Partida Rol por web

Cuando vio a aquellos dos enormes dragones emprender su particular combate, Tameiki supo que debía actuar. Tomó su habitual posición de combate y, con un rápido movimiento, llevó su diestra a su katana. Fue justo cuando iba a desenvainarla que su corazón se detuvo. No podía mover ni un músculo. ¿Qué sentido tenía enfrentarse a Fu Leng? ¿Qué sentido tenía pensar que podrían acabar con él?

Tras la conversación, los acontecimientos se sucedieron como una avalancha sigue a la caída de la primera piedra. Sus dudas sobre cómo alcanzarían la capital se vieron resueltas de la forma más inimaginable posible. A lomos de un Dragón. Atónitos, sintiéndose como pequeñas hormigas, observaron la lucha divina de Togashi y Fu-Leng en su forma de dragón, hasta que finalmente el Oscuro terminó por imponerse. Sólo entonces la ise zumi arrancó el último Pergamino Negro del corazón del kami y pudieron leerlos, despojando a su enemigo de su poder y reduciéndolo a… al monstruo más terrible que hubieran enfrentado alguna vez.

Corrupción y horror exudaban de su grotesca forma, como si una niebla de terror lo rodeara. Con tan sólo mirarlo, Shiroi sintió que su corazón se desbocaba y sus manos comenzaban a sudar. Ella estaba dispuesta a morir, lo estaba desde el primer momento en que sintió la corrupción aferrarse a su alma. Convencida de ese destino, creía haber desterrado al miedo a la muerte. Pero incluso la muerte palidecía en comparación con el terror que inspiraba la criatura.

A su lado, vio cómo Tameiki dudaba. La mano de la pequeña ronin, que se había cerrado en torno a la empuñadura, temblaba. La antigua escorpión, que combatiría a cualquier mortal sin un atisbo de duda, no estaba preparada para enfrentarse al horro de Jigoku. Posiblemente, ninguno de ellos lo estuviera. Pero no tenían elección alguna. La tormenta había estallado, y ellos eran los Truenos. Debían combatir. Y si ella se adelantaba, Fu-Leng no se fijaría en Tameiki aún.

Fue ese pensamiento el que terminó de cerrar su alma al miedo.

-El hogar es donde uno desea estar. -Susurró, recordando la conversación a orillas del lago. Una conversación que parecía a vidas de distancia. Y entre el fragor de la tormenta, Shiroi sonrió, como una luz en mitad de la oscuridad. -Qué ironía que éste sea el mío. Olvídate de todo ahora. Sé lo que tienes que ser. La espada que supere la mía. Cree, Tameiki-chan.

Y tras esas palabras, saltó hacia delante, adelantándose mientas liberaba su hoja para tratar de abatir a su enemigo. El acero despertado por los kamis trazó un amplio arco directo hacia Fu-Leng…

Pero no lo consiguió.

Ella había cortado armaduras, piel, carne y hueso, y nada de eso había detenido nunca su hoja. Incluso la dureza de la Montaña de Acero no había sido rival para su técnica. Lo cierto era que Shiroi nunca había encontrado nada que no hubiera sido capaz de cortar. Hasta ese momento.

La hoja Kakita golpeó la coraza de oscuridad de Fu-Leng con fuerza, pero su filo no fue capaz de cortar a través de ella. Una pequeña nube de chispas saltó entre el acero y el hueso negro cuando el Trueno de la Grulla golpeó de nuevo, con el mismo resultado. Apenas si había conseguido mellar la superficie, y la fuerza de impacto había entumecido sus brazos hasta casi dejarlos insensibles.

Frustrada más allá de lo posible, Shiroi retrocedió unos pasos, tratando de recuperar el control de su respiración. Se estaba dejando arrastrar por sus emociones. Su corazón martilleaba en su pecho, mientras su voluntad aún intentaba controlar el miedo que seguía tratando de infectar su espíritu. La respiración de la Grulla era entrecortada, y era consciente de que pronto se agotaría si seguía combatiendo de ese modo.

Unas palabras de ánimo de Shiroi la recompusieron. Guiada por la que había decidido tomar como su maestra, Tameiki dio un largo paso que más bien podría considerarse un salto a ras de suelo. Desenvainó la katana a una velocidad sobrehumana y con una técnica impecable trató de impactar en su rival... pero este se movió en el último segundo, evitando el golpe.

Las cosas se precipitaron cuando el Daimyo Dragón se convirtió en un dragón de verdad.
El Moto lo observó fascinado y casi le parecía grosero montar sobre una criatura tan legendaria.
Pero para un jinete como él, aquella sería una escena que jamás olvidaría.

A lomos del Togashi, llegaron a Otosan Uchi y el supuesto Fu Leng en forma de dragón negro se enfrentó a Yokuni.
Tras un increíble combate, con dos seres fantásticos enfrentándose en los cielos, Yokuni cayó derrotado y se su corazón salió el doceno pergamino.
La clave para derrotar a Fu Leng.
Valkai desenvainó su No-Dachi y cargó con todo.

A lomos del legendario Daimyo del Dragón, voy mascullando para mi mismo. Lo cierto es que era bello ver el mundo desde esta posición, si el destino final fuese otro habría disfrutado mucho del viaje. Pero la sombra aguardaba al final. Si lograbamos triunfar, el Imperio perduraría, pero yo no. Un ser tan manchado por la inmundicia del oscuro no tenía cabida entre el resto de hombres y mujeres. Si no era Fu Leng, sería mi propia espada la que pondría punto y final a mi vida. La ceremonia del seppuku será esplendida, habrá mucha gente de alto rango presente, y yo lo haré perfecto...

