Partida Rol por web

La intromisión del bretón, sin llegar a molestarme, se me hace extraña. Aún así, decido decirle la verdad, si resulta que tiene intenciones aviesas le descubriré:

-No, ya he terminado. -dije, vigilando la reacción de Sten.

Sonrio ante el contenido del saco y la actitud del humano.

-Me alegra ver que tu especie haya evolucionado tanto como para saber distinguir el sarcasmo.

Miro curioso al hombre lagarto. Nunca había visto uno tan de cerca.

-Dinero y órdenes.

Le comento a los componentes del grupo que era momento de adentrarnos en el pueblo y aprovisionarnos con los objetos que mejor supiéramos utilizar para nuestra aventura en busca de esos manuscritos. 

¿Os parece bien si hacemos una visita al herrero de la ciudad?, me gustaría comprarme una buena espada y algún otra arma, necesitaremos conque defendernos y por lo que veo no poseemos nada. Este dinero nos vendrá muy bien.

Les enseño los 4000 septims y la nota.

Hecho una rápida ojeada a todos los presentes para luego posar mi mirada hacia Red Box, que parecía estar esperando una respuesta.

En ese mismo instante y con un rápido movimiento de brazos, cojo mi viejo libro estando este colgado mi cintura, para después morderme varias veces la yema de mi pulgar asta que en este empieza a brotar sangre, posteriormente hago unas breves anotaciones.

 Mm, veamos.. si el nórdico compra una espada... ¿500 septims quizás?... Miro al Nórdico un breve instante. Quizás por su  altura y por el volumen de sus músculos pueda necesitar un arma bastante grande, eso podría implicar más material... Agacho de nuevo mi mirada para nuevamente posarla en mi viejo libro. Espera un momento... ¿cual será el precio de los materiales en esta región?, ¿tendremos suficientes septims como para poder equiparnos todos decentemente?. Alzo mi brazo para rascarme levemente mi cabeza, pero solo queda en un intento, pues mi vieja capucha cubría toda mi cabeza y no llegaba a sentir el tacto de mi dedo. ¡¡Por los dioses, que lío!!, ¿por qué es todo tan complicado?.

Escucho la seca contestación del Bosmer y me encojo de hombro ante la efusividad con que todos me ignoran.
Me acabo de presentar de la manera más formal y amable que conozco y ni siquiera me han dicho su nombre…

-Me parece bien, podríamos ir a ver a los herreros y mirar que nos dan. Por mi parte necesito un arco y unas flechas, tengo el carcaj casi vacío ya. Si les parece bien compren lo que deseen y con las monedas que sobren puedo pasarme por el Flechero de la muralla sur que lo conozco de hace tiempo y no me cobra demasiado. Los arcos son muy baratos por aqui.

Sonrío picarescamente mientras recuerdo como hace tiempo el flechero se negó  venderme unas flechas de Falmer que le habían llegado en un cargamento y se las robe casi delante de sus repelentes narices sin que se diese cuenta.

Los vendedores de estos lugares se creen que por tener los materiales ya son los amos de todo… De todas formas es un buen hombre y acabe devolviéndole las cosas y comprándole algunas flechas baratas. Tampoco tengo mucha intención de usar el arco. Mi arco bueno esta en casa y hace tiempo que no le quito el polvo y esta de decoración en la salita principal, mejor comprar uno nuevo y empezar a usar ese.

Voy hacia la tabernera, la miro con una mirada fria, y con vo indiferente le digo.

-Quiero saber como puedo ganarme unas cuantas monedas para ir al colegio de hibernalia, un asunto me requiere alli

Miro con la cabeza ladeada a Teeinav. Nunca había encontrado a alguien de su raza y tenía una sana curiosidad por saber de que eran capaces. Ademas sus gustos coincidían con los míos.

-Iré con el arganiano.

No necesitava dar explicaciones, pero con estos humanos... ¿quien sabe si tenían memoria suficiente como para recordar que parte de esa bolsa no les correspondía?

La tabernera al ver a ese hombre sonrío. - Pues verá... he oído que el Jarl de Soledad necesita a un hombre. La recompensa será muy grande, según dicen. Aunque no se de qué se trata. - Le dijo mientras le invitaba a una jarra de cerveza.

Miro al Bosmer mientras habla y asiento en silencio.

