm... bueno, me temo que lo poco que se no será de demasiada ayuda en esta aventura - confiesa Durius algo avergonzado - Mis conocimientos son bastante limitados aún y se centran sobre todo en la disciplina de Corona. Y me temo que tan sólo domino un único conjuro. Es posible que lo conozcáis... ¿Supremacía del Intelecto? Es relativamente conocido en Constantinopla. Sirve para separar el alma lógica del alma emotiva y encerrar ésta última durante un tiempo

Deja escapar un ligero suspiro mientras menea la cabeza.

- Sería bueno si consiguiera utilizarlo correctamente, pues mientras el conjuro estuviese activo el miedo no tendría poder alguno sobre mi... pero aún no lo domino del todo, y ni siquiera puedo afectar a otros con él - concluye con tristeza.

Notas de juego

En la descripción del hechizo que envié al master comenté que era un hechizo bastante común, así que probablemente tu personaje sepa algo al respecto.

Es un conjuro que requiere Modus 2 y Corona 2, cuyo efecto es eliminar las emociones del mago durante el tiempo que permanece activo (ahora que lo pienso, creo que no me dijo cuánto dura realmente). Me hubiese gustado que pudiese afectar a otros, pero ya me resultará difícil lanzarlo tal y como es como para apuntar más alto (de hecho Durius sólo tiene Modus 1, y necesita vis para ejecutar el hechizo)

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10/04/2008, 23:26
Caballero Sidor de la Selva Negra.

Me quedo pensativo ante la utilidad de la habilidad, aunque escasa siempre se le puede encontrar un marco apropiado.
- Según me dices puedes mantener al margen el alma emocional, aunque no lo parezca es útil en estemomento, pues no confío en que nuestros dos amigos tan faltos de experiencia en estas lides puedan echar a correr por puro pavor. Así que tu papel en toda esta trama será bastante importante, poca gente tiene la pasta necesaria para permanecer impasible ante un peligro tan real y actuar en consonancia. Por lo que me temo Durius que tu serás el encargado de aproximarte al almacen y prender el fego, pues tu mejor que esos dos podrás mantener el temple al acercarte al peligro. Sé quepuede parecer descorazonador pero desde luego es el papel de mayor trascendencia, si el fuego no se propagaa tiempo y rapidamente estamos perdidos...- le comunico al aprendiz mientras su rostro palidece ante la posibilidad.

Ahora comprendo elmotivo por el cual su maestro anterior debió de creer necesario el conocimiento de tal habilidad.

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11/04/2008, 15:06
Durius de Tremere.

Durius traga saliva con dificultad.

- Yo... ah... intentaré hacerlo lo mejor posible - contesta intentando aparentar que sus piernas no están teniendo súbitamente problemas para sostenerlo.

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15/04/2008, 17:32
Caballero Sidor de la Selva Negra.

La noche trasncurrió con cierta calma, como precendiendo algun tipo de extraño sucesos ajeno a nuestra comprensión, incluso ajeno a los largos años de estudio que me habían otorgado poder sobre las cosas vivas y las inertes.
La mañana, ocupada en arreglar la gran mayoría de los preparativos se eclipso en un breve suspiro pendiente del momento cumbre desde nuestra llegada.
Dimitri jugueta nerviosamente con unos cantos rodados recogidos del río Dios sabe para que, lanando alguna que otra mirada enmarcada por la duda y las circunstancias.
El temple de nuestro invitado había empeorado desde la noche anterior, rumiando palabras inconexas en diversos idiomas en un conjunto sin sentido que me recordaba al estado de muchos de mis antiguos compañeros en el seno de la Orden.
Muchas de las enseñanzas adquiridas durante mi aprendizaje acudían ahora a mi memoria...

Recuerda Sidor, la naturaleza de todas las cosas está intimamente implicada, puedes saber mucho de lo que va a acontecer con sólo observar el entorno donde te encuentras. Así como es cosa sabida que la calma pecede a la tempestad, muchos sucesos dan paso a otros inexorablemente; es algo que aprenderás a discernir con el paso de los años y la paciencia.

Esa era la sensación que me producía la situación en aquel mismo instante, la de que todo lo vivo y lo muerto clamaban por mi atención, tratando de enseñarme algo importante, algo que debía permanecer en mi memoria, extraido de aquel preciso instante. Como todos sabran la necedad no es algo que tarde en dejarnos, tal vez ni tan siquiera en nuestro lecho de muerte.

- Tenemos que atacar ya sodal - me decía el inquieto Bigun.

Extraño que se dirigiera a mi en términos que le eran ajenos hacía mucho tiempo. Parecía que en el momento de actuar, su mente cobraba una lucidez tal que podía tratarse de un compañero más de los tantos otros que había pedido a lo largo del transcurso de los largos años.

- Calma amigo...tenemos que usar la cabeza - trataba de decirle mientras él arañaba elsuelo como olfatenado algo.

- ¿Como van los preparativos Lisander? - le pregunte al cantor por enesima vez a sabiendas de conocer la respuesta para eliminar algo de la tensión de mi cuerpo.

- Hemos hecho lo que nos pedisteeis señor, hemos comprado unas telas oscuras y viejas a una vieja del pueblo. - contesta el menor de los dos hombres de forma impetuosa.

De repente un sordo golpe resuena contra el aire. El estado de Bigun parece empeorar por momentos, golpeando su cabeza repetidamente contra una de las paredes mientras dice:

- No puede ser, nooo...lo sabe, lo sabe todo, todo lo conoce desde la fría piedra. -

Lisander mira al loco antes de retomar la frase de su cuñado.

- El agujero ya está hecho también y la cuerda está preparada -

La mirada torba del loco se cruza con la del cantor por un momento.

- Bien es necesario atraer la atención de lo que quiera que se oculte en esa torre - repito machaconamente.

- ¿Agujero?¿Cuerda? Estais conspirando, pero no serviraaaa. Terminaremos colgados y secos como las pasas... - desvaría el chiflado.

-¡¡Tranquilizate!! Tenemos que inspeccionar de primera mano ese campamento que dices, no me gustan las sorpresas de última hora. - contesto tajante ante tanto desvario sin control alguno.

Bigun sonrie y su hacha emerge de la cintura en un movimiento extremadamente lento, su cara se vuelve por un momento una máscara de malicia pura. Con insidiosa pretensión pasa la yema de su pulgar a lo largo de todo el filo dejando brotar un chorrillo de sangre espesa y caliente. Sonrie al ver como mana lentamente y la prueba como si de un insecto se tratase libándola directamente del filo con rápidos movimientos de su lengua.

