Partida Rol por web

-Sí, no puedo quejarme de esta media coraza, la forjaron los tuyos maese Mellongaladh, vete a saber cuando y a que linaje de los elfos pertenecían, pero me ha sido muy útil. -La golpea con un puño- En más de una ocasión me ha salvado la vida, no me desprendería de ella por nada del mundo.

Mira a Talin

-Respondiendo a tu pregunta maese Talin, sólo sabemos que vamos en misión diplomática a Moria y que tenemos que escoltar al príncipe Barahir. Que va a negociar con el rey de Moria queda entre ellos, al no ser que Barahir nos lo quiera contar, cosa que dudo.

Se gira y señala a un grupo de soldados que por su aspecto no parecen ser de su compañía. -Esos son la escolta de Barahir, caballeros de Dol Tinereb, si queréis podéis ir junto a ellos si no tenéis caballo, pero si disponéis de montura podemos cabalgar juntos y hablar de la guerra, el norte, la buena cerveza y nuestras aventuras amorosas-lanza una buena  carcajada- aunque tengo entendido que de esto último no soléis hablar mucho, ¿verdad? -vuelve a soltar una sonora carcajada.

-Si van a utilizarme para entrar en Moria, más les vale que me digan qué se supone que van a tratar o podrían quedarse sin "guía" -dice Talin cruzando sus robustos brazos enaniles sobre su grueso tronco enano-cervecil- Que seguro que es una misión diplomática de lo más loable y no se puede decir en voz alta y bla-bla-bla, pero suponer que voy a franquearles la entrada sin más... es mucho suponer. Para ser amigos de enanos, no parecen conocerlos muy bien. En fin, les daré un par de noches de margen, al fin y al cabo el camino es largo, la paga es buena y no tengo cosas mucho mejores que hacer. Encantado de conocerle, comandante Tarhad, dado que yo no monto, imagino que ya nos veremos en los campamentos.

Un tipo interesante este Tarhad. Hablar de la guerra, el norte, la buena cerveza y nuestras aventuras... sí, puede que sí. Queda por ver cómo trata a los soldados en momentos de tensión, pero de momento me cae bien, sí.

Miro la comitiva y sopeso mis posibilidades. 

- Si para el paseo a Moria logro conseguir un caballo hablaremos gustosamente, sino disfrutaré del camino y del paisaje. - Sigo con mi media sonrisa.

Intento que la compañía me deje un caballo, pero no pienso pagar por él, si tengo capacidad de negociación y lo consigo bien, y sino pues iré a pie que tampoco pasa nada.

-¡¡¡Ja,ja,ja,ja!!! -su risa es estridente -¡¡¡parece que conocéis poco a los nobles y príncipes humanos maese Talin!!!, dudo mucho que os comuniquen sus intenciones, y muy posiblemente nos enteraremos si estamos presentes en el momento de las negociaciones. -Pone una expresión conciliadora- Si os preocupa que estas negociaciones perjudiquen a vuestro pueblo, no temáis, los señores de Dol Tinereb son como tantos otros, pueden ser traicioneros y egoístas, e incluso algo malvados con sus enemigos o con aquellos que se les interponen en su camino, pero Moria es un reino poderoso, no harán nada que haga enfadar a su reino y menos insultar a vuestro pueblo, es legendaria la actitud enana ante las ofensas que reciben ellos o su pueblo, y Hallas sabe que si se os ofende podría significar el final de Dol Tinereb.

Seguro que alguno de los caballos está sin jinete asignado y consigo que me lo dejen. Si tenemos que pasar por cerca de Lorien quedaría muy elegante que el único elfo que va en la compañía fuese, como mínimo, a lomos de un caballo.

A pesar de tu porte élfico y de que tus argumentos son más que sólidos, no has conseguido monturas. Los pocos caballos que no tienen dueño, están reservados y no pueden prescindir de ninguno por el momento. Dicen que tal vez, pasados unos días, haya algún caballo libre pero no es seguro.

