Partida Rol por web

El siguiente tramo fue mejor. Velina avanzó acercándose a la mitad del lago. Arvak sí tuvo problemas, el hielo cedía y la mula era reacia a moverse. Tironeó de ella a la vez que evitaba las grietas. Brevea continuó paso a paso, guiando a su caballo, cuando comprobó que el suelo resistía y que Zeleria lograba seguirla, ató la cuerda a la montura y se la lanzó a Zeleria y esta a Dardo antes de proseguir camino.

Arkra no pudo evitar que su caballo se hundiese más y más, entre relinchos y coces. Los ojos del animal reflejaban el pánico que padecía, su jinete soltó las bridas para salvarse y correr en dirección opuesta saltando sobre las capas de hielo que se rajaban. Dardo, entretanto, luchaba por su vida, pero era tragado por las aguas congeladas, que ya le cubrían hasta el torso. No alcanzaba el extremo de la cuerda a pesar de sus desesperados intentos.

Los cimmerios observaban. Las provocaciones de Arkra supusieron una rabieta en un par, que decidieron entrar al lago, pero en cuanto a uno de ellos se le hundió la pierna en el agua, sus camaradas les hicieron desistir. Es entonces que podéis comprobar con horror que seis de ellos, incluida la propia Volga, alzan sus arcos y apuntan, decididos a ensartaros. Tal vez no les gustaron los insultos de Arkra, o que no valoraban tanto el honor. O temían que os fuerais a escapar.

La media docena de flechas volaron sin demasiado acierto. Una se llevó por delante media oreja derecha de Zeleria; otra se clavó en el caballo moribundo de Arkra. Y una tercera atravesó el costado del cuero de la armadura del mismo Arkra, notas el impacto pero no llega la punta a la carne. Entonces Arvak consiguió lanzar su cuerda a Arkra y este a Dardo, para luego continuar huyendo deprisa.

Zeleria y Brevea repelieron el ataque con sus arcos y flechas. La pelirroja atravesó el pecho de un cimmerio e hirió a otro en el estómago; su tercera saeta se clavó en un escudo. Zeleria no tuvo éxito en sus tres lanzamientos, perdiéndose dos sus afilados dardos en la maleza del bosque y el otro en un escudo también.

Dardo tampoco pudo pillar la otra cuerda, la de Arvak. Lo intentaba con ahínco. Las aguas cristalinas, de una tonalidad azulada, heladas, lo abrazaban y tiraban de él hacia su seno profundo del olvido.

- ¡Dardo, coge la maldita cuerda! - Le ordenó Zeleria con ímpetu. 

Ya se temía lo peor. Arctostafilos estaba condenado por su falta de espíritu. Se notaba que no era cimmerio por su inutilidad a la hora de luchar por su vida. Era como si se hubiera rendido a una muerte segura. En parte le daba pena. Había demostrado ser un compañero leal, aunque por otro lado le daba rabia. No entiendia porqué no se agarraba a esa condenada cuerda.

- ¡Si no lo quieres hacer por ti, hazlo por Maclo! - Le instigó mientras disparaba una ráfaga de flechas hacia los cimmerios de Volga.

Mientras tanto se alejaba del fuego enemigo. Estaba claro que no les seguirían a través del lago helado. Iban a perder una montura y probablemente a Dardo. El precio estaba resultando muy alto, pero al menos parecía que si lograban atravesar el lago, podrían continuar tras la pista de Maclo.

A Dardo se le escape la cuerda, varias veces, entre sus congelados dedos. Empezó a sentir como la lasca de hielo donde se mal tenía en pie era arrastrada por la corriente, bajo el lago, y con ella su propio cuerpo.

Empezó a tragar agua helada a borbotones y varias flechas cayeron a su alrededor. Ojalá se hubieran clavado más profundo en el hielo para poder usarlas de escalón, pero parecía como si el mismísimo Odín el tuerto la tuviera con el pobre Arctostáfilos.

Intentó consolarse a si mismo, diciéndose que Volga le echaría de menos, pero… ¿A quién iba a engañar? Rápidamente los escasos recuerdos de su juventud desperdiciada pasaron a través de sus ojos, junto con una calma y una paz como no había conocido antes.

