Partida Rol por web

—Puedes llamarme Señor Tarvor —concedió el Elegido de Savras—, pero solo en la intimidad. En público prefiero que me llames Dhelen.

Le guiñó un ojo a Naibrar mientras prestó atención a lo que dijo a continuación. Entonces sucedió, Dhelen casi dio un respingo cuando la atractiva elfa se convirtió en un auténtico pibón. Dhelen quedó embelesado de aquellos generosos labios semiabiertos que casi invitaban a...

Ahem.

—Sí, Naibrar. Sabré recompensarte. Muy... generosamente...

Carraspeó.

—Pero habéis obviado mi pregunta. ¿Qué sabéis de Voldem... de quién tú ya sabes?

-¿Ir? -se interesó Naibrar cuando el clérigo insinuó acompañarles a Bajomontaña-. No estoy segura. Si se trata de una incursión y solo tenéis que recuperar alguna cosa, en fin, más vale que sepáis lo que buscáis y dónde está esa cosa, porque si nos perdemos, yo no tengo ningún mapa ni sabría orientarme allí abajo, más que con los conjuros que pueda memorizar. Sé que la entrada se encuentra en la taberna Portal Bostezante y que su dueño cobra una moneda de oro por entrar. ¿Os podéis permitir algo así? -preguntó con una sonrisa deslumbrante, antes de dar un sorbo a su exquisito zumo de pera.

-Sobre Ha... el que ya sabéis, es un mago poderoso e inmortal que estaba aquí mucho antes que cualquiera de nosotros y ha sido participe de todos los grandes acontecimientos que han marcado el curso de la historia. Y aunque Elminster tiene el titulo del mago más poderoso de Faerun, tenemos dudas sobre cuál de los dos podría ganar en un duelo. ¿Responde eso a tu pregunta, Dhelen? 

Dhelen asintió parsimoniosamente. Resultaba obvio que Naibrar poco podía ofrecerles, más de lo que era conocido por cualquiera que prestara atención en aquella ciudad.

—Bueno, algo de calderilla llevo encima  —respondió a su pregunta, sonriéndole a la elfa—. Deberíamos ir pues al Portal Bostezante. Quizá encontremos allí a alguien que haya bajado hace poco y nos pueda dar algo de información de primera mano.

Dhelen tomó un sorbo de kaeth.

—Cuando terminéis de degustar vuestro... zumo de pera, claro está.

-Claro -respondió Naibrar-. Cuando acabe de beber este zumo, podemos ir donde quieras, Dhelen.

La elfa apuró su zumo y dejó el vasito sobre la mesa, inclinándose hacia delante para echar un vistazo de arriba abajo a su colega en el Arte. Desde luego, no se veían humanos de esa categoría por Aguas Profundas, estudiosos de lo arcano y además, con el aspecto de ser un paladín de Mystra, de tez morena y piel lustrosa.

-Colega del Arte, ¿en qué clase de locura te has metido para querer visitar Bajomontaña? O estas muy loco o lo que has ido a buscar es realmente importante. ¿Cómo es que un grupo de aventureros, a la vista está que experimentados, vienen preguntando por esas mazmorras en vez de ir directamente a la posada donde sabéis que está la entrada?

Descruzó las piernas y volvió a cruzarlas con un movimiento provocativo dirigido especialmente al mago.

—Donde yo quiera, ¿eh? —sonrió Dhelen—. Lamentablemente, mi hermosa Naibrar, no siempre podemos ir donde nos gustaría. O en la compañería que desearíamos.

Dhelen le guiñó el ojo con picardía a la elfa antes de continuar.

—La respuesta a vuestra pregunta es bien sencilla, querida Naibrar. Soy un aficionado al Arte, un mero diletante comparado a alguien versado como tú en las artes arcanas, y fui informado de para practicarlo...

Dejó las palabras flotando en el aire, ampliando su sonrisa.

—... la magia arcana, digo, debíamos pagar la cuota de la excelsa orden a la que perteneces. Siendo un hombre respetuoso con las tradiciones no podía sino dedicar unos minutos a contemplar este tipo de formalidades antes de embarcarme sin el beneplácito de las autoridades en una aventura de esta envergadura. No hace falta ser adivino o haber dedicado la vida al servicio de Savras, el Señor que todo lo Ve, para darse cuenta de que esa atención por los detalles ha dado su fruto si hemos conocido a una mujer tan formidable como tú.

