Partida Rol por web

El desayuno parece rivalizar con el festín que os ofrecieron cuando llegasteis la otra noche. Pasteles rociados con canela, láminas de pasta que envuelven confitura de melocotón, bollos rellenos de sabrosas pasas de Corinto, crêpes enrollados alrededor de un oloroso y suave queso, tostadas cubiertas con delgadas tajadas asadas de carne de ave, paté de trucha ahumada untado sobre barquillos con sabor a cebolla, medias lunas de manzana junto con queso, fresa cubiertas de grumosa crema, y gajos de naranja mondadas, tan jugosos y faltos de membranas y semillas como para disolverse en vuestra boca como gotas de miel. La única bebida es un líquido frío tan claro como el agua, que posee un delicado sabor que os recuerda a rosas, manzanas y nieve, todo mezclado junto. Con un trago, vuestra nostalgia del té, el chocolate o los zumos se desvanece en el olvido.

Tras la retirada de los platos de la comida, un extraño hobbit entra en vuestro salón. Viste un chaleco azul y pantalones de color verde oscuro. Su pelo es gris, pero sus ojos poseen un brillo juvenil. Y su barriga es bastante prominente.

-"Bilbo Bolsón, a vuestro servicio." Proclama con una reverencia. "Soy un invitado en la Casa de Elrond y oí que vais a cruzar las Montañas Nubladas. Yo mismo hice ese viaje hace algunos años. Quizás mi experiencia podría seros útil para vuestro viaje." Os dice jovial.

Departís con él un buen rato y comparáis opiniones sobre los mapas que Elrond os ha dado. Tras charlar, toca recoger y partir. Lauriel os está esperando en los escalones delanteros de la Casa de Elrond para despedirse. Aunque está triste, las lágrimas no aparecen en su cara. En lugar de eso, canta una alegre canción sobre la mala suerte que sufre un viajero que busca un lugar abrigado para acampar una tarde de verano.

Galoranna emerge de los establos y se une a vosotros. Os conduce camino abajo hasta un arroyo, a través de un estrecho puente, y asciende la ladera sur del valle. Pronto el camino queda recudido a una senda, para luego desaparecer del todo. La ladera del barranco es escarpada. Con un último esfuerzo, alcanzáis el borde. Galoranna, sin el peso de los pertrechos y sin los ponis, camina más rápido que vosotros. Se detiene para dejaros que la alcancéis, ahora que el terreno es llano.

-"Os guiaré hasta el camino." Os dice.

Las mismas piedras blancas que os marcaron el camino a Rivendel, se pueden ver ahora a intervalos. Terminan en un camino cubierto de malas hierbas al que todavía llaman el Gran Camino del Este, a pesar de que su estado es descuidado a lo largo de toda esa sección.

-"Debo dejaros aquí. Adiós y buen viaje." Os dice triste.

Os despedís y avanzáis por el camino hacia las colinas que se ven al fondo y que ascienden hacia las majestuosas montañas.

Gallind se despide de todos, uno por uno y con cada uno en cada momento. Luego una vez en el camino, ya sin nadie, se aproxima a sus compañeros y dice. - Bueno, aquí comienza la aventura. Han sido unos días relajantes, sin embargo ahora es cuando comienza lo complicado. - Observa al grupo mientras sostiene las riendas de su pony. - Si alguno tiene una pregunta, este es el momento para soltarla. Lo mismo por si alguien desea desistir. Hable ahora o monte en pony hasta el poniente. - Se queda observando al grupo por un momento, luego observa a Rilwen. - No conozco personalmente a Tathariel pero tiempo atrás mi padre me contó una historia sobre la Dolcella de Sauce. Una historia trágica...

Tatharina sale corriendo de la biblioteca con un manojo de hojas de papel entrelazadas con una fina tira de cuero. Estos días los ha pasado estudiando y tomando notas de tanto su historia como la de aquellos que habían vuelto de las tierras allende las Hithaeglir. No quería ser una carga para el grupo y todo conocimiento podía ser valioso, pero, por ahora, le preocupaba llegar tarde a la reunión con Elrond. Era bien conocida la puntualidad de los señores elfos.

