Partida Rol por web

 - Algo se acerca...

Mark entendió enseguida que el ruido que escuchaban era el de algún cazador corriendo hacia su presa. Lo que le costó asimilar era la naturaleza de esos seres. Mal augurio, pensaba.

Ese momento de duda le hizo reaccionar tarde, y cuando quiso moverse ya tenía a uno delante. Rugiendo con un gesto rabioso cogió los 2 arpones de su espalda y encaró al humanoide.

 - ¡Ven aquí, condenado engendro del Averno! -Mark alzó el arpón derecho con su enorme brazo y descargó un golpe descendente que impactó de lleno en el pecho del enemigo haciéndolo trastabillar- ¡Sin miedo camaradas, demostrad lo que pasa cuando intentan joder a un pirata! 

Turno 1:

Hernando apuntó rápidamente hacia aquella criatura de piel estriada y sangrienta, y clavó una de las flechas con gran tesón y potencia. Manolito ya había echado a volar, y la criatura gimió, de forma terrorífica...

Daño (a C2): 4 puntos.

Acto seguido, las criaturas se abalanzaron al unínoso contra cada uno de vosotros (incluido Gunther, que estaba totalmente acongojado...). Tan sólo éste y Hernando fueron heridos en sus respectivos cuerpos por estas maléficas criaturas, quienes daban zarpazos como lobos rabiosos...:

Daño (a Hernando): 5 puntos.
Daño (a Gunther): 5 puntos.

Ambos piratas gimieron de dolor, gritando por las herizas, que escocían, delante de sus compañeros... Acto seguido es escuchó un gran impacto... ¡¡BOOOMMM!! Fink había disparado el mosquete que portaba, alcanzando a la criatura que le hostigaba:

Daño (a C1): 5 puntos.

Entonces fue el turno de Mark, quien enganchó con sus dos arpones a su oponente. El pirata partió por la mitad a aquel ser, y sus dos mitades se separaron, como si los arpones fueran cuchillos y su cuerpo mantequilla...

Daño (a C3): 8 puntos. Muerto.

Gunther trató, después de ser herido, contraatacar con su cuchillo, pero no hubo manera.

A pesar de haberle sacudido un buen flechazo aquella jodida, tal vez podrida, criatura se lanzó contra el dándole un porrazo de espanto. Dolorido y conmocionado, retrocedió un par de pasos, pero logró rehacerse y plantar cara al engendro.

-¡Maldita sea! ¿Qué son estas criaturas? Nunca antes vi cosa igual.-Y mirando un momento al cabrón de Manolito que parecía estarse riendo el desgraciado, añadió. -¡Muy bonito Manolito, muy bonito! Celebro que lo estés pasando tan bien. Porque si salimos de esta, ten bien claro que me beberé tu ración de grog, por cabrón. Si Manolito por ser un cabronazo vago que no se ha molestado en avisar de que nos estaban acechando estos engendros.-

No era ya un jovencito para verse en estos lances, ya solo el golpe recibido le daría mucha guerra durante muchos días, y aquello aun no había terminado. 

Entre la mano de Mark y a lo largo de su arpón, los restos de aquel cuerpo condenado impregnaban el ambiente de un olor nauseabundo. Mientras la criatura caía al suelo, el holandés rugió como una bestia desatada dándole un pisotón con la enorme bota en la cabeza; matar y rematar, regla importantísima cuando te enfrentas a algo extraño.

 - ¡Cuidado Gunther! 

Con un giro sorprendentemente ágil para el corpachón del ballenero y con un movimiento lateral, Mark golpeó al engendro que encaraba al trovador. Sonó un crack y le hizo trastabillar y apoyar la rodilla en el suelo. Sin embargo, en los ojos de esa criatura se podía ver que no había sido suficiente como para acabar con ella. 

Aprovechando que el bicho se reincorporaba, con el hombro desplazó a Gunther y se puso él mismo enfrente de la criatura, exhalando aire como un oso.

El mosquete casi salió despedido de sus manos cuando lo disparó. Él mismo dio un sobresalto al no esperarse tamaño estallido. Diablos, con ese disparo tenía que haberse enterado la isla entera de que estaban allí.