Me dirijo a Barahir y apelo a su amabilidad solicitándole si me dejaría usar un caballo para ir hasta Moria. Evidentemente solo para esta misión ya que no espero quedármelo después. Añado que así estaría en primera línea liderando la comitiva junto a sus estandartes.

Al cabo de una media hora de estar ahí aparece Barahir Orodram, príncipe de Dol Tinereb. Con aspecto serio y porte noble se acerca hacia dónde os encontráis vosotros. Tras saludar a Tarhad y a un caballero de cierta edad, que a vuestros ojos debe ser el capitán de su guardia personal, se dirige hacia los presentes.

-¡¡¡Amigos!!!, en unas horas partiremos ha cumplir nuestra misión. Para entonces todo ha de estar listo, ya que esta misión no puede retrasarse.

Hace unas señas a Tarhad y al caballero que ha saludado. Cuando os ve se dirige hacia vosotros.

-Supongo que vosotros dos sois Talin y Mellongaladh, asignados por mi abuelo a esta misión. Venir también conmigo.

Tras entrar en la parcela del campamento de los nobles, os dirigís ha una de las tiendas. Por lo que observáis cumple una mera función militar, ya que en su interior, espacioso para una tienda, sólo hay una gran mesa con mapas y varios asientos.

Barahir os pone al tanto de la misión, se trata de una misión diplomática para solicitar ayuda a los enanos de Moria contra Dagorhir, el "Señor de la Guerra". No esperan que les ayuden con tropas, pero sí al menos con equipo y armamento. Son conscientes de que no será gratis, pero Barahir espera poder negociar un buen acuerdo, especialmente si se apela al título de los príncipes de Dol Tinereb de "Amigo de los Enanos". También negociará diversos tratados comerciales de cara al futuro, para cuando la guerra acabe.

-Ni que decir que todo esto ha de llevarse con discreción. Lo pongo en vuestro conocimiento porque sois una parte importante de esta misión y espero el mayor esfuerzo y dedicación por parte vuestra, ya seáis vasallos o mercenarios a sueldo. -Esto último lo dice con cierta autoridad-

Durante cerca de dos horas cada uno de los presentes, incluidos vosotros, aporta su conocimiento sobre Moria, las tierras que se tendrán que cruzar y la mejor ruta a seguir. Tras partir del campamento os dirigiréis a la ciudad de Tharbad, para desde allí cruzar la tierra de Eregion o Acebeda. Se sabe que Moria tiene dos puertas, pero que la puerta occidental está cerrada, por lo que se tendrá que cruzar las Montañas Nubladas para acceder a la puerta oriental. Se barajan varias rutas alternativas por diferentes pasos de montaña, sin llegar a una decisión definitiva.

-El paso de Caradhras es una opción, dado que aún no está cerrado por las nieves y es el paso más cercano a Moria, pero es muy peligroso y más ahora con el tiempo inestable que tenemos. Hay otros paso más al norte y al sur de Moria, pero nos alejarían de nuestro destino, y es posible que alguno de ellos esté ocupado por orcos de Angmar, especialmente los del norte. En cuanto lleguemos a Tharbad tomaremos una decisión, hasta entonces estudiaré las propuestas que me habéis hecho. Por el momento esto es todo, podéis retiraros, avisar a vuestros soldados y caballeros de que partiremos de inmediato tras informar a mi abuelo. 

Antes de salir de la tienda, Mellongaladh se acerca a Barahir y le expone su situación al no disponer de caballo. Barahir le escucha atentamente y aunque muestra sus dudas sobre proporcionarle una montura, al final accede.

