Partida Rol por web

-¡Loz Gooniez nunca dicen muerto, Zcott! -exclamé, molesto por la más que probable posibilidad de que el anciano profesor pudiera haber muerto a manos de Willy el Tuerto y sus piratas-. ¡Démozle un par de minutoz de prórroga, puede que aún regreze!

Sin embargo, Scott tenía razón en algo: el cuadro era un portal al mundo que había creado Willy y había que deshacerse de él cuanto antes. Imaginar a Willy el Tuerto y sus piratas deambulando armados por la Astoria del siglo XXI resultaba estremecedor.

-¡Hagamoz como en el final de la película Hellraiser! -sugerí, aproximándome al cuadro-. ¡Noz lo llevamoz pa' fuera y le metemoz fuego!

Hace un segundo estaba en el faro y ahora me encontraba de nuevo en el museo, desde luego mi corazón dió un bote de alegría y daba gracias por seguir viviendo, al fin habíamos vuelto a nuestro tiempo. Me estaba incorporando cuando de repente dos cuerpos más cayeron encima de mí entre gritos y quejidos-¡AH!-exclamé por el violento impacto-pero que...-cuando pude fijarme vi que eran Scott y Sadie, ella había sido tan valiente de ir a un lugar que desconocía, aunque la entendía perfectamente con ese padre que tenía cualquiera en su sano juicio habría escapado si pudiera.

Cuando estaba consiguiendo quitarme de encima a los dos, aparecieron de repente Emiko y Sarah, sumando dos cabezas y cuatro pares de miembros a la maraña creciente-¡Vamos moveos que me estáis aplastando!-refunfuñé mientras me deslizaba hacia un lateral ya que sin duda seguirían llegando el resto como así ví al segundo siguiente aparecer de la nada a Lex, Anne y Caleb-¡Lex!-exhalé mirándola feliz viendo que estaba viva y a salvo-¿estas bien? menudo viajecito ¿eh?-dije divertido ahora que todo había terminado, o casi pues Caleb tenía razón.

-Debemos destruirlo, si..el profesor ya será su prisionero y con suerte, pero no dejemos que su sacrificio sea en vano, no podemos permitir que esos asesinos lleguen aquí, hay que quemarlo...-

- Tienes razón Patrick. Tenemos que romperlo... - Dijo el niño haciéndose con una de las espadas de atrezzo y preparado para rasgar el cuadro. - ¿Cuánto hay que esperar? - Les preguntó a sus amigos.

La idea de quemarlo no era mala, pero si tenía un inconveniente. Si salían al exterior a quemar la obra de Willy, era posible que alguien les viera y les culpara del estropicio generado en el museo. Para nada quería acabar en un reformatorio después de todo lo que habían pasado.

- ¡Vamos profesor! - Exclamó el muchacho impaciente.

Las palabras de Scott resultaron ser proféticas, porque mientras tanto, el profesor había estado peleando para dar tiempo a los chicos, intentando retener a Willy todo lo que pudiera, pero en cuanto todos hubieron desaparecido, Willy se acercó a la luz... con el profesor aún agarrado a él, y ambos desaparecieron del faro, ante la sorpresa del resto de piratas, que aun pareciendo increíble, no entendían bien qué era lo que sucedía.

Así, Willy y el profesor aparecieron a continuación en el pasillo del museo, junto a los recién levantados goonies.

¿Dónde estamos? -preguntó Sadie al ponerse en pie y mirar a su alrededor. Aquel sitio no se parecía en nada a la cueva, el barco o el faro. Era completamente diferente; era hermoso.

Pero aquello no había terminado. Un destello tras otro fueron produciéndose delante del cuadro, y justo cuando parecía que ya había terminado todo, el profesor y su padre aparecieron de repente.

-¡Papá! -exclamó Sadie al ver a su padre, mientras se ocultaba detrás de Scott. Al final, les había seguido hasta allí, fuese dónde fuese, y ahora seguían corriendo el mismo peligro que antes.

¡QUITAROS! ¡DEJADME! ¡SADIE, SADIE! ¡VUELVE CONMIGO, HIJA! -Los gritos de Willy eran desesperados. De repente, ya no sonaba como un pirata despiadado, sino como un padre obsesionado con su hija, que deseaba tenerla a su lado todo el tiempo que pudiera.

