Partida Rol por web

¡Por las barbas remojadas de Mitra! Esto ya se pasa de castaño oscuro, parece que los dioses nos tienen ojeriza…

Brevea ató las cuerdas a la silla, las lanzó hacia sus compañeros y procuró mantenerse firme en medio de la avalancha. Con suerte todos sobrevivirían, la alternativa era menos halagüeña.

- Pueden estar heridos, ata la cuerda a un árbol que voy a bajar por ellos.

Arvak baja por la cuerda para socorrer a sus amigos, sobre todo intentará acercarse a donde esta Zeleria para cogerla por la mano y ayudarle a salir (o llevar él mismo a la espalda si no puede).

Lo peor de la avalancha había pasado, quedaban sus coletazos. Brevea se las ve negras para sujetar las riendas y controlar a su asustadizo caballo, las patas del animal se hundieron en el barro, y Brevea acabó por ser empujada hacia la vertiente enfangada aunque antes con el auxilio de Velina pudieron atar la cuerda a la silla del equino y lanzarla hacia Arvak. 

Pero el cimmerio no solo no logró coger la soga sino que un corrimiento de tierra lo empujó más metros hacia el abismo enfangado. Se desolló las castigadas manos en un intento de agarrarse a los arbustos, se partieron los enganches de cuero y la gran maza se soltó, rebotando cuesta abajo. Arvak  detuvo su caída en una diminuta repisa natural que sobresalía de la pared del barranco, lo justo para no despeñarse del todo, al mismo instante que perdéis de vista definitivamente a Zeleria, engullida por la tenebrosa oscuridad de la cañada, con un alarido del que pronto solo quedaron ecos apagados, y matorrales y plantas removidos y zarandeados.

Para cuando Arkra se afianzó en la cuerda vio más abajo a Arvak; arriba a unos metros a Brevea luchando por no precipitarse en la pendiente como sus otros compañeros, la pelirroja a un par de metros del borde, resbalándose por momentos. Arkra se movió con presteza y acierto, saltó a la estrecha plataforma de piedra donde se encontraba Arvak. 

La lluvia no remitía pero se se calmaba, también el desprendimiento de tierra llega a su fin. En el angosto desfiladero la pobre Velina trataba de dominar y tranquilizar al caballo donde estaba atada la cuerda. 

-​​​​​​¡Arriba, Arbak! - Comencé a alejarme de la estrecha repisa, gateando cuidadosamente colina arriba.  Solté la cuerda, no quería arriesgarme a que los tirones del asustado caballo pudiesen hacerme perder pie.  La lógica me decía que Zeleria había caído, e incluso que si permanecía viva, nada podríamos hacer por sus heridas.  

-​​​Ésto ha sido el golpe final.  No conseguiremos rescatar a Maclo siendo tres y viajando a pie. De nada sirve el acero contra el viento y el agua, así que, en cuanto deje de llover, bajaré a por el cadáver de Zeleria y retornaremos.  Miré a Arvak, era dfícil que el incombustible cimmerio me convenciese de seguir buscando a Maclo, pero le daría la oportunidad de hacerlo.

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Zeleria estaba al límite de sus fuerzas. Trataba de aguantar como podía, aunque cada vez podía menos. Ya prácticamente no sabía ni dónde estaba y si no se rendía era por orgullo, pues se sabía deshauciada. Solo la intervención divina podría sacarle de allí y sabiendo que Crom no solía interceder por sus fieles, poco o nada había que hacer. 

- ¡Aaaaah! - Gritó tratando de agarrarse a algo. - ¡Vamooooos! - Trató de darse ánimos a si misma por tal de resistir de salir de aquella tumba de barro, agua, rocas y raíces. - ¡No le abandones! - Y aquello último no supo si se lo decía a Crom, a Arkra o a quien...

Arvak miró por un momento a Arkra y luego al fondo del barranco.

- Mientras no tenga la seguridad de que Zeleria está muerta, no la abandonaré. No nos iremos sin saber sin está viva o no.

El musculoso cimmerio hundió una de sus manos en la blanda tierra y empezó a descender lentamente.

Zelaria cerró los ojos. Estaba débil, muy débil. Su respiración se apagaba y su corazón bombeaba lentamente. Estaba agotada y pese a que sabía que iba a morir, no tenía miedo. Al fin y al cabo por fin iba a poder descansar. Su vida se marchaba y Zeleria estaba en paz consigo mismo. Le hubiera gustado tener más tiempo, le habían quedado muchas cosas por hacer y no obstante, estaba satisfecha por como había sido su vida.

Finalmente se fue y se fue en paz. Llena de barro, golpeada, magullada y totalmente destruida, pero en paz. Ojala pudiera reunirse con su madre, la echaba de menos. Si Crom así lo quería, así sería. Tan solo podía confiar en ello pues ya no dependía de ella. Era el final. Era el momento de morir...

