Partida Rol por web

- Vamos... -Maggie aferró su repetidora, como si fuese su vida, y se dispuso a salir. Antes esbozó una sonrisa- Prometo no disparar si no hay vidas en riesgo, no haré justicia por mi misma... 

- Maggie, ¿crees que alguno de los perros podría seguir el rastro de Henning con esto?- Menez sacó una prenda que había cogido del camarote del presunto Jonás.- Quizás puedan ayudar a encontrarlo. Lo cogí de su catre, por lo que contendrá su olor.- A la periodista le parecía imposible participar en la búsqueda del jonás, ni acompañando a la mujer armada ni con el predispuesto Peabody . Todavía no se acostumbraba al barco, sufría mareos y pérdidas de orientación y se consideraba frágil como un jarrón de porcelana china.- Yo me encargo de buscar al capitán y de que organice patrullas de búsqueda. Por favor...- Dijo mirando a los dos compañeros.-...tengan mucho cuidado.

Sonó en la bocina del barco el toque de emergencia. Por megafonía se escuchó la voz del capitán. Por encima de los AUUUUA, AUUUUUA, AUUUUUA, de la bocina, su voz tensa llamaba a todos a cubierta, suspendiendo los permisos y mandando despertar al que estuviera durmiendo.

A todos los hombres: sin excepción, deben presentarse inmediátamente en la cubierta principal, todos en sus puestos y formando según departamentos. Repito, deben presentarse inmediátamente en la cubierta principal, todos en sus puestos y formando según sus departamentos. Esta orden incluye a todos los expedicionarios. Esta orden incluye a todos los expedicionarios.

Minutos antes, Menez y Moore habían ido al puente a hablar con el oficial de guardia: este era el resultado. En poco más de diez minutos tras la llamada, ya se comenzaban a presentar hombres en cubierta. Los oficiales, en sus puestos, pasaban lista rápidamente a los puestos equivalentes a suboficial que, a su vez, pasaban lista a los numerarios de cada uno de los departamentos.

Los expedicionarios también habían sido llamados por el altavoz, y se reunían en un sitio aparte de los demás...

En ese momento en el que la situación prometía convertirse en una caza del gato y el ratón, solo que sin saber muy bien quién era gato y quién ratón, comenzaron a oírse las bocinas del barco, haciendo el toque de emergencia.

AUUUUA, AUUUUUA, AUUUUUA.

Los megáfonos trepidaron con la voz del capitán.

A todos los hombres: sin excepción, deben presentarse inmediátamente en la cubierta principal, todos en sus puestos y formando según departamentos. Repito, deben presentarse inmediátamente en la cubierta principal, todos en sus puestos y formando según sus departamentos. Esta orden incluye a todos los expedicionarios. Esta orden incluye a todos los expedicionarios.

Kleiver escuchó un gemido proveniente de la escalerilla, al otro lado de la bodega. Un momento de silencio y tras una rápida decisión del Jonás desconocido, la sombra que bajaba rápido hacia el lugar donde había estado trabajando... con algo que olía demasiado a dinamita.

¡No! Una voz sollozante en la semioscuridad. ¡No va a quedar así! ¡Volaremos todos!

Maggie miró alrededor, y se dirigió al primer oficial que vio.

- Dígale el capitán que estaré con los perros, no quiero dejarlos solos con ese loco desaparecido. 

Y sin más, amartilló la repetidora y se fue a las bodegas, a las jaulas.

En la cubierta principal la pequeña pero arrojada Menez ayudaba a pasar revista. Con la miraba buscaba inquieta a Kleiver y a Starkweather y, por supuesto, a Henning. A los que iban llegado y conocía más les interrogaba sobre el paradero de éstos.

En su inquieta mente no paraba de formarse una horrible escena. Henning, visto que tenía la soga al cuello, en su desesperación iba en busca de su objetivo: Starweather.

Tim tambien esta en cubierta, se haya ahora sospechosamente cerca de Menez, parece que las ultimas horas han hecho ver que la pequeña mujer tiene una psique elevada y centrada, ambientada en inquietudes muy parejas a las suyas mismas. Tim ve a un ser analogo a quien, quiza con el tiempo, pueda confierle algunos secretos y hechos que solo alguien con la mente abierta pudiera entender..