- Vamos pueeesss. No hay tiempo que perdeeer - dice con un acento chirriante cargando el sonido de sus palabras.

- Exactamente, ¿eso es lo que quieres no? La sangre de los pálidos. - le digo intentando que centre su perdida mente durante un segundo en la laborque nos atañe.

Rapidamente sale del almacen y la mula le mira nerviosamente.

- Lisander vamos a necesitar un poco de tiempo para esto. - le comento al joven.

Dimitri repasa nerviosamente la cinta de su honda mientras nos mira. Durius permanece callado desde el principio sumido en su dolores y fatiga que acusa desde la llegada a la región.

- ¿Que quereis que hagamos señor? - pregunta el futuro padre.

- Simplemente praparadlo todo para nuestra vuelta. No os preocupeis, dejadlo de mi cuenta, pueden estar preparándonos una sorpresa. - le contesto.

Dimitri se levanta como un resorte y agara las telas viejas. En el exterior se escucha el canturreo del chiflado en la lengua latina y una maldición en varios idiomas.
El hombre vuelve a entrar en el almacen con evidente ansiedad y pregunta de forma absurda:
- ¿Podeis verme? -

El resto de los hombres parecen desconcertados, cada vez más ante las reacciones impredecibles del extraño hombre del hacha.

- Me temo que sí...- le respondo

- Nooo, noooo...maldición, maldiciooon...el hombre palido, me ha maldecido, no puedo usar mi magia, estoy perdido, perdido, perdido.- dice freneticamente mientras se tira de los pelos y camina en círculos a ritmo furioso.

- Este tío esta ido señor - comenta Lisander sin cuidarse del tono.

- Silencio Lisander... - siseo entre dientes cada vez más harto de la situación.

- Tranquilo Bigun - le conmino a la calma con palabras suaves.

- Tenemos que matarle, matarle, matarle. Para recuperar mis poderes - dice cogiéndome por las solapas enérgicamente como días atrás.

-¡¡Alguien de tu capacidad debería poder hacer frente al hombre pálido!! - le contesto exasperado.

- ¡¡¡Es inútil, maldito, estoy maldito...!!! -
medio grita desesperado.

- Bien... - digo masajeandome las sienes.

- ¡¡¡Toda la culpa es vuestra, le habéis alertado. Ya sabe que estamos aquí, vendrá a por nosotros...!!! - dice con un siseo de víbora mirandonosa unos y a otros mientras se separa como un animal en peligro, lentamente...

- Pero esta vez no estás indefenso...- le contesto avanzando haciaél con las palmas en alto.

El loco se acerca a la mula mientras esta rebuzna de forma infernal, la coge por una oreja y le dice al oído como confensándole en suave voz.

- Vamos a morir todos...-

Los quejidos de Durius van en aumento, como si la falsa maldición del hombre pálido que afectaa la mente del loco afectase a su cuerpo. Dimitri le pone un paño húmedo en la frente y le da a beber un poco de agua.

- ¡¡Cíñete a lo acordado Bigun!! - le espeto.

- ¿Que acordamos? - pregunta con cara de estar perdido y sudando a mares.

Lisander lanza una mirada al celo como presagiando otro esvarío del chalado.

- Vayamos hasta la torre ambos durante el dia - le contesto al confuso hombre.

- ¡¡Ayayay...!! - exclama Lisander preocupado.

- Vamos - dice Bigun.

Vuelve a salir del alamcen como una centella.

- Tened todo listo Lisander, no tenemos tiempo de cometer errores....-
digo mientras salgo en persecución del enloquecido.

- Señor, os aguardaremos aquí y estará todo listo para cuando lleguéis. - las palabras de Lisander se difuminan en el aire, nadie las ha escuchado pues ya nadie espera a escucharlas.

El almacen permanece sumido en la oscuridad, unos leves jadeos emergen desde el colchón de paja del extremo más ensombrecido...

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16/04/2008, 15:46
Caballero Sidor de la Selva Negra.

Pocos campesinos es mueven por el interior de las callejuelas y patios de tierra que al mínimo roce del viento levantan remolinos de arena molestos para los ojos. El día ha sido seco y eso no es bueno para nadie, ni para campesinos ni para dos figuras que se mueven en el atardecer en dirección al bosque. Algunas mujeres aprovechan los últimos rayos de luz para el secado de las ropas mientras los hombres se encuentran todavía en el campo ajenos a la amenaza que hermana a Calarasi y Slobozia.
- Haz ver que no me conoces, mantén cierta distancia - dice el enajenado.

Confundido por un momento observo los alrededores pensando como acceder a la torre con mayor seguridad. Al volver a centrar la mirada, por un momento, no localizo a Tarigen, parece haberse esfumado en las sombras que empiezan a formarse al alero de los edificios de adobe. Preocupado comienzo a repasar cada uno de las callejuelas y casas; allí, astutamente camuflado junto a unos maderos con su capa cubriendo por completo su cuerpo distingo una leve sombra que se mueve furtivamente.

Bueno, tal vez tengamos una oportunidad.

Me pego contra un edificio y comienzo a susurrar una leve letanía, el aire parece espesarse y ondularse, los susurros se propagan por doquier y el loco parece escuchar los gemidos del viento. Parece que el efecto le a alterado porque cuando mis sentidos se dispersan por el viento le escucho mascullar.

- El hombre pálido...sabe que estamos aquí...debo acudir, debo acabar con él.
¡¡Sal de mi cabeza!! -

Más preocupado si cabe que el propio loco comienzo a notar el contraste de los sonidos de decenas de personas y sus obscenidades. La sobrecarga de información parece desmadrarse en mi cabeza y salgo del publo en dirección al bosque.
Esta vez sí, unicamente el rumor del viento y las ojas bajo mis pies. Caminando despacio y con tiento, siguiendo a distancia prudencial al loco para novolver a perderlo de vista.
Pero los sonidos de mis pasos parecen desmesurados, no sé si pensar si acaso es mi habilidad la escasa o mi percepción exagerada pero desde luego en nada me está ayudando. Sin embargo el loco parece moverse con sltura felina, dando un amplisimo rodeo hacia el bosque. En ese momento nos cruzamos con varios leñadores que regresan al pueblo, la presencia de Tarigen no es ni tan siquiera advertida, sin en cambio los papeles parecen cambiarse por un tiempo. Caminando extremadamente lento pero perfectamente visible no parezco mejor que el loco durante todos sus desvaríos, los hombresfruncen el ceño al verme pasar como si fuese portador de una plaga o maldición; el loco se reiría si lo supiese.

