Partida Rol por web

—Somos muy buenos compañeros y compartimos muchas cosas —dijo Dhelen, más hablando con Thorian que con Naibrar—, pero hay algunas cosas que un hombre nunca debe compartir.

Le guiñó un ojo al sacerdote.

—Y no refiero a los calzones.

- ¡Así es, querido amigo, así es! - Le respondió Thorian a Dhelen. - Recuerdo cuando mi prima Tyris le dejó un caballo a su superior, el padre Ander... - Soltó una carcajada. - ¡La cosa no acabó nada bien! - Asintió varias veces con la cabeza. - No hay que dejar que nadie cabalgue a tu yegua... - Miró embobado el trasero de la elfa. - Cierto es que lo tiene bien puesto. - Dijo en alto, aunque no pretendía exteriorizar aquel pensamiento. Por alguna razón se imaginó a Naibrar montando un corcel de color negro y por alguna razón, en pocos segundos asoció ideas. - ¡Oh! - Exclamó. - Ya entiendo. No quieres compartir la montura, ¿verdad, bribón? - Golpeó con el codo a Dhelen mientras miraba a la elfa. - ¡Entiendo! ¡Jo, jo, jo!  - Rió con ganas. - Naibrar, después de que te monte este hombre, no dejarás que nadie más lo haga.  ¡Lo digo por experiencia! ¡Jo, jo, jo! - Rió todavía más fuerte mientras se alejaba de nuevo al salón. No pintaba ya nada allí.

Naibrar levantó una ceja en dirección a Thorian y luego miró a Dhelen con la misma expresión, entre incrédula y divertida.

-¿Siempre se pone así de celoso? -preguntó mirando al hombre con curiosidad-. Diria que hay algo más entre vosotros, no quiero interponerme si es algo tan serio. Sé que lo arcano y lo divino puede comulgar más allá de una forma diferente de ver las cosas y más allá de los asuntos teologicos.

La elfa continuó su camino hacia las escaleras de la posada, mirando por encima del hombro para comprobar si el hombre la seguía o no.

—Ni siquiera sabe lo que dice —bufó Dhelen, divertido—. Le han dado tantos golpes en la mollera que no ha terminado de recuperar sus facultades.

Como hipnotizado por el contoneo de las caderas de Naibrar, Tarvor siguió a la elfa.

—Veamos que eso que tienes que mostrarme.

Alexander entrecierra los ojos, acaso esta elfa a conseguido cautivar a sus dos aliados de manera que hayan olvidado sus misión??? o es todo teatro para conseguir algo mas, aunque hace poco que los conoce le da la impresión que desde que ella entro en su vidas había agitado su mundo de manera definitiva.

Deberíamos pensar en nuestro siguiente paso, tal vez pueda hacer algo para ir.... adelantando ??

Thorian soltó una enorme y terriblemente carcajada. Una risotada que se clavaba en los tiempos no de uno como el ataque sónico de un destrachan. Una risa que una vez escuchada, difícilmente se le olvidaba a uno en lo que le restaba de vida a no ser que... A no ser que uno fuera un liche de más de mil años de no vida. Si... Quizás despues de tanto tiempo uno se lograra olvidar de esa risa portentosa. 

- ¡Mi querido Alexandar! - Le dio un abrazo por encima del hombro dispuesto a susurrarle algo al oído.

El pobre señor Galadriel era un alma cándida, un ser inocente. Eso creía Thorian al menos. Podía ser incluso que... Thorian se puso muy serio. ¿Podía ser que fuera virgen? No, eso no se lo deseaba a nadie de su edad. Pero eso podía arreglarse.

- Dhelen va a rellenar el pago, a hacer el salto del tigre. - Asintió divertido. - Va a regar el helecho, a enterrar el nabo. ¿No se si me entiendes? - Con el índice y pulgar hizo un círculo y con el índice de la otra mano hizo un gesto obsceno. - Va a mojar le churro, a gratinar el mollete. ¿Comprendes? 

Si no entendía aquellas metáforas alimenticias acompañadas por los gestos de sus manos, es que era idiota. Pero no, parecía haberlo pillado. Entonces se le ocurrió algo. 

- ¿Sabes Alexandar? - Siguió hablando entre susurros. - Esos dos van a tardar un poco. Luego partiremos de inmediato a Bajomontaña. Pero mientras tanto, si te apetece... - Sonrió ampliamente. - Seguro que en esta ciudad hay algún burdel... - Lo cierto era que le apetecía bastante meter la espada en una buena vaina. - ¿Qué me dices Alexandar? ¿Nos vamos de putas? ¡Jo, jo, jo! - Río, peor pronto se puso serio. Quizás había dicho aquello demasiado alto. Cosas de estas emocionado ante el futuro próximo...

Cuando lanzas el conjuro detectar el mal, no notas nada extraño, ningún mal se haya cerca tuya de momento.

Naibrar se dirige hacia las escaleras que suben a la planta de arriba de la posada, mientras su nuevo compañero Dhelen le sigue de cerca.

Naibrar al pasar por al lado de la posadera le pide una de las llaves de una habitación, una conversación privada requiere de una habitación privada. En el llavero de la llave, hecho de madera, hay un número que corresponde con una de las habitaciones de arriba. Es una habitación doble con aseo propio, no hay para bañarse pero al menos sí para lavarse la cara y las manos. Hay una ventana cerrada que por la ubicación debe dar al exterior de la posada. Una alfombra roja algo desgastada cubre el suelo de madera que va de una cama a otra.

