Partida Rol por web

El enano se complace con una sonrisa de la que sólo el coloso de granito es testigo cuando observa esa especie de sendero que sube hacia la roca. Con cuidado lo sigue hasta llegar hasta una abertura. Tras eso vuelve sobre sus pasos a avisar a sus compañeros de su hallazgo

Fadrique miró al enano mientras se largaba. ¿Se habrá enfadado? Preguntó para su coleto. Muy imprudente eso de irse así, solo. Bueno. Voy a cavar un hoyo. Se arrodilló en el polvo y comenzó a rascar con la parte inferior de su pequeño escudo ceremonial.

Viendo que el monje se pone a cavar una tumba, Atala posa su mano sobre el hombro de este para detenerle. -Para, eso nos llevara demasiado tiempo. Sería mejor que arrojáramos algo de aceite al suelo y lo prendiéramos en el momento en el que tiremos del cuerpo para sacarlo.

Atala, dijo susurrado, el humo se vería demasiado. Venga, ayuda a atar el cuerpo con una flecha o con un gancho y una cuerda. Enseguida estará el hoyo. Sobre todo no os acerquéis demasiado. No estaba acostumbrado al trabajo físico y sudaba, pero hacía igual su trabajo.

Galmor llega lo más rápido posible, bajando la ladera de la montaña lo más precavido posible para no caer y dañarse contra el suelo.

Al llegar nota que Atala, con cara de pocos amigos, está tirando con una soga el cuerpo que habían encontrado hacia un pequeño pozo cavado a unos pocos metros del lugar de ingreso a la caverna. La transpiración surcaba las facciones de la mujer, el terreno irregular había hecho que el cuerpo se trabe en más de una oportunidad, lo que probablemente sea esa la causa de su aparente enojo.

Termina de empujar el cuerpo al pozo, con cuidado para que no reviente ninguna de las tremendas ampollas que tenía el cuerpo. Una vez logrado, lo tapan rápidamente con una montaña de tierra que había sacado Fadrique del hoyo cavado. Sus uñas se notaban sucias y en una de ellas un hilo de sangre caía en el piso. Se notaba que no estaba acostumbrado a este tipo de labores, mas era una lastimadura superficial y sin importancia aparente.

Al levantar la vista ven que el enano regresa de su exploración.

El olor fétido llena tus fosas nasales y tus pulmones. De a poco abres los ojos y ves a tu alrededor algo similar al infierno mismo por los escasos rayos de luz que ingresan por algunos huecos en una de las paredes. Poco puedes recordar de como has llegado allí ni donde estás.

Solo recuerdas que estaban en una planicie y llegaron cerca del pico de Lance Rock, con tu amigo Jolack. Había un cartel que decía que no debían acercarse, pero encontraron cerca del cartel un cuerpo. Recuerdas que tenía el cuerpo bastante descompuesto, con una especie de ampollas. Al acercarse tu compañero se acercó de más al cuerpo y una especie de ampolla explotó, lanzando un líquido amarillento para todos lados, una gota dio en la mano de él y, automáticamente, una ampolla similar apareció en su cuerpo.

A lo lejos ves a un ser de túnica completamente negra, con capucha, no alcanzas a distinguir su cara ni su apariencia, pero notas claramente que está haciendo unos movimientos con sus manos y un círculo mágico de tonos negros y violetas se dirige a toda prisa a tu posición, cuando lo quieres esquivar escuchas un grito abrumador de Jolack, la pequeña ampolla ya había cubierto hasta la altura de su antebrazo, las ampollas negruzcas crecían y explotaban lanzando ese líquido amarillento. Te olvidas momentáneamente del conjuro que te lanzaron... grave error. 

Caes totalmente inconsciente al piso... y hasta allí llegan tus recuerdos.

Te quieres mover y escuchar el ruido de cadenas y sientes grilletes rodeando tus manos. Estas sentado en el piso con los brazos hacia arriba.

A tu alrededor alcanzas a contar 11 cuerpos, 12 si te cuentas a ti mismo. Por lo que notas eres el único que esta vivo, hay algunos que ya tienen la ropa hecha jirones de lo viejas que son y sus cuerpos no son más que meros huesos. Otros tienen el cuerpo cubierto de moscas y la carne putrefacta, pero ninguno de tus "compañeros" de celda tienen las ampollas que recuerdas. Alcanzas a contar que 4 están agarrados a la pared, mientras que el resto está tirado en el piso. Claramente no irán a ningún lugar ya que sus almas han abandonado su contenedor corpóreo. 

Observas tu cuerpo y notas que tus armas no están, pero tus ropas si, por lo que, probablemente todavía tengas escondidas las ganzúas en el bolsillo oculto de tu camisa.... 