 ¿Cómo es que un grupo de aventureros, a la vista está que experimentados, vienen preguntando por esas mazmorras en vez de ir directamente a la posada donde sabéis que está la entrada?

- Creo que mi amigo de tez morena te buscaba a ti. - Respondió a las inquietudes de aquella elfa salida de los más oscuros y sórdidos sueños de un hombre necesitado. 

- ¡Ja, ja, ja! - Tras una sonora carcajada, Thorian dio un manotazo con ambas manos a la vez sobre la mesa y se puso en pie como un resorte. - ¡No me podría acabar mi vaso de zumo de pera ni que me pagasen! ¡Está más duro que un bistec de carne de minotauro! ¡Ja, ja, ja!

Thorian empezó a recoger sus enseres. Cuantos antes se pusieran en marcha mejor. No quería hacer esperar al mago loco, que sin duda les estaba esperando. Además, no quería llegar tarde al encuentro con el grupo enviado por los dioses malignos, pues aunque tan solo sospechaba de ello, tenía una corazonada acerca de que no se equivocaban cuando pensaban que no eran los únicos que buscaban aquel tomo.

- ¿Nos vamos ya, no? - Preguntó muy serio. 

Thorian parecía ansioso por largarse de allí para morir a manos de Capanegra, pero Naibrar no tenía ninguna prisa. Estaba más interesada en seguir conversando con Dhelen. No siempre una encontraba un colega arcano con el que conversar sobre banalidades y magia. Al menos éste hombre de tez morena y sonrisa resplandeciente se tomaba el juego con ánimo y descaro, sin ser abiertamente grosero.

La elfa se puso cómoda en el asiento.

-Me gustan los hombres que prestan atención a los detalles, al más mínimo. Resulta extremadamente interesante encontrar a alguien tan... holístico; hoy en día no abundan, precisamente, esos aventureros que se toman su tiempo en investigar el lugar al que van a internarse. De modo que siento decepcionarte, Dhelen, no puedo darte más información porque no dispongo de ella. Es terrible, lo sé, y estoy profundamente dolida al respecto, porque si pudiera, te daría todo lo que necesitas para que tu experiencia ahí abajo sea mucho más... ehm... interesante. Pero un hombre con el tamaño de esa... inteligencia, sabe perfectamente lo que va a encontrar. ¿Quién os ha encomendado esa misión? Si puede saberse claro. ¿O se trata, acaso, de un secreto que nadie puede conocer?

Dhelen asintió vehemente, y se mesó la barbilla en gesto pensativo.

—Naibrar, querida, creo que nunca he conocido a alguien que tenga tan profunda... capacidad con los juegos de palabras. Me quito un metafórico sombrero en honor a la fecundidad de... tus ideas para los giros del lenguaje. No me cabe duda de que podemos gozar mutuamente de...

No puso más. Dhelen echó la cabeza hacia atrás y soltó una profunda carcajada. Hacía mucho tiempo que no se reía con tantas ganas: el mismo tiempo que no compartía una conversación con alguien tanto o más inteligente que él. Normalmente tenía que lidiar con Thorian y su inteligencia subestándar.

—Me gustaría desvelarte ese y muchos otros... —Dhelen volvió a reír—, detalles. ¿Quizá por el camino? Parece que a mi querido amigo Thorian se le han metido pulgas en los calzones.

Naibrar se regocijó y sonrió cuando la carcajada de Dhelen le hizo cosquillas en el estómago. Le costaba divertirse con humanos corrientes y estaba claro que él era un hombre superior. De esos había pocos.

La elfa desvió la mirada hacia Thorian cuando el arcano dijo lo de las pulgas y realizó un giro de la mano para pronunciar unas palabras mágicas. De repente, los calzones del sacerdote se volvieron blandos, suaves y esponjosos, como si los hubiesen lavado y tendido al sol durante un día. No había tenido unos calzones tan limpios en su vida. La elfa apoyó un codo en la mesa y la mejilla en la mano, mientras observaba a Dhelen con interés.

-Me interesa más que me... desveles esos misterios que ocultas. ¿Desde cuándo eres practicante? Yo llevo más de doscientos años aprendiendo, seguro que tú has hecho muchas más cosas en menos tiempo, ¿me equivoco? A mí me gusta tomarme las cosas con calma -comentó con indolencia.

