Partida Rol por web

Arvak apenas miró a su contrincante tras clavarle la espada, salió disparado hacia donde estaba el grupo de mujeres rodeando a Velina. Las mujeres se apartaron con temor al verle llegar, habían sido demasiado maltratadas por los gigantes como para confíar en la mole que les venía encima.

Tomó suavemente a Velina, procurando no moverla mucho y presionando la enorme herida que tenía aunque veía como la luz iba apagándose en sus ojos.

- Te prometí venganza, y la has tenido. Crom se alegrará de tus actos.

Tragó saliva, la valiente muchacha no merecía este fin.

- Lucirás orgullosa una buena cicatriz. - mintió dándole una falsa esperanza. - Buscad algo con que coserla. - comentó a las mujeres que le rodeaban y que ya se tranquilizaban. - No se... hierbas... tapar la herida...

Una mujer le puso la mano en el hombro sin decir una palabra, parecía que Velina estaba más allá de cualquier curación.

Zeleria abrió los ojos y se acomodó recostada contra un tronco. Miró entonces como todo había concluido. El ataque había sido un éxito y aunque habían caído algunas de las mujeres prisioneras y Velina estaba en las últimas, se podía decir que habían aplastado al enemigo.

- Lástima de no haber podido participar más activamente. - Pensó la cimmeria. 

Pero lo importante era que habían encontrado a Maclo. Había escuchado la voz de la muchacha y le había visto el rostro antes de caer momentáneamente en un estado de semi inconsciencia. Ahora que había despertado, volvió a buscarla con ansia. Mucho era lo que habían sufrido para llegar a ese momento y ahora que habían encontrado a Maclo, no iba a permitir volver a perderla

- ¿Maclo? - Preguntó. - ¿Dónde estás? - La buscó ansiosa entre las mujeres. - ¡Maclo! - Alzó la voz.

-Estoy aquí, Zeleria. Estoy bien. De verdad. Agotada y asqueada de esta gente. Arañazos y moratones y poco más. Estos brutos te golpean sin piedad. ¿Y vosotros? ¿Y mi padre? Oh, pobre de mi padre. -Maclo cogió la mano de Zeleria y apretó con fuerza.

Velina pudo sonreír a Arvak- Sabes bien que a Crom le somos indiferentes. -hizo un gesto de dolor- Tal vez tengas razón, y se sienta satisfecho. Toma -se quitó su brazalete de plata grabado con diferentes runas- Te recordará a mí-.

La vida se le escapaba junto con la sangre que brotaba de su cuerpo.  

Me acerqué a donde estaba Maclo, arrodillada junto a Zeleria.   De camino, busqué con la mirada a los nuestros, aliviado hasta que vi a Arvak junto a Velina, momento en que aparté la vista.

—¿Estás bien? - mis palabras iban dirigidas a Zeleria, no a Maclo —¿Te han herido?.  Había pensado durante estos días qué le diría a la hija de Lambio cuando la encontrásemos. Algo menos servil que lo que Arctostafilos le hubiese dicho, más filoso.  Miré a la empequeñecida joven de ojos azules, sucia y golpeada como quien mira un saco de pienso y volví a centrarme en la guerrera rubia.  

—Quedaos aquí. No os movais ni un dedo. Debemos cargar con todo lo que hay aquí - mujeres, niños, caballos y armas — y volver hacia Cimmeria. Allá, supuse, podríamos obtener descanso antes de volver a Khoraja

Brevea atendió las heridas menos feas de entre la multitud de mujeres golpeadas. Varias de ellas habían muerto durante la pelea y otras habían recibido heridas de gravedad, entre ellas su guía Velina. Por ellas se podía hacer poco más que acompañarla en sus últimos estertores y tratar de que traspasaran el Umbral lo más en paz posible. Al resto había que parchearlas como se pudiera e iniciar el camino de regreso a casa, evitando los peligros que habían dejado atrás y tratando de rodear a los enemigos que los persiguieron hasta el lago.

No iba a ser fácil, pero ahora Maclo ya estaba con ellos y podían permitirse un ritmo más pausado. Zeleria lo agradecería y hasta el bruto de Arvak agradecería una marcha más descansada.

En cuanto terminara de curar heridas, haría lo que decía Akra, poner en funcionamiento uno o dos carros para transportar heridos y largarse lo antes posible. Ahora ellos eran las presas, no los cazadores.