Sin embargo, había otro asunto que requería su atención inmediata, y era aquel tipo despellejado que intentaba darle un mordisco como los otros habían hecho con sus compañeros. El viejo Fink, por fortuna, había conseguido interponer el mosquete entre los dientes del tipo en cuestión y su pellejo, y tan solo pudo mordisquear algo de madera.

Espantado dio un fuerte tirón y, a la desesperada, trató de ensartar con la bayoneta a aquel bicho en el vientre.

— ¡Atrás! ¡Atrás, maldito, o te haré otro ombligo!

Pero al ver que no cejaba en su empeño, allá que fue con sus enclenques brazos hasta acertar al engendro demoníaco en el abdomen.

Tras los reproches a Manolito, que revoloteaba en círculos por encima de la lucha, Hernando trató de sacudir otro flechazo a su rival. El arco era agarrado con cierto temblor, tal vez por el miedo, y por ello erró en su disparo*.

Sin embargo, no había mal que por bien no viniera. Ocurrió que las tres criaturas en pie erraron en sus zarpazos (Fink y Hernando se hicieron a un lado a tiempo, mientras que Gunther fue empujado por Mark, y éste logró atacar al ser (quien no pudo moverse en ese instante...)

También lo hizo primero Fink, quien aprovechando la balloneta aún en el mosquete, la envió directamente al vientre despellejado del rival y lo hundió por completo.

Daño (a C1): 3 puntos de daño. Eliminado.

Al mismo tiempo, el arponazo de Mark se hizo notar:

Daño (a C4): 5 puntos de daño.

El arpón le hizo demasiado daño, pero lejos de quejarse, hincó la rodilla y siguió... viviendo para contarlo. Claro que, no contento, Gunther trató de rematar la faena (estando el ser arrodillado), y le clavó su cuchillo en la garganta..., haciéndole caer redondo hacia atrás...

Daño (a C4): 2 puntos de daño. Derrotado

Ahora sólo quedaba uno en pie, pero notásteis que no tenía raciocinio alguno (al menos raciocinio humano) y por ello os siguió atacando pese a la inferioridad numérica en su contra.

Tras el fallo que acababa de cometer. Hernando afino su puntería, tenía que acabar con aquella cosa antes de que volviese a sacudirle. Y le dio de lleno, pero no parecía que la flecha al introducirse en aquel extraño cuerpo le hiciera demasiado daño.

-¡Ánimo amigos! Terminemos con estas criaturas infectas.-No daba la impresión de que les estuvieran saliendo mal las cosas, varios de los enemigos ya estaban en el suelo. ¿Qué eran aquellas cosas? Serían hombres enfermos, tal vez muertos levantados por brujerías. No terminaba de comprender la naturaleza de aquellos extraños atacantes. 

Mark no luchaba en silencio. Continuamente se escuchaba su ronca y grave voz, pero no en palabras sino en rugidos y aspavientos. Una vez entraba en modo furia era lo más parecido a un oso atacando a un lobo.

Con un rugido se lanzó a por el enemigo que quedaba en pie y enfrentaba a Hernando. Con su robusto brazo atravesó le espalda con el arpón, y enganchado el cuerpo lo alzó trazando un giro para acabar empujándolo al suelo. Acto seguido el segundo arpón caía a la altura del abdomen dejando a la criatura ensartada y hecha pedazos.

 - FFFFFF... RRRRRGGGG... -poco a poco iba recuperando el aliento, pues bufaba más que respiraba- fffff... Isla del demonio... Dónde nos hemos metido... Condenado aguilucho chamánico infecto...

Arrancó los arpones del cuerpo y los limpió con hojas de árboles cercanos.

 - ¿Estáis bien? -preguntó mirando la heridas de sus compañeros.

Fink sacó la bayoneta del abdomen de aquel horrendo ser, y observó aliviado cómo se desplomaba como un saco de patatas.

— ¡Oh, pero si se mueren! — exclamó asombrado, y al mirar a sus amigos vio que habían despachado dos de ellos, si hasta Hernando les jaleaba.