En el desayuno aprovecho para despedirse de todo el mundo y no perdió oportunidad de volver a agradecer la hospitalidad recibida. Se acercó tímidamente a Arwen para obsequiarla con una pequeña caja de bronce. - Disculpe mi señora, no quisiera importunarla, pero me gustaría que aceptara este pequeño detalle. Sin duda no compensa el trato recibido, aunque tal vez sirva para que nos recuerde del mismo modo que recuerda las tierras más allá del océano. Le dedicó una mirada brillante y una amplia sonrisa. - Se trata de un fertilizante especial, hará crecer vuestras plantas con un tamaño y sabor excepcionales. Teniendo en cuenta que todo lo que aquí estamos degustando ya es digno de admiración, no quiero ni pensar como será con un pequeño extra. Finalmente, cuando tuvo la tripa llena, se lamentó reflexionando sobre su próxima comida, que sin duda no llegaría a ser ni la quinta parte de deliciosa ni nutritiva.

En el camino, cuando ya Galoranna se despide. La joven beórnida lanza su antiguo cayado al bosque y posa su nuevo bastón en el suelo. - Has servido bien, pero es hora de que vuelvas a la tierra de donde vienes. Entonces asiente a Gallind con determinación.

La historia, dice así...

"Hace mucho tiempo, en un bosque cercano a Lórien y al oeste de Dol Guldûr, vivía apartada de las demás personas una mujer conocida como la Doncella de Sauce, Tathariel en su pronunciación sindarín. Esta muchacha perteneciente a nuestros pueblos, Rilwen, prefería la compañía de los bosques, los árboles y la soledad, a la que los elfos podemos dar. Un noble miembro de Rivendel de nombre Airalin pasó por el bosque de Tathariel mientras llevaba una importante misiva del rey de los elfos del bosque negro, Thranduil, a Lothlórien. Su destinatario no era otro que la poderosa Galadriel, sin embargo antes de poder llegar hasta las salas de la sabia mujer fue emboscado por infinidad de orcos que al verle comenzaron a perseguirle. Con la ayuda de la doncella, Tathariel, Airalin pudo escapar a sus perseguidores. Pero la victoria fue amarga, puesto que el costo fueron las hermosas hayas, los inexpugnables fresnos y los verdosos abetos que tanto cariño tenía por ellos la doncella. Fue un fuego feroz quien arrasó con todo. Nada se salvo, salvo un pequeño anillo de sauces que rodeaban un manantial. 

Ambos se dirigieron a Lórien. Él mandó a buscar hasta Rivendel una reliquia de su familia, una corona mágica. La Corona del Refugio, o Rhivaran en sindarín, protegería el arrasado bosque de Tathariel de los ataques de las huestes del Nigromante, en cuanto plantaran nuevos esquejes.

Aunque de la última morada solitaria saliese en un arca de bella manufactura y robusta piedra custodiada por valientes guerreros élficos, jamás llegó hasta Lórien. El dorado aro, formado por una guirnalda de nogal, se perdió. Tampoco pudo recuperarse información de sus guardianes. Airalin juró recuperar el Rhivaran y retornarlo ha su hogar algún día. A lo largo de los años emprendió varios viajes infructuosos para recuperar el preciado objeto, buscando aquí y allí en todos los lugares peligrosos que conocía. Lamentablemente y derrotado envió a Tathariel noticias de su inminente fracaso. Ella en cambio respondió las misivas con compasión perdonando su juramento y comentándole que a pesar de todo era feliz en Lórien." Y así fue como antaño mi padre me contó la triste historia de la doncella. - Llevaban algo de camino para cuando las últimas palabras del relato salieron de los labios de Gallind. El bardo a penas había notado el trayecto que dejaban atras y sintiendo la garganta algo cansada observó su alrededor y notó lo mucho que había avanzado. 

Tras la charla con Elrond, y de camino al desayuno, Rilwen se acercó a los hermanos Pulgaverde.

Llevaba en sus manos un pañuelo (Pañuelo mágico de Maisi, +1 BO CP) y un collar (Collar mágico de Broc +1 PER)

-Amigos estos dos objetos creo que os podrían ser de utilidad, el pañuelo para Lily y así mejore su puntería, y el collar para que Tolman pueda ver mejor. O al revés, eso como vosotros queráis, pero sería una pena tener que dejarlos aquí, ya que a buen seguro que en el viaje que tenemos por delante, oportunidades de usarlos no nos faltaran. Y teniendo en cuenta que sois nuestros exploradores, no se me ocurre nadie mejor para hacer uso de estos objetos.- Les dijo a los dos hermanos, ya que aquellos objetos podrían serles de ayuda en el camino.