Dhelen no contestó inmediatamente.

—¿Doscientos? Yo no llevo ni la décima parte —confesó el mago—. He aprendido mucha magia, pero soy perfectamente consciente que conocer y entender son dos cosas completamente distintas. Los humanos tenemos prisa por tener prisa, supongo, desde la perspectiva de la Gente Buena.

Esbozó una sonrisa de medio lado.

—Hay cosas que merecen la pena dedicarles tiempo, como los elfos hacéis. Otras, que necesitan pasión, como desprendemos los humanos. Y hay, incluso, otras cosas en Faerûn, aún más exiguas, merecen tiempo y pasión —dijo Dhelen, haciendo eco de la mirada de interés de Naibrar—, y sé reconocerlas cuando las veo.

- Vaya...- Thorian sonreía ente la historia que tenía frente a sus ojos. 

Era evidente que entre su negro amigo y aquella sensual mujer de orejas picudas había brotado la magia y nunca mejor dicho. El sacerdote no había hecho voto de castidad, pero tampoco era muy dado a hacer conquistas románticas y sólo imaginar como se lo pasarían esos dos dentro de no mucho, hacía que le recorriera un escalofrío por todo el cuerpo y que la sangre se le acumulara donde no debía. 

- ¡Phsssst! - Llamó la atención de Alexander. Llevaba un tiempo muy callado. Normal por otra parte viendo la danza ritual de apareamiento que tenía ante sus ojos. - Te apuesto una corona a que no tardan ni dos horas en jugar a papás y mamás. - Le susurró de forma casi imperceptible. - ¡Jajajajaja! - Soltó una sonora risotada.

Naibrar ocultó una sonrisa tras los dedos y sus pestañas aletearon cuando miró fijamente a Dhelen.

-La pasión me resulta inspiradora, más estoy poco familiarizada con ella -comentó, echándose hacia atrás en la silla-. No tengo prisa, es cierto, por eso la pasión me resulta un tanto... brusca. Pero es cierto que una cosa es la premura y otra la vehemencia y es lo segundo lo que me interesa. Siempre ha sido dificil para mí encontrar vehemencia allá dónde miro y cuando la encuentro, en fin, no merece que le dedique ni dos segundos de mi tiempo, porque tiempo nunca sobra, y a otros mucho menos que a mí. Así que la pasión la dedico al Arte, que nunca falla y siempre me da lo que le pido.

Se inclinó hacia delante sin perder la sonrisa.

-¿Eres de los que enseña, Dhelen, o de los que aprende?

Dhelen sorbió un largo trago de kaeth para ocultar su sonrisa. Dejó que las palabras de la elfa flotaran en el aire unos instantes, mientras posaba la taza en el platillo con un tintineo. Suspiró y miró a Naibrar durante unos momentos antes de responder.

—Pienso que el poder es una ilusión: unas veces eres el maestro, y otras el discípulo —replicó el mago encogiéndose de hombros—. Todo depende de la materia que se imparta.

Sonrió de medio lado.

—También pienso que el Arte es algo muy serio, pero que no está escrito en ningún lado que aquellos que lo practican deban ser eruditos sabios y sesudos, intelectualoides sin un ápice de pasión, sentido del humor u otras... apetencias.

Alexander bebe aquel jugo dulzon, mientras escucha las idas y venidas de la conversacion, cuando Thorian dice de partir Alexander levanta la ceja pero solo eso ya que ve que los dos practicantes del artes están aun intercambiando información, despues de metaforas y demas, Alexander esta apunto de aceptar la apuesta de Thorian pero en el ultimo momento se lo piensa

- Mejor no, creo que podemos dejar esos asuntos para mas adelante, tenemos cosas mas vitales entre manos no?

- ¡Ja, ja, ja! - Rió con ganas el clérigo.  - ¡No me hagas reír Alexandar! ¡Lo que va a tener entre manos Naibar... eso si debería preocuparle! ¿Tú no sabes lo que dicen de los morenos? - Asintió con la cabeza mientras miraba al joven paladín y colocaba las palmas de las manos en paralelo, como tratando de evocarle una medida de unos veinte o treinta centímetros. - Conozco a ese tipo desde hace tiempo y si me he convertido en su allegado, no es por su virtud con las artes arcanas, sino por su facilidad con las mujeres. ¡Ja, ja, ja! ¡Ya verás ya, lo que le va a hacer a la pobre Naibar! - Le dio un toque en amistoso sobre el hombro. - Entre tu y yo, Naibar nunca más volverá a caminar derecha. ¡Ja, ja, ja! Es el precio que hay que pagar por catar las mieles de Dhelen. ¡Ja, ja, ja!