Comprendiendo que eran seres mortales, el viejo se encogió de hombros y se dispuso a atacar al restante de un nuevo bayonetazo, pero los gruñidos y sonidos guturales del violento Mark le impresionaron, dispuesto a hacer una verdadera carnicería con esos dos arpones de aspecto temible.

Se escondió tras su espalda, mosquete en mano, para animarle.

— ¡Vamos, Mark! ¡Es tuyo, ya lo tienes! ¡Uy! Uf... — se santiguó al verlo despedazar al monstruo — Qué barbaridad...

Turno 3:

Hernando volvió a disparó de nuevo otra flecha, y ésta se incrustó en el infecto cuerpo de la criatura, la cual emitió otro alarido de dolor:

Daño (a C2): 2 puntos de daño.

Acto seguido ésta dio un último coletazo, y por ello trató de abalanzarse sobre el contador de historias Gunther. Tuvo éste suerte, pues la criatura se resbaló (pifia) al pisar una zona de barro delante de sus pies, y cayó de bruces hacia delante, quedando bocabajo a merced de Fink y Mark.

El primero dejó que Mark lo rematase, como así hizo con sus arpones. Acto seguido, la criatura quedó muerta al instante.

Daño (a C2): 10 puntos.

Aquellas sabandijas del demonio yacía ahora delante de vosotros, muertas, sin vida, exhudando por sus poros y heridas sangre negruzca y un olor pestilente...

El canto de los insectos del lugar era ahora lo único que se escuchaba. En esos momentos, tras el fragor de la batalla, advertísties que tras los arbustos más elevados en las cercanías asomaba una construcción a lo lejos. No os habíais fijado antes. Tras los arbustos sólo se dibujaba algo levemente: una especie de cabeza de piedra, pero desde allí poco más...

Por fin habían caído todas aquellas criaturas, y no parecían muy malheridos. Aprovecho para curarse la herida causada por aquella criatura, y hacerlo con sumo cuidado, no fuese que luego la herida empeorase y diese problemas. -Amigos, viendo el aspecto que tienen estas cosas. Limpiemos bien las heridas que nos han hecho, por lo que pueda pasar. ¿De que puede tratarse, nunca había visto cosa igual?-

Y mirando hacia arriba, añadió. -Una vez que nos curemos, creo que deberíamos ir a ver a donde llevan estas escaleras. ¡Manolito vigila, que no nos vuelvan a pillar con los calzones bajados!- A ver si el cabrón del loro, les avisaba con tiempo suficiente de cualquier peligro que les acechase. 

Mark no limpiaba heridas, pues no había recibido ninguna, pero sí limpiaba a conciencia sus manos y sus armas. Cualquier cosa que hubiera sido salpicada por esos fluidos nauseabundos. Escupió 3 veces en el suelo mientras movía las manos como si estuviera sacudiéndose polvo y se giró al grupo.

 - Pobres fulanos maldecidos por algún dios enfadado -respondió a Hernando- eso, o se avecina el Fin del Mundo y nos ha pillado en mitad de esta tierra maldita.

 - Fink, viejo matasanos, tú que tienes manos hábiles e ínfulas de curandero échales un ojo a esas heridas -dijo el antiguo ballenero mientras se acercaba al camino.

Usando un arpón como vara inspeccionaba los alrededores mientras olfateaba ruidosamente.

— ¿Curandero? ¡Médico, señor mío, médico! ¡Me formé en la mejor universidad de toda Inglaterra! La famosa, uh... la... — intentó inventarse un nombre rápido, pero no se le ocurría ninguno en aquel momento — Er, no importa. Total, creo que ya la cerraron. Ejerm, bueno, a ver esas heridas...

​​​​​El experto cirujano husmeó las heridas de Hernando y Gunther con gesto de gran preocupación. Murmurando algo, echó mano de su maletín de médico, colgado siempre con una correa a modo de bandolera. Abrió el maletín de cuero gastado y empezó a extraer extraños artilugios retorcidos y puntiagudos, pequeñas sierras y finas barrenas.

— ¡Hernando! Tú primero. Ven aquí y pon el brazo. — dijo sin mirar, sacando una serie de pequeñas botellitas llenas de algún líquido indeterminado. — Vamos, si esto apenas va a escocer...