Satisfecho por el curso de los acontecimientos y conversaciones, Talin se muestra tranquilo y complacido. Ha aportado todos sus conocimientos (no muy extensos en realidad, aunque considerablemente mejores que los de cualquier humano de la compañía), así que ahora mismo sólo tiene la tarea de marchar con toooooda la compañía. Ni que hay que decir que no prevé demasiados problemas: No va montado ni es parte de ninguna avanzadilla, así que cuando comienza la marcha procura hacerse con un sitio entre los carros de suministros y confraternizar con sus encargados, echando una mano cuando hace falta, ya para reparar algún desperfecto, ya para empujar cuando fuera preciso. No le molesta mancharse las manos y no hay nada mejor en una marcha que el cómodo traquetreo de un carro bajo las posaderas y un buen acceso a los suministros en las comidas.

Aaaaah, esto es vida. Alístate, verás mundo. Quedaría bien que dijeran algo así al alistarse, lástima de todo lo demás.

Tras facilitarle a Mellongaladh una montura y conseguir un lugar en la compañía dónde maese Talin se encuentre cómodo, la compañía se pone en marcha. A su cabeza se encuentran Barahir, Angrod (el caballero líder de la escolta de Barahir) y Tarhad. Detrás suyo marchan un grupo de caballeros, en total unos treinta, la guardia personal de Barahir, de los cuales unos diez van a caballo, junto a los cuales va Mellongaladh; detrás de ellos varios mozos portando unas diez mulas de carga y siguiéndoles a pie la compañía de mercenarios de Tarhad. Tarhad retrocede de tanto en tanto para ver como se encuentran los suyos e intercambiar algunas palabras con vosotros dos, independientemente de si vais a pie o montados.

El viaje hacia Tharbad transcurre sin problemas y llegáis al cabo de varios días. Al llegar a la ciudad encontráis a las afueras de la misma un campamento bastante grande de refugiados. Al veros llegar muchos de ellos se os acercan, pero al ver vuestras armas y vuestro número se para y os contemplan mientras avanzáis hacia la ciudad. Nada más verlos tanto Angrod como Tarhad ordenan a sus hombres que se preparen para lo que pueda pasar. Cuando os encontráis más cerca, observáis hombres, mujeres, niños y ancianos vestidos con ropas andrajosas y en cuyo rostro se puede contemplar la huella del hambre y de la desesperación. Tarhad os comenta que son refugiados que huyeron como consecuencia de la guerra y que esperan poder entrar en Tharbad para conseguir algo de comida o poder viajar hacia el sur. Pocos lo consiguen ya que las puertas están cerradas normalmente para evitar que entren.

-Si fuésemos menos en número o no estuviésemos armados, seguramente ya nos habrían asaltado -os dice.

Barahir contempla la escena desde su caballo y si os encontráis cerca podréis ver que su rostro muestra pesar e impotencia.

Al abrirse las puertas de la ciudad, grupos de refugiados intentan entrar, aunque son repelidos por los soldados de la ciudad. Nada más entrar se cierran las puertas de inmediato.

Tharbad, antaño poderosa ciudad númenóreana e importante centro de comercio, no vive sus mejores momentos. La guerra y la Gran Plaga le han pasado factura, por lo que observáis una ciudad que, aunque animada y con gran gentío, sufre una cierta decadencia. Muchos edificios y casas se encuentran vacíos o en mal estado, mientras que las calles presentan cierto abandono. La ciudad está dividida por el río Mitheithel o Aguagris estando ambas partes de la ciudad conectadas por varios puentes. La parte oriental está bajo control de Gondor, aunque también tiene algo de influencia en el lado occidental, dado que se ocupa de la vigilancia de toda la ciudad.

Tenéis que encontraros con Faradon Télagor, hermano de Barahir, el cual se encarga en la ciudad de los negocios de la familia. Se han alquilado varias casas para alojar a toda la compañía. A vosotros dos os toca en el edificio dónde se alojará la guardia personal de Barahir. Os quedaréis dos días mientras se compran suministros y se acaba de planificar la ruta a seguir hacia Moria. En algunos momentos Barahir os llamará a las reuniones que tenga con Angrod y Tarhad para pediros consejo sobre la ruta a seguir y como tratar con las gentes de Lórien y Moria. Tenéis dos días para visitar la ciudad.