Pero en su obsesión estaba el peligro, porque desenvainó su sable rápidamente, amenazando a todos los que estabais allí.

-¡OS MATARÉ! ¡MATARÉ AL QUE SE LLEVE A MI HIJA!

No!- grité poniéndome delante de Sadie, y encarandome con el pirata.-La tenías prisionera! Esa no es manera de... De... Proteger... Un... Tesoro.

Algo se cocia en mi cabeza y por eso titubeaba.Ya lo tengo.

-Willy, si tú mayor tesoro es tu hija... Tengo un trato! Deja que se quede en este mundo, libre y sin ataduras. Nostros la protegeremos. Y destruye el cuadro. De esa manera nadie más de tu mundo podrá tenerla. Es lo justo!

- Igual no importa ser tan drástico... - Scott se interpuso entre Willy y Anne, su primer gran amor que por no ser correspondido acabó siendo una solitaria Estella en su memoria. - Sadie quiere ser libre. Quiere vivir, pero vivir encerrada allí abajo es la peor de las condenas. ¿Cómo puedes desearle algo así a tu propia hija? - Meneó la cabeza. - Eso no está bien... - Scott hablaba con el capitán pirata como si se tratase de un niño y no al revés. - ¿Por qué no te quedas aquí, en nuestro mundo? Podrías vivir con Sadie y eres marinero. Hoy en día no sé asaltan naves, pero podrías dedicarte a la marina mercante o que se yo... - Miró a Willy con... ¿Ternura? - Sé que quieres a tu hija, pero tienes que quererla mejor...

En cuanto se incorporo imito a Scott y tomo prestada una de las espadas de atrezo de la exposición, lista para destrozar el cuadro en cuanto el profesor cruzara. Bueno de destrozar el cuadro fuera o no el profesor la siguiente persona en salir, debían darle un voto del confianza al bueno del profesor pero si salía algún otro. Simplemente no podían permitirlo, se disponía a compartir su plan cuando el breve resplandor la cegó haciendo que retrocediera un par de pasos hasta dar con la pared.

-¡BASTA!- bramó Lex ante la amenazas de Willy – hemos sufrido bastantes amenazas y peligros por toda una vida Willy, el tuerto. Ahora esta en nuestro mundo y aquí mandamos nosotros

La joven Walsh no tenía ni idea de donde estaba sacando aquella fuerza y determinación, aunque el leve temblor en la mano que sostenía el sable la delataba ligeramente mientras daba un par de pasos hacía atrás quedando junto a una alarma de incendios. Levanto el cristal protector de esta dejando reposar sus dedos sobre el interruptor rojo.

-Si aprieto esta palanca las campanas repicaran – trato de explicar en un lenguaje que el pirata pudiera entender – alarmando a las autoridades que acudirán de inmediato ¿comprendes? - clavo su mirada en la del viejo pirata – ahora mira a tu alrededor, pirata – escupió aquella palabra con desagrado por primera vez en su vida- este lugar es un santuario dedicado a tu persona, a honrar tú grandeza pasada. Sadie estar bien cuidada aquí, si sueltas al profesor el podrá encargarse de hacer conocer al mundo que ella es tu legado, no le faltara de nada. Podrá llevar una vida plena, sin sufrir las penurias a las que tú mismo habías condenado. - su mirada de ceño fruncido seguía fija en Willy hasta en el momento que alzo su sable de atrezo apuntando al cuadro del faro – destruye tu mismo el cuadro, dale un tajo con tu sable, o llevatelo contigo si quieres, cruza de vuelta y nosotros haremos lo mismo con el del Infierno. Nadie jamás volverá a molestar al gran Willy, el tuerto...sigue amenazándonos a nosotros o a Sadie y sera tú fin, ahora...suelta al profesor

Finalizó su largo discurso moviendo su sable de atrezo hacía el infame pirata que habían admirado toda su vida, el siguiente movimiento era suyo, si no era el correcto daría la alarma de los bomberos y tanto ellos como la policía aparecerían en poco tiempo.

Emiko se apretó cuanto pudo a los demás. Después de ponerse en pie, el profesor y Willy habían aparecido y la situación se había vuelto muy tensa. No conocía a Sadie muy bien, pero sin duda, regresar para vivir apresada en una cueva no era lo que se merecía.