El sol a descendido bastante hacia el ocaso pero por fin vislumbro la torre, parece que el giro nos ha llevado a tomarla por el norte. La construcción, que no había visto más que recortada contra la negrura, se erguía como un frío y muerto dedo en el cielo. Un dedo marchito y derruido por los años, desgarrado por unos sucesos que los aldeanos nos habían velado desde nuestra llegada al pueblo. A sus pies no había más que piedras sueltas y fragmentadas de mayor o menor dimensión. Pero, unos pasos más hacia el este, un par de tiendas malamente colocadas al amparo de los árboles se distinguían desde nuestra posición.

Parece que el loco de Tarigen tenía razón, existe un campamento, aunque deshabitado por lo que veo. Espero que esa voz femenina sólo estuviese dentro de su retorcida mente

Justo pensaba en la deliciosa posibilidad de una incursión tranquila cuando el maquivélico personaje sale corriendo a hurtadillas entre los árboles. La confusión se apodera unos segundos de mis pensamientos cuando veo el motivo de la espantada del chalado. Un par de personajes emergen de las tiendas, un hombre y una mujer, de aspecto bárbaro o al menos así los definiríamos en la Cristiandad civilizada.
Intentando pasar desapercibido me lanzo tras un par de árboles pero parece inútil, tanto el lúcido como el enajenado parecemos incapaces de dar un paso seguro y lso bárbaros nos divisan con facilidad.

- Les veo - escucho salir de los labios de Tarigen.

- ¡¡Maldito estúpido, ellos también a ti!! - pienso para mi al ver que el chiflado intenta esconderse.

El primero, un hombre cuyo pecho parece echo para partir piedras contra él, se lanza salvajemente a la carrera en medio de un frenesí desgarrador que emerge de su garganta. Durante la carrera descuelga un haha de atroz tamaño, perfectamente capaz de atravesar un árbol de un único intento.Pero no tengo tiempo para ayudar a Tarigen, pues la mujer se lanza con la misma furia en su voz hacia mi persona; en su mano, una extraña hoja de filo curvo que por unos momentos capta mi atención.

¡¡Esa hoja es para ti, despierta!!

Rapidamente mi daga emerge de su vaina y con un gesto rápido aprendido del incontable manejo del material de laboratorio destapo la redoma del veneno con dos únicos dedos y lo vierto nerviosamente sobre la hoja.
Justo hago esto cuando reparo que la mujer protege su torso con una suerte de coraza de un material que no logro distinguir.

¡¡¡Maldita sea, maldita sea!!!

Guardando la daga tomo aire con toda la calma que puedo, veinte pasos, tal vez menos, no puedo correr más riesgos. Dejando a un lado las sutilezas emerge de mi garganta una letanía de palabras que se entrelazan en sílabas y golpes de voz acompasados, las manos tejen la esencia que se entremezcla con el aire de mis pulmones. Como un siseo, intentando que cada letra se impregne de cada partícula de odio acumulada a lo largo de los incontables años de tortura y maltrato descargo una mano la frente como apuñalando el aire.

C O R P U S A M P U T O

El viento se agita, se ondula y como la ola que le arrastra a uno tras de sí, toma forma de filo y me arrastra con él como un sólo ser en un golpe arrollador.

La mujer grita, se tratabilla y su mano se afloja, una mancha parece surgir de si pecho pero no llega a caer, la tengo encima, practicamente sin tiempo para más, espero recibir el brutal golpe que cercenará mi vida. Pero los largos años de entrenamiento me hacen reaccionar en un último intento. Desesperadamente uso parte de mi propia energía para alcanzar mi objetivo, de cada poro de mi piel descuelga una gota de esfuerzo requerido por mi voluntad...

Es en ese momento cuando lo veo, Tarigen carga contra el hombre, el hombre descarga su brutal golpe. Un rayo cae en la lejanía, seguramente partiendo un árbol en su descenso; Tarigen cae segado de hombro a cintura, un enorme torrente de sangre salpica al bárbaro en su rostro, este sonríe...

No fue rechazo lo que en ese momento sucedió, no me fallo la fiel amante, si no la voluntad. La necedad, ahora entendía el principio que se me había inculcado, justo en el final. El hechizo falló, no estrepitosamente, nome desgajo en cien pedazos esparciendo mi esencia al aire para volver a comenzar el ciclo, no fue así.
Sencillamente me dejo a merced de la bestia, otra vez, como al principio, indefenso...

Un pensamiento, ¿era un pensamiento? Me llegó a la cabeza:
“Si dominas la magia, dominas a los demás. Si dominas tu mente te dominas a ti mismo.”
¿De donde había llegado esa frase? Estaba seguro de que no era mía…pero tampoco parecía venir de los entretenidos magos que me observaban, procedía de algo más lejano y alto, más fuerte y viejo…
Casi sin darme cuenta la bestia volvió a embestir, esta vez conseguí calcular el salto y me zafé de su ataque. Burlonamente recordaba como había adquirido tal destreza, esquivando los ataques de mi propio maestro.
“Normalmente tendrás cobertura matalobos, pero habrá veces que la única cobertura posible es la propia habilidad para salir ileso de un ataque. Crea tu propio tiempo para contraatacar.” Recordaba de sus lecciones.
Con el rabillo del ojo pude ver como el cuchillo descansaba a un paso de mi pie izquierdo. Me desplacé con calma, poco a poco, hasta poder agacharme, viendo a la bestia a los ojos…Si tan sólo tuviera una espada, mi entrenamiento marcial hubiese servido de algo. Pero aquellos ojos me escrutaban con avidez, con siniestra avidez, como pudiendo leer mis pensamientos, como penetrando en mis recuerdos.

Fue en ese momento cuando volví a la realidad presente, la mujer, la bestia embistión con toda la fuerza de la que disponía, esta vez no había huida posible, sólo unas fracciones de un propio suspiro, sólo el rugido de un instante, el descenso de la hoja, mis ojos fijos en su bella y extraña curva, el cuerpo descendiendo con la inercia del movimiento, mis músculos reaccionando al golpe...y llego la oportunidad, la espada rozando mi pelo, un mechón al viento, la mano sobre la empuñadura de la daga, el cuerpo flexionado hacia adelante...