Dejó de luchar y el lago reclamó lo que era suyo. Con suerte sus vísceras alimentarían a las alimañas del bosque y podría vivir una segunda vida formando parte de sus ser, libre de la codicia humana.

Dejé que las aguas se tragasen mi caballo y me giré rápidamente hacia el interior del lago. La mirada de pánico de la leal bestia me acompañaría el resto de mi vida, la cual, por otra parte, podría no ser muy larga.  

Dardo se hundía sin remedio, sus dedos entumecidos incapaces de agarrar las cuerdas que le lanzamos.   Quizá debió retirarse a Koth cuando enfermó, o quedarse en la aldea Cimmeria. O quizá ya estaba su destino sellado desde que salió en busca de Maclo.  Maldita Maclo.

Una flecha impactó en mi cadera, su punta desviada por una de las tachas y el impacto reberveró en mis huesos, espoleando mi huída por el traicionero hielo.

-Dejadle y corred. ¡Zeleria! - la fiera guerrera se empeñaba en disparar una y otra vez, temía verla caer de un momento a otro - ¡Corre! No te entretengas - apremié mientras avanzábamos saltando entre placas de hielo.  Los amigos de Volga no eran grandes arqueros, pero solo solo necesitaban algo de suerte y suficientes intentos para acabar matándonos como a conejos.

Arvak gritó con furia al ver como las aguas heladas tragaban a su compañero mientras tiraba inútilmente de la cuerda.

- ¡ Sigamos !, tendrán que rodear el lago, pero de seguro seguirán la persecución.

Había que correr y ganar la mayor distancia. La rabia recorría su cuerpo y el ansia de venganza crecía en él. Mataría a los vanires de la forma más espantosa que pudiera concebir, pero también daría cuenta de los cimmerios, por mucho que estuviera de acuerdo con muchos de sus planteamientos.

- ¡ Corramos !

El joven Dardo se hundió irremisiblemente en las aguas procelosas y heladas del lago. Sus esfuerzos fueron vanos, y su cuerpo ya de por sí castigado, fue reclamado como tributo para cruzar el lago. Su brazo, su mano, incluso su cabeza, aparecieron a intervalos hasta que finalmente desapareció por completo.

Vítores y júbilo fue la respuesta por parte de los cimmerios en la orilla.

Los demás no lo tenían mejor. Corrían y saltaban entre las placas de hielo con la urgencia del siseo de las fechas enemigas a su alrededor. La que no quería rendirse sin devolver la muerte a sus perseguidores fue Zeleria. Dos de sus tres fechas alcanzaron su objetivo, en un escudo, y sesgó la vida de otro de los guerreros. Brevea la imitó sin tanta fortuna esta vez, aunque al menos mantuvo ocupados a los cimmerios.

La huida continuó. Arkra saltaba y casi bailaba de aquí para allá. Los gritos de los guerreros blasfemaban y maldecían a sus espaldas. Los arcos cimmeros cantaron una vez más, alcanzando la espalda de Zeleria, pero la armadura y la distancia contuvieron a la punta de hierro de la flecha. Otra se clavó en las posaderas de la mula de Arvak, que le costó un reino y sudores salvar el pellejo de la testaruda fiera. Delante Veleria se movía ágil y rápida.

Los dardos mortales volaban sobre el hielo. Volga hizo un amago de entrar en el lago, pero la contuvo su hermano. Vosotros estabais ya fuera de alcance, y de intentar seguiros a través de la superficie helada ahora resultarían ellos las presas a abatir. Con todo, alguno probó suerte empujado por su sangre caliente, abandonando la idea a los pocos metros de hielo.

Finalmente alcanzáis la otra orilla. Sudorosos, agotados, con frío y calor a la vez.

A salvo.

Sin Dardo.

Cerca de los confines del mundo.

La muerte de Dardo fue un contratiempo. Zeleria se sentía en parte responsable por no haber acudido en su auxilio de forma más activa, aunque en el fondo sabía que había obrado bien. De haberse acercado a Dardo podría haber acabado igual que él, en el fondo helado del lago. Además de que se habría expuesto a la lluvia de flechas cimmerias. 

- Debemos seguir. - Comentó aquella mujer con una mirada resoluta. - Espero que los dioses a los que rezaba Arctostafilos, le acojan como se merece. 

