Partida Rol por web

Aquella maldita cuerda... Rubik sabía que estaba haciendo lo que tenía que hacer: ocupándose de que así ningún otro gatico, nunca, cayese en la trampa de aquel Memo. Era lo mejor para todos. Pero la muy perra no dejaba de resistirse. Incluso cuando aquel tipo cayó de rodillas y esta tocó el suelo Rubik se lanzó una vez más a por ella y comenzó a marearla con sus patas, cazándola una y otra vez y dándole así su escarmiento. Las palabras agónicas del carcelero llegaban a sus oídos, pero él sólo tenía ojos para la cuerda.

Pero finalmente los ojos de Rubik buscaron los de Lin, ilusionados y satisfechos. Al final se había quedado sólo con su héroe, demostrando quiénes eran los verdaderos gatazos. La expresión del cachorro era de felicidad pura. Sin embargo al escuchar la respiración del humano lo miró un instante, preguntándose si estaría muriéndose ya. A lo mejor mientras él estaba distraído con la eliminando la amenaza de la cuerda el enorme gato había conseguido darle un golpe mortal. Lin era capaz de eso y de mucho más.

Pero al ver que no se trataba de eso, sino de un creciente enfado, Rubik se dio cuenta de que lo mejor era dar aquella visita por finalizada. No tenía muchas ganas de recibir aquella patada que se estaba sorteando, y todos los cachorros se habían ido ya.

- ¡A la ventana, lo rematamos otro día! - Maulló Rubik mientras daba un salto hacia la mesa. Entonces cogió impulso, cargando su peso sobre las patas traseras. - Uno, dos... - Murmuró mientras se concentraba, aunque no llegó a contar hasta tres. En lugar de eso dio aquel salto que le llevaría hasta arriba. Y aún desde allí se giró para echar un último vistazo a la cuerda que había dejado atrás. Le había dado su escarmiento a la muy perra.

Aquel era el momento...El humano de rodillas. Sus manos habían ido a la zona golpeada. En su cuello las venas y arterías se hinchaban ofreciendo un blanco perfecto a las grarras del depredador para seccionarlas, al igual que aquellos ojos cerrados... Tal vez aquella fuese la única oprtunidad del gato para conseguir su verdadero objetivo respecto al humano; matarlo. Nemo debe morir. Por primera vez en aquel instante, creyó de verdad que podría conseguirlo

Pero entonces vio a Rubik inmerso en su lucha particular con aquella cuerda y un nudo se le hizo en el estómago imaginando el crujir de las costillas del aún cachorro. Casi como un milagro, el pequeño camorrista recobró la sensatez y marchó por la ventana. Para entonces Lin ya era consciente de que su gran oportunidad había pasado y que a pesar de sus esfuerzos, no sería el humano el que acabaría muerto. Pero eso tambíén lo tenía asumido y no cambiaría su determinación. Su bufido y su mirada anticipaban lo que sería el final, pero un pensamiento, una idea heló su sangre. La ventana... ¿Y si los de la perrera habían llegado?...O la bruja con rulos. Rubik, los demás gaticos...¡No!. Un resoplar intenso de odio hacia Nemo sonó, pero como una exhalación corrió tras Rubik. Nonononono...

Resaca miró hacia un lado y hacia otro, dudosa, sintiendo la presión de ser responsable de todos esos gaticos sobre sus espaldas. Olfateó, con su pequeña nariz oscura, mientras se acercaba a la puerta más cercana, sabiéndose algo perdida. 

El humano alcohólico habría sabido por dónde estaba la salida, seguro. Ella no estaba tan segura... De manera que decidió ver qué había tras la puerta número 1- Veamos qué hay aquí, y si encontramos alguna salida por esta puerta. Si vemos algo peligroso, salimos corriendo y vamos por las escaleras- maulló, antes de asomar el hocico, despacio, por el dintel de la entrada. 

Entraste en la habitación de al lado sin ninguna dificultad, con todos los gaticos siguiéndote confiados, y en cuanto pusiste una pata dentro tu naricita percibió un olor dulzón, de lo más desagradable. Olía como a enfermedad. 

La habitación estaba en penumbra, iluminada tan sólo por la rendija de luz que se colaba por la puerta entreabierta, pero tus pupilas felinas se dilataron y tus ojos de gatica enseguida vieron con claridad. 

En el centro de la habitación había una mesa y sobre ella, un gatico tumbado. Tenía un tubo saliéndole de la patita, gasas blancas tapando su entrepierna y parecía profundamente dormido. En una de las paredes había jaulas de suelo a techo, como en la otra habitación, pero estaban todas vacías. En otra había una ventana, gemela a la otra, pero que estaba abierta, con una mesa debajo. En otra de las paredes una mesa con herramientas y tubos que no podías identificar y en la otra, la puerta que habías dejado atrás. 

En aquel momento una bolita gris apareció saltando con agilidad por la ventana rota por la que había escapado Marí, llegando al patio.

Allí se encontró con la gatica blanca. Su pelaje, hasta ese momento inmaculado, estaba salpicado de un granate intenso por la sangre que brotaba de las heridas que se había hecho intentando salir. 

Pero no estaba sola, cerca de ella y caminando hacia la ventana contigua -que estaba abierta pero de la que no salía luz- se encontraba también Misi. El gatico parecía dispuesto a entrar de vuelta a la cárcel de Nemo.