“Normalmente tendrás cobertura matalobos, pero habrá veces que la única cobertura posible es la propia habilidad para salir ileso de un ataque. Crea tu propio tiempo para contraatacar.”

Nadie me detendrá, Él puso su confianza en mi

La daga sigue su paso hacia el vientre de la mujer, el veneno rezuma la hoja gotenado sobre la hierba, marchitando al contacto las hojas.
Pero algo en el rabillo del ojo, una dentadura afilada, algo inhumano corriendo hacia mi.
La daga atraviesa la ropa, pero no alcanza la carne, sólo aire, aire y humedad.
Una decarga sobre mi costado, la descarga de arriba hacia abajo, de hombro o cintura, de calor y dolor. El peso del cuerpo cede a la tierra, algo atraviesa el estómago, algo frío, curvo y extrañamente bello. El descanso llega, la luz se apaga, que veo al final, una figura, una silueta recortada contra un respaldo alto y regio.

- "Matalobos" -
escucho.

Él ya lo sabe....

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16/04/2008, 17:39
Lisander el Cantor.

Pego un pequeño suspiro. Hace un buen rato que Dimitri y yo hemos acabado con lo que nos habían ordenado. Tenerlo todo preparado para cuando llegaran el germano y el loco de Bigun, en previsión de que los pálidos nos atacaran en el almacén. Pero llevamos un par de horas desde que desaparecieron por la puerta y no puedo dejar de sentir cierto nerviosismo. ¿Cómo habrán salido las cosas? ¿Habrán tenido éxito en su misión? En ese momento un ruido me hace volverme hacia la entrada. Lo que veo hace que todo mi cuerpo se congele, que la respiración se me detenga y que el corazón me lata a mil por hora.

Bigun, el orate, se ha derrumbado en el suelo. Su ropa está embebida en sangre y apenas hay color en su rostro. No sé ni cómo soy capaz de reaccionar, pero corro hasta él arrodillándome a su lado. Rápidamente, abro su ropaje y una fea y enorme herida que le corre a lo largo del cuerpo se descubre ante mí. La sangre borbotea por ella a cada latido. Sin duda, está más muerto que vivo. Pero no me preocupa él, sino el caballero Sidor.

- ¡Qué ha ocurrido! – exijo saber mientras torpemente intento taponar sus heridas -. ¡Dimitri! ¡Muévete y ayúdame!

A duras penas logramos frenar la pérdida de sangre. Está mal, muy mal y es casi seguro que morirá. De hecho dudo que llegue a decir algo.

- Ahhh... ah... – gime.
- Dime, dime, ¿y el señor Sidor?
- Muerto... yo… conseguí… huir… invisible – declara en un murmullo apenas audible.
- No, imposible – mi voz suena como un estertor, ronca por la garganta súbitamente seca. Miro a Dimitri y su rostro es una máscara blanca.
- Tenemos que salir de este pueblo, Lisander – le oigo decir a mi cuñado.
- Para ir ¿adónde? – respondo revolviéndome contra él. Estoy rabioso, dolorido, triste y necesito descargar mis emociones contra alguien. Pero él no tiene culpa alguna y es su miedo el que habla. Quizá alguien más inteligente que yo pensaría que es una buena opción pero qué puede esperarse de alguien cuya especialidad es levantar las faldas de mujeres casadas. Procurando mostrarme algo más tranquilo sigo hablándole a mi cuñado -. Hay que estar seguros – afirmo e inclinándome hacia el herido descargo en él mi frustración -. Habla, maldito loco, ¿qué ha pasado? Habla, o te juro que te remato.

En ese momento me alcanza la voz del señor Durius, en quien no había pensado hasta ese momento. Volteo la cabeza y veo cómo oculta su rostro entre las manos y sus palabras, ahogadas, me golpean con fuerza.

- No, no puede ser. Mi Maestro muerto...
- Señor Durius, este hombre es un orate… - le digo. No, me niego a creer sus palabras y no encuentro sentido a la poca esperanza de mis compañeros. Dimitri, aún. Es como yo, un pobre campesino. Pero el sobrino del señor… No, el debería más que nadie dudar de todo esto. Él debería guardar la llama de la esperanza y avivarla.
- Dos... bárbaros... nos atacaron... No pudimos... hacer nada... cof, cof – un esputo de sangre sale de la boca de Bigun y el señor Durius se pone del color de la tiza ante sus palabras.
- ¿Dos? – digo incrédulo – ¿Y no eran hombres pálidos?
- Bárbaros – acierta a decir antes de retorcerse en un espasmo, poner los ojos en blanco y perder el conocimiento.
- Señor Durius, ¿sabéis algo de medicina o curaciones? Necesitamos que vuelva en sí, que hable – pero el señor Durius niega con la cabeza, totalmente desesperado.
- Venga, nos vamos. Tenemos que agenciarnos de un carro o algo así para llevar al loco – Dimitri está asustado y se nota en su voz.
- Calla, Dimitri. Tenemos que pensar.
- Debí de haberles acompañado – murmura el sobrino del germano.
- No sabemos si el señor está realmente muerto. Puede que solo esté herido y en todo caso, ya de nada sirve lamentarse. ¡Dimitri! Busca en el pueblo un curandero, un herborista, lo que sea – ordeno.
- Lisander, pronto serás padre, debes recordarlo – me responde antes de partir siguiendo mis indicaciones. Pero ahora, no puedo, no debo, no quiero pensar en ello.

Miro impotente al desvanecido Bigun. Tantas preguntas y ninguna respuesta. Y además, cómo debemos obrar, qué debemos hacer. Necesito obedecer, que alguien me diga lo que hay que hacer, embrutecerme en una labor que me obligue a no pensar, a no tomar decisiones que sé no me corresponden.

- Señor Durius, qué cree que es lo que hay que hacer. Usted manda aquí. El señor Sidor ya lo dijo en su momento.
- Si esos bárbaros han podido con dos magos hechos y derechos, no hay nada que un aprendiz como yo pueda hacer – me contesta estremeciéndose.
- Y ¿entonces?

El silencio es su única respuesta y cuelga como un espeso manto hasta que media hora después, Dimitri regresa. Y no viene solo. Le acompañan varios hombres, uno de ellos, como llegaré a saber después, el Capataz Tigur. Sin mediar palabra, el Capataz se inclina sobre Bigun y sacando una botella de aguardiente la vierte sobre sus heridas. Sus gemidos llenan el almacén, pero el hombre sin prestarles atención alguna comienza coserle como si fuera una bota vieja. Cuando acaba, se vuelve hacia mí, como si fuera el único allí presente y responsable de lo ocurrido, y atravesándome con la mirada me dirige la palabra. Sus formas no son precisamente suaves.