Galmor se acercó al resto sin dejar de vigilar la entrada de la roca. Observó como estaban terminando de enterrar uno de los cuerpos.

-Bien, he encontrado una entrada elevada que da al interior. Pero habrá que descender descolgándose con una cuerda, pues es una caída libre bastante pronunciada. El problema está en el carro, no me gustaría dejarlo aquí sin más con esas criaturas merodeando por aquí, podemos quedarnos sin víveres o peor, sin caballo. Lo acercaremos hasta nuestra posición y cargaremos todo lo que podamos. ¿O seguís  empeñados en entrar por ahí aún sabiendo que hay otro acceso? - pronunció el enano con cierta carga irónica.

Tras el esfuerzo por evitar que cualquier ampolla se reventará mientras tiraba del cuerpo Atala se sentó en una roca cercana para descansar un poco y tomar aliento. En ese instante llegó Galmor desde arriba diciendo que allí había una entrada.

-Pues mejor que vayamos por allí, ya que después de todo el tiempo que hemos estado para enterrar el cadáver que había dentro de la cueva, estoy segura de que todos los posibles no-muertos que haya en la cueva se dirigen hacia esta entrada.

Joder!! Mira que os lo dije, que eso no era buena idea... Maldita sea! Por lo menos habréis mirado si el cuerpo llevaba algo que pudiera darnos alguna pista, verdad...? Dijo el enano sin tener esperanzas de obtener una respuesta positiva. Y mientras decía eso  se fue acercando armado hacia la entrada a comprobar si los temores de Atala se cumplían. 

Vamos por donde dices, Galmor. Por aquí tampoco podríamos meter el carro. Fadrique estaba sucio de tierra y de sudor, pero satisfecho. No hemos tocado el cuerpo más que lo indispensable, era demasiado el riesgo de contagio, así que si había alguna pista, ha quedado enterrada bajo tierra. Cuando terminemos aquí, de hecho, tendremos que estar un tiempo aislados, en cuarentena, hasta que nos aseguremos de que no vamos a ir extendiendo la plaga por ahí.

La cabeza me da vueltas y el simple echo de recordar lo que pasó antes de perder el conocimiento me genera un gran dolor. A estas alturas, mi amigo Jolack ya estaría muerto. Nunca había visto algo parecido pero esas ampollas que se propagaron rápidamente por su cuerpo parecían altamente contagiosas... y mortales. 

Trato de no pensar mucho en Jolack e intento centrarme en mi situación actual, que no es mucho mejor. Estoy atrapado en un lugar desconocido, rodeado de cadáveres putrefactos y desarmado. Para colmo estoy encadenado a unos grilletes que se me clavan en las muñecas y me producen unas dolorosas rozaduras. Pero por suerte no estoy desnudo. Rebusco entre mis bolsillos ocultos como buenamente me dejan los grilletes y hallo una de mis ganzúas. - Vamos allá, Carter! Has echo esto infinidad de veces... - fuerzo los grilletes con suma facilidad y una vez liberado y observo la estancia en busca de algo que pueda usar como arma, aunque procuro no tocar demasiado los cadáveres. No quisiera pillar ninguna enfermedad rara por tocar esos cuerpos - pienso mientras trato de aguantar las arcadas y no vomitar ahí mismo.

Tras asegurarse de que el interior de la cueva seguía tranquilo, el enano volvió hasta el carro y tiró del caballo en dirección al lugar donde había encontrado ese sendero oculto que ascendía a la roca por detrás. Tras unos cuantos metros el enano se paró frente a un tramo de pared aparentemente normal, como el resto de la gran montaña de granito. Sin embargo había una zona más desgastada y fue por ahí por dónde el enano indicó que se debía subir.

-Antes de subir me aseguraré de que nadie pude llevarse el carro. Desenganchar  el caballo y atarlo por aquí. Coged todos los víveres que podáis antes de dejar aquí el carro. - Y mientras tanto, Galmor sacó sus herramientas y empezó a desmontar parte del enganche de la carreta.- Así nos aseguraremos de que nadie se lleva el carro. Tras eso galmor empezó a ascender por una especie de escalinata esculpida en la roca hasta llegar a una abertura por la que cabía una persona y desde la que se adivinaba una caída de más de 10 metros.

Lo mejor será que baje yo primero sin luz, para no llamar mucho la atención y como soy el más pesado entre todos podréis descolgarme. luego Anru, Fadrique y por último Atala. Mientras bajamos los primeros tener preparada una antorcha por si fuera necesaria.

Pero antes de iniciar el descenso el enano se tumbó en el suelo y asomó la cabeza por el hueco para intentar ver y escuchar el interior de la roca.