La elfa dejó la llave sobre la desvencijada mesa de la habitación y miró a Dhelen con más intensidad de la mostrada en el piso de abajo. Sonrió mucho más abiertamente, se movió de forma mucho más seductora y en toda su exhuberancia, el arcano se fijo en que era tremendamente atractiva.

-Por aquí, por favor -dijo mientras se acercaba a una de las paredes de la habitación.

Con un pase mágico y unas palabras, el marco de una puerta se dibujó en el muro y Naibrar solo tuvo que empujarla para acceder una magnífica entrada de mármol blanco cubierta de alfombras y tapices rojos. Avanzó por la moqueta de una espléndida mansión de altos y luminosos techos, donde flotaban globos mágicos simulando se fuegos y donde había esculturas de hombres desnudos cada pocos metros.

-¿No pensarías que íbamos a tener intimidad en un lugar como ese? Ya te he dicho que me gusta cuidar todos los detalles.

Dhelen observó con ojo crítico cómo Naibrar lanzaba el hechizo. Pronto le quedó claro que la habilidad con el Arte de la elfa era muy superior a la suya propia. Eso le excitó aún más.

—Entonces aguardo con deseo que me guieis a la estancia mejor... equipada... para el serio análisis que debe hacerse.

Dhelen rodeó con un brazo el talle de la elfa y atrajo a Naibrar hacia sí mismo.

—Soy muy meticuloso y estricto. No me gusta dejar un solo centímetro sin... examinar.

La risa de Naibrar fue tan musical como el agua de un arroyo fresco, rodeó el musculoso cuello de Dhelen con los brazos y le acarició los labios con los suyos, un leve roce que provocó un eléctrico cosquilleo.

-Podemos explorar toda la mansión, he pasado años perfeccionando sus estancias, seguro que hay alguna que diseñé y no recuerdo que existe. ¿Buscamos una habitación secreta o nos ponemos cómodos?

Naibrar acarició la cabeza rapada del mago, deleitándose con el tacto, y volvió a reírse.

-¿Quieres algo de beber?

Dhelen, menos recatado, le echó las manos en el trasero.

—He visto que te gusta el zumo de pera —dijo, y trató a duras penas de contener la risa—. Yo en cambio, prefiero el jugo de unos buenos cocos.

Empezó a reírse de buena gana, y atrajo a Naibrar hacia si para beber de sus labios como si fueran purpúrea granada abierta.

La elfa acompañó a su risa y luego correspondió al beso que Dhelen le daba, degustando el sabor de sus carnosos labios. Los de ella eran más bien pequeños y redondos, pero el arcano los tenía gruesos y grandes, de modo que Naibrar ya estaba pensando en cómo darles un uso.

-Bueno -dijo, apartándose de él un momento-. Soy partidaria de la comodidad, ¿me das tu ropa? Para colgarla por ahí y que no se arrugue. Sería una lástima.

—Adelante, sírvete tú misma —le invitó el arcano, sin moverse ni un ápice.

Podría haber lanzado algún conjuro para dejarle completamente desnudo, pero eso le quitaba toda la gracia a la actividad que estaban a punto de realizar.

-Y yo que creía que lo que te interesaban eran los rollos de pergamino -bromeó la elfa, mientras dirigía las manos hacia el fajín del arcano para empezar a aflojarlo.Lanzó la prenda al suelo y luego estudió el chaleco, la túnica y la camisa-. Hay estilos que nunca cambian -dijo sin dejar se sonreír mientras aflojaba cordones y botones. Había detectado mucha magia sobre su ropa y no pudo evitar el siguiente comentario-. ¿También llevas ropa interior mágica?

—Cada centímetro que hay ahí abajo es natural... por muy sorprendente que te parezca, no hay nada ampliado por los conjuros. No creo que pudieras soportarlo ampliado por un conjuro —dijo, y le guiñó un ojo —. No, al menos, sin un clérigo cerca. ¿Qué me dices de ti, Naibrar? No he podido evitar percibir que tus curvas son más generosas que las de alguien de tu especie. Pero su firmeza... —dijo, apretando con fuerza las nalgas en sus manos —. Me dice que esto está trabajado, no transmutado.

-Digamos que puedo invertir el tiempo en tonificar las partes de mi cuerpo que más sufren -dijo riéndose-. Porque pasar mucho tiempo sentada estudiando una y otra vez los mismos conjuros hace sufrir a mis muslos.

Le quitó el chaleco. Al tocarlo percibió que contenía más magia que toda la mansion que había conjurado y se le aceleró el corazón. De modo que lo dejó a un lado, cuidadosamente, antes de volver a centrarse en Dhelen.

-Ahora que lo pienso, si tenemos problemas, conozco un conjuro de la primera esfera que puede ayudarnos a... facilitar las cosas. Seguro que ya lo conozces. Y no me equivoco si digo que ya lo has utilizado antes. Por cierto, yo soy más partidaria de prolongar las cosas.

—Lo conozco —dijo Dhelen—. Su utilidad depende, fundamentalmente, de dónde esperas recibir mis... embates amorosos.

Dhelen sonrió.

—Deduzco que el lugar que tenéis pensado no tiene lubricación natural.

Dhelen le echó un buen vistazo al trasero de Naibrar, con deseo.

—Lanzad el hechizo cuando gusteis. La prolongación... corre de mi cuenta.

Y así fue como Naibrar y Dhelen comenzaron a hacer uso de sus conjuros para disfrutar de unas horas de pasión e intimidad.