Así que se colocó delante de Sadie y al lado del resto. Lex amenazó con tirar de la alarma de incendios, aunque dudaba mucho que eso fuera a detenerlo. Willy no necesitaba demasiado para empezar a dar tajos.

Willy soltó al profesor y éste se puso en pie y se alejó un poco de todos. Por un lado, Willy estaba con el sable en la mano. Por el otro, los chicos protegían a Sadie y no parecían dispuestos a entregarla. Lex tenía sus manos en la alarma. Quizás fuese una buena idea. Pero también era cierto que nadie, ni siquiera Sadie, deseaba que Willy muriese. Después de todo, cada uno de ellos lo había admirado desde siempre.

-Capitán -empezó a decirle el profesor -. Por favor, debe usted dejarla. Su hija no merece estar encerrada. Aquí estará bien, tendrá amigos y podrá convertirse en una mujer.

- Se razonable, Willy. - Intervino entonces Scott. - Sadie estará mejor aquí. Tú mundo no es para ella. Lleno de piratas, monstruos y otros peligros. Aquí estará más segura... - Scott avanzó unos pasos hacia el pirata mostrándole las palmas de las manos en señal de que no representaba un peligro. - Tan sólo dale una oportunidad de ser feliz... - Le dijo mirándole a los ojos. - Hazlo por ella. - Señaló a su hija. - Mírala... está sufriendo... - Volvió a mirar al pirata. - ¿Qué me dices Willy? 

En ese momento todos escucharon unos pasos sordos que se acercaban tranquilamente. La oscuridad del pasillo no permitió ver de quien se trataba hasta que no vieron aparecer la figura de alguien conocido y, seguramente, la última persona a quien esperaban.

-¿Qué es esto? ¿Qué hacéis todos aquí? ¿Qué ocurre?

El Dr. Kingston tenía un arma en su mano y apuntaba a todo el grupo. Parecía no entender muy bien lo que hacíais allí y desde luego, quién era aquel individuo que llevaba un parche en el ojo.

-¿Sabes que Willy?- Dije bastante enojada.- Puedes llevártela!.- Me crucé de brazos, quizá envalentonada por al compañía de mis amigos.

- Eres como mi madre! Se va todos esos sitios raros, buscando...tribus salvajes para sus documentales y me deja sola! Siempre sola! Solo la veo cando vuelve tras mucho tiempo fuera y me trae una una de esas esos...recuerdos! Y ami que mi importan sus recuerdos! Yo solo quiero pasar mas tiempo con ella!- Empezaba a temblarme la voz y puede que humedecerse los ojos.- No viene a mis partidos, no le importa las notas que saco... ni siquiera sabe quien me gusta!- Apreté los puños- Ella es una pirata como tu. Solo le importan sus... tesoros. Y encerrando a Sadie lo único que conseguirás es que te odie!

Dije con amargura mientras una lágrima caía por mi rostro.

Emiko escuchó la amargura en la voz de Anne y se acercó a ella para abrazarla, aunque en ese momento hizo su aparición el hombre que les había enseñado el museo aquella mañana (por favor, ¿de verdad había sido aquella misma mañana?) y respiró aliviada.

-Ah, señor Kensington. ¡Señor Kensignton! ¡Por favor, ayúdenos! ¡Es Willy! ¡Es el pirata Willy el Tuerto y ella es su hija! ¡Quiere llevársela!

En cuanto apareció Willy todos nos pusimos en tensión y alerta, aquel hombre estaba desquiciado y no dudaría en matarnos si con eso recuperaba a su hija. La idea de Lex fue muy inteligente, seguro que escuchar aquellas alarmas le desconcertarían y nos daría tiempo a huir de allí, ya de por sí encontrarse en aquel museo le sería muy extraño, pero aquella sensación no duraría mucho tiempo. Casi todos intentaban razonar con él ¿pero cómo iba a razonar un pirata al que le había robado su tesoro más preciado?.

-Tu no eres un padre Willy, eres un desalmado que tiene a su hija atrapada en una cueva que le dan la comida a través de una cuerda y que va a verla de vez en cuando, no te mereces tener hijos, largo de aquí o Lex activará las campanas y entonces despídete de tu vida-dije envalentonado e impasible. Toda aquella situación nos había llevado al límite y aquel pirata no se quedaría en nuestro tiempo.