- ¡Y ahora me contaréis qué ha pasado aquí!
- Los han atacado.
- ¿Quién es este hombre al que acabo de coser y porqué le han dado ese hachazo?
- Se fueron a dar una vuelta y por lo que pudo decir antes de desvanecerse, se acercaron a la vieja torre. Dos bárbaros les atacaron y parece que mi señor está malherido o muerto allí, tendido en el suelo o donde sea – miento a medias. No será a este hombre al que hable de las intenciones de nuestro señor, pienso pero mis reflexiones se paran en seco al ver la reacción del hombre que acaba de empalidecer ante mi comentario.
- Estúpidos, estúpidos, estúpidos...
- ¿Estúpidos? ¿Por qué?
- ¡No sabéis en lo que os estáis metiendo!
- Somos viajeros, nadie nos dijo nada.

El Capataz no parece escucharme. Con la misma brusquedad con la que empezó, la conversación muere. Entonces, se vuelve hacia un hombre.

- Avisa a la milicia. Vosotros dos vendréis conmigo - nos dice muy serio.
- Desde luego, señor, pero...
- Y vos, señor - se vuelve hacia Durius - Acompañaréis a mis hombres con el herido hasta mi casa.
- Haremos lo que digáis – respondo. Veo cómo varios hombres cogen con cuidado a Bigun Tarigen, lo sacan del almacén y lo ponen en un carro y se van hacia la casa del Capataz acompañados por el señor Durius. Luego el Capataz nos mira a Dimitri y a mí.
- Vosotros dos iréis primero... Hacia la torre.
- ¿Hacia la torre?
- Andando, falta poco para que el sol se ponga. Daos prisa – es la única respuesta que obtenemos. La presencia de la milicia, quince campesinos con lanzas y muy nerviosos no nos dan muchas opciones de modo que obedecemos.
- Está bien. Vamos – me atrevo a decir como si tuviera otra opción.

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16/04/2008, 17:54
Lisander el Cantor.

La comitiva avanza como una pesadilla. Lenta y tortuosa. Dimitri y yo encabezamos el grupo. Tras nosotros, el Capataz y aún más atrás, los milicianos que, como bien me advierte Dimitri, cada vez van más retrasados. Pero no me importa. Tengo la sensación de que llegamos y que podremos ver al señor Sidor en breve. Fijo mi mirada examinando mi entorno. El sol se está poniendo y no hay más que un llano desolado, presidido por la torre desierta y en ruinas y poco más allá, un pequeño campamento con dos tiendas hechas de pieles de animales. Junto a ellas distingo a un hombre y una mujer limpiando sus armas. Y… a unos cincuenta metros de ellos, un cuerpo tendido en el suelo. Un escalofrío me recorre el cuerpo.

- Rápido, mirad quien es ese que está tirado en el suelo – ordena el Capataz.

Sin dudarlo un segundo corro hacia el cuerpo haciendo caso omiso de las miradas hostiles de los bárbaros, de sus armas preparadas para lo peor. Y es entonces cuando lo veo, cuando reconozco sus nobles facciones de las que huido toda vida. Ya no habrán risas en sus labios, ni lágrimas en sus ojos, ni amor en su corazón. Está muerto. Los ojos se me empañan a la vista de sus heridas. Un hachazo cruza su pecho y una herida de espada se abre como una flor roja en su estómago. Miro a Dimitri y este niega con la cabeza y se lleva las manos al rostro.

- Muerto, muerto – digo. Cojo el cuerpo por los brazos y lo arrastro, mientras pido la ayuda de mi cuñado.
- Esto es un desastre, Lisander – dice ayudándome.
- Calla y ayuda – ruego.
- ¿Veis lo que habéis conseguido? – dice el Capataz.
- Muerte, eso hemos conseguido – exclamo furioso. Y el día, como queriendo subrayar la idea de la muerte, se agota y el sol se pone -. Y vosotros ¿por qué no hacéis nada? ¿No vais a pelear? Los asesinos están ahí – digo asqueado ante los murmullos de los milicianos que hablan de irse.
- No entendéis nada de nada. Habéis venido a nuestro pueblo y habéis provocado a fuerzas que no deben ser molestadas. Fuerzas contra las que los simples hombres nada pueden – clama el Capataz Tigur.

Y justo entonces, en la hora de la venganza, frustrado ante su cobardía escucho gritos de consternación, pavor y horror. Una figura musculosa parece haber emergido de la propia tierra, su pelo enmarañado y salvaje, su piel blanca como la luna, su sonrisa cruel acentuada por los dos largos colmillos de los vampyr, aquellos a los que todo transilvano en su sano juicio teme. Sus ojos brillan rojos.

- Un pálido – me oigo decir.

A mis espaldas se produce una auténtica barahúnda y al girar la cabeza les veo huir despavoridos hacia sus casas dejando atrás, en sus prisas por escapar, algunas de sus lanzas. Solo el Capataz permanece, pero no por valor. Tiembla como un niño asustado. Y no me sorprende. Yo mismo retrocedo hasta su posición, pero Dimitri está petrificado. El hombre sonriente le mira fijamente a los ojos y mi cuñado parece incapaz de reaccionar. A pesar de mis gritos e insultos intentando que reaccione, no consigo nada y contemplo con horror la escena que se desarrolla ante mis ojos. El vampyr se abalanza sobre Dimitri y le atrapa y veo cómo le muerde el cuello y comienza a manar la sangre, mientras mi cuñado Dimitri gime de un modo muy extraño, como si fuera un ratón atrapado entre las garras de un gato. Después el vampyr lo suelta y Dimitri cae al suelo. Terror es poco. El miedo fluye por mis venas pero ante la visión de perder a uno de mi familia, de perder al más querido de todos, a Dimitri, cojo una de las lanzas y cargo contra el monstruo.

Torpe e ingenuo de mí. Nunca he manejado un arma, aún menos una lanza. Me sorprende su peso y en mi carrera, la cabeza puntiaguda se inclina para clavarse en el suelo. Mi carrera se vuelve precipitada y desequilibrado caigo al suelo a los pies del vampyr.