- Mitra, nuestra causa es justa, nuestra causa es buena. No permitas que fallemos, porque los inocentes deben salvarse.

Con estas palabras y una buena mano, Brevea intentaba calmar y dominar al caballo para que proporcionase un asidero firme al resto de sus compañeras. Ahora que el alud parecía haber bajado de intensidad, era el momento de sacar a sus compañeros del abismo.

Parecía que Akra estaba trepando, así que se centraría primero en él. Después habría que convencer al testarudo Arvak de que el camino estaba hacia arriba. Y, por último, rezar las mejores oraciones por Zeleria, para que estuviera todavía con vida.

-Arvak, espera! - le lancé una cuerda, que até a uno de los árboles que no habían sido arrancados por la avalancha. -​​​​​​No se si habrá suficiente cuerda.  Le debía la vida a su testarudez y su desprecio por su propia integridad física,  qué mínimo que ayudarle.

-​​​​​​Si encuentras el cuerpo de Zeleria, dímelo y bajaré contigo.  Sólo no podrás con ella. 

Brevea logró asirse con fuerza a las rocas y trepó hasta alcanzar resoplando el estrecho sendero *, cubierta de barro, pero a salvo, entretanto Velina pudo mantener al caballo lo suficientemente calmado para que no se despeñara arrastrándola también a ella. Y de esa manera afianzar entre ambas mujeres la cuerda cuando la pelirroja se recuperó.

Eso dio tiempo a que Arkra ascendiese, lento, seguro, una raíz aquí, una piedra allá, comprendiendo que Zeleria estaría muerta o gravemente herida. Quería regresar, olvidarse de la maldita misión para liberar a Maclo, aunque antes ayudaría al esforzado cimmerio en su empecinamiento por rescatar a Zeleria. Cuando llegó a lo alto del camino, junto a las dos mujeres, empapado de agua y lodo, tras recobrar un mínimo el aliento, lanzó un cabo de la otra cuerda pendiente abajo tras atarla fuertemente al tronco de un árbol que le pareció resistente.

El trío miró hacia abajo, a la profundidad oscura que se despejaba poco a poco una vez terminado el derrumbe de escombros, ramas y rocas. Vieron desaparecer también a Arvak, decidido en su empeño, clavando los poderosos y ensangrentados dedos en la tierra y sus botas hundiéndose en la húmeda tierra.

La lluvia no se detenía, pero el aguacero disminuyó en intensidad.

Cuando Zeleria cerró los ojos, creyó que no volvería a abrirlos. Se iba tranquila por la vida que hubo tenido, los buenos momentos en la lucha, las bromas con los amigos. O en la cama con sus amantes.

Arvak la encontró despatarrada, su cuerpo torcido sobre las piedras y el barro. Pero respiraba. Comprobó sus heridas y la colocó en una posición más adecuada. El extremo de la cuerda llegó al rato, y minutos después lo hizo Arkra, descendiendo con mucho cuidado. El cimmerio tomó en sus brazos a la joven, todo lo delicadamente que el cimmerio sabía hacer. Entre ambos la izaron y desde arriba sus dos compañeras fueron tirando de la cuerda.

Para cuando la maltrecha mujer despertó ya se encontraban todos de nuevo en la senda del desfiladero, apenas lloviznaba, aunque el viento continuaba rugiendo, con menos fuerza. Zeleria hubiese querido estar muerta, le torturaban las heridas causadas por la caída. El hombro derecho dislocado, le costaba respirar ya que tenía varias costillas rotas, el peroné de la pierna derecha partido y un esquince en el tobillo izquierdo. También tenía una delgada rama que le atravesaba el antebrazo del mismo lado.  

-Zeleria - la llamé cuando abrió los ojos, ya fuera de peligro. Era verdaderamente increíble que siguiera viva. -​​​​​​Estamos. Estoy - me corregí -​​​​​​ pensando que deberíamos volver. Sin caballos y en tu estado... Me dirigí al resto, mis ojos no dejaban ya de buscar amenazas delante nuestro, en las lindes del sendero, en las colinas embarradas. Debía obtener de ellos dos algo más que pusilánimes rezos a la vieja Mitra o unos escasos gruñidos testarudos. O mucho cambia la cosa entre hoy o mañana. Una aldea, los Vanires frente a nosotros o tres caballos sin jinete.. o ya sabéis cual es mi opinión.

- Desde luego... - Dijo con un hilo de voz, pero un gesto de dolor le interrumpió. - No estoy para seguir... - Escupió a un lado un esputo de sangre. - Estoy machacada. - Cerró los ojos. - Aunque... - Tosió. - Creo que lo más inteligente sería dejarme aquí. Vanires y cimmerios nos siguen y los dioses... - Le llevó la mano al abdomen con evidente gesto de dolor. - ¡Los putos dioses nos odian!

