Partida Rol por web

- Esperemos a que duerman. - Propuso Zeleria. - Lo que les vayan a hacer ahora, se lo habrán hecho ya y... - Suspiró. - Aunque suene feo, lo más importante es actuar bajo el amparo del sigilo. - Determinó la norteña. - Si nos descubrirnos ahora, nuestras posibilidades de salir airosos de ésta, se reducirán ostensiblemente.

Esperar a que aquellos bastardos durmieran y que fueran menos los que permanecieran vigilantes era su mejor opción. Inferiores en número y malheridos no harían nada si no igualaban un tanto las tornas y esa era en esos momentos, su mejor baza. 

Ella se encargaría de ir a por los caballos. Dependienfonrrl número de prisioneros que rescataran sus compañeros apuñalaría a más o menos caballos. Una vez escaparan, no podían seguirles. No obstante, permanecería atenta con el arco y el puñal por si podía disminuir el número de adversarios. Además, si encontraba armas sueltas, las recogería para repartir entre los cimmerios que liberasen. Así come estaba, era lo mejor que podía hacer.

-​​​​​​-Hazte con los caballos, Zeleria y espéranos en la linde del bosque.  Si caemos.. escapa.  Por lo menos sobrevivirás tú

Brevea estaba contenta, liberar prisioneros y calmar espíritus heridos era su especialidad. Tal vez si actuaran antes... pero no, mejor esperar, auqnue ya las hubieran violado...

Esperé a que los Aesires se hartaran de las prisioneras y que se retirasen a descansar.  Sentía rabia por la indolencia y la relajación que mostraban ¿Acaso habían viajado por delante del temporal?¿O eran, como se decía, mitad hombres, mitad gigantes de hielo?

A la hora del ataque me dirigí hacia ellos por el lado contrario a los prisioneros.  Al amparo de la oscuridad, con una buena visión de los movimientos de mis aguerridos aliados. En cuanto Zeleria se llevase los caballos y los prisioneros atacasen, así lo haría yo.   Cinco o seis podrían caer sin oposición, si llegase a ellos antes de que despertasen. Cinco o seis estocadas a los cuerpos durmientes, suficientes para herir o matar.  Y luego huir hacia el bosque y esperar acontecimientos

Arvak comentó una idea mientras aquellos dos violaban a las indefensas prisioneras.

- Ahora que están ocupados no prestarán mucha atención y Velina y yo de un par de golpes de espada los podemos descabezar. Las mujeres gritarán, pero ya lo están haciendo, de hecho deberían seguir haciéndolo.

- Yo creo que me puedo hacer pasar por uno de ellos y llevar a Velina al hombro como si hubiera acabado ya con ella. Su cuerpo me puede cubrir la cabeza si la llevo al hombro. Eso nos permitiría acercarnos a los de la hoguera.

- Mientras, la idea de Arkra de acerarse a los dormidos es buena, podrás acabar con algunos hasta que Velina y yo acabemos con los que están de guardia.

- En cuanto a Brevea y Zeleria, cubriendo con flechas lo que salga mal.

-​​​​​​-No, debemos esperar a que todos duerman. Demasiadas cosas pueden salir mal con tantos despiertos..¿Qué opináis?

Arvak asintió y tomó a Velina por los hombros.

- Se que seguramente son amigas tuyas y que se te enciende la sangre, pero hemos de esperar a que duerman, es lo más prudente. Te juro que tus amigas tendrán su venganza y tú podrás verlo.

La aguerrida cimmeria comprendía la situación. Se mordió los labios y apretó las mandíbulas. Las lágrimas pugnaban por asomarse a sus brillantes ojos. 

-Pero...pero...-apoyó la frente en el amplio torso del bárbaro cimmerio, refugiándose en el calor de su pecho - Prométeme que sufrirán, que les arrancaremos las entrañas y devoraremos sus corazones todavía calientes.

Arvak 16, el +9 no cuenta, es error.

La noche es oscura y alberga horrores.

Los horrores que tenéis que soportar en forma de violaciones y maltratos de los vanires a las prisioneras.

Los horrores que proceden del sur y que se abalanzaron sobre los guerreros del norte aprovechando una noche casi sin luna.