Y cerca de ellos se podía ver a un minúsculo minino que no debía tener más de un mes pues su andar era todavía torpe y cabeceaba un poco al moverse. 

- Tí. - decía, mirando a Misi. - ¡Me escondedé en el cobedtizo hasta que salgais a buscadme!

Y con esas palabras empezó a trotar con cierta torpeza con sus cortas patitas, con intención de atravesar el patio hasta el cobertizo.

Rubik saltó, colándose con agilidad por la ventana que habías roto con tus poderosas patas traseras y aquel increíble salto por el que todavía goteabas algo de sangre.

Mientras te pensabas si ir detrás de él y calculabas la distancia para el salto, el humano Nemo se recuperó un poco y entre gemidos se fue poniendo en pie de nuevo, con la mano todavía sujetando su dolorida entrepierna.

- Me cago en tu puta madre, gato hijo de puta. - decía con la voz grave y rasposa por el dolor. Sus ojos estaban inyectados en sangre y empezó a caminar hacia ti. Su andar era muy cómico, medio arrastrando los pies y con las piernas abiertas y un poco dobladas. Sin embargo, tenía cara de estar muy enfadado. La patada que se estaba rifando parecía haber encontrado un objetivo: tú.

Y poco después de que saliera Rubik un enorme gatazo apareció tras él, saltando por esa misma ventana.

Allí se encontró con el cachorro gris, recién aterrizado junto a la gatica blanca. El pelaje de Marí, hasta ese momento inmaculado, estaba salpicado de un granate intenso por la sangre que brotaba de las heridas que se había hecho intentando salir. 

Pero no estaba sola, cerca de ella y caminando hacia la ventana contigua -que estaba abierta pero de la que no salía luz- se encontraba también Misi. El gatico parecía dispuesto a entrar de vuelta a la cárcel de Nemo.

Y cerca de ellos se podía ver a un minúsculo minino que no debía tener más de un mes pues su andar era todavía torpe y cabeceaba un poco al moverse. Éste trotaba por el patio con cierta torpeza con sus cortas patitas, con intención de atravesar el patio hasta el cobertizo.

En el momento en que saltó fuera Rubik miró alrededor, y dedicó una mirada que era mezcla de preocupación y victoria hacia Marí. - ¡Le hemos dado una paliza a ese Memo! - Exclamó entusiasmado, dando pequeños saltitos de pura alegría. Ver sólo a uno de los pequeñajos era una buena señal: los otros que habían salido por la ventana habrían huido ya.

Habría seguido celebrándolo, pero las manchas granates en el pelaje de Marí hicieron que su preocupación aumentara. - ¿Estás bien? - Le preguntó, acercándose para fritar su frente contra el cuello de ella. Posteriormente fue a pegar un par de lamidas a su pelaje, pero aquello no se solucionaría sólo con eso y tenían bastante prisa. - Has sido muy valiente. - Dijo antes de llevar su mirada hacia la ventana a la que Misi se asomaba.

- ¿Qué pasa ahí? ¿Resaca aún no ha salido?

Maúlla de puro gozo al ver salir a Rubik y luego a Lin. - ¡Marramiau! - Cuando dice lo de la paliza al mal humano asiente contenta y le corresponde con un lametoncito en el rostro. - Eres un gatico macarra. - Dice convencida, y al este señalar su sangre resta importancia. - Solo fue un cortesito al salir con el pequeñón. - Señala al gatico que hulle al cobertizo. - Valiente como tú, ni más ni menos. - Tuerce la cabeza en una sonrisa felina adorable con los ojos entrecerrados.

- Resaca no salió... Misi dijo que podríamos salvar a un gatico al que le cortan la picha. - Cuenta a Rubik, buscando su opinión. - ¿Es seguro entrar de nuevo? 

Al asomarte por la ventana viste que la puerta de aquella habitación donde estaba el gatico sobre la mesa, se abría. Tus ojillos de gatico se aguzaron y pudiste ver a Resaca entrar por ella, seguida por un montón de gaticos.

No había palabras adecuadas para responder a Marí. Alivio por saber que ella estaba bien, alegría por cómo le decía que era un valiente... De modo que Rubik emitió todas sus emociones en un sonoro maullido antes de frotarse con ella una vez más, contento.

Luego, cuando ella le comentó las novedades, dudó durante un momento antes de asomarse también a aquella ventana.

- No lo sé. - Admitió, antes de poner voz grave y hacerse el entendido. - El humano está medio muerto, pero ahí es cuando son más fuertes. Y está enfadado. - Aseguró. - Parece un monstruo pateagaticos. Habría que tener cuidado. - Señaló. Esas palabras pronunciadas por cualquier otro le habrían activado de inmediato, y así lo hicieron también al oírlas de su propia garganta. Su cabeza ascendió como si hubiera oído un sonido lejano, y una expresión atenta se formó en su rostro. - Es una misión para nosotros. - Dijo mirando a Lin, rogando por aventuras con los ojos. Entonces sus ojos se desviaron hacia Marí un instante, antes de volver al gatazo. Lo cierto era que le gustaría que ella también fuese... Pero no quería ponerla en peligro. Al fin y al cabo ella era solo una cachorrita... ¡Y casera! No como él, que era todo un camorrista peleón, aunque fuera desde la comodidad de su hogar. Podía parecer lo mismo... Pero no lo era. O quizá sí. Quizá con la sangre, el haber salvado a aquel gatico y demás ella se había ganado ese reconocimiento, después de todo.