- Dejáme hacer. La luz de Mitra te sanará

Brevea inició un cántico ritual muy, muy antiguo. Servía no tanto para llamar al dios sino para calmar el herido y poder manipular sus heridas sin dolor. O, por lo menos, no demasiado. El colgante que siempre llevaba puesto le servía para entretener al paciente, cuanto más pequeño y vulnerable, mejor, aunque este último efecto se realizaba por medios que no llegaba a comprender.

El esguince y las costillas no eran sino una distracción para alguien tan recio como Zeleria. El hombro dislocado era fácil, un chasquido, un crujido y volvía a estar en su sitio. Zeleria no podría usarlo de nuevo como acostumbraba hasta que pasaran un par de lunas, pero al menos, la cicatrización ya había comenzado.

Sin embargo, más preocupante era la pierna rota. Con unas tablillas se podría sujetar y la brava guerrera podría continuar a caballo. No sería Brevea quien osara persuadir a la rubia de que era lo mejor para ella misma, aunque su recomendación iría en la línea del reposo absoluto y varias estaciones de recuperación.

Tiempo y reposo, de lo primero no tenían y de lo segundo iban faltos. Más no se podía hacer de momento.

Arvak no se rendía fácilmente y al final consiguió llegar al fondo del barranco consiguiendo encontrar a Zeleria viva, aunque en muy mal estado. Moviéndola lo mínimo consiguió sacarla de la maraña de ramas y piedras en la que estaba envuelta y para cuando llegó Arkra con la cuerda consiguieron subirla por la resbaladiza pendiente.

Era obvio que Zeleria no podía seguir. Observó sus propias manos desolladas y ensangrentadas, él mismo tampoco se encontraba en su mejor momento. Además, había perdido su maza. Era una buena arma y lamentaba su pérdida, pero a fin de cuentas no era más que un objeto, ya se arreglaría con otra cosa.

Estaba muy magullado, pero aún podía seguir. Miró a Velina, aunque ya sabía cual era su opinión.

- Regresad. - Dijo con convicción, sus compañeros habían dado todo lo que habían podido para continuar, no se les podía exigir más. - Zeleria no puede seguir así, Crom debería enorgullecerse de tener una seguidora como tú, pero todo tiene su límite y tú has llegado al tuyo.

- Tomad el caballo y regresad. - No le había pasado desapercibido que algo había surgido entre Arkra y Zeleria. Estaba bien, durase lo que durase, pero sabía que Arkra la protegería como si lo hiciera él mismo. La dejaba en buenas manos. - Arkra, ve con ella y asegúrate que llega a un lugar donde pueda descansar y curarse.

- Velina y yo seguiremos. - De nuevo miró a la muchacha. Sus ojos le decían que su resolución no había cedido un ápice y que buscaría vengarse de los saqueadores de su aldea y que liberaría a los suyos. - Le debo demasiado a ese viejo noble como para que algo menor que la muerte sea capaz de detenerme y mientras pueda respirar no daré por perdida a Maclo.

- Brevea, estaré de acuerdo con lo que decidas. Has cumplido de sobra tu parte y hagas lo que hagas será recordado con honor.

Se sentía incómodo sin nada a mano. El dolor de sus manos era insuficiente para no buscar una buena rama que pudiera de alguna manera suplir su magnífica maza. No estaría equilibrada y se le haría extraña en la mano, pero le serviría de momento.

- Esto es la despedida. Decidle al conde Lambio lo que ha pasado y quizás pueda enviar nuevas tropas. Si no rescato a Maclo pero consigo información intentaré hacérsela llegar. Decidle también que es un honor para mi servir a su casa.

Hora de irse. Con una sonrisa y un gesto de la mano regresó al sendero a continuar su camino.

Zeleria agradeció los cuidados de Brevea. Sabía que no iban a ser más que meras medidas no iban a ser la panacea. Con la pierna destrozada como la tenía no iba a poder seguir avanzando al ritmo del resto, ni tan siquiera a caballo, pues el dolor del trote iba a ser terrible y tendría que parar para descansar en más de una ocasión retrasando al resto. Además, ¿qué haría si encontraban a los aesires? Más que una ayuda sería un completo estorbo. Su viaje había concluido.

- Ha sido... - Se detuvo. Le dolía demasiado hablar. - Un honor. - Le ofreció la mano a Arvak y ésta tomo a la altura del codo a modo de despedida. - Trae a Maclo... - Le pidió.

Entonces miró a Arkra. ¿Le acompañaría a casa? Todo dependía de él en esos momentos. Todo en referencia a Zeleria, claro... Ir sola así como estaba solo significaría una muerte anunciada lenta y agonizante. Ahora solo Arkra podía samvalre y ella le estaría eternamente agradecido si lo hacía.

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