Partida Rol por web

El uniforme paisaje helado tenía un curioso efecto sobre la percepción de la distancia. En realidad, afectaba a todos los sentidos, de alguna forma. Era una sensación constante de uniformidad, una cualidad sostenida por centenares de kilómetros de ininterrumpida y mortal blancura. Sencillamente, no había a dónde huir.

Peabody parece a punto de contestar cortesmente a Pickwell, "sombras alrededor...". La visión aterradora de la planta-especimen-extraterrestre-venoso recién destapada le paraliza por completo por un instante. Si alguien mirara a sus ojos, se podría leer sin dificultad la caída hacia un pozo insondable, instantanea y eterna.

Ignorando al resto, su atención se centra en Nan. El chaval vocifera, muestra su rabia, destruye lo que tiene a mano. Y se atreve a golpear a Maggie, su dulce Maggie...

Qué sabrás tú, niñato, lo que es la rabia, el odio... - vocifera, mientras avanza rabiosamente hacia el chiquillo - Aquí todos estamos condenados, ¿No lo entiendes...?

Quizá no ha notado su presencia, su advertencia, entretenido en destrozar el motor. Peor para él. Aprenderá, vaya si aprenderá. Apuntando con cuidado, Alex le lanza un puñetazo en el rostro, con ánimo de detenerlo en seco.

Menez observaba con ojos de búho a todos los presentes mientras se realizaba el trabajo. Moore estaba resultando ser una caja de sorpresas. Desde que hubieran llegado al campamento Lake notaba en su apático co-líder una excitación que no había visto en él antes. Un entusiasmo que casi, si no hubiese sido por ella, podría haberse cometido en imprudencia y estropear horas de trabajo.

A medida que los trabajos dirigidos por Sutton iban avanzando los descubrimientos era más y más sorprendentes. Inquietantes, diría Menez. Daba su experiencia vital, la periodista pecaba de incrédula, precisamente por haber engañado ella misma a mucha gente con sus fantasiosas historias y publicaciones. Sí reconocía, sobre todo en íntimas conversaciones con Pooster, que había cosas inexplicables por la ciencia en este mundo. El especímen encontrado podía hacer tambalear las creencias del más concienzudo de los científicos y, por su parte, la pequeña mujer daba vueltas y vueltas a la cabeza tratando de encontrar una explicación lógica en base a sus conocimientos. El problema era, como bien había expuesto Moore, que no era una experta en el tema. Así se quedó paralizada, hasta que el altercado con Nandan y Peabody le sacó de su ensimismamiento.

- ¡Pero chiquillo!- Vociferó con el rostro arrugado por la preocupación hacia el muchacho al que había cogido cariño como si fuera un sobrino o familiar cercano. Sin embargo era un grito maternal, pues no le culpase por su comportamiento, a pesar de considerar que Maggie no se merecía esa reacción. Cuando vio a Peabody lanzarle un puñetazo se quedó sin habla, llevándose las manos a la boca horrorizada. Buscó a Poster para que solucionara aquello.- ¡Sr. Pooster, llévese a Peabody y trate de tranquilizarlo!- Por su parte ella se acercó con tiento a Nandan, al igual que haría con un león hambriento, ella un domador de circo con  látigo y silla, sólo que en su lugar iba armada con palabras tranquilizadoras y dulces.- Nandan, sosiégate. Estas muy nervioso y alterado pero todo saldrá bien. Es normal.- Había que ser mentalmente muy fuerte para con 15 años formar parte de aquella locura.- Nadie piensa que no lo seas. Estás haciendo un excelente trabajo. ¿Te acuerdas cómo nos salvaste la vida en el Gabrielle? ¿Cómo domaste ese gigantesco motos como si fuera un toro salvaje en un rodeo?

Una vez en el laboratorio, con los ánimos más calmados, Menez observaba junto a Moore,muda, el especímen.

- Es...increíble. Sr. Moore, usted dice que esto no es una planta como decía Dyer. ¿Puede refrescarme la memoria sobre lo que relataba su amigo sobre esto?- Tenía que repasar la documentación de la expedición Miskatonik. - El caso es que la forma me recuerda a algo...lo tengo en la punta de la lengua...es una fruta, exótica. ¡La carambola! Eso es jijiji. Suena ridículo, lo sé, pero su forma es parecida. Se la conoce como la fruta estrella y se come en República Dominicana, Brasil, Venezuela, etc. ¿La conoce? Se parece a esto...salvando las distancias.