Sin más, Zeleria arrancó las flechas que aún pendían de se armadura, descansó unos pocos segundos antes de recobrar el aliento y se dispuso a continuar. 

- No se van a detener. - Expuso. - Tendremos que volver a enfrentarnos a ellos y en esa ocasión, mejor será que estemos preparados...

-Larguémonos de aquí - resoplé por el esfuerzo mientras fijaba mi mirada en la orilla enemiga.   Se atreverían a cruzar, poco a poco, sin la amenaza de nuestros arcos pues, a pesar de haber sufrido tres bajas y otras tantas heridas, seguían siendo más numerosos que nosotros. El rencor en sus ojos decía más que mil palabras.

-Los vanires están a nuestro alcance - cogí aire dolorosamente al enderezarme, poco habia faltado para que la flecha bebiera mi sangre- Y tenemos a Volga detrás...Pero el día acaba ya. Nadie, por muy valiente que sea, atravesaría esta traicionera llanura helada de noche.  Esperaremos a que caiga la noche y avanzaremos tan rápido como podamos.  Todo lo que andemos hasta el alba será nuestra ventaja.  Ahora es cuando algo de nieve nos ayudaría, pero tenía cada vez más claro que ésta tierra nos odiaba. -​​​​​​Quizá al amanecer - si los perros vanires eran humanos y no bestias nacidas del hielo - Tengamos a Maclo ante nuestros ojos.

-Su mirada estaba enferma. Ese hombre ya era un muerto antes de cruzar el lago.-dijo, áspera y sincera la joven Velina.

También acusaba la fatiga de la carrera y la ansiedad. Recuperó el aliento, escuchando a Zeleria y Arkra. -Este territorio no lo conozco, pero he oído hablar del camino a través de las montañas. Con antorchas...pero la noche es traicionera. ¿Estáis seguros de querer eso? 

Sus ojos dudaban.

-Estaremos agotados al alba cuando encontremos a esos piojosos. Pero si un sureño está dispuesto a eso, una cimmeria que vale por cinco de los tuyos, no se quedará atrás.

Brevea se sentía desazonada por haber dejado morir a Dardo y no dejaba de juguetear con su colgante. Una lástima que su equipo también fuera pasto de los peces, con enemigos delante y enemigos detrás, hasta la última flecha podría ser decisiva.

Fijó la vista en Velina, no se acababa de fiar de su guía. Parecía demasiado entusiasta y arrojada, pero… ¿la movía sólo su afán de venganza? ¿O los estaba utilizando? – Dices que nunca has pasado por aquí y sólo has oído historias… ¿Qué cuentan esas historias? ¿A que peligros nos enfrentamos en la oscuridad de la noche?

- Akra, estoy contigo, debemos movernos rápidos y silenciosos mientras podamos. Cada vez somos menos y necesitamos pillarlos desprevenidos, pero necesitamos saber todo lo que podamos por adelantado. Demasiado hemos perdido ya – dijo mientras besaba de nuevo su colgante.

Velina no dio importancia al tono empleado por Brevea, ella misma se expresaba con brusquedad.

-No son historias, son verdades de la gente que cruza para comerciar, saquear, o capturar esclavos. Hay osos y lobos, como en mi tierra, y los pasos son desfiladeros angostos que nunca he pisado.

Se acuclilló y con una rama trazó caminos en la nieve. -Los perros vanires cabalgarán al noreste, y luego torcerán al norte y noroeste, por aquí. -dibujó un semicírculo.- Entonces, podemos emboscarlos en esta zona. Pero no creo que sea antes de un día, mañana tarde o al día siguiente.

No parecía segura por completo de los tiempos. Se puso en pie y agudizó la mirada a la orilla opuesta- Y esos otros. Por Crom, qué diablos les habéis hecho? No entendí mucho de lo que les gritabas- añadió dirigiéndose a Arkra. 

Por un instante Arvak se giró hacia el lago, hacia el sitio donde Dardo se había hundido.

- Que tengas mejor vida allá donde vayas, compañero. - Murmuró de forma casi inaudible.