- Estás bien... - Afirmó sonriente. - Has sufrido, si, pero estás bien. Los cimmerios estamos hechos de otra pasta. 

Abrazó a Maclo. Hacía mucho que buscaban a esa joven cimmeria y por fin habían dado con ella. No obstante, no estaban más que a la mitad del viaje. Ahora tocaba desandar el camino que ya habían hecho y posiblemente reencontrarse con sus perseguidores.

Entonces Arkra vino junto a ella y se preocupó por su integridad física. Ella sonrió. Sin duda quería meterla en caliente, pero al menos estaba siendo amable y si preocupación parecía genunina. 

- Tranquilo Arkra, te voy a dar lo que quieres. - Le acarició el muslo cerca de la entrepierna mientras intercambia miradas entre su paquete y sus ojos. - Pero no ahora. Estoy hecha una mierda y no podría contigo...

Con aquellas mujeres estaba la hija de la curandera de su tribu. Una mujer treintañera, Taura, de pelo negrísimo y rasgos hermosos marcados de arrugas por la dura vida de las montañas. De cuerpo esbelto y rotundo y ojos grises como el mar del amanecer-Conocía de heridas y de enfermedades.

-No le queda mucho a Velina. Dejadle espacio para que se despida de este hombre y para que su alma vuele libre a la cumbre de la montaña donde mora Crom. *

Se ocupó, junto con Brevea y otras mujeres, de las heridas de unas y otros. Examinó a Zeleria, ordenó que se buscasen hierbas y raíces determinadas, que se pusiera agua a calentar. Se cuidó también de Arkra y de Arvak, era una mujer decidida, con energía inagotable. Y también era una de las que violaron la noche anterior.

Sus compañeras, con aquel joven cimmerio de nombre Bronm, que no se apartó desde el primer momento del lado de Arvak, descuartizaron y mutilaron de formas horribles a los vanires muertos. Cortaron sus genitales y sus lenguas y los quemaron. Les sacaron los ojos y los ofrecieron a los espíritus del bosque.

La joven Maclo ayudó en todo. Siempre había sido esa clase de persona que se entregaba a los demás, que no perdía el optimismo, que en todo momento ofrecía una sonrisa. Se la regaló a Arkra, a pesar de que este no le hizo demasiado caso. Un beso y un abrazo para Brevea, y otro para Arvak.

-No puedo creer que estéis aquí. Os debo la vida, la libertad. Todo. Gracias. Gracias. –ahora sí que volvió a romper en un llanto sereno de una alegría que rompería su corazón.

Las mujeres rescatadas ya se estaban organizando, principalmente desatando su rabia sobre los cuerpos de aquellos que les habían hecho sufrir tanto. Dejaron que Arvak y Velina tuvieran su último momento a solas, en silencio. El guerrero puso su espada en la mano de la muchacha que tan valientemente había dado su vida por sus compañeras, aunque ya no había reacción por su parte.

- Parte con orgullo, guerrera. - fue lo último que pronunció antes de dar un último abrazo al cuerpo ya sin vida.

Maldijo a los malditos vanires que habían traído tanto sufrimiento pero con la satisfacción de haberles devuelto la moneda. Casi ni notó cuando una de aquellas mujeres le limpió las heridas del combate.

Solo entonces se dio cuenta de que Maclo estaba a salvo. Sonrió, no todo eran penas.

- Muchacha, tu padre te espera ansioso. - Arvak no era hombre de palabras, sino de hechos, y al ver a la llorosa Maclo abrazada a Zeleria no sabía qué hacer. Se dirigió al grupo de mujeres rescatadas.

- Hay que aprovechar todo lo que se pueda del campamento y hacer una pira funeraria para nuestras compañeras que tan bravamente han luchado y se han defendido. - dio una patada a uno de los restos de los destrozados cadáveres - el resto que se pudra y que los devoren las bestias.

Devolvió la espada a Zeleria tras limpiarla con un trozo de tela.

- Gracias, ha sido muy útil, es una buena espada.

Arvak prefería otro tipo de armas y busco una buena maza o algo similar entre el armamento de los gigantes, algo de más peso a lo que estuviera más acostumbrado.