Fiel a su iniciativa inicial, Alex continúa buscando al sospechoso, barriendo desde la proa todo lo que le parece un escondite con el revolver en ristre. Cuando escucha el anuncio hecho por los altavoces del barco, dedica una rápida plegaria para que todos se pongan en acción cuanto antes. El tiempo de reacción es lo fundamental; quién sabe lo que podrá maquinar ese maldito mientras pierden preciosos minutos en reunirse e informarse...

Las ausencias de Kleiver, de Peabody y de O'Connel causan, al principio, cierta confusión. También faltan algunos de los que están cuidando de los perros enfermos, anunque Starkweather se ha encargado de hacer su propia pequeña lista, y viene empuñando su enorme escopeta de caza mientras grita los nombres de los que están ahí. Hasta que resultan justificadas todas las ausencias pasan unos segundos preciosos. En poco tiempo se sabe que falta Henning, uno de los pinches, tal y como informa el jefe de cocina.

¡Turlow, Ballard, Quingley y Driscoll, escojan tres hombres cada uno y peinen las bodegas, comenzando por la número uno, en el orden en el que les he nombrado! No se salgan de sus límites. Cocinero, a las cocinas y a la nevera, contramaestre, a las máquinas, a las camaretas de almacenaje y luego va probando los camarotes con su llave maestra. En media hora llamaré para que vengan a informar. Un arma de fuego por grupo, y ninguna más.

En diez minutos se forman los grupos y todos se dirigen a sus respectivos objetivos. Starkwiether, que desea participar en la búsqueda, inicia una discusión que comienza en voz baja y sigue a voz en grito con el capitán. Moore está en su lugar, frío e impersonal.

Peabody baja directamente a la bodega de proa, sin acudir a la reunión. Sus pasos crean ecos inquietantes en el espacio casi vacío que hay bajo sus pies. La mayoría de la carga está situada en la bodega de entrecubiertas, una especie de galería con barandillas de hierro que rodea todo el perímetro de la estancia y que va a dar a lo que es la bodega propiamente dicha. Hay escaleras de mano a ambos lados (babor y estribor) que bajan desde la cubierta principal, tras atravesar por un boquerón la bodega de entrecubiertas, hasta casi la quilla. En esta bodega, la parte de entrecubiertas es palmariamente más ancha que la cubierta inferior, ya que la forma que tiene la bodega no es sino un negativo de la del barco, y en la proa resulta ser muy afilado por la parte inferior, para cortar el agua como debe ser.

La luz, desde que se expoliaron muchas de las lámparas de gas para arreglar la nevera, es escasa. Las sombras lo dominan todo, y Peabody se tiene que guiar más por el tacto y por el oído que por la vista, para ir recorriendo el perímetro de la bodega de entrecubiertas buscando al sospechoso. Su respiración reverbera todo el rato contra la caja de resonancia que es el barco. El movimiento casi le hace perder el equilibrio en más de una ocasión. En cosa de diez minutos adquiere la casi completa seguridad de que no hay nadie. Ha dado la vuelta mirando por los paquetes estibados contra las paredes y ha mirado hacia abajo desde la barandilla, desde donde hay un ángulo inmejorable para ver todo dada la forma que tiene la estancia. Para asegurarse de que no hay nadie abajo, debe bajar. Y es cuando está iniciando de acercamiento a la escalerilla, cuando escucha gente entrando  desde la cubierta principal. Es descubierto. Turlow, algo deslumbrado por el cambio entre la luz de fuera y la oscuridad de dentro, precariamente apoyado en la escalerilla, empuña un fusil en su dirección.

¡Alto o te pego un tiro, hijoputa!

La sala de los perros -la bodega tres- está muy tranquila, en comparación con la cubierta principal. Atrás deja Maggie la confusión de los primeros momentos, hasta que se organicen como es debido los tripulantes y los oficiales.

