Partida Rol por web

El cosquilleo en el estómago se hacía cada vez más fuerte. Por un lado sentía la necesidad de ir hacia ese punto que estaba siendo señalado para ella. Por otro, sabía que las posibilidades de estar andando directa hacia una trampa eran demasiadas. Aun así siguió andando, acelerando el paso motivada por la curiosidad. No sabía lo que era, pero estaba segura de que algo le estaba esperando en ese lugar.

Me acerco a Mark al ver caer un paquete a su lado.

_{- De momento no veo huellas de ningún tributo.} - digo llegando a su lado.

_{- ¿Y bien?} - pregunto mientras este lo abre. _{¿Algo interesante?}

Saco la tirita del tubo y le miro con curiosidad.

_{- Parece que se estén cachondeando de nosotros... ¿A que coño viene lo de enviarme una tirita?}- Digo mirándolo con sorpresa.

Me encojo de hombros ante la rareza del envío.

- Cada vez son menos coherentes. - pienso.

_{- A saber que pasa por su cabeza.} - digo. _{Sigamos con lo nuestro.} - añado apoyando una mano. _{Ya intentaremos darle alguna utilidad al igual que al resto de cosas sinsentido.}

Me encojo de hombros y me quito su mano de encima con indiferencia.

_{-Si... Siempre hay ocasiones para probar cosas nuevas, pero lo importante ahora es encontrar agua. Sigamos buscando.-} Me guardé la tirita con cuidado en el bolsillo y seguí por el camino que había descubierto antes, siguiendo las raíces.

Mark dio el primer paso, olvidando lo que había descubierto por la llegada del paquete. El suelo agrietado se abrió a su paso y el joven casi desaparece para siempre. Pero la suerte parecía acompañarle, porque consiguió agarrarse a un saliente. Si no conseguía subir, caería y su muerte sería la más absurda de todas.

Viste lo que le había llegado a Mark. Una tirita infantil. Notaste cómo había una nota, pero el joven se la guardó antes de que Marcus pudiera acercarse y echar un ojo. ¿Qué podía ocultar? ¿Y por qué los patrocinadores le enviarían eso?

Pero la sorpresa te la llevaste unos segundos más tarde. Mark empezó a caminar y el suelo se abrió. Mark cayó por el agujero y desapareció, pero... No escuchaste ningún cañonazo, así que seguramente estaría agarrado en algún saliente.

Y llegaste al lugar. Y ese lugar era la Cornucopia. Sí, claro que la conocías. El movimiento de tierras debía ser lo único que no había cambiado. Allí ya no había nada ni nadie.

Sin embargo, el grupo de insectos estaba cerca de allí. Cambiaron y formaron una cara. Sus ojos vacíos te miraban. Se giraron, y te señalaron una dirección.

Examinó el equipo, descartando la mayoría de la ropa por poco interesante aunque no desde luego todo lo demás. Para empezar, aquella lanza era mejor que la suya, que no dejaba de ser un palo afilado. Sin embargo nada de aquello era lo más importante ahora. Estaba nuevamente en la Cornucopia. Demasiada casualidad y aquello sólo podía querer decir tres cosas: o bien que querían que matara a alguien que había por ahí o deseaban que acabaran con ella o quizás se acercaba el final de los juegos.

Hizo cálculos mentales y llegó a la conclusión de que quedaban unos cuatro tributos más a parte de ella, todos igual de capaces supuso, e igual de ansiosos por ser los que salieran de allí con vida. ¿Estaba ella más capacitada? Tal vez. No le entusiasmaba la idea de ser la primera en llegar.

El problema radicaba sobre todo en desconocer el tiempo del que disponía. Pero se tendría que arriesgar. Con toda la rapidez que pudo montó una tienda de campaña y en su interior colocó su antigua lanza de madera de pie y algo de ropa de manera que hiciera bulto. Justo al lado encendió una pequeña hoguera con las cerillas que tenía y cuatro ramas, lo suficiente como para que alguien que estuviera cerca la viera. Todo para alejarse unos diez metros instantes después y subir a un árbol de ramas bajas que no le ofreciera dificultad alguna en la escalada, montando su puesto de vigilancia.