- Eso ha sido muy valiente, pero también muy estúpido, pequeño – me dice sonriente, al tiempo que los bárbaros se acercan con sus armas.
- Es mi familia, no podía dejarlo – gimo, como si ello lo explicara todo.
- Amo, ¿queréis que matemos a esta gente?
- Coged al Capataz, creo que ha llegado el momento de que hagamos un trato – ordena a sus bárbaros el vampyr tras un instante pensativo, los ojos centelleando rojos como dos ascuas del infierno -. Y vosotros, marchaos y puede que veáis otro amanecer.

Los bárbaros apresan al Capataz Tigur, y se lo llevan. El vampyr me mira una última vez y después sigue a los dos bárbaros, hombre y mujer. El alivio se mezcla con la angustia por el estado de Dimitri al que temo haya perdido. Pero no. Débil y gimoteante se endereza un tanto, mirando confundido a un lado y a otro sin que parezca saber qué ha pasado, ni donde está. En su cuello se dibujan las dos marcas de los colmillos del pálido, unas pequeñas incisiones casi sin sangre.

- ¿Puedes hablar? ¿Estás bien?
- ¿Dónde estoy? - dice débilmente.
- Junto a la torre – le cuento y siento que se estremece aunque la noche no es fría -. Te atacaron pero has salido con bien. Peor suerte tuvieron otros.
- Sácame de este lugar, Lisander.
- Sí, Dimitri, ¿crees que podrás ayudarme con el cuerpo del señor Sidor? No quisiera dejarlo aquí. Y ya... no creo que corramos mayores peligros. Pero démonos prisa.
- No... no creo que pueda ayudarte, tendré suerte si consigo andar yo solo... – dice levantándose y tambaleándose por la debilidad.
- Si puedes andar solo, estará bien. Tomaré el cuerpo del germano y cargaré con él.

La desventura nunca llega sola. Y la mala suerte siempre acompaña a lo maldito. Y en esa tierra asolada por la desgracia y bañada por la sangre del caballero germano, mi pie no tuvo mejor salida que resbalar en el rojo líquido vertido por sus heridas. Mala fortuna la mía que hizo que en la caída mi cabeza se topara con una roca. Para bien o para mal, mi cabeza resultó ganadora pero no impidió mi pérdida de consciencia. No sé el tiempo que transcurrió, pero debieron ser horas, pues la luna estaba en lo alto. Entontecido, me paso la mano por la nuca y siento la sangre seca. Una arcada me sacude y mi debilidad me impide reaccionar. Entonces soy consciente del sonido que me llega, un ruido espantoso que ha debido ser el que ha provocado que me despertara de mi inconsciencia. Miro en la dirección y soy testigo de un terrible espectáculo. Una manada de lobos devora salvajemente el cuerpo del señor Sidor. El recuerdo de Dimitri me sacude, pero no veo rastro de él. La preocupación me asalta pero sea lo que sea, habrá de ser y no puedo más que preocuparme por mí. Aunque sea tarde recuerdo lo que me dijo mi cuñado: vas a tener un hijo. Y así, en silencio, retrocedo lentamente, procurando no atraer la atención de las bestias y por la gracia de mi dios, consigo escapar. Poco más puedo decir. Una hora después llego al almacén y aliviado compruebo que mi cuñado está allí, durmiendo como un bendito. Estoy agotado, no tengo fuerzas para más y caigo junto a él. Sus ronquidos son la mejor canción de cuna.

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17/04/2008, 15:19
Lisander el Cantor.

Una patada de Dimitri que se remueve inquieto en su sueño me despierta. A duras penas logro abrir los ojos y soy consciente del soberano dolor de cabeza que se impone a cualquier otra sensación. Los recuerdos de la pesadilla de la pasada noche me asaltan en tropel y revivo la imagen del caballero Sidor. Muerto. Para siempre.

Por unos instantes me siento perdido. Ya no hay quien nos sirva de guía y estamos lejos de casa. Me levanto, dolorido y cansado y me paso una mano por la nuca. La sangre seca apelmaza mi pelo formando una costra.

Miro entonces a Dimitri. Aún se agita en sueños y me preocupa su estado. No sé qué consecuencias tendrá para él el haber sido atacado por el vampyr. Si hago caso de lo que cuentan las viejas historias, el mordisco que le propinó el pálido bastaría para convertirlo en esclavo de la bestia. Una gran urgencia me sobreviene y sé que cuanto antes marchemos mejor. Antes de que vuelva a oscurecer y el vampyr despierte una noche más.

Necesito hablar con el señor Durius. Contarle lo que vi y lo que ocurrió y saber del estado del loco Bigun. Espero que aún siga vivo.

Miro alrededor. Los preparativos para la caza se muestran inútiles a la luz del día: la leña apilada, la cuerda bañada en aguardiente que ya se ha secado, los falsos cuerpos de paja... Caigo en una actividad frenética, y dejando que mi cuñado siga durmiendo, deshago las trampas, recojo todos los bártulos y los empaco en la mula que, tranquila, come algo de heno.

Entonces, despierto a Dimitri. Debo ir donde el señor Durius y no quiero dejarle solo, aunque ello implique que no pueda descansar.

- ¡Arriba, Dimitri! Es hora de levantarse - le digo.

Remolonea unos segundos pero, de repente, abre los ojos y se incorpora completamente despierto. Está algo ojeroso y pálido. Sin duda, recuerda todo o casi todo lo de la víspera. No hablamos. Nuestras miradas bastan para establecer un diálogo mudo lleno de pesar, luto y por qué no decirlo, miedo.

- Debemos ir a casa del Capataz Tigur. Allí están Bigun y el señor Durius. Hay cosas importantes que deben saber y decisiones que tomar. No hay tiempo que perder - le digo.

Salimos del almacén. No hay gente por la calle. Es como si el pueblo entero se hubiera encerrado tras ventanas y puertas. Nos dirigimos a la plaza y me detengo en la fuente donde aprovecho para meter la cabeza bajo el agua y limpiar la sangre de mi herida. Bajo el frío del chorro, la cabeza me late y parece que me va estallar. Veo que el agua cae roja y aguardo hasta que cae limpia. Dimitri me mira preocupado. Sin duda, no recuerda lo que me pasó, ni el hecho de que me abandonó en el llano de la torre. Y yo no se lo contaré. Estaba confundido y desorientado y solo hizo lo que su cuerpo le exigía.

En ese momento un muchacho cruza corriendo. Lo detengo y le pregunto por la casa del Capataz y aunque me mira con desconfianza, me señala con el dedo un edificio.