- Estamos cansados, pero en breve los lobos vendrán al olor de la sangre. Demos los honores a los nuestros y abandonemos el sitio cuanto antes.

Había que organizarse.

- Mujeres, nos persiguen. Podéis elegir acompañarnos de vuelta y os dejaremos en vuestra aldea o bien intentar llegar por vosotras mismas, ambas opciones no están exentas de riesgos.

- Si vamos juntos a vuestra aldea tendréis la opción de quedaros allí o recoger a vuestras compañeras y continuar con nosotros en busca de nuevas tierras. El Conde es un hombre generoso que no dudará en ayudar a quienes han ayudado a rescatar a su hija.

Sin más buscó su nueva arma y tras ello empezó a montar la pira funeraria para Velina y sus compañeras caídas.

La mayoría de prisioneros pertenecían a la aldea saqueada. Pero algunas mujeres fueron raptadas más al sur. No tenían claro qué hacer cuando habló Arvak. Querían regresar a sus hogares, por supuesto.

-Regresaremos a nuestra aldea. Allí cuidaremos de las heridas de todos y vuestra compañera, Zeleria, podrá descansar y recuperarse -anunció el joven Bronm- Si podemos reconstruir nuestro hogar...Y si no, acudiremos a las aldeas cercanas donde viven nuestros parientes.-No había arrogancia en su tono, sino tan solo notas de responsabilidad y pragmatismo. 

Parecía que se veía en el deber de encabezar o tomar el mando de la comitiva de mujeres de su tribu.

-¿Qué eso de que os persiguen? -preguntó con interés una chiquilla cimmeria, en una mano un cuchillo ensangrentado, en la otra restos humanos que mejor no saber de qué se trataba.

- No hace falta nos des las gracias, Maclo. - Le dijo a la hija del conde. - Le debemos lealtad a tu padre y además, le respeto como un líder y si el ni está aquí es porque se rompió una pierna. - Sonrió. - Como me ha sucedido a mi, pero yo no tuve más remedio que seguir adelante.

Entonces llegó la pregunta acerca de la naturaleza de sus perseguidores y Zeleria se apresuró a desvelarla. Al fin y al cabo, si iban a viajar juntos, debían saber lo que estaba sucediendo. 

- Un compañero caído ofendió a un pueblo cimmerio que nos acogió. - comentó la maltrecha joven. - Una partida de caza nos seguía los pasos. Nos enfrentamos a ellos unas jornadas atrás en un lago congelado. Allí murió nuestro compañero y algunos de nuestros perseguidores. Pero... - Chasqueó la lengua. - ...son implacables y puede que en nuestro regreso volvamos a encontrarlos. - Desveló enfadada.

Enfadada consigo misma principalmente por el hecho de encontrarse en tan mal estado. No iba a poder pelear, como no lo había hecho en aquel rescate y eso la mataba por dentro. Fuera col fuera, tenía que recuperarse. Volver a quedarse al margen del combate sería un total deshonor. 

- Descansemos un poco antes de reemprender la marcha. - Les pidió al resto. - Creo que en unas jornadas estaré mejor, pero a día de hoy, hasta respirar me duele...

Sonreí un poco al oír a la desvergonzada Zeleria.  Estaba lo suficientemente bien como para seguir con nuestro juego particular.

—No seas tan presuntuosa, mujer.  Necesito viajar con alguien que tenga sentido del humor.  Me levanté dejando sitio para que Taura se ocupase de ambas. 

—Ademas, nunca podrás conmigo, Rubia — me alejé de ellas en dirección al vanir agonizante, pero no me acerqué tanto como para que me clavase un puñal oculto. ¿Quién sabe la de trucos podría saber un salvaje de las nieves?

—La sureña de pelo negro y ojos azules ¿Quién os la vendió? ¿A donde la llevabais? Contesta, Vanir, y te mataré rápido en vez de dejar que los lobos te devoren.

Callé cuando salió el tema de nuestros perseguidores. Volga parecía de las que partirían las montañas si estaban en su camino.  Contaba, sin embargo, con que las prisioneras diesen la cara por nosotros.  No tanto luchando como convenciendo a los testarudos bárbaros.

—Yo también descansaría, pero algo más lejos que aquí.  Demasiado cerca de Vanaheim para mi gusto.