Volver al lugar del que había partido hace apenas unos días le revolvió el estómago. Todavía podía sentir la tensión en su cuerpo y la concentración de una mente obsesionada con escapar sin ser volada en mil pedazos. Cuando su consciencia todavía no cargaba con las culpas y sus manos no estaban manchadas de sangre. Habían pasado demasiadas cosas en muy poco tiempo.

Tardó unos segundos en darse cuenta del macabro mensaje que le dedicaban los insectos. No podía dejar de pensar que estaba siendo dirigida a una trampa y que debería huír de allí. ¿Pero a dónde? Fuese a donde fuese se encargarían de ponerle trabas y obligarle a dirigirse hacia allí. Ese era uno de los 'encantos' de la arena.

Echó a andar en la dirección señalada por inercia. Ni sentía miedo ni incertidumbre. Solo la necesidad de ayudar a que toda esa locura llegara a su fin. Fuese el que fuese.

Tras tu selección de equipo, montar la tienda de campaña fue rápido. Parecía que sólo era necesario desearlo, pues se montó fácilmente y no perdiste tiempo. Guardaste allí la lanza y algo de ropa. Podría funcionar como trampa si alguien se acercaba allí.

Pero el fuego se resistía. Las cerillas no conseguían prender las ramas. Quizá alguna de las hojas secas que había alrededor pudieran servir.

Quizá era una trampa, o quizá no. A lo mejor te señalaban algo que te interesara pero, fuera como fuese, allí te dirigías. Y, a mitad de camino, escuchaste unos ruidos en esa dirección. Alguien o algo estaba allí, aunque aún no podías verlo. Se movía de un lado a otro despreocupadamente, sin darse cuenta del ruido que provocaba.

Y de pronto, un paquete cayó a tu derecha. En él, estaba escrito tu nombre.

Escuchar esos ruidos le puso en todavía más tensión, si cabía. No podía dejar de sentir que estaba yendo hacia una trampa y los fuertes y acelerados latidos de su corazón eran una muestra de ello. A pesar de eso, aceleró el paso. Prefería mil veces encontrarse con el enemigo que seguir alimentando esa horrible incertidumbre.

En ese momento notó su presencia. No sabía de qué se trataba, pero estaba claro que no la había detectado a ella. Bajó el ritmo asegurándose de hacer el menor ruido posible y centrando todos sus sentidos en encontrar a ese humano o criatura. Necesitaba saber de qué se trataba.

Justo entonces cayó a su lado un paquete. Que ese suceso le sobresaltara incrementó el enfado que llevaba demasiado tiempo arrastrando. Sin esperar ni un segundo se avalanzó sobre el obsequio para descubrir su contenido.
 

La mirada furibunda que les dirigió a los troncos, cubiertos de cerillas gastadas, los hubiera hecho arder avergonzados por su desfachatez si sus ojos fueran capaces de ello. En su lugar, permanecieron inmunes mientras Kura se llenaba de una creciente impaciencia. Rápido, pensó con aquella sensación de apremio que la inundaba.

Observó a su alrededor, en busca de hojarasca, ramitas rotas, lo que fuera. Tampoco descartaba prenderle fuego a parte de la ropa que llevaba guardada pero aquello sólo sería en situación de emergencia. Por el momento, empezó a echar todo lo que encontró adecuado junto a las ramas, dispuesta a intentarlo de nuevo.

A duras penas logré asirme al borde de la grieta cuando caí. Estaba pensando en mil cosas al mismo tiempo y ahora estaba en esta situación.

_{-Me cago en todo... Asi no...-} Murmuraba entre dientes tratando de subir.

La situación era desesperada para Mark. Intentó escalar mientras Marcus miraba desde las alturas. Pero sus esfuerzos eran inútiles. Su mano izquierda, al intentar agarrarse, se clavó una de las rocas salientes, desgarrándose la piel. La sangre empezó a caerle por el brazo. No había conseguido subir ni siquiera un centímetro.

Mark no conseguía salir de aquellas grietas y Marcus tampoco parecía hacer nada por ayudarlo. Si te lo proponías, podías acabar con los dos a la vez.
 

Y esta vez sí. La hoguera empezó a emitir un pequeño brillo. El temor a que se apagara se vio disipado unos segundos después, cuando el fuego empezó a crepitar y el humo salió de la hoguera.

Habías creado la trampa. Era el momento de esconderse para evitar que alguien te viera. Y así lo hiciste. Trepaste con facilidad por el tronco del árbol y te quedaste esperando.