Naibrar escuchó las carcajadas de Thorian y las palabras que le dedicaba al paladín, de modo que no pudo evitar sonreír ante sus ocurrencias. Había humanos torpes, como ese sacerdote, y humanos mucho más sutiles, como Dhelen, por muy grande que fuese su... intelecto. No había que estar ciego para no verlo, la elfa tenía una vista perfecta de su imponente... intelecto. De modo que le echó un buen vistazo.

-Yo me considero una erudita apasionada del Arte, con mis apetencias y mis anhelos, que entrego a quién yo deseo, en el momento en que deseo y cuantas veces lo deseo.

La elfa se puso en pie y le tendió una mano al arcano, sin dejar de sonreír.

-¿Vienes, Dhelen? Me gustaría preguntarte algo en privado. Sobre unos conjuros. Tengo unos pergaminos que hace tiempo que estoy estudiando, pero se me resiste la última parte. A lo mejor unos ojos nuevos puedan arrojar luz sobre mis estudios.

—Eh... sí, claro dos... —echó un vistazo al escote de Naibrar — cabezas piensan mejor que una.

Dhelen se levantó y le hizo un gesto a Naibrar para que ella abriera el camino, y en ese momento le echó un vistazo a su trasero.

—Habrá que hacer un pormenorizado estudio de ese par de... —dijo sin levantar la mirada de sus posaderas —, rollos de pergamino...

Se volvió hacia Alexandar y carraspeó.

—Podrían tener mucho que ver con lo que hemos venido a hacer aquí. Será hmmm... solo un momento —agregó a modo de disculpa.

- ¡Ja, ja, ja! - Rió porque si. Entonces se puso en pie. Parecía que por fin se ponían en marcha. - Creo que nos vamos Alexandar. - Asintió varias veces con la cabeza mientras miraba a su buen amigo. - Por fin movemos ficha. Ese libro no se robará solo. ¡Ja, ja, ja!

Sin más, Thorian recogió sus enseres, dejó varias monedas sobre la mesa. Unas pocas, aunque creía que serían suficientes para pagar lo debido y se dispuso a seguir a Naibrar y Dhelen. Al parecer tenían mejores cosas que hacer en otro lugar. Si Thorian sabía o no a donde se dirigía, era todo un misterio. Posiblemente ni el mismo se había planteado que era lo que iban a hacer Dhelen y Naibrar, todo ello pese a que acababa de explicárselo al bueno de Galadriel. Pero Thorian era así, algo impulsivo y despistado.

Cuando la pareja se gira para irse  lanzo detectar el mal

Naibrar se dejó inspeccionar, sabedora de que Dhelen se deleitaba con lo que veía. Era una elfa y por tanto, de figura estilizada, esbelta y complexión delgada. Pero sabía que la tendencia humana era preferir a hembras con más carne sobre los huesos, de modo que con los años, había decidido cambiar su dieta y se había entrenado físicamente lo suficiente para que su trasero fuese un poco más amplio que el de sus hermanas de raza.

A su aspecto ayudaba la ropa que vestía, vestidos de gasa y terciopelo, de talle en la cintura y abertura en las piernas, con unas sandalias de tacón alto que no eran nada prácticas para ir a Bajomontaña, pero que por el momento, en las posadas y en las ciudades era calzado más que suficiente. En el cuello portaba una exquisita gargantilla enjoyada que era más que un adorno y que no se quitaba jamás, como pronto descubriría Dhelen.

Antes de abandonar la sala común, con el arcano tras sus pasos, se fijó en que Thorian los seguía. La elfa sonrió, no debía haberle sentado bien la compota de pera al sacerdote. Se lo hizo saber a Dhelen, señalándole con la cabeza.

-¿Compartís gustos? -preguntó con una media sonrisa-. ¿Trabajáis juntos incluso cuando... ayudas a una compañera de las Artes a investigar?