Anru ha permanecido impávido ante todo el trabajo de sus compañeros, le parece bastante increíble que se le diese tanta importancia a un cuerpo infectado de algo que seguramente encontrarían a montones justo a donde se dirigía. Por fin después de un largo tiempo el enano se reintegra al grupo.

-Vaya Galmor, pues al final se hará como has recomendado, después de todo igual perdimos una enorme cantidad de tiempo. En sus labios se dibuja una sonrisa sarcástica y con no poca acides.

–Incluso temí por mi vida al ver que mi leal protector me dejaba en medio de una cueva que ha dicho es muy peligrosa y para colmo se alejaba dejándome solo con quien, según su parecer estaba por cometer un error al llamar a todos los infectados justo a este lugar.

El gnomo se encoge de hombros y estira los brazos como haciendo una oración o una pregunta. -¿Quiza es buen momento para replantearnos eso de un protector que salda deudas y todo ese tema complicado,? Lo mejor será trabajar como equipo sin ideas que, además de ser incongruentes, de todas formas, no se cumplen.

Con un cierto regocijo malsano, que le permite ventilar un poco su frustración, el gnomo se apresta y les sigue en su nuevo cometido, limitándose a prestar a tención en los preparativos que hace el enano para que la extraña y peligrosa empresa que será el descolgarse, sea lo menos mortal posible.

Prácticamente sin esfuerzo alguno logras destrabar los grilletes y liberar tus muñecas, las cuales puedes ver marcadas y levemente lastimadas, pero nada de gravedad ni de que preocuparse demasiado.

Te levantas y tratas de encontrar una salida del lugar. Desde el ángulo donde estabas sentado parecía ser una habitación totalmente cerrada, mas al hacer un par de pasos notas que hay una curvatura en la roca que da a un estrecho pasadizo, el cual está totalmente oscuro y no ingresa ni un ápice de luz en el mismo.

Lo que si notas es que el pasadizo tiene algo de continuidad y no presenta ningún tipo de puerta que te impida la huida, o al menos hasta donde tus ojos te permiten ver.

Perdona Anru, dijo el enano refunfuñando -Pero para empezar no te dejé en medio de la cueva y para continuar yo os dije lo que no debíais hacer para no llamar al peligro que se supone en este lugar. Si aun así lo hacéis no es mi problema. Pero creo que no has entendido bien mi deuda de vida contigo. Yo no soy tu guardaespaldas ni tengo que protegerte de cualquier peligro. Hay cosas con las que debe lidiar cada uno. Y además, Quedarse en un lugar así llamando al peligro es buscar la muerte. Pero yo solo tengo que salvarte la vida cuando sea la muerte la que te busque a tí. No sé si me explico.... Si quieres que te proteja en todo momento no te alejes de mí. Yo solo intervendré cuando la muerte esté sobre ti. ¿ Lo has entendido ya o te lo vuelvo a explicar....?

Fadrique, plácidamente, escuchaba la cháchara de sus aliados. Subió por la pared aquella y se asomó a la oquedad por donde parecía poderse entrar.

A ver si noto algo raro. Espió en busca de sonidos, movimientos raros, olores extraños... Posibles peligros, al fin y al cabo.

Será una pena perder la cuerda, ya que se quedará atada ahí arriba. ¿Tenemos más? Por si nos hace falta luego, digo.

- Parece que no estoy tan encerrado después de todo - me digo a mi mismo al vislumbrar que había una "salida".  Rápidamente ojeo a mi alrededor, tapándome la nariz con el brazo. El hedor resultaba cada vez más insoportable y quería salir de allí cuanto antes. Pero no me iba a ir con las manos desnudas, necesitaba algo con lo que poder defenderme. - Aunque sea un triste palo de madera, algo tiene que haber por aquí!

Te pones a rebuscar entre los restos de los muertos a tu alrededor. 

No hay armas de ningún tipo... al menos de las convencionales de metal, pero tu mente rápida y ágil te permite hacerte de un fémur en buen estado y otro hueso astillado que no reconoces de que parte del cuerpo es, pero que tiene punta.

Así mismo, agarras un par de ropas roídas y secas, y las pones de forma tal que te quede similar a una antorcha, sabes que no tendrá la misma duración, pero te servirá para abrirte paso entre el oscuro túnel. Mientras armas esta, notas que uno de los cuerpos tiene un poco de yesca y dos piedras pequeñas para hacer chispas. Aparentemente el secuestrador solo saca las armas, mientras que al resto de los artilugios no le presta mucha atención.

Ahora sí, con tus armas improvisadas y tu antorcha de hueso, puedes iniciar tu plan de escape de este mugroso lugar.