Estuvo Fink tirando de sus antiguos conocimientos de bachiller de cierta universidad, tratando las Heridas de Hernando y las de Gunther (que eran algo peores que las del primero).

El caso es que hubísteis de invertir más de una hora allí, en las escaleras de piedra, para curar y hacer remiendos a ambos marineros. Por su parte, en ese tiempo Mark echó un vistazo a los alrededores, pero no encontró ningún tipo de trampa, peligro adicional o nuevos invitados (le dio tiempo a cerciorarse de eso). Por contra, pudo avanzar unas varas por las escaleras, subir a una posición algo elevada, y mirar más allá de los arbustos que tapaban el horizonte. El marino encontró una gigantesca figura de una mujer construida en piedra (a unas doscientas o trescientas varas), la cual era imposible ver desde la zona donde estában los heridos por la cantidad de vegetación del monte. Parecía en realidad una especie de gigantesco mausoleo (como esos que se levantaban en Roma y el Vaticano, allá en el viejo mundo), pues en su basamento natural se apreciaba la entrada a una cueva o cripta en forma de rostro poco alentador... Mark observó que la maleza ha ido invadiendo poco a poco la escultura, aunque su acceso aún conservaba algunos relieves y formas extrañas.

Justo después, Mark se fijó en algo más mientras oteaba los alrededores, que era que la luz diurna parecía "correr" mucho más deprisa de lo normal...

De ello os percatásteis de nuevo los tres, mientras Fink ya recogía sus botellines de brebajes y las vendas, y es que en seguida comenzó a oscurecer. Si bien es cierto que ya había nubes en el cielo (tras cruzar aquella niebla todo había sido un clima nuboso), ahora parecía echarse a ritmo precipitado la noche encima. Sin duda, un nuevo embrujo que tal vez ya no os sorprendiera... ¿qué hacer ahora?

Tras los cuidados de Fink, Hernando se quedo más tranquilo, aquellos seres podían haberle metido alguna ponzoña en la herida. Que una vez limpia y vendada, molestaba mucho menos.-¡Muchas gracias Fink! Buena cosa es tener a alguien conocedor de esas artes tuyas, en los días que nos toca vivir.-

Y luego se fijó en como se les estaba echando la noche encima. -Otra brujería y aunque ya son muchas las que estamos viendo, no me termino de acostumbrar a ellas. ¿Qué hacemos? Ir de noche a esa cripta, no me parece la mejor de las ideas. Pero también la noche se nos echaría encima antes de llegar al campamento de la playa.-

Difícil decisión, pero llevaban antorchas y estaban demasiado cerca de lo que posiblemente estaban buscando, como para tener que desandar el camino. -Preparemos las antorchas, y acerquémonos con precaución, a ese mausoleo y cripta, que bien podría tratarse de la dichosa tumba de la castellana.-

Mark se reunió con los demás y les contó lo que había visto.

 - No defraudas, viejo, seguro que Gunther dedica un elogio a tus manos sanadoras en su próxima saloma -dijo dándole una palmada excesivamente fuerte a Fink.

...

 - No creo que sea lo más sensato, Hernando -añadió con voz apesadumbrada- estáis heridos y en un rato no vamos a ver un carajo. Estos engendros nos han sorprendido incluso a plena luz... ¿Y cuánto lleva este condenado islote sin que nadie lo perturbe? Meses, años, siglos quizá. Por esperar un día más no va a venir nadie a quitárnoslo.

Señaló con su grueso dedo las marcas en los árboles que había ido haciendo con el hacha.

 - Hemos tardado en llegar aquí porque somos una panda de abuelos desdentados dando palos de ciego. Ahora sabemos el camino. Volvemos, informamos al chupasangre de Malayedra, descansáis y con el primer rayo de Sol venimos de nuevo; con un poco de suerte nos acompaña algún fulano más. Siguiendo el camino marcado llegaremos rápido.

Mark no era el más inteligente, pero sí de los mejores cazadores como se decía a sí mismo. Cazar una ballena de noche nunca era buena idea, y esto tampoco lo parecía.