Tras el exquisito desayuno, se despidió de todos, con lágrimas en los ojos, ya que no sabía cuando volvería a verles. Su carácter habitualmente risueño, estaba algo abatido aquel día. Pero pronto el camino y la aventura, volvió a dibujar una amplia sonrisa en su rostro.

La historia que le contó Gallind, le sorprendió, no sabía que también su amigo tenía una cosa pendiente con Tathariel.

-¡Muchas gracias Gallind! Por tan exquisita historia, algunas cosas ya las conocía, y por lo que cuentas de ella, se ve que tu padre llegó a conocerla. Es un alma libre del bosque, más a gusto y cómoda con sus animales y sus plantas, que entre sus iguales. Pero conmigo, fue muy buena, fue una suerte que se cruzase en mi camino. Ella me enseño a amar la naturaleza y los seres vivos. Fue un referente para mi.- Sin darse casi cuenta, había cogido entre sus dedos, el delicado colgante de su amiga, el que pronto esperaba poder devolverle. 

De nada, ha sido un gusto contarla. A mi me recuerda un poco a Tatharina. - Dijo deteniéndose y observando en dirección de la beornida. - Quizás, las dos se lleven bien si llegan a conocerse, son dos almas libres del bosque. Será un honor acompañarte hasta su presencia, amiga mía. - Dijo luego retomando el paso y mirando con cariño a Riwlen. A continuación posó sus ojos en las montañas delante - No recuerdo haber estado del otro lado, será un viaje difícil. Y emocionante, seguro que también emocionante. - Con su capa en la espalda, sostenida por el prendedor, la espada rúnica al cinto y su mágica arpa al alcance de la mano Gallind avanzaba con convicción y seguridad hacia la aventura. Todos notabais como había optado por dejar los cayados en Rivendell y su porte antes ensimismado y calmado se envalentonaba a cada paso hacia las imponentes montañas nubladas. 

Como buen hobbit, Tom se despidió de su homólogo cortésmente... demasiado para lo que era este mediano, pues cada vez que miraba a Bilbo un pequeño escalofrío le recorría el cuerpo como si le recordase a alguien, pero no conseguía averiguar a quién.

Tras que cada uno tomase su camino, Gallind parecía hablador, pues éste se ofreció a contar una breve historia y ante el silencio de sus compañeros, finalmente la comenzó sin más.

Tolman que andaba distraído por el camino se centró de repente en la historia de Gallind, algo le había llamado la atención. No sabía si podía ser el hecho de que se liase con los nombres un poco, y el terrible parecido entre Tathariel y Tatharina le pudiera hacer confundirse, o que le enganchó de lleno pero el hobbit estuvo un rato escuchando sin más, sin estar molestando, sin estar cruzándose, sin nada... simplemente andando y escuchando.

-¿Ya? - preguntaba el hobbit al ver que Gallind se callaba y no parecía seguir - ¿Has terminado? ¿Eso es todo? - parecía que el terremoto se había vuelto a despertar, pero antes de continuar con más preguntas llegaba Rilwen.

Tolman se quedó mirando lo que ofrecía, un pañuelo y un collar... aquellos objetos estaban en la mesa de los elfos.

- Ahhh ¡gracias! ¿Pero no los querías tú? - hizo una nueva pregunta que se añadía a la pila de ellas que podía soltar por minuto - Si no lo quieres por su puesto que lo aceptaré... - hizo unos aspavientos intentando estirarse un poco - Aún no me he acostumbrado a ésta última adquisición. - se refería al jubón de Gallind - La verdad es que me sienta genial, perece que la hubieran hecho para mí.

Se dirigió unos instantes a su hermana.

-¿Cuál es la que más te gusta? A mí me llama la atención el collar con esas filigranas. - ofreció a su hermana a elegir no tan libremente.