Brevea necesito dos flechazos para tumbar al grandullón que mantenía centinela en un extremo del campamento. Al pecho y al cuello. Mitra la acompañaba en sus disparos. A la vez, Arvak , Arkra y Velina ya se habían deslizado cerca del círculo que componían las cautivas vigiladas por cuatro hombres. A la luz de las llamas ondulantes, tuvo lugar una danza de espadas y cuchillos. El cimmerio eliminó de forma fácil a uno de los guardias y fue al por el siguiente, que ya se revolvía desenvainando su espada.

Arkra no fue tan silencioso. El guardia más cercano lo vio, aunque tarde, y se llevó un tajo en la garganta que acabó con su vida. Feroz y efectivo, Arkra destripó al siguiente. El cuarto que quedaba y que se enfrentaría al gigante cimmerio, dio la voz de alarma, sus gritos se deberían escuchar hasta en los confines helados del mundo muy al norte.

Mientras tanto, Velina, sedienta de venganza y sangre, cortó un cuello de un durmiente. Pasó al guerrero de al lado, pero no vio que el hombretón estaba despierto, quizá no podía dormir. La joven Velina erró en el tajó que lanzó, el vanir la esquivó y pronto enarbolaba su hacha dispuesto a luchar.

Todo fue muy rápido. Algunas mujeres despertaban, aturdidas, otras dormían. También se despertaron el resto de vanires o estaban apunto, sin todavía ser muy conscientes de lo que sucedía. Las flechas de Zeleria volaron entre ellos, sin alcanzar a ninguno pero al menos entorpeciendo sus movimientos, y obligando a que recogieran sus escudos.

Zeleria gruñó enfadada al ver que sus flechas volaban hacia sus enemigos sin llegar a dar en el blanco. Estar tan mermada físicamente le estaba haciendo fallar en el combate, algo que si duda Crom no aprobaría. Odiaba auquella situación, más por lo poco que aportaba al ataque, que por el insufrible dolor que sentía. 

- ¡No veréis un nuevo amanecer, vanires! - Alzó la voz.

Al fin y al cabo ya se había dado el toque de alarma. Si alguno de aquellos malnacidos cargaba contra ellas libraría así a sus compañeros de ellos y podrían dedicarse a eliminar al resto.

Agarró su arco y comenzó a lanzar una flecha detrás de otra tratando de abatir a alguno de aquellos secuestradores y violadores. Nada le gustaría más que despellejarlos con sus propias manos, aunque no estaba en condiciones de combatir cuerpo a cuerpo.

Brevea con ayuda de Mitra continúo eliminando amenazas, empezando por aquellos de entre esos perros sarnosos que se encontraban dispuestos a la lucha pero todavía no estaban enzarzados en combate cerrado con sus compañeros.

A diferencia de Zeleria, lo hizo en silencio, metódicamente y con precisión. Prefería no rematar a los enemigos, sino herir al máximo número de ellos para ralentizarlos y facilitarles las cosas, tanto a sus compañeros acuchilladores como en una posible huida posterior.

Lancé el puñal a aquel gigante que se disponía a combatir contra mí y Arvak simultáneamente y me giré hacia el otro lado. Tenía la certeza que el veterano guerrero tuerto no desaprovecharía el instante de aturdimiento de su oponente, tal era mi confianza en su habilidad.

Me moví rápido, por el exterior del pequeño campamento, de manera que cualquiera que se me aproximase cayese víctima de las flechas de Brevea y Zeleria y me lancé hacia los malditos Vanires antes de que acabasen de armarse.  

Arvak había conseguido penetrar en el círculo de cautivas, acabando con uno de los guardianes mientras Arkra daba cuenta de otro. No había sido un combate limpio, pero que Crom le juzgase después por los resultados. Junto con los cadáveres habían caído sus armas.

- ¡¡ Mujeres, venimos a liberaros !! ¡¡ Velina es la que nos ha guiado aquí para salvaros !! ¡¡ Tomad las armas y luchad por vuestra libertad !!

Al menos las más fuertes tendrían la posibilidad de vengar las humillaciones recibidas. Esperaba que el nombre de Velina fuera conocido por alguna y que infundiera confianza en ellos.

Sonrió al gigante que se le enfrentaba, esto sí era un combate directo frente a frente a su adversario, un combate digno.

- ¡¡ Por Crom que hoy cenaré tu hígado !! - gritó mientras blandía con fuerza el acero que le había dado Zeleria a la vez que intentaba esquivar la acometida del gigante.