Tras escuchar las juiciosas y prudentes palabras de Mark, tan solo pudo asentir. -Tienes razón Mark, y esa es la mejor idea, de noche quien sabe que podríamos encontrarnos. Pero no se si es cosa de brujería la forma en la que han pasado las horas, así que también es muy posible que para cuando queramos llegar alli mañana también se nos venga la noche encima. Pero si, regresemos al campamento y avisemos de lo que hay aquí, con un poco de suerte mandan a alguien mas con nosotros.-

Fink terminó de lanzar el último escupitajo con ron sobre la herida de Hernando y apretó bien fuerte el pañuelo sucio que hacía las veces de venda. Con un poco de suerte no se gangrenaría y no tendría que andar dándole al serrucho. Le resultaba muy cansado, y había gente con los huesos especialmente duros...

— ¡A mandar, amigo! Tranquilo, ahora está perfectamente limpia. Lo veo difícil, pues tengo buena mano, pero si por un casual hubiera que cortar, conozco un buen herrero que hace unos garfios finos, finos.

Los remiendos de Gunther fueron algo más toscos, pero mantendrían las cosas más o menos en su sitio. Le quedaría una fea cicatriz, pero Gunther ya era feo, así que tampoco era para tanto.

Lo que sí le parecía realmente feo era que se estaba haciendo de noche antes de lo que había pensado, y largo rato pasó mirando al cielo haciendo sus cálculos.

— Bien podría ser la tumba dichosa, sí, pero sería menester descubrir si estos desarrapados han salido de allí o de algún cocotero diabólico. Porque de noche como se está haciendo, bien lo dice Mark, mejor venir con más de los muchachos... —dijo, pero estando más cerca de la cueva que del barco, quién sabía si no sería más peligroso volver a la Liebre Parda. Por lo que sabían, la selva podía estar llena de despellejados de esos.

Gunther asentía ante la propuesta de contar otra de sus soberanas historias de cubierta acerca de esas criaturas, esas heridas ocasionadas y la presencia de aquella gran construcción antropomórfica que Mark había visto; decidísteis por tanto regresar mediante las marcas de X que Mark había ido dejando en diversos árboles hasta la llegada a aquel punto.

No fue difícil así desandar vuestros pasos, y tras un rato de caminata apreciásteis que el sol estaba ahora a punto de caer, aunque realmente no podía apreciarse ninguna puesta de sol, pues el clima era nuboso en el cielo de esa isla. Cuando quedaban unos ínfimos rayos de sol, apartásteis los últimos arbustos de vuestro camino, y dísteis de nuevo con la playa y el campamento.

Entonces vísteis el desaguisado.

Los pocos marineros de la Liebre Parda que habían acudido en el batel con vosotros estaban desperdigados por la playa, o más bien sus cuerpos. Unos aquí y otros allá, las dos tiendas montadas como campamento improvisado estaban rasgadas y algo ensangrentadas, y había armas desperdigadas por la arena. Los restos del batel flotaban en la orilla, destrozado, con algún cuerpo encima de ellos (señal de que habían intentado escapar apresuradamente, y algo había retenido el batel, destrozándolo...).

Aquel desaguisado encontrásteis, y tras contar un par de veces a los expedicionarios con los que llegásteis, el único superviviente había sido el contramaestre Malayedra. Estaba tumbado en la arena, junto a unos cocos previamente recogidos, con una fea dentellada en su cuello... (heridas que compartían todos y cada uno de los cadáveres allí desplomados).

Malayedra tosió un poco, bocarriba, y enseguida le tomásteis por la cabeza para que hablara o al menos respirara mejor.

Esos lobos... ughh... La tum... la tumba... bus... busc... buscadla. Es el deseo del capit... -ordenó, siguiendo el mandato de Barbeau horas antes, aunque sin terminar la oración-.

En esos momentos ocurrieron dos cosas: Malayedra expiró, cabeceando a un lado, y el sol se puso definitivamente tras las nubes. Aunque justo antes de esos mirásteis al mar y La Liebre Parda ya no estaba en él. Debía haber navegado a algún lugar.

Ahora era de noche.