Miro a Tolman un poco obnubilada aún por la historia que Gallind nos ha contado. Su pregunta me hace salir del estupor y reaccionar al regalo de Rilwen. Tomo el pañuelo de sus manos y sonrío como agradecimiento incapaz de encontrar aún palabras para hablar. Vuelvo a mirar a Tolmen y asiento bobaliconamente.

En mi cabeza se mezcla la oscura historia de nuestro padre, los peligros de ir tras sus pasos y los lugares y eventos de la historia de la doncella Tathariel... Me arrepiento un poco de no haber preguntado y pedido más consejo a Bilbo Bolsón, pero mi impaciencia por comenzar el viaje es tanta que a penas soy capaz de pensar en algo más que no sea hacer camino. La advertencia de Elrond acerca de encontrar un final como el de nuestro padre me angustia, pero no es suficiente como para que me pase por la cabeza regresar a Bree. Me siento segura y a salvo entre mis amigos. Es lo que me repito a mí misma para reunir el valor que supone la empresa que me he propuesto.

Echo un último vistazo a la morada de los elfos y repentinamente presiento que tardarán en volver días de sosiego como los que hemos pasado aquí. Me gusta el pañuelo, así que me lo acomodo al cuello. Acaricio al pony y es agradable el tacto de su pelo. Creo que los elfos me han transmitido algo de esa tristeza que parece formar parte de ellos. Me pasa por la cabeza un buena fiesta de cumpleaños hobbit, una comida humilde pero sabrosa junto a la lumbre... Me muero por un par de salchichas con cerveza, la comida de los elfos es exquisita, pero se me hace complicado saciarme con ella porque es demasiado bonita para comerla sin más. Cuando me pongo en marcha sigo con una sonrisa infantil en los labios, me divierte preferir la comida hobbit a las delicias élficas. Madre estaría orgullosa de mis gustos de hobbit de pura cepa. Quizá padre también.

Bueno, es todo cuanto pudo contarme mi padre - hizo un pausa rememorativa. - Mi madre lo interrumpió en ese momento. Ya luego no tuve oportunidad de escuchar el resto de la historia. - Se quedó mirando al hobbit, pero este parecía más interesado en ver lo que ofrecía Rilwen. Aún así continúo casi hablando para si mismo. - Lo que falta de la historia tendrá que descubrirse con nuestra aventura. - Dijo con los ojos puestos en la lejanía mientras ambos hermanos cogían algunos objetos que la Semi-elfa les ofrecía. 

El enano partía de Rivendel llevando consigo no solo los buenos recuerdos y la paz a su corazón sino también sabios consejos y varios trucos que mejorarían su buen hacer en la orfebrería. ¡Y qué decir de la comida y de la bebida! Tan deliciosa que Gláin había ganado durante esos días algunos kilos de más, los suficientes para tener que ajustar mucho más de lo que creía su nueva cota de malla.

Durante el último desayuno antes de las despedidas Gláin se mantuvo frugal, o al menos todo lo mesurado que un enano pueda ser ante tal exhibición de viandas. Pero sabía que el viaje iba a ser largo y caminar con la barriga llena no era nada sensato. La despedida fue triste para él pues, en ese corto espacio de tiempo había hecho buenos amigos, en especial los señores forjadores, y todas las atenciones recibidas hacia el grupo, sobre todo hacia él siendo un enano, habían llegado a abrumarlo. Sí, sin lugar a dudas echaría mucho de menos la tranquilidad de Rivendel.

Sin embargo también tenía ganas de comenzar el viaje, no solo porque no quería despedirse de sus compañeros a los que había llegado a apreciar profundamente, sino también porque el mapa encontrado le daba la oportunidad de descubrir ciertos enclaves enanos donde quizás aún se conservaran reliquias pasadas. Eso sí que sería un golpe de suerte. Y sobre todo, no quería dejar sola a Tatharina, la cual le había prometido contarle todo lo que había descubierto.

Durante el inicio del viaje Gláin había esperado a que la joven beórnida se acercara para charlar con él, pero no lo hizo y tras escuchar la bella y triste historia que Gallind relató para amenizar el recorrido, fue el enano el que se acercó a Tatharina, curioso por saber todo lo que ella había descubierto no sin antes dedicarle unas palabras al bardo del grupo.