Velina pudo esquivar el hacha del bruto vanir, por poco. Contraatacó con su lanza y le hirió en el brazo. Pero el guerrero era grande, apenas acusó el corte y golpeó con el extremo de madera de su arma en la cara a la chica, que casi se cae hacia atrás.

Las flechas de las dos amazonas llovían sobre el campamento. Cantaron los arcos, el sonido seco y vibrante de las cuerdas. Brevea no fallaba, hirió a uno en el torso, cerca del cuello, y al que luchaba contra Velina en la pierna; un tercero detuvo el dardo con su escudo. Los proyectiles de Zeleria surcaron el gélido aire nocturno de las montañas, molestaron sin acertar, pero una de ellas sí impactó en la pantorrilla de uno de los dos gigantes vanires.

Los guerreros sorprendidos se apresuraban. El par de moles tan grandes como Arvak, en particular uno de ellos sobresalía por su altura, ya blandían sus armas. El alto, gritaba instrucciones y órdenes en su lengua áspera. La rabia y el fuego brillaba en los ojos de los cinco. Los otros dos, alcanzaban corriendo sus arcos.

El cuchillo de Arvak hizo su efecto. Se clavó en un hombro del guardia, este giró su espada volteándola contra el decidido Arvak, al que no le costó nada evitar el cruel acero. La acometida del rudo cimmerio abrió un tajo en el muslo de la pierna del pelirrojo.

Entretanto, Arkra se movía igual que un fantasma asesino en la noche, corrió hasta el venir herido en el pecho apurado tensando su arco. Una patada en la cara primero y luego el círculo que describió su acero le abrió el pecho de lado a lado; el chorro de sangre salpicó la hierba circundante, y el norteño quedó tendido boca abajo, inerte, en el húmedo suelo del bosque.

-¡Velina! ¿Velina? –alzaron la voz, sorprendidas, asustadas, las cautivas. Estaban maniatas con recias cuerdas, unas a otras, y los tobillos también.

Uno de los gigantes se lanzó a por Arvak.

El otro gritó furioso frente a Arkra.

Zeleria corrió todo lo que le permitió si maltrecha pierna,hacía donde se encontraban las cautivas. Si objetivo era evidentemente era liberarlas. Portaba consigo su puñal, con el que cortaría las sogas que ataban a aquellas mujeres y con el que no duraría en defenderse si alguno de los vanires se le acercaba. 

Buscó con la mirada a Maclo. Ella era su propiedad y de ser hallada, la primera de las mujeres a las que rescataría. Luego sería el varón, sin duda más fuerte que las mujeres y si cogía un arma, quizás pudiera ayudar a sus compañeros enfrascados en combate. Aunque claro estaba que si no lograba localizar a Maclo, iría liberando al resto.

Combate que de momento no estaba yendo mal. Habían caído muchos enemigos y otros habían sido heridos. Ella, en sí situación, no estaba aportando demasiado a la victoria, por lo que su principal utilidad podía ser aquella, liberar a los prisioneros y que éstos lucharan también por sus vidas y por su libertad. 

Brevea, como un ángel silencioso de la muerte, continúo sembrando el pánico en el corazón de sus enemigos y el caos en el campamento. Desde su posición practicó el tiro al vanir, eligiendo como blanco a todo aquel que osara levantar la cabeza del suelo y centrándose en aquellos que más gritaban, o ladraban, suponiendo que serían los cabecillas que trataban de organizar a su gente.

Agotada la sorpresa, el inevitable enfrentamiento contra un oponente de aspecto temible.  Habíamos golpeado muy duro, varios muertos y algún herido de su lado, pero todavía podíamos acabar todos muertos.

Mi oponente era un coloso, apenas un poco más alto que yo, pero mucho más ancho de espaldas.  Llevaba un escudo redondo de madera que le daba ventaja, pese a mi superior alcance. Simplemente una buena defensa por su parte y mi arma quedaría trabada, dejándome a la merced de su hacha.   

Finté un golpe hacia su lado desprotegido, obligándole a levantar el escudo y salté hacia él sin golpearle. Traicionero como una serpiente, esperé su golpe con el hacha para sajar su brazo o su puño desprotegidos.  

No quería perder demasiado tiempo enfrascado en un combate incierto.  Pero menos aún que la impaciencia me hiciese perder la vida.