Anne estalló increpando también al pirata, al parecer la relación con su madre no era buena, sus palabras estaban cargadas de ira y resentimiento pero Emiko se acercó a ella para reconfortarla, bien por ella. En ese momento apareció el señor Kingston-¡Señor, por favor ayuda! sé que va a sonar muy extraño y pensará que estamos locos pero ese hombre es Willy el tuerto y ella niña es su hija, nos quiere matar ¡haga algo por favor!-grité moviéndome hasta colocarme al lado de Lex, cerré los puños y esperé a ver que es lo que ocurría.

-¿Qué claze de padre erez, Willy el Tuerto? -le espeté al afamado pirata, con desprecio, colocándome junto a mis amigos para evitar que Willy pudiera llevarse consigo a Sadie-. Cualquier padre eztaría dezeozo de ver crecer a zu hija, de aziztir a zu graduación, a zu boda, ¡e incluzo de tener nietoz! Pero, ¿tenerla en eze maldito cuadro, congelada para ziempre en zuz dieciziete añoz, negándole que alguna vez pueda crecer? Ez enfermizo incluzo para un pirata. ¡Y penzar que nueztroz padrez te admiraban!

En ese instante, me percaté de la presencia del doctor Kingston, quien había aparecido, arma en mano, y parecía hallarse un tanto confundido por lo que veía.

-¡Zé que le rezurtará extrañado, zeñó, pero hemoz conzeguido traer de vuerta al profezor Armitage! -exclamé, con una sonrisa, señalando al anciano-. ¡El cuadro del Infierno y el del faro eran la clave, zeñó Kingzton! ¡Armitage ha eztado todo ezte tiempo capturado por pirataz! -señaló a Willy y a Sadie alternativamente-. ¡Eze de ahí es Willy, Willy el Tuerto, nueztro Willy, el capitán del Infierno! ¡Y la chica ez Zadie, zu hija! ¡La tenía encerrada en una cueva, y había una zerpiente marina y un Kraken protegiendo el lugar! ¡Y unoz bichoz aladoz la mar de feoz! Incluzo uno de elloz entró en el muzeo.

Scott tuvo entonces una corazonada. George Kingston le había escamado desde el principio. ¿Y si sabía mucho más de lo que aparentaba? Les estaba apuntando con un arma y eso era extraño. Aún siendo un derecho constitucional el poder tener armas. ¿Qué hacía allí? ¿Había pasado por delante del museo y había visto el estropicio de la puerta? De ser un hombre razonable hubiera llamado a la policía y habría esperado a que llegarán. No como ellos por otra parte.

¿Y si Kingston era un pirata? Uno de los hombres de Willy que se había hecho pasar por profesor de historia y protegía desde el otro lado los cuadros. No, eso no tenía sentido. Quizás supiera de la magia negra de Willy y quería hacerse con su tesoro. Scott no lo sabía y le hubiera gustado equivocarse, pero algo le decía desde que conoció a George, que ese hombre no era trigo limpio.

- Baje el arma señor Kingston... -Le sugirió. - Usted también Willy. Alguien saldrá herido de aquí de lo contrario...

No creo que eso deba preocuparte, chico, porque yo fui quien empujó al profesor dentro del cuadro para que no descubriese el secreto, y ahora que está Willy aquí, y su hija también -y al decir esto, sonrió satisfecho -, podrá decirme en dónde tiene escondido ese tesoro tan valioso. 

El doctor amartilló el arma y os apuntó a todos en general y a nadie en particular.

-Dime, Willy. ¿Dónde está el tesoro? Consíguemelo y así no mataré... a tu hija.

El profesor lo había sospechado durante mucho tiempo. Después de entrar en el mundo de Willy, dispuso de mucho tiempo para pensar en lo que había sucedido y sabía en su fuero interno que solo existía una posibilidad: que George le hubiese empujado, lo cual implicaba que andaba detrás del famoso tesoro. Pues iba a llevarse una desilusión.

-Sabía que eras capaz de venderte por un vaso etrusco, George. pero esto... te supera incluso a ti.