—Hermosa historia... Espero que algún día conozcamos su final —dijo, antes de girarse a la beórnida—. Estoy impaciente por conocer lo que has averiguado de tu familia.

La primera etapa del viaje, desde la última piedra blanca del sendero hacia Rivendel hasta el punto donde las colinas se convierten en verdaderos picos de montaña, pasa por pinares. Las numerosas coníferas evitan que el viento azote toda la región como en las Landas de Etten al norte. Sin embargo, las colinas están melladas y el terreno muestra muchos cantos rodados y floraciones de granito. El Gran Camino del Este continua menguando hasta un solo carril de ancho, lo suficiente para dar cabida a una carreta de granja. Hay rodaduras apenas visibles a través de una hierba musgosa llamada Sinblas y enteramente invisible en las frecuentes laderas de piedra.

Habéis dejado atrás la seguridad de Rivendel para adentraros en las agrestes tierras del antiguo reino de Rhudaur. Habéis estudiado los mapas que os han dado y habéis sacado en conclusión que hay tres posibles rutas para llegar al Paso Alto yendo por caminos y senderos. Debéis de tomar la decisión de elegir por cuál ir. Las tierras al norte de Rivendel son peligrosas, dado que los trolls habitan en el Bosque de los Trolls y más al norte, en las Landas de Etten. Aunque bien cierto es que los peligros aguardan tras cada recodo del camino. Deberéis de cruzar ríos, colinas, bosques y pantanos antes de llegar a las faldas de las Hithaeglir.

Habéis recorrido bastantes kilómetros durante el día y os encontráis con el primer cruce en el camino (Cruce 1). Si lo tomáis hacia el oeste, volveríais a Bree, pero vuestra ruta pasa por coger el camino del este, hacia levante. Aunque casi no habéis avanzado, sabedores de lo que os queda, os parece que las Montañas Nubadas están un poquito más cerca. Trozos de sombra, que proyectan veloces nubes, se mueven a través de los flancos más cercanos. Detrás de ellas, el sol brilla sobre los picos nevados en el corazón de las montañas.

Es tarde cuando vuestros músculos empiezan a sentirse cansados y lánguidos por el día de viaje. El sol ya baña el horizonte detrás de vosotros. Vuestras sombras se alargan y oscurecen hacia el este. El aire adquiere un brillo dorado y el canto de las aves crece, como el de las alondras de la pradera y los ruiseñores de la montaña, que se preparan para irse a la cama. Es un buen momento para buscar un sitio y acampar. Al lado del cruce hay un pinar y por él discurre un pequeño arroyo.

Cuando Gláin se acercó a la muchacha en el camino, esta le sonrió: - Sí, creo que es buen momento. Aunque realmente Farlan y yo no pudimos encontrar gran cosa, te contaré los nuevos hilos de los que voy a tirar. Si bien Tatharina hablaba para Gláin, lo hacía en un tono suficiente para quien quisiera interesarse lo pudiera escuchar.

Nuestro primer gran descubrimiento fue que mis padres pertenecían a una familia noble del oeste de alto Anduín. Pero antes de mi nacimiento aconteció lo que ya sabíamos, un ejército de orcos y hombres malvados atacó. Al parecer, liderados por un hechicero llamado Moraglar, un elfo oscuro al servicio del nigromante. Pese a que mis padres huyeron, como ya sabes, mi padre murió por un segundo ataque orco en el camino hacia el castillo de Noirins y, aunque mi madre si llegó a su destino, murió dándome a luz. Por suerte, parece que mis padres no fueron los únicos miembros del clan en huir de la masacre y, por lo visto, hay otros que se asentaron en el Valle del Anduín y tal vez pudieran contarme más detalles que aún se me escapan. Al acabar el relato, lágrimas amenazaban con brotar de sus ojos, pero su mirada estaba llena de determinación. Sin duda estaba decidida a averiguar la verdad sobre quien era.

Os habéis dado cuenta, al observar el mapa del Paso Alto, que hay algo que recordáis del mapa encontrado en la fortaleza de los bandidos. Por esa zona puede haber un refugio de los enanos contra la Sombra. Cotejáis ambos mapas y veis que posiblemente el martillo de herrero que marca el refugio puede estar por la zona...