Maggie se tapaba los oídos con las manos en medio de la trifulca mientras gritaba: ¡dejad de chillar! ¡Dejad de chillar! ¡Dejad de chillaaar!

El puñetazo de Peabody, bien dirigido, partió la nariz de Nandan, que cayó redondo al suelo sangrando a chorros. Acacia interceptó a Maggie cuando iba en busca de su escopeta y se abrazó a ella fuerte sin decir nada. Las dos acabaron llorando juntas.

Nandan, con los ojos entrecerrados, parecía escuchar las palabras de Menez mientras, sin duda, veía muchas estrellas de colores.

Priestley, consternado, observaba todo. Había dejado de grabar la escena. ¡Doctor! ¡Doctor! Llamó. ¡Señor Hirsch! Venga corriendo...

El aullido de las montañas penetraba en todas las mentes y estaba en todas las conversaciones como algo eterno e inmutable pero, como el sonido del mar, eternamente cambiante. Acordes de notas agudas hasta ser inaudibles, sutiles zumbidos de un tono tan grave que hacía vibrar la médula espinal.

Simplemente algunos lo llevaban mejor que otros. Pero las Montañas de la Locura parecían tener la eternidad para atormentar con su preternatural lenguaje a quien permaneciera a su sombra.

Tuvinnen llegó corriendo al lugar. Tomó en brazos a Nandan y lo metió con cuidado en la tienda que hacía las veces de cocina sin decir una palabra mientras Pooster y Menez le seguían preocupados.

Hirsch pareció crecerse en la adversidad. Estos días había estado abúlico e inseguro. En ocasiones su mirada se perdía en las montañas, o se frotaba las manos una y otra vez, como si se las lavara.

Ahora el único signo de tensión era que de vez en cuando el músculo de su mandíbula se flexionaba. Por lo demás, parecía haber tomado un litro de la muy famosa flema británica. Se acercó sin hacerse notar a Peabody mientras se abría la parka. En contacto con su cuerpo, para evitar que se congelara, tenía una jeringa preparada. Quitó la funda a la aguja y trató de abordar al mecánico con palabras tranquilizadoras, sin duda para inyectar lo que debía ser una fuerte dosis de tranquilizante.

Peabody ni vio la jeringa, pero gesticuló violentamente, intentando explicar su acción e, inadvertidamente, golpeó la mano de Hirsch, de modo que la jeringa acabó a varios metros, en la nieve, ya inútil, dado que eran segundos lo que cualquier fluido tardaba en congelarse a esta temperatura.

Hirsch se entretuvo torpemente en buscar el medicamento mientras Pooster intervenía con medios no tan modernos pero de manera más efectiva.

O'Doul se quedó mirando el espécimen a medio trasladar cuando llegó al lugar, sin duda con intención de prestar su ayuda.

¡Oh, Señor! Luego se limitó a permanecer a mano ayudando de manera bastante constructiva si la ocasión lo requería, pero de vez en cuando murmuraba mirando a esa especie de planta venida de un remoto pasado y ,musitaba algunas oraciones para sí.

La cámara de Chester resbaló de entre sus manos inertas al contemplar la enormidad de aquella criatura desconocida.

Es, es... es enorme. 

Chester cerró los ojos, tratando sin éxito de borrar de su memoria aquel gigantes cadáver de... ¿qué era aquello, exactamente? ¿Un extraterrestre? No era posible, estos monstruos solamente existían en las novelas de a cinco centavos. Pero, ¿cómo podía negar la evidencia? Había visto restos de dinosaurios antes, y no se parecían en nada a la cosa abotargada que acababan de desenterrar.

Sin duda la palabra "Cosa" era la que más se ajustaba a su descripción.

Chester volvió a abrir los ojos cuando escuchó el barullo que se había montado alrededor. Gente llorando, gente sangrando... Bueno, nada de eso iba con él. 

¿Por casualidad alguien tiene un cigarrillo? - preguntó mientras se agachaba para recoger su cámara, que estaba toda mojada.

Joder, daría lo que fuera por un pitillo.