Observo la bolsa que esta aun abierta y deja ver unas monedas. El fortachón dijo antes que había unos 4000 septims. Empiezo a hacer cuentas mentalmente. Gracias a dios soy bastante hábil con las letras y los números pues el arte del engaño algunas veces requiere de ello y con rapidez además.

-Bueno amigos. Con eso de la bolsa tenemos más o menos unos 800 septims por cabeza. Para algunas armas y ropajes quizás nos sobra muchas monedas. Repartamos a partes iguales y después que cada cual elija en que gastarlos ¿Les parece?

Mire al Bosmer. Un ejemplar sin duda excelente, hacia mucho que no veía a uno de su raza. Su altura me impresiona casi tanto como me asusta, una persona así seguro que es muy ágil.

Lo observe un poco más a fondo y pude ver como tenia en uno de sus hombros una marca de correa ¡Seguramente de un carcaj! Entonces el gran él elfo también prefería las distancias... mejor así, seguro que es un gran tirador.

Mire al Bosmer directamente y le dije:

-Hombre de pocas palabras ¿No? No pasa nada, necesitamos comprar no hablar. Sera mejor ponernos en camino o la noche caerá sobre nosotros y las tiendas cerraran. ¿Por dónde le gustaría empezar?

-Si es a cuenta d la casa la poria beber, pero, no tengo dinero ahoramismo bella damisela.

- Tranquilo joven, invita la casa. - Le dijo la tabernera con una sonrisa.

El entusiasmo del arganiano me sorprende, ya que les consideraba una raza callada, mas amigos del discretismo y el sigilo que de los pregoneros de baja calaña. Veo como mira la correa con la que sujeto mi carcaj y con un guiño la cubro con la capa.

-Deberíamos ir al armero y ver cuanto trata de estafarnos -niego resignado ante la mentalidad humana- despues a cualquier sitio donde vendan lo que ellos creen que son flechas... A partir de ahí estoy dispuesto a oir sugerencias.

- Entonces si quieres... tengo un trabajo para ti. - Le dí una bolsa. - Espero que lo cumplas. - Le dije sonriendo al orco. Me levanté y me fui de la posada.

Empiezo a beber de la cerveza mirando a la joven damisela, mi magnetismo las vuelve locas...cuando esclavice a todo skyrim me agradara tenerla de sirvienta.

-Muchas gracias damisela, por la información, por la cerveza, y por esa preciosa sonrisa que me estas mostrando.

Tras bebérmela y tener un rato de agradable compañía con la chica, pongo rumbo a por el jarl de soledad, mientras pienso en mi padre, espero me ayude en mi misión.

Te diriges hacia el Palacio Azul, el hogar de la Jarl Elisif la Justa. Cuando entras allí te barran el paso dos soldados. - ¿A dónde va usted? - Dijeron con sincronía y poniendo sus lanzas en cruz. Entonces la Jarl que estaba por allí les puso la mano en los hombros. - Déjenlo pasar, viene por mi.

Se sentó en su trono y con una copa de vino le dijo. - Bien muchacho... debes salvar Soledad. Un grupo de aventureros han venido a la ciudad, y quiero que te unas a ellos. Pero ojo, debes hacer lo mejor para Soledad y para mi. Si hace falta los engañas, pero nunca hagas que hagan algo a favor de Hibernalia. Van en busca de unos pergaminos, que son para la Universidad. Tu misión: traerme los pergaminos y sólo cuando los tengas todos. Serás recompensado obviamente. - Te echa un ojo de arriba a bajo. - Veo que no llevas muchas cosas... ve a las tiendas y cógete lo que quieras, te invito. Ahora puedes ir ¿alguna duda?

Parece que a mis compañeros les gusta bastante el arte del arco y la flecha, ¿Serán cazadores?,  Mientras el Argoniano y el Bosmer especulan sobre cuanto gastarnos y como gastárnolo. Doy mi punto de vista.

Perdonar la grosería no me presente, soy Red Rox y vengo del Norte, esta claro que la primera visita deberá ser al Herrero y después al flechero, y una vez ataviados con las armas que podamos comprar pensar en algo de ropa y provisiones. El camino hasta Hinvernalia será bastante abrupto, y para los que no están muy familiarizados con el frío lo pasaran bastante mal.

Estoy contigo argoniano como sigamos hablando cerraran las tiendas.   

Vinieron un grupo de aventureros hacia mi. - Buenos días, mi nombre es Beirand y soy el herrero de Soledad. ¿En que puedo ayudarles? - Les dije mientras dejaba la piedra de moler y les atendía.