- Toma Arvak, he encontrado esto entre los cadáveres – Brevea casi no podía ni arrastrar una pesada maza de guerra de uno de los gigantes. - Creo que se adapta más a tu… estilo. Caballo grande, ande o no ande, ¿eh? Lo siento por Velina, pero tuvo lo que quiso, venganza.

- También he encontrado provisiones, caballos y podemos usar uno de los carros de los esclavos. Nos hará viajar más lentos y no creo que podamos cruzar el paso de la montaña con él, pero creo que Zeleria viajará mejor. – Le echó una mirada preocupada a las heridas de la rubia guerrera. – Además, desde el carro podrás disparar y, de todas maneras, nos esperan en el camino de vuelta.

- Arkra, acaba rápido de jugar con el vanir. Tenemos que salir de aquí y quemar todo lo que no nos llevemos. - Brevea estaba bastante ocupada preparandose para la marcha que se avecinaba, recogiendo armas y enseres, como si anticipase  los mismos - o más - problemas en el camino de vuelta- El humo atraerá atención indeseada y tenemos que estar lejos cuando eso suceda.

Brevea reza a Mitra una corta oración por los caídos, tanto amigos como enemigos y ayuda a preparar una pira funeraria con todos los restos del equipo de los esclavistas que no se vayan a llevar ellos o el resto de cautivas. Mitra es compasivo, no niega un rito funebre a nadie. Que los dioses distingan a los suyos cuando les lleguen las almas.

El vanir miró con ojos desafiantes a Arkra. Escupió hacia él y enseñó una desagradable sonrisa de dientes ennegrecidos y sucios también de sangre.

-Perro del sur. Acércate y te lo cuento al oído.

Se observaron mutuamente. El hombretón habló de nuevo- Se la robamos a unos bastardos gusanos aesires. Otra esclava afirmaba que era hija de algún señor. Se le notaba por las maneras. Comprobamos que es virgen. Un coñito suave y delicioso.-Se puso a reír y perdió más sangre. Se encogió luego de hombros- A dónde la vamos a llevar. A nuestras tierras. Cualquier jefe de clan o tribu pagaría muy bien por esa zorra.

Le corté el cuello de un sólo tajo, haciendo honor a mi promesa, sin que sus palabras desvelasen nada más allá de lo común.  Violada, por supuesto, era algo de esperar.   

Desclavé la hoja del tronco del árbol con gesto de fastidio y ayudé a los demás a empacar aquello que valiese la pena de todo lo que poseían los vanires.  Cuerda, carne seca, un par de odres de vino rancio, armas y cuchillos.  Me hice con otra espada y su vaina, que até a mi espalda. Y una capa de piel de oso negro con varios agujeros de flecha.

—Vale, Brevea. Acaba con tus rezos y desandemos en camino.  Que Maclo vaya contigo y la carga la repartiremos entre los demás.  Bromn — busqué al niño cimmerio — las mujeres quedan a tu cargo.  Síguenos.

Esa noche y madrugada transcurrió curando y lamiendo heridas, descuartizando a perros vanires, recogiendo armas, comida, pieles, ropa, calzado, colgantes, anillos, brazaletes…Cualquier cosa que fuese necesaria.

Una pira funeraria para las amigas caídas y solo colmillos de lobos y alimañas para los enemigos norteños.

Maclo se apenó por lo de su padre. No se apartó de Zeleria, dedicada a sus heridas. Y no, narró que no había sido violentada, al contrario de la mayoría de mujeres. Era un bocado demasiado apreciado en el norte. Ella valía lo que se dice, su peso en oro.

Se prepararon unas parihuelas para Zeleria, así la travesía le sería más leve, arrastradas por uno de los cuatro caballos, que pasaron de dueño sin que los animales se inmutasen. Estaban en buen estado, bien cuidados, mucho mejor que el propio cargamento humano. Taura insistió en que la guerrera cimmeria no podría viajar a caballo con la seguridad de que su cuerpo aguantase.

-Ha pasado lo peor. Y eres fuerte y robusta. Tus caderas son anchas, podrás parir poderosos guerreros cimmerios. -Miró a Arkra con cierto aire de agradecimiento y a la vez desdén.

El camino de regreso elegido fue el mismo que habían tomado los vanires, varias de las cimmerias lo conocían bien, o se les había quedado en la retina los senderos adecuados, las trochas concretas por donde pasar y los lugares protegidos para acampar, evitando así los desfiladeros y el lago helado.