Sus compañeros están expectantes a su llegada. Poco hay que hacer ahora con los pacientes, excepto montar guardia y vigilar posibles crisis, cada vez más aisladas, administrando oxígeno o tranquilizantes al animal que las sufra. Tras cada una de ellas, los médicos han indicado que se debe anotar cuidadosamente la hora, el perro y los síntomas, las acciones (con la medida de cada sustancia utilizada) y los resultados de las mismas. Entretanto se espera sin moverse mucho y se habla entre susurros, para no provocar convulsiones a los  animales enfermos.

Cuéntanos qué está pasando, Maggie. ¿Han atrapado al asesino? Sususrra Snabjorn. Maggie comienza a relatar los acontecimientos. Los muchachos tiemblan de rabia. Comienzan a discutir qué hacer cuando se escucha gente entrando por las escalerillas que vienen desde la cubierta principal. Hacen demasiado ruido. Es Quingsley, el robusto tercer oficial. Un tipo que ha debido gravitar hacia ese puesto intermedio y que promete quedarse en él encajado hasta que se muera. Grande, vigoroso, sus pies hacen resonar la escalerilla. Viene trayendo un rifle, y le acompañan tres de los hombres de la expedición.

¡Ah! Dice en un tono de voz vigoroso (que para él es lo normal), claro, sería difícil que se escondiera aquí, donde ustedes llevan todo el día. No le han visto, ¿verd...

SSSSSSSSH... todo el mundo chista, para que deje de hacer ruido. Un perro comienza a convulsionar. Mientras Pulaski conferencia con el tercer oficial mediante susurros con énfasis de grito, indicando con gestos poco amables que se largue por donde ha venido, todos los demás vais a atender al animal. Uno debe aplicar los remedios y procura que las convulsiones no sean muy dolosas, otro alcanza lo necesario, otro toma notas. El que queda vigila por si hay nuevas crisis provocadas por el ajetreo.

Menez observaba la formación de los grupos y la organización de la búsqueda. Maldijo internamente al pinche de cocina Henning. Sabía que tenían que haberlo detenido cuando Peabody encontró ese recorte en su cartera. Ante el bochornosos espectáculo de Starkweather no pudo más que intervenir.

- Por favor Señores.-Dijo clavando su severa mirada en el líder de los expedicionarios.- Mantenga la calma y compórtese como es debido Sr. Starkweather. - Cada vez le resultaba más enervante y por su cabeza pasaba escribir un buen artículo donde ponerlo a parir. Se acercó a Starkweather y le dijo ya en un tono conciliador y más bajo para que sólo lo enterados de la situación pudieran oírselo decir.- Si yo fuera ese loco de Henning estaría deseando que usted viniera a buscarme a las bravas para culminar la venganza que llevo planeando durante años. - Cambió el tono de voz elevándolo pro encima de los ruidos de alrededor, para hacerse oír.-¿Por qué no vuelve a su camarote? Allí estará más tranquilo y...seguro.- Le dijo con los ojos entrecerrados insinuándole exageradamente que quizás Henning lo estuviera esperando allí. Miró a Pooster que se encontraba a su lado y le hizo señas para que se agachase.-¿Sabe usted manejar un arma? 

Las bocinas del barco rompieron el tenso status quo de la situación. Kleiver, dubitativo, se había incorporado aún con la Luger en su mano. No le temblaba el pulso, todo lo contrario. Aquel olor familiar a dinamita ponía en alerta todos los sentidos, y pasándose la lengua por el bigote, nervioso, sintió las perlas de sudor salado que provocaba la situación.

Con premura, ya sin guardar las apariencias del sigilo, avanzó decidido hacia el lugar del que surgía la voz, apretando los dientes y con el cañón de su pistola apuntando al frente.

Pero no....

Un segundo después, justo antes de entrar en la semioscuridad, decidió poner su mano derecha tras la espalda. Quizá no era buena idea aparecer apuntando a alguien en estado de shock. ¿Dónde se habrían metido sus compañeros, más avezados en la psicología?

Tim se agacha, para ponerse a la altura de la señorita Menez. No le incomoda, al contrario, le parece hasta divertido. tras ello le comenta.

Pues mas o menos se usar un fusil y pistolas de bajo calibre, aunque considero mi fuerte el boxeo, señorita, soy mas de contacto fisico. No se me da en demasia el uso de armas de fuego.