Eso aumenta el número de sitios que podremos visitar. - Dijo volteando en dirección a la beornida con una sonrisa de consuelo en los labios. Buscaba animar a la muchacha cuyas últimas palabras se oían tambaleantes por la tristeza - Yo no tengo prisas y en cualquier sitio, al otro lado de las montañas, podría estar lo que busco. Puedes contar con mi arpa, muchacha. - Comentó e hizo una marcada reverencia inclinando la cabeza y cerrando levemente los ojos. Luego se reincorporó - Además. - continuó diciendo y revisó el mapa. - Creo que si seguimos este sendero podremos llegar a un refugio enano. - Expandió en el aire tanto como pudo ambos mapas. - Aquí, en el mapa que hallamos en la fortaleza, hay un martillo. Y creo... - Los vientos agitaban ambos mapas en las manos del elfo al que se le dificultaba dar explicaciones e indicaciones. - que aquí debería estar, en el mapa que nos dieron los sindar, su correspondiente versión. ¿Y que creen? Está en nuestro camino. Bueno, el camino que aún no hemos decidido si seguir... Pero me he tomado la molestia de hacer unas lineas punteadas de colores. Creo que nuestra mejor opción es seguir la linea verde. - A continuación de ello una pequeña ráfaga dobló el mapa sin permitirle al elfo indicar donde está la linea a la par que desordenaba toda su cabellera. - Uff, cuanto viento. - Dijo doblando el mapa y tratando de quitarse los cabellos del rostro. - Como sea, si seguimos esta ruta saldremos al cause alto del Anduín. - Comentó esperando animar a la muchacha. Luego miró hacia el cielo, y hacia el campo detrás de si dándole la espalda al grupo - Creo que se está haciendo de noche, deberíamos parar y descansar. 

A Rilwen aquello le pareció bien, y así de paso visitaban el refugio de los enanos que aparecía en aquel mapa que habían encontrado.

-Dado que no sabemos que ruta es la mas segura, tampoco podemos estar demasiado tiempo pensando en el camino a seguir, y es mucha la distancia que hemos de recorrer y los días de viaje que tenemos por delante. Así que estoy de acuerdo con Gallind, sigamos la ruta que nos acerca a ese refugio de los enanos. A sabiendas de que si esta bien oculto, tal vez no podamos dar con el.- Tras hacer una batida para obtener algo de caza, que hiciese que las provisiones les durasen un poco mas, mientras comían en el campamento que habían improvisado en el pequeño bosquecillo cercano al camino, Rilwen miraba y estudiaba los mapas, pero no sabía elegir cual podría ser la mejor ruta.

Rilwen haría de guía, pero hacía mucho tiempo que no recorría aquellos caminos, y sabía que había muchos peligros que podían surgir en cualquier momento.

Ante la triste historia de la familia de Tatharina, tan solo pudo acercarse a la joven y tratar de animarla. Eran muchas, demasiadas las tristes historias, la oscuridad estaba de nuevo ganando fuerza, hacía tiempo que lo estaba haciendo.

Los mapas son algo que me gusta. Es parecido a un cuadro de los que intento a veces hacer, cuando el tiempo y el ánimo lo permiten. Me gusta admirar cómo en unas líneas de tinta sobre pergamino se pueden dibujar leguas y leguas de viaje. Lugares y ciudades cuyo nombre era un secreto para mí antes de verlos escritos. Permitían los mapas tener una idea mucha más clara de dónde o cómo llegar a un sitio y eso los hacía valiosos además de hermosos. 

Observo los pergaminos con un dedo en los labios y la otra mano bajo el mentón. Mi cara es de concentración, pero no creo que pueda ser de mucha ayuda en la decisión de la ruta. Lo único que acierto a decir es:

- Yo preferiría que nos mantuviésemos cerca del río el mayor tiempo posible, el río nos llevará a las montañas sin posibilidad de perdernos, nos dará pescado, agua y nos permitirá saber que seguimos el camino correcto. 

Me parece lo más inteligente, pero admito que mis compañeros han viajado mucho más que yo, así que si alguno me corrige lo aceptaré de buen ánimo con una sonrisa sumisa y alegre. Lejos de abrumarme la distancia que tenemos por delante me anima la idea de descubrir todo ese extenso territorio por delante. Quizá me arrepienta, pero por ahora no me lamento de mi decisión de emprender camino. Me siento expectante y voy de uno a otro dando saltitos explicando mi punto de vista sobre no separarnos del río.