Tus señores de Soders disponen de una casa en Tharbad. Lord Camiel, te ha ordenado que durante el tiempo en que os encontréis en la ciudad, pases por allí para comprobar su situación y la de sus criados. También te ha ordenado, a título personal que te persones en el Gremio de Comerciantes para comprobar el estado de sus negocios. Te ha facilitado unas credenciales para que no tengas problemas.

Mi gozo en un pozo -pienso para mi- mis sueños de un cómodo y traqueteante viaje hundidos por unos miserables cuadrúpedos malolientes. Y con mal carácter. Nunca hacen lo que uno quiere. Si ya lo dicen, terco como una mula... Bueno, en el fondo se les coge cariño, no sé porqué.

Pese a tener que viajar a pie, gozo de buen humor, un humor extrañamente alegre para ser un enano a campo abierto, la verdad. Aguanto bien el camino, pese a protestar empáticamente con el resto de soldados por cada camino lleno de piedrecillas que se cuelan en las botas y cada cuesta que cuesta un mundo ascender. Y prosigo con mi plan de hacer amistad con los que controlan los suministros, que en cada grupo más o menos numeroso siempre hay alguien. Y cocineros, más o menos oficiales, que de esos también hay siempre...

Más tarde, al llegar a Tharbad, me instalo donde me dicen, pero pronto abandono el edificio que nos han asignado para "hacer turismo", bueno, en realidad comprar algunas cosas y visitar algunos lugares que le han recomendado. Solo. Ajá, solo.

Pues nada, credenciales en mano, cumplo con mis cometidos. No voy con especial recelo, sólo el natural enanil, es decir, voy con la cota de malla, el escudo y la morning-star. La bolsa de dinero, como era de esperar, va colgada del cuello y *bajo* la cota de malla, al menos la parte de las monedas de plata. El ladrón que me robe eso recibe premio, no sólo por su habilidad para extraer la bolsa de un lugar de difícil acceso, sino por ver el lazo de cuero bajo el frondoso pelo de cabeza y barba... Eso sí, como tenga que pagar algo también va a ser curioso.

Comienzo por la casa y después de asegurarme de que todo está en orden (y comer y beber algo, ya que estamos), iré, ya mejor informado (espero) gracias a los sirvientes, al Gremio de Comerciantes.

Encuentras la casa sin problemas y los criados allí presentes (un matrimonio muy simpático y servicial de ancianos) te ponen al corriente de todo sin problemas. Lord Camiel te comentó que podías hacer uso de la casa el tiempo en estuvieseis en Tharbar, así que si prefieres alojarte allí, no hay problemas. Los criados te ponen al corriente de todo y preguntan si los señores tienen pensado en volver a Tharbad, cosa que ignoras. La casa se encuentra en perfectas condiciones, aunque han tenido que arreglar algunos desperfectos. Las despensas están llenas y todo está en orden para cuando los señores quieran volver. Por último te dicen que las pertenencias que los señores dejaron en la casa no se han tocado y se encuentran dónde las dejaron.

En el Gremio de Comerciantes te atienden muy cortesmente, especialmente tras ver tus credenciales. La persona que se ocupa de los negocios de Lord Camiel no está presente, pero un agente del gremio, Ulthiel, te pone al tanto sin problemas y te facilita unos documentos con todas las cuentas, transacciones y operaciones realizadas. Por lo que te dice, todo marcha correctamente.

Por lo demás, tu estancia en Tharbad transcurre sin problemas, un par de ladronzuelos intentan robarte la bolsa, pero fracasan en su intento. Tres matones intentan lo mismo en un callejón, pero les convences "amablemente" de que cambien de idea.