- La ventaja que ahora tenemos la perderemos si descansamos. Hemos de continuar mientras nuestras fuerzas aguanten. Pero pensad que la meta no es solo llegar, sino que además hemos de llegar con las fuerzas suficientes para hacer sufrir a esos vanires por los compañeros caídos, por los secuestrados y por todo lo que nos han hecho pagar. - El ojo de Arvak parecía brillar de pura ira. - Su muerte no será rápida.

- Además si nos detenemos perderemos la ventaja que tenemos sobre los cimmerios. No creo que se den por satisfechos con la vida de Dardo, pensemos en lo peor y es que aún nos sigan.

Observaba a Velina.

- No los subestimes, valen tanto como cualquier cimmerio... - Y observando a Zeleria - ...y algunos mucho más. Para honrar a Crom tenemos que bañarnos en la sangre de nuestros enemigos y pisotear sus cadáveres.

Ya no miró atrás al lago. Empuñando su arma en una mano y las riendas de la mula en la otra comenzó a andar.

- El que no pueda andar que suba a la mula. Si nos vamos turnando con llegaremos tan cansados.

- Estoy de acuerdo con Arvak. - En efecto lo estaba, aunque sólo fuera por esa vez. - Si nos detenemos ahora los cimmerios nos alcanzarán y los aesires se alejarán. Además, ellos tienen monturas y nosotros no. Unos se nos escaparán y otros nos alcanzarán y no queremos eso, así que debemos la seguir. No hay más opción. Avancemos al menos hasta que no podamos más. 

Zeleria está cansada, agotada y todavía dolorida de las heridas recibidas en los últimos días, pero todavía si determinación de mantenía férrea, todavía. Cogió sus cosas y se puso a caminar al frente de sus compañeros. Cuanto antes se pusieran en marcha antes dejarían de valorar la idea de detenerse para ser atrapados y asesinados por sus iguales.

Decididos a continuar sin detenerse a descansar durante la noche, de nuevo en marcha, guiados por Velina y un Arvak colérico que tiraba de la mula, única montura que quedaba junto con el caballo de Brevea. Todos de acuerdo, sin fisuras.

A la luz fantasmal de las antorchas penetráis la noche igual que sombras prófugas determinadas a repartir muerte y a rescatar a Maclo, la hija de vuestro señor de la guerra  y amigo.

Lenta, penosa, fría, intensamente fría, es la noche. Acompañados por el ulular siniestro del viento gélido y en ocasiones el aullido lejano de los lobos, la travesía es dura y no carente de desolación en los corazones.

Una hora apenas había transcurrido desde la salida de un sol titubeante y tímido solapado por los grises cirros que cubrían por completo el cielo. Una lluvia torrencial os acompañó una vez más desde la madrugada, una descarga continua de agua helada y fina, que embarraba el estrecho paso por el cual ahora franqueábais los riscos y que os demoró sobremanera. El sendero, tan angosto que no 

permitía el paso de tres personas en paralelo, estaba salpicado de piedras y depresiones que junto con el aguacero os obligó a una marcha lenta y de continua vigilancia donde pisaban vuestras monturas y vosotros mismos, bordeando un abrupto barranco que caía decenas de metros en una pendiente muy pronunciada. 

Animales y hombres soportaban estoicamente en silencio la ducha interminable, los cascos se hundían por entero en el barro formado, y a veces se escuchaba a Velina musitar una canción cimmeria animando a Arvak y Zeleria a que la acompañasen. En ocasiones hacía un comentario señalando al terreno o a los altísimos picos nevados. 

No tardó en arreciar la tormenta, relámpagos cegadores surcaron el plomizo cielo seguidos del retumbante sonido de los truenos y una espesa cortina de agua ocultaba casi por completo el camino, amenazando con hacerlo impracticable. Daba la impresión de que la lluvia quería castigaros por la sangre que habeis derramado en vuestras vidas o, tal vez, todo lo contrario, lavaba vuestros cuerpos y conciencias de todo ello. 

Aunque lo más probable es que la lluvia tan solo caía indiferente.

¿Alguien va a caballo o en mula?

Ah, recordad que Arvak y Zeleria siguen con las heridas producidas por la sustancia de la cueva. Y Zeleria fue alcanzada por una flecha que le arrancó media oreja...