Dimitri y yo nos encaminamos hacia allí. Nos detenemos ante la puerta y nos miramos en silencio. Alzo el puño y golpeo la puerta. Oigo unos pasos que se acercan para abrirnos. Pregunto por el señor Durius y nos llevan a un salón en el que veo sentado al sobrino del difunto señor Sidor. Su rostro es una máscara blanca de dolor y pena. Sin embargo, cuando nos ve se levanta y acude a nosotros aliviado. Creo que temía por nuestras vidas. No sé que le podrán haber dicho los milicianos que se dieron a la fuga, si es que alguno se atrevió a revelar su cobardía y confesarse ante él.

Circunspecto y procurando mantener firme la voz, le relato todo cuanto vivimos, vimos y padecimos. Finalmente, callo y le miro esperando sus palabras.

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17/04/2008, 17:47
Durius de Tremere.

Avergonzado, furioso, apenado, decepcionado y roto. Ése es, en conjunto, el estado de Durius cuando Lisander y Dimitri regresan. El estado de Bigun le ha impedido dar más detalles sobre lo ocurrido, así que ahora bebe cada palabra de Lisander como si su vida dependiera de ellas, y cuando el cantor deja de hablar no puede sino dejarse caer sobre un taburete como si le fallasen todas sus fuerzas.

Durante un buen rato se impone un silencio de luto apenas roto por la trabajosa respiración de Bigun en otro cuarto, hasta que al fin Durius consigue salir de su estupor y ponerse en pie.

- Gracias por haberlo intentado. Es más de lo que yo hice - comenta con amargura - Creo que será mejor que nos alejemos de este lugar cuanto antes. Lisander, tú...

Se interrumpe en seco y deja escapar una corta carcajada histérica.

- Oh, esto es increíble. Yo, a punto de daros vuestras órdenes - su tono es inusualmente agudo, y sus pupilas están fuertemente dilatadas - ¿Con qué derecho?¡Mis derechos como noble señor!¿Un noble?¡Claro!¿Sólo eso?¿Por qué no rey?¡Mucho mejor!¡Así podré extender mi reino de incompetencia de punta a punta del país!¿No será eso delicioso?¿Y lo mejor?¡¡Nadie puede decirle a un rey que es un estúpido inútil fracasado que nunca está cuando se le necesita!!¿No es eso simplemente ESTUPENDO?

Lanza una mesa contra la pared de un fuerte golpe, y eso parece llevarle a un frenesí de ridícula violencia en la que vasijas y taburetes acaban estrellados contra la pared. Durius ni siquiera siente dolor por los cortes que se produce en su furia, e incluso el fuerte malestar que le ha venido acosando en los últimos días retrocede ante la rabia que le invade. Finalmente se deja caer de rodillas agotado física y mentalmente. Sus brazos dejan de azotar el aire, y su actitud cambia de la ira a la mansedumbre a tal velocidad que no es posible que sea una transición normal ni durarera.

- Lo siento mucho. Lo siento - se disculpa - Es mejor que no me prestéis atención, o seguiré lamentándome de mi triste situación. Yo. Lamentando cómo me deja todo esto. Y mientras mi señor está muerto. Bigun moribundo. Y vosotros dos... bueno, basta con veros. Pero por supuesto lo primero es la autocompasión. Oh, pobre de mi

Se apoya en la pared para ponerse de pie y coloca la mesa de nuevo en su sitio, preguntándose vagamente por los cortes de sus manos.

- ¿Sabes, Lisander? Creo que no estoy en mi mejor momento - comenta de pasada - Voy a ver cómo sigue Bigun, y os voy a dejar a vosotros decidir lo que debemos hacer

Dando la espalda a ambos se dirige a la pieza contigua en la que Bigun descansa.

- No me odiéis por rehuir la responsabilidad - pide desde el umbral.

Notas de juego

Este desenlace me ha dejado completamente chafado

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17/04/2008, 18:46
Lisander el Cantor.

- No me odiéis por rehuir la responsabilidad - pide desde el umbral.

Tras la escena y sus últimas palabras, siento que me enciendo. Dejando atrás a Dimitri sigo al señor Durius y le cojo del brazo, obligándolo a detenerse.

- ¿Odiaros? No, señor Durius, no os odiaremos porque no rehuiréis vuestras responsabilidades - digo en un tono demasiado alto y estridente -. Sois Durius de Tremere, sobrino del Caballero Sidor de la Selva Negra y ÉL confiaba en vos. No fuisteis su dama de compañía, ni su amante, sino su compañero y ahora, su heredero. Y lo lamento, pero en el paquete va todo. Lo bueno y lo malo. Entiendo vuestro dolor. Más. Lo comparto a pesar de que no hace tanto que conocí a vuestro tío. Pero ello forma parte de vuestra condición. Igual que nuestra palabra dada y por qué no, la amistad trabada, nos obliga a permanecer junto a vos en lugar de coger la mula y abandonaros aquí para refugiarnos en nuestra tierra. Mirad a Dimitri, mirad su herida en el cuello que quiera mi dios no conlleve maldición ni servidumbre alguna. Mirad a Bigun que yace moribundo. Mirad este pueblo espoleado por el terror. No, señor Durius. No. ÉL no dejaría que actuarais así, como un niño malcriado que se refugia en los brazos de su madre cuando se cae al suelo. Debéis levantaros, tomar vuestro dolor y convertirlo en fortaleza. Habrá tiempo para el dolor, el llanto y el duelo. Pero más tarde. Nosotros os ayudaremos y apoyaremos, pero es a vos a quien corresponde tomar decisiones. Porque vuestras decisones afectarán no solo a nuestras personas, sino a toda Calarasi. Y esa es responsabilidad vuestra y solo vuestra. En alguna ocasión oí una canción que decía que el poder es soledad y veo que es cierto. pero no estaréis del todo solo. Estaremos a vuestro lado. Ya me escuchásteis antes. Creo que es urgente que partamos de estas tierras. Debemos regresar y prepararnos pues las sospechas que tenía el señor Sidor se han demostrado ciertas. Vienen tiempos oscuros y no estamos preparados para afrontarlos. Los proyectos empezados deben acabarse. Vos conociais las intenciones de vuestro tío. Debéis proseguir con lo que él empezó. Ese es el homenaje que merece. Si ahora rehusáis a ocupar y desempeñar vuestro papel, el señor Sidor morirá definitivamente. Y todo cuanto hizo y aquello por lo que dio su vida no valdrán para nada.