Los miembros de la Expedición seguían llorando y armando la de San Quintín, pero ni aquel jaleo podía cubrir el constante sonido del viento helado que llevaba de las montañas.

En serio, como no consiga pronto algo de tabaco, voy a matar a alguien.

Pero que esta pasando aqui. La mera vision de este ser esta alterando a personas que parecian sensatas, hay que hacer algo YA. Dominique sale corriendo y coge un pedazo de lona de uno de los hangares, cubro al especimen para intentar que dejen de observado, con la esperanza de que cesen estos ataques de "locura".

Hago un recuento de los daños y veo que Nandam, Peabody, Maggie, Michael y Chester estan afectados, solo uno me preocupa y es por ello que decido intervenir al momento.

Haciendo oidos sordos a mi pie corro hacia Acacia que tiene cogida a O´connel, estan llorando juntas, aprovechando este momento de debilidad le retiro la escopeta a Maggie y la descargo sin que esta me vea hacerlo. me la hecho al hombro y me centro en Chester, Le cojo por los hombros y le sacudo ligeramente para llamar su atencion: Chester, Chester, reacciona hombre, soy yo Dominique, mirame. Vamos a la cocina a ver que encontramos...

Pero Maggie y su escopeta eran algo así como uña y carne. Ella si estaba pendiente de la escopeta y se desligó rápidamente de Acacia para recuperarla de inmediato, amenazando con comenzar otra melee más. No estaba tan loca como para pegar un tiro a nadie, pero si intentó llamar la atención del personal para ver si dejaban de corretear por ahí, y apuntó al cielo antes de apretar el gatillo. El ruido sonó seco, y dejó un reverbero muy molesto en los oídos de los que estaban cerca.

Nandan, aun así, no se había ido sin quedarse a gusto. Su pierna mala había impactado contra el pecho de Maggie, y ahora que estaba algo más tranquila (porque había llegado donde estaba su querida escopeta recortada) se palpaba las costillas doliéndose del golpe.

Además, cuando parecía que Tuvinnen iba a entrar con él en brazos en la tienda, Nandan se revolvió, cayó al suelo, se levantó de un hermoso brinco y echó a correr como una gacela por todo el campamento dejando un rastro de gotitas de sangre por donde pasaba. El chico estaba descontrolado.

Tim se acerco a Alex y le controlo de manera doble, con su fuerza y con sus palabras.

Abrazo al mecanico con fuerza mientras hablaba sin parar.

Alex, tienes que sobreponerte, se que no es facil, pero hemos pasado por mucho ya, no desistas, si hemos de demostrar algo a tu padre, lo haremos juntos. Si esta es nuestra futura tumba, tambien lo sera en ese modo. Deja que te medique y te trate, hemos de recuperarte, mi amigo.

¡Shit lapsi! Gritó Tuvinnen en su idioma natal. Por el tono debía ser algo así como: ¡mierda de niño! Entonces se puso a perseguirle.

De la zona donde se estaba montando la taladradora llegaron corriendo todos los demás. Sikes, Packard, Cole y Miles. También vinieron Johnson, Hopewell y Donovan. Sikes, Packard y Cole se pusieron inmediatamente a ayudar a Tuvinnen a capturar a Nandan.

Cole era un muchacho sencillo. Poco culto y sin habilidades, pero con juventud y tirón. Debía haber estado en alguna liga juvenil de fútbol, ya que el tema de perseguir y placar se le daba bien. Con su enorme corpachón se lanzó tras una buena carrera y atrapó a Nandan.

Tate quieto, chaval, decía.

Nandan, que era como una anguila, ya se estaba zafando (y le había plantado el pie en la cara, con el que parecía tener una diabólica habilidad) cuando llegaron los demás, más viejos o más prudentes.

Oh, Dios. Sujetadlo bien. Cómo se revuelve el muy cab...

Johnson, sin decir nada, se puso inmediatamente entre Acacia y la persona más cercana, en ademán protector y sin decir esta boca es mía. Tenía un gesto amenazador, y vigilaba muy estrechamente a Maggie y su recortada.

Donovan venía junto a Hopewell con un foco al hombro. Se movía con cuidado por la nieve, siempre temeroso de coger frío y con un eterno gesto de descontento y miedo. Se quedó plantado a bastante distancia de la escena sin decidirse a intervenir.