Como no podía ser de otro modo, aprovecho mi estancia en la casa (que utilizaré los dos días que permaneceremos en la ciudad) para inspeccionar la despensa de la casa (y sus vinos, uno de los cuales destaparíamos para celebrar el buen estado de las cosas y que, por supuesto, compartiría con los amables ancianitos) y el estado general de la casa, así como de las habitaciones. En especial las de los señores. Porque me siento en la obligación de asegurarme de que las posesiones de los señores están a buen recaudo. Ajá, sí, eso. De manera que aprovecho durante la noche, a horas muy intempestivas (coincidiendo con el sueño pesado de los ancianos), despojado de mi cota de mallas, para ver qué tienen guardado por aquí. En el caso de que los ancianos me pillen, tengo la excusa de poner a prueba la seguridad de la casa y la fidelidad de los sirvientes. Si lo hacen "bien" (es decir, se mantienen fieles a mi intento de soborno y consiguen "pararme", ya ellos, ya con la ayuda de la guardia), les recompensaré con algunas monedas por sus servicios y les haré llegar el agradecimiento de sus señores, en especial el de Lord Camiel. Sea como fuere, si no me pillan echaré un vistazo a las pertenencias allí guardadas -mi primer contratante me sugirió que podían servir a alguien malvado- y tal vez me quede con algo, pero lo haré todo con gran cuidado de que quede todo como estaba. Si me pillan dejaría todo igualmente en buen estado y me aseguraría de contarle lo sucedido a Lord Camiel, indicándole que me tomé la libertad de poner a prueba la seguridad de la casa...

Eso a parte, trato de disfrutar de ese par de días en Tharbad, siendo los impertinentes ladronzuelos y asaltadores una anécdota más que un mal recuerdo.

Encuentras la casa, así como todas sus dependencias, tanto las de invitados, del servicio y las de vuestros señores en perfecto estado, limpias e implecables.

Entrada la noche, cuando los ronquidos del anciano (¿o de su mujer?) son más fuertes, emprendes el registro de la casa a ver si encuentras algo útil.

Me relajo tranquilamente sobre mi caballo y disfruto del paseo. Converso con mis compañeros de viaje cuando la conversación versa sobre algún tema que me llame la atención, pero si la temática me es indiferente permanezco silencioso meditando sobre Lorien y la impresión que me causa dirigirme hacia allí.

Cuando llegamos a Tharbad voy a dar una vuelta (sin pasarme por ninguna taberna) y merodeo por las puertas de acceso para ver la fortificación de la ciudad, pero como mero entretenimiento, si no hay nada que ver me vuelvo al edificio donde dormimos.

Tharbad te parece un lugar poco agradable. Para tu concepto es feo, hay pocas zonas con árboles y las que hay están en mal estado y abandonadas, y su gente es muy esquiva, no entiendes porque murmullan al verte pasar, llegando incluso a apartarse. No pasa cuando te pones la capucha de la capa, tapando en parte tu aspecto.

No entiendes de construcciones humanas, bueno, no entiendes de ninguna, ya que no comprendes que tiene de bueno el vivir en casas de piedra, con lo bien que se vive en los árboles. Observas que las bases de las murallas y de algunos edificios están construidas con grandes piedras perfectamente talladas, en comparación con otras que están encima suya en la construcción, que son más pequeñas. Por lo demás, aunque algunos edificios te llaman la atención, no ves nada en especial en ellos.

Estos días te das cuenta de que Talin no duerme con vosotros y que a duras penas aparece por la casa, salvo cuando le hacen llamar (llevando su tiempo en aparecer) o cuando hay alguna reunión fijada de antemano.

Tampoco presto mucha atención a si Talin duerme o no con nosotros. Supongo que otros de la guardia no duermen toda la noche allí, el hecho de llegar a pueblos con mujeres (entre otras cosas) hacen que la gente se disperse. Así que aunque no le de importancia a si Talin está o no, la verdad es que meditar sin sus ronquidos hacen la noche mucho más apacible. 

Ya que me he fijado que mi presencia incomoda a los aldeanos, me pongo la capucha en todos mi paseos, no me agrada llamar la atención sin motivo alguno.