Tim se muestra algo perturbado por la pregunta, las armas no son de su especial fuerte, pese a haber estado en la gran guerra. Lo que si aprendio en retaguardia fue a tratar a la mente humana y sanar el cuerpo herido, no a generar heridas ni usar las armas.

Espero que ese malnacido aparezca pronto y no haya hecho alguna de sus locuras, maldito Jonas!

Baje el arma, Sr. Turlow, no es a mi a quien debe apuntar! - exclama Alex en un tono comprensiblemente nervioso, bajando a su vez el revolver pero dando un paso atrás, buscando cobertura entre las sombras por si al otro se le escapaba un balazo - Trato de localizar a Henning, ha debido sospechar algo y ha desaparecido; me disponía a bajar para descartar que esté escondido por aquí.

- ¿Boxeo, dice? No lo hubiera imaginado por nada del mundo.- Menez se enganchó del brazo de Pooster y mirándole con extrañeza y, palpando la carne del brazo todo sea dicho, puntualizó.- ¡Es duro como el acero!No mentía...- Sonrió entre maliciosa y picarona. Menez comenzaba a pensar que aquel hombre le tiraba los tejos descaradamente lo cual la divertía sobremanera. Encerrada en aquel barco que a pesar de su enorme tamaño se le antojaba cada vez más pequeño, una diversión así era un tesoro.- Sabiendo eso me siento más segura a su lado. La verdad es que, si yo me encontrara con el jonás, creo que no podría hacer más que marearlo con mi verborrea jaja.- Tiró de él de nuevo para que agachara la cabeza.- Creo que no deberíamos de despegarnos de Starkweather.

¿No está, dice? Levanta el arma. Baja la escalerilla, a la que se había agarrado precariamente para poder disparar (también precariamente). Se le ve nervioso, pero controlando.

¡Bajad, muchachos! Usted disculpe el lenguaje. ¡Mirad por todas partes! No se preocupe, nos hacemos cargo nosotros. Usted vaya a la cubierta principal, ya ve que es peligroso andar por aquí.

Los muchachos comienzan a mirar donde tú ya has mirado, y sabiendo como sabes perfectamente que no hay nadie. Dos bajan a la bodega inferior y hacen lo mismo. Por lo menos, te ahorran el viaje.

Bajas, pues, por la escalerilla, que es lo que ha hecho el individuo que balbucea nervioso. Cuando pisas la cubierta inferior (sabes que entre tú y la quilla hay dos capas de barriles llenos de gasolina, cubiertos con planchas de madera para que la superficie sea transitable), ves que el hombre ha alcanzado el lugar donde le sorprendiste trabajando. Ha abierto una de las tapas del fuselaje del pequeño Fairchild y manipula algo que te tapa su cuerpo. Al llegar haces algo de ruido, provocado por el titubeo que te ha hecho poner el arma a la espalda.

Así es como te ve Henning al darse la vuelta, porque es él: distingues su perturbado rostro cuando en un movimiento del barco, uno de los escasos rayos de luz que bajan de las rejillas de ventilación lo ilumina fugaz pero de lleno.

Deja lo que está haciendo y amenaza con lanzarte algo que lleva en la mano. ¡No se mueva! Ya está condenado, pero será rápido, se lo prometo. Pero si le arrojo esto, sufrirá horribles dolores.

En ese momento, la portilla de la cubierta superior, que solamente distingues por el sonido, ya que desde tu posición no se ve, se abre. Bajan varias personas por la escalerilla, hacia la bodega de entrecubiertas.

¿Qué diantres... ? ¡Usted! ¿Qué hace ahí abajo? ¡Suba inmediatamente!

Es la voz de Ballard, el segundo oficial. Uno de los que han bajado desde cubierta a la bodega de entrecubiertas. No crees que te esté señalando a ti. Tú no le ves a él, ya que desde donde estás no hay ángulo posible. Piensas que se dirige a Henning que...

Por cierto que, además de todo esto, distingues otro sonido. Ominoso, dados tus conocimientos. Un tic tac. Es un sonido que en otro contexto no te inquieta lo más mínimo. Es el robusto sonido hecho por la maquinaria de un despertador corriente. En este contexto, te pone los huevos de corbata.