Creo que el camino del medio es de los menos transitados y por lo mismo el más seguro. Con las montañas en el horizonte será difícil perdernos. Además... - miró a Tolman y Rilwen con curiosidad e introspección - Si seguimos los senderos dudo que nos perdamos. Aunque has dado en el clavo pequeña Lily, deberíamos aprovisionarnos de toda el agua que se pueda. No sabemos que otros arroyos pudiésemos toparnos en el medio del campo. 

Luego, antes de que cayera del todo la noche acompañó a su compañera por alguna presa. - Yo puedo ayudarte para traer cualquier animal que captures en el campo, Rilwen. Si me das un momento a que deje mis cosas iré contigo. 

Más tarde. - Rilwen suele guiar cuando viajamos. Así fue cuando visitamos los puertos grises al oeste. - Comentó a los compañeros en la improvisada cena junto a la pequeña hoguera. - A mi no se me da muy bien moverme en la espesura pero Rilwen suele ser precisa como una brújula. Aún así Tolman me ha comentado en el camino que a el también le apetecería guiarnos. - Miró a su amiga y compañera de senderos con ojos de cachorro mojado. - Quizás podrías dejar en sus manos algún fragmento del trayecto. Te ayudaría a descansar. 

- oh, no pasa nada Gallind! seguro que ese camino es el mejor. Es sólo que me gusta mucho el pescado y Tolman suele ser bueno con la caña. Pero seguro que en el otro camino hay liebres a montones . Las liebres  bien asadas también están deliciosas con un poco de tomillo- sonrío inocentemente-. ¿nadie más tiene apetito? Hablar de comida me ha dado unas enormes ganas de comer algo, ya hace mucho del desayuno ¿podríamos hacer una pausa y tomar un refrigerio rápido? siempre es mejor caminar con el estómago lleno, eso decía mi madre.

- Mejor que Rilwen elija el camino, mi hermano presume mucho, pero es mejor encontrando cosas que lugares... tiene un sexto sentido para escoger el camino más emocionante... no sé si me entendéis.- guiño un ojo con descaro.

Al escuchar aquellas palabras de Lily "mi hermano presume mucho, pero es mejor encontrando cosas que lugares... tiene un sexto sentido para escoger el camino más emocionante..." Tolman hinchó el pecho y se acercó directamente a su hermana arrebatándola de las manos el pergamino.

- Trae - dijo en un tono que podría denotar algo de malestar.

Se tiró al suelo directamente y extendiendo el mapa se dispuso a mirarlo.

"Buenooooo.... si vamos por aquí..." decía en bajo mientras recorría su dedo el mapa yendo hacia el norte (ruta amarilla) "Uff muy larga... no no, haber por aquí..." recorría con su dedo largos caminos mientras que ponía caras raras (ruta verde) "pero claro... esto.. por aquí dice Lily... sí sí, es muy interesante, y parece que hay más cosas" seguía la última de las rutas (ruta azul) "sí sí me gusta..." llegó hasta la siguiente zona, la que cruzaba entre las montañas y le cambió la cara " no no no no no, por ahí no creo que sea recomendable pasar... Elrond habló de gigantes de piedra que luchaban entre ellos... será peligroso y emocionante."

Tolman se puso serio, valoró sus pensamientos y finalmente dijo:

- Mmmmm esto... no sé a quién dar la razón. El camino de Gallind parece más seguro, pero el que propone Lily me gusta más, tendremos el río, no nos faltará comida ni agua, será fácil encontrarla por ahí... sin contar que habrá más vegetación y con ella más sombra. Después parece que tendremos que pasar por un desfiladero entre la montaña, mirad, por ahí... - se le dibujó una sonrisa en su cara pensando en lo que podría haber por allí -no sé cuán de peligroso será, como todos los caminos, pero no sé...

Se quedó mirando al resto de sus compañeros esperando alguna respuesta... sabiendo ellos que Tolman tenía tendencia a apoyar a su hermana, pero no era si no Rilwen la que finalmente tenía la última palabra sobre la ruta a seguir.