Al darme cuenta de lo que estaba haciendo casi rompo a reir a carcajadas. No he Luchado aun contra Fu Leng y ya estoy planificando lo que haré a continuación... Mejor concentrarse en Fu Leng.

Tengo el privilegio de observar la titánica lucha entre dos Kami y, a mi pesar veo con una honda pena la muerte de Togashi. Pero habrá tiempo para lamentarse después. Contemplo al titánico engendro caído del cielo y me preparo para acabar con su "vida". Agarro con fuerza mi katana y cargo en dirección a la criatura, pero mi acero rebota contra su gruesa ¿piel? con una maldición preparo mi brazo para otro ataque. Mi segundo envite es igual de infructuoso que el primero. Mi hoja ni tan siquiera deja marca alguna sobre el duro pellejo del engendro.

El Cangrejo alzó la mirada colmada de esfuerzo y extendió su gran mano hacia Kaoiri. -"Leeré el pergamino de Isawa Tsuko e Isawa Kaede-sama". Esos eran los pergaminos que le restaban por leer en busca de toda la ayuda posible frente al difícil combate que les esperaba en Otosan Uchi.

Se colocó de nuevo en posición de Loto, pero antes de leer el contenido del pergamino que tenía Iwasa Kaede extrajo un poco de agua de su furoshiki y pegó dos largos tragos al contenido de su zurrón, pues su garganta estaba seca como las mismísimas Tierras Sombrías. (1)

El peso de la corrupción se hizo más potente y el rostro de Oni Negro se tensó por el esfuerzo. Su alma se estaba resintiendo y escuchaba las voces susurrantes de los que había jurado destruir ofreciéndoles tratos a cambio del poder que necesitaban para vencer. Cerró el pergamino con su mano derecha formando un puño antes de posar sus manos sobre el suelo, mientras su respiración se tornaba más, más y más... Rápida. -"Es mi deber, puedo hacerlo, debo aguantar, tengo que hacerlo por todos ellos, confían en mí..." Susurró el Explorador mientras su mandíbula estaba completamente apretada.

-"Poc..." El rostro de Oni se calmó de repente y su mirada se tornó cálida por momentos. De su máscara se pudo entender una palabra con claridad. -"Hiroaki-sama..."

El Cangrejo sintió la palma rosada de la mano de alguien conocido se posaba sobre su armadura negra calmando su dolor y rabia en un instante. En su lugar pudo sentir el incienso de la capilla de la Capital Imperial, el cantar de los pájaros y la compañía de su último maestro. Su voz entró por sus oídos como una melodía sanadora y pacificadora. -"Aprendiste bien Satsu-san, pero tu verdadero cometido empieza aquí, busca en tu interior la fuerza para soportar el dolor y la ira; mantén la calma y enfrenta a tu enemigo sin piedad..."

El Samurái recuperó la compostura y miró a Tameiki sonriendo y ofreciéndole la mirada serie y llena de determinación habitual en él. Asintió mientras entregaba el pergamino a Kaori con intención de leer el último pergamino negro que poseían (2).

Si el arte es fuego,

será con sombras divinas,

juego de manos de ciego.

Pensaba que sólo habría

sombra, silencio, vacío.

Y murió. Estaba en lo cierto.

El Cangrejo cerró el pergamino de Kaede y se puso de pie con firmeza. Su rostro solo ofrecía una mirada de determinación y no se la ofreció a otro sino al Daimio Dragón, mientras alargaba el pergamino negro de nuevo a Kaori.

Togashi Yokuni adoptó su forma de dragón y ofreció a todos montar a lomos suyos para llegar de inmediato a la capital. Oni Negro se subió sin mediar palabra mirando serio el horizonte. durante la travesía acariciaba el mango de su nemuranai ansiando el combate que liberaría a Rokugan, pero que con toda certeza reclamaría su vida. Pero estaba preparado para cumplir con su deber.

Al llegar a Otosan Uchi Fu-Leng luchó contra Togashi Yokuni. Al final el combate se decantó hacia su enemigo dando el dragón verde su vida en pro a los Truenos. La ira crecía en el interior del Cangrejo, pero mantuvo la calma y se unió al equilibrio de todas las cosas para limitar el poder del enemigo.

El Dragón Negro se retorció y su pútrida piel cayó como las hojas de un árbol marchito dejando en el lugar la forma de un Oni de aspecto aterrador aulló a los cuatro vientos con furia (1), pero el Cangrejo no se amedrentó y en su lugar se giró levemente hacia sus camaradas. -"Llegó la hora, estamos solos él y nosotros, los Truenos. Que no se os pase por la cabeza ni un sólo momento que no lo conseguiremos. Lo haremos TODOS juntos. Recuperaremos el Imperio para nuestros hermanos, padres e hijos y salvaremos a los que siguen luchando por la libertad. Cumplamos con nuestro destino. ¡Hermanos, hagamos que esa bestia vuelva al lugar del que nunca debió haber salido!¡Por el Imperio!" (1)

Dicho esto corrió directamente hacia su enemigo desenvainando su Tetsubo y actibandop el poder de todos los nemuranai que había encontrado durante el camino hasta allí. Su Tetsdubo se colmó de llamas y a su vez el obi de Oni Negro destelleó con una luz azulada (3).

El primer golpe del Cangrejo dibujó un arco desde abajo hacia arriba mientras aullaba con gran poderío -"¡Te destruiré y salvaré al Cangrejo!" (4).

El golpe fue terrible, pero el Oni no cayó al suelo un hilo de sangre brotó de su boca, pero el Cangrejo giró sobre sí mismo con su nemuranai en ristre y le propinó un golpe descendiente descargando todos el remolino de sensaciones sobre su eterno enemigo. -"¡MUERE!" (5).