Partida Rol por web

Savera mira a Marcus y solo sonríe de medio lado. El mensaje era lo suficientemente claro y debía admitir que, aunque ella pudiera no ser la culpable de la muerte de Leroy, seguía siendo una profesional y merecía aquello.

Savera apretó sus puños y le hizo un leve gesto con su cabeza para que se adelantara.

- Yo sí los vi y fueron muy molestos. Pude esconderme de ellos, pero no fue fácil - esa primera noche había sido fatídica.

- Pero supongo que estoy contigo en que no me hubiera gustado ser devorada - dice con tranquilidad mientras observa a Marcus detenerse. Habían dicho que comieran primero, ¿No? Bueno, tal vez había cambiado de opinión.

- De acuerdo, entonces ¿Cómo resolveremos esto? - se giró hacia Kura, para luego mirar a Mark y Marcus.

Savera no planeaba dar el primer golpe, ya que su especialidad no era esa. Por eso, hizo una señal a Marcus para que él comenzara con el asalto. A pesar de eso, estaba lista para la batalla. Apenas Marcus diera el primer golpe, Savera tomaría su navaja suiza para arrojársela a Kura. Debía guardar el cuchillo para sí misma.

Su idea era tomar el arma de la chica para poder hacerse con ella y así, poder enfrentar a los dos jóvenes restantes. No quería hacerlo, no quería pelear, nunca había matado a nadie, pero si de eso dependía su supervivencia, lo haría sin pensarlo demasiado. Por la memoria de Leroy y por la gente de su distrito, ella pelearía hasta el final o hasta la muerte.

Cierro los ojos en señal de aprobación.

Me encojo de hombros. Ya me había cansado de tanta palabrería.

En vista de que Mark está centrado en Savera y Kura lanzo una estocada por el flanco hacia su torso dejando mi flanco izquierdo (el que da a las chicas) cubierto por el brazo cubierto de madera.

Apenas Marcus se mueve, Savera gira su cabeza hacia Kura y antes de darle tiempo a reaccionar, le lanza su navaja suiza, con la esperanza de atinarle y poder ahorrarle un poco de trabajo. La lucha había comenzado y ella no se quedaría atrás.

Esto es por ti, Leroy...

El combate estaba servido. La gente del Capitolio habían logrado reunir a los cuatro supervivientes, y ahora podía comenzar la masacre.

Y la inició Marcus. Hizo un doble movimiento: Se escondió tras su escudo hecho a base de corteza de árbol e intentó clavar su arma en el rostro del que hasta entonces era su compañero, Mark. Pero su ataque se quedó lejos, demasiado lejos. Había desvelado sus intenciones antes de comenzar el juego.

Pero no era el único que fallaba. Savera, dispuesta a zanjar todo eso cuanto antes, sacó su navaja a la velocidad de la luz. Sus ojos se cruzaron con los de Kura unos instantes, justo antes de lanzarle la navaja. Pero, para mala suerte de la muchacha, su arma apenas se alejó unos centímetros de ella. El lanzamiento fue nefasto, pero pasó lo peor: La navaja cayó al suelo y se rompió.

Miré sorprendido a Marcus ante su ataque, la verdad es que me había ido de un pelo, pero por supuesto que no me iría sin luchar. Dejé escapar un gruñido de rabia y me aparté de sus ataques con un salto, dejando la silla entre Marcus y yo, tras su cobertura. Mirando de frente a Marcus al que ataqué con un barrido de mi machete.

Me aparto hacia atrás de un salto tras lo que cambio el estoque de mano para lanzar un Shuriken hacia Mark esperando pillarlo desprevenido.

Los juegos convertían a las personas en hipócritas y la pelirroja del seis había demostrado ser una de las que más. Tanta queja y tanto lloro para ser la que olvidaba que algo como el honor existía. Profesionales, no. Cobardes. En eso se dividían aquellos juegos, en cobardes y valientes y supuso que la chica había pensado que en un combate justo, Kura tenía las de ganar. Tal vez aquello no fuera cierto pero lo que sí lo era es que con su absurda acción de la navaja la había cabreado, y mucho.

A la mierda la compasión.

Aferró la lanza con fuerza, lanzando una mirada de rabia a aquella pusilánime y, sin más, le dirigió un ataque en dirección al hombro derecho, dispuesta a hundir su lanza e inutilizar el nervio.

Había perdido su navaja, ciertamente era una tragedia pero aún tenía su cuchillo, aunque su oponente tenía una lanza. Vaya mala suerte. ¿Cómo habían encontrado armas tan grandes?

Savera trató de esquivarla con gran elegancia de movimientos, esperando lograrlo y golpear a Kura igualmente. Si algo había aprendido de pasar tanto tiempo en el bosque era a moverse con agilidad, además de las lecciones que le daba su padre en secreto, así que esperaba que le sirvieran de algo. Este sería su segundo combate, aunque el anterior se había visto interrumpido y solo quería poder terminar rápido con eso, ya fuera viva o con un cañonazo en el cielo.

En su rostro se veía decisión pero más dolor por la caída de su compañero tributo. Era un buen chico y de seguro su abuelo estaría triste de haberlo visto perecer. Con esto en mente, estaba dispuesta a darlo todo en este combate, todo por su gente, todo por su distrito.

Tras el lanzamiento fallido de Savera, Kura no sintió compasión. Blandiendo su lanza, se acercó a gran velocidad hasta la joven. Ambas sabían que ese enfrentamiento era el último, que sólo una podía salir con vida, así que no podrían hacer otra cosa más que luchar con uñas y dientes por salir victoriosas.

Así Kura, hizo varios amagos de clavarle la lanza a su contrincante. Arriba, abajo, otra vez abajo... Savera era ágil, se defendía bien sólo con mover su cuerpo. Pero la inteligente Kura analizó sus pasos y descubrío un posible punto débil. Lanzó un golpe rápido y directo al hombro de Savera... Si hubiera tocado en el hombro, Savera no hubiera sufrido mucho daño. Pero intentó esquivarlo, y se equivocó... Se movió poco y lentamente, haciendo que la lanza no alcanzara su objetivo, si no que atravesara su garganta. Los ojos de Savera se abrieron por la sopresa, el dolor y el temor. Unas lágrimas cruzaron sus mejillas mientras ella intentaba con todas sus fuerzas sacarse el arma del cuello... Lo consiguió, pero eso es lo que le sostenía en pie. Cayó al suelo, desangrándose, sin poder moverse.

Cerca de ambas, el combate entre los muchachos se estaba produciendo en las mismas condiciones, pero sin ningún resultado. Los ataques de Marcus habían sido esquivados por un rápido Mark, que se colocó tras una silla que le sirviese de parapeto contra su antiguo compañero. Marcus, viendo venir un posible ataque con la silla, saltó hacia atrás y, con un ágil movimiento, lanzó un shuriken a Mark. Pero si pensaba tomarle desprevenido, es que no le había conocido lo suficiente. El arma arrojadiza de Marcus chocó contra la silla, partiendose uno de sus filos, quedando inservible. Mark intentó, tras su defensa, agredir a Marcus, pero se dio cuenta de que, con esa distancia, sería imposible acertarle.