Partida Rol por web

- Dependiendo de cuantos sean, atacaremos a mi señal - le susurro al soldado.

Intento ver cuanta gente hay en el almacén entre orcos y humanos, me acerco intentando ser sigiloso, espada en mano.

Poco a poco te asomas y puede observar claramente una docena de camastros, ocupados, al menos hasta donde puedes observar por varias figuras. Alguna de ellas las puedes ver bien y corresponden a un par de orcos y tres humanos. Sobre el resto no estás seguro. Un orco de gran tamaño se pasea entre los camastros, deduces que es el orco al que has escuchado hablar. Entre los camastros se mueven rápidamente cuatro figuras, una es una muchacha de unos dieciséis años, otra es una anciana, una mujer de unos treinta años y un hombre de unos cincuenta. Por sus vestimenta parecen ser campesinos, excepto el hombre, que viste ropas de cierta calidad, pero todos están muy sucios y descuidados y en su rostro se refleja el miedo.

Te fijas bien en la zona del almacén y quien se encuentra en él. Observas perfectamente que hay una docena de bultos en los catres y varias sombras (entre tres y cuatro, no lo sabes con certeza) cerca de dónde os encontráis, por lo que deduces que hay más personas cerca de vosotros. No puedes ver si son soldados o esclavos, pero viendo la escena, deduces que habria que haber alguien dentro para vigilar y curar a los heridos.

Todo el mundo se prepara. Tharkin y sus dos voluntarios se encuentran cerca de la barricada que han preparado. El resto de hombres en sus puestos. Los montaraces de Mellongaladh con sus arcos, el resto de soldados con sus espadas y escudos, preparados ante lo que pueda pasar. Maeglin permanece medio escondido detrás del pozo, al igual que Talin. Thinion se ha intentado esconder detrás de esquina de una de las casas, más con pena que gloria, siendo totalmente visible.

Tras unos minutos que se hacen eternos se escuchan pasos a la carrera y aparecen seis figuras, tres por cada acceso a la plaza que dan al sur. Dos son orcos, cuatro son humanos. Nada más entrar se detienen y uno de ellos grita -¡¡¡ENEMIGOS!!!-

Talin no esperó a que los enemigos desenfundaran sus armas, eso se hacía con los enemigos leales, que le habían concedido a uno mismo una oportunidad. Los orcos eran orcos y esos humanos eran lo peor de lo peor, escoria amiga de orcos. Todos merecían la muerte y cuanto antes les llegara ésta, mejor.

La ballesta del enano descargó su virote con la potencia acostumbrada y por una vez parece que hizo un blanco decente. Ese sería el único disparo por su parte de momento, pues una ballesta costaba demasiado recargarla y era mucho más conveniente desenfundar las armas propias y guarecerse tras un escudo bien fabricado como el que llevaba.

Entonces les hago a los soldados una seña para que retrocedan hacia la puerta y si veo difícil salir sin que nos vean le hago una seña al soldado que esté más cerca de la puerta para que vaya a solicitar algún refuerzo más.

Poco a poco retrocedéis y salís sin problemas. Al salir os encontráis a todos vuestros compañeros en posición de ataque mirando hacia el sur. A lo lejos percibes movimiento. Pasados unos segundos, seis figuras aparecen en la plaza, en dos grupos de tres, que aparecen por los dos accesos que hay al sur, hay dos orcos y cuatro humanos. En cuanto os ven se detienen y uno de los orcos grita -¡¡¡Enemigos¡¡¡-. Acto y seguido, aquellos de tus compañeros que estaban listos con sus arcos (los montaraces, Thinion, Maeglin y Talin) disparan.