Guardo unos momentos de silencio procurando controlar mi agitada respiración. Yo, el juntaletras mujeriego al que nadie toma en serio, reclamando a un señor.

- Perdonad, señor Durius. Perdonad mis palabras, pero son sinceras. Todos hemos perdido. Ahora no podemos perderos a vos también. Escuchad. No sé cuál habrá sido el destino del Capataz Tigur, pero hablaron de un trato. Y si entra en acuerdos con esa bestia, permanecer en esta su casa no es cosa segura. Ni para nosotros, ni para Bigun. Creo que lo mejor es que cuanto antes salgamos de aquí. Con Bigun además o sus días estarán contados. Para mí no es más que un loco, pero vuestro tío tenía una extraña relación con él y parecía entenderle. Además, podrá ser de ayuda en Calarasi si es que llega con vida. Es arriesgado pero mejor que dejarlo aquí y podríamos salir ganando. Él entiende de armas y podrá instruir a las gentes. Mirad, tenemos una mula y si hacemos unas parihuelas podríamos llevarlo. Aquí ya no pintamos nada. Es hora de regresar y afrontar nuestros retos.

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18/04/2008, 15:32
Durius de Tremere.

Durius no puede evitar desviar la vista avergonzado cuando Lisander habla sobre Sidor.

- Se que debería dar un paso adelante y aceptar la carga... - murmura - Pero tengo miedo. Miedo de volver a cometer otro error, como lo que...

Deja vagar la vista por algún paisaje interior mientras se frota el brazo donde Lisander casi le corta la circulación.

- Tienes razón, debemos salir de aquí cuanto antes. Y debemos llevarnos a Bigun... aunque no estoy seguro de que sobreviva al viaje - hay una expresión de desesperada concentración en su rostro sudoroso - Dame un instante, voy a ver cómo se encuentra

Sin dar tiempo a respuesta penetra en la habitación que tiene a su espalda y cierra la puerta. Nada más hacerlo se ve obligado a apoyarse en ella mientras intenta contener sus sollozos.

- No puedo hacer esto... no puedo... - repite una y otra vez en voz baja.

Obligándose a contener lágrimas y temblores comienza a murmurar unas palabras en latín mientras mueve las manos trazando letras en el aire. Por un instante parece que una tinta negruzca brote de sus dedos marcando el rastro de su letanía, hasta que la estructura que ha creado alrededor suyo se colapsa de golpe.

Notas de juego

Gasto un punto de FdV para la siguiente tirada

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18/04/2008, 15:53
Durius de Tremere.

Casi de inmediato sus estremecimientos se detienen y su rostro se serena. Se ajusta las ropas mientras examina por encima el estado de Bigun, que aún permanece en el camastro.

- Puede que viva, puede que no - dice al salir del cuarto - En cualquier caso no podemos arriesgarnos a permanecer en este lugar. Marcharemos de inmediato

Su ánimo parece haber cambiado de nuevo por completo. Ya no hay temblor en su voz, ni tristeza en su expresión; sus gestos son relajados aunque directos, y se expresa de forma precisa y sin rehuir la mirada de los otros.

- Lisander, ve a buscar nuestras posesiones. Dimitri me ayudará a mover el camastro. Tal vez podamos utilizarlo como parihuelas para transportar a Bigun - examina la habitación con seriedad, paseando la vista sobre el destrozo que él mismo ha producido - Debo comprobar si hay en la casa algo de utilidad que podamos llevarnos con nosotros; necesitaremos provisiones y algo con lo que fabricar vendas para vuestras heridas

Hay algo en su tono que indica que no es exactamente preocupación por su bienestar lo que le guía, sino la consideración de que sus heridas pueden perjudicar la buena marcha del viaje.

- Tiradas (1)

Tirada: 3d10
Motivo: Lanzamiento de hechizo: Supremacía del Intelecto
Dificultad: 6+
Resultados: 8, 9, 3
Exitos: 2

Notas de juego

Éxito completo, incluso sin la FdV. Lanzar el hechizo me cuesta un punto de Quintaesencia

Por cierto, no estoy seguro del estado de Bigun. ¿Está consciente al menos?

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19/04/2008, 16:45
Lisander el Cantor.

Suspiro aliviado ante el giro de la situación. El señor Durius parece haberse serenado y da sus primeras órdenes. Sensatas por demás. Rápidamente me dirijo al almacén. Me alegra haber dejado preparadas las cosas antes de partir a casa del Capataz. Cojo la mula e inicio el regreso a donde mis compañeros. Al llegar, ato la mula junto a la entrada y vuelvo a entrar en la casa para ayudar con el traslado del herido.

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21/04/2008, 15:21
Durius de Tremere.

Para cuando Lisander regresa Durius y Dimitri han sacado ya a Bigun del cuarto transportándolo sobre las mantas del jergón, y se encuentran intentando convertir el armazón en algo con lo que poder llevar al herido hasta Slovozia sin matarlo.

- Tal vez si le arrancamos esta tabla y la... ah, Lisander. ¿No habrás visto si nuestro anfitrión tiene alguna mula o similar? - pregunta mientras tantea la estructura de las improvisadas parihuelas - Sería mucho mejor si pudiéramos sujetar esto entre dos animales

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21/04/2008, 16:56
Lisander el Cantor.

- ¿Una mula? - pregunto extrañado -. Ehhh, señor Durius, a eso se le llama robo y está prohibido. Puedo ir a mirar, pero si nos pillan, de fijo que acabamos en la celda o, peor, nos cuelgan en la plaza. Tal vez, algún tipo de carreta que podamos uncir a la mula estaría mejor ¿no? Bueno, voy a mirar y le comento - digo saliendo rápidamente hacia los establos de la casa del Capataz.

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22/04/2008, 15:27
Durius de Tremere.

Durius se encoge de hombros cuando Lisander sale de nuevo. Robar una mula o un carro no le parece muy distinto, y tampoco piensa permanecer por las cercanías mucho tiempo para dar tiempo a su dueño a protestar, sobre todo porque no espera nada bueno de los tratos de éste con los seres de la torre.

Por el momento se limita a buscar algunas provisiones para el viaje mientras vuelve Lisander.

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22/04/2008, 17:37
Lisander el Cantor.

Salgo de la casa y me dirijo a la zona de los establos. Camino distraídamente, como si estuviera tomando el fresco, mientras observo con disimulo pero detenidamente los alrededores.