Atrás, quedaba Vanaheim

El regreso siguió bajo las tupidas copas de los abetos, la espesura del bosque formaba un techo de ramas y hojas que tamizaba la luz, haces de rayos dorados semejantes a lanzas, que marcaban el camino. La senda os condujo más y más hacia Cimmeria. Ningún lobo apareció, ni oso ni hombre tampoco, delante o a nuestras espaldas, manteniendo en todo momento una actitud vigilante, aunque por las noches escuchabais el aullido lúgubre de los lobos clamando a la luna. La caza fue abundante y los dos primeros días no hubo tropiezos. Las heridas del cuerpo y del alma sanaban bien, e incluso Zeleria podía dar unos pasos cada día.

El amanecer del tercer día os conduciría pronto a la bifurcación aquella donde elegisteis atravesar el lago. Ese día el clima empeoró y la nieve hizo acto de presencia una vez más. Pronto, el bosque se vistió de blanco.

No era fácil caminar con aquella pierna dañada. Necesitaba reposo, pero reposo no podía encontrar en el camino que atravesaban. Había empezado a dar algunos pasos. Pasos dolorosos y cortos, pero pasos. Aún era pronto para empezar a andar, pero Zeleria necesitaba dejar de ser una carga para el resto. 

Arkra se había convertido en un líder. Estaba orgullosa de él, aunque todavía no se lo había podido demostrar cómo merecía y realmente le apetecía cada vez más. Sus heridas habían empezado a sanar y sólo la pierna seguía dándole guerra. De no ser así, ya se habría abalanzado sobre él alguna de aquellas noches, pero de momento debía seguir esperando. 

- ¿Creéis que Volga y los suyos regresaron a su hogar? - Les preguntó a Arkra y Arvak. - Puede ser que se conformaran con la mueryde Dardo... - Dijo sin mucha fe en sus propias palabras. 

Había empezado a nevar de nuevo. Las temperaturas bajaban otra vez y la tregua que les habían concedido los dioses podía acabarse de golpe. Sin una tormenta de nieve iba a sepultarles, debían estar precavidos. Miró hacia el cielo y contempló la nubes, la dirección del viento y cualquier factor que pudiera ponerles en alerta.

Brevea encontró una maza adecuada para Arvak, el cual se mostró muy agradecido. Era una buena arma y del tipo al que el guerrero estaba acostumbrado.

Aunque las mujeres habían demostrado ser muy duras y buenas luchadoras, Arvak se mostraba siempre atento a cualquier cosa que pudiera acecharles. Si bien no era especialmente observador de su entorno siempre estaba en tensión dispuesto a moverse y cubrir cualquier puesto del grupo.

Andaban muy lentos, pero era mejor así. Aparte de Zeleria, algunas mujeres estaban débiles y marchaban apoyándose en otras, por lo menos el tiempo les acompañaba.

- Mejor que sea así. - Contestó Arvak a Zeleria - La verdad es que preferiría no volver a encontrarme con ellos, no quisiera matarlos.

El viento arreciaba y cada vez hacía más frío hasta que llegó el punto en el que empezó a nevar. Arvak observaba preocupado el cielo pensando en la tormenta que tuvieron días atrás. Tras un tiempo llegaron al lago que se había tragado a Dardo.

- No me arriesgaría a atravesar de nuevo el lago, hay que seguir el camino pero corremos el riesgo de un encuentro indeseable. Hay que estar alertas.

El grupo ahora era más numeroso y estaban bien armados, la mujeres ya habían demostrado su arrojo y valor aunque estaban muy cansadas. No serían una presa fácil.

La Vuelta parecía más relajada. Las mujeres iban mejorando, la comida regular y la falta de golpes y violaciones las hacía mejorar a ojos vista. Incluso Zeleria parecía querer echar a andar en cualquier momento.

Sin embargo, cuando se acercaron a la zona donde consiguieron huir de los cimerios, pagando la vida de Dardo a cambio, era cuando las cosas podían ponerse feas. Si, ahora eran más e iban bien armados, pero seguían sin ser un desafío demasiado grande para una partida de curtidos guerreros norteños.

Abrid bien los ojos, no queremos sorpresas.