Partida Rol por web

Las ratas parecían burlarse de vosotros, danzando a vuestro alrededor sin que pudieseis atinarlas. Incluso la flecha lanzada por Avaro fue rapidamente desviada por el pequeño escudo de una de ellas. Pero el momento de jugar con la comida había acabado.

Con la fluidez de una maniobra ensayada el grupo de ratas se lanzó a una sobre Zenón. Con agudos grititos de alegría se lanzaron sobre el pobre hombre pinchando y cortando con sus cortas espadas. Sobrepasado por el número de enemigos, atacado por todos los flancos y protegido solo por una pobre imitación de armadura el hombre no tuvo esperanza alguna.

Como quien trincha una pieza de carne las ratas cortaron tendón, pincharon musculo y sajaron piel. Todo lo que quedó de Zenón fue un montón sanguinolento que aun tuvo fuerzas para un último y lastimero quejido.

Con gran alegría los chillidos de las ratas subieron de volumen. Uno juraría que estaban cantando de alegría.

La cena está servida.

- Retirada!!! Salió el gritó de la garganta de Phil al contemplar como aquellas bestias se abalanzaban sobre Zenón y acababan con su miserable vida.

Habían sobrevivido al último asalto y ahora, su compañero moría vilmente en aquellos olvidados túneles.

Phil aprovechó la algarabía de los hombre rata para poner tierra de por medio. Aún estaban a tiempo de ir por el túnel de la izquierda, el que habían dejado atrás hacía unos momentos, mientras las bestias se ensañaban y distraían con el cuerpo sin vida de Zenón.

Mirtle siguió a Phil. Era muchas cosas, pero no una heroína. Mientras corría se acordó del burro de zenón... Con un poco de suerte luego podría hacerse con él.

Avaro decidió correr con el resto. No quería morir ahí, al menos no todavía, y si le daba la oportunidad de vivir a Anciano, prefería hacerlo. Aprovechando la oportunidad de ver como las ratas se encimismaban con su compañero caído, decidió correr con el resto del grupo, después de todo, todavía tenían la opción del otro camino de la entrada, ¿No?

Sin dudarlo ni siquiera un poco di media vuelta y seguí a mis compañeros para huir del lugar, pero, ¿A donde iríamos? No nos dejarían salir así nos masacraran a las puertas del foso, estaba seguro, ¿Que plan tenía el que lideraba la retirada? No tenía idea, pero esperaba que fuese algo bueno.

Los valerosos Cruzados salieron corriendo por los serpenteantes pasillos excavados en la tierra. El coro de gritos de Zenon, cada ves más debiles, y los chillidos de los hombres rata, cada vez más fuertes, va quedando atrás. Con la pobre iluminación Hermes el incisivo no alcanzó a ver la fina cuerda que alguien había colocado a través del pasillo. Al romperla con su pisada se oyó un siniestro click y tres pequeños dardos salieron disparados de unos agujeros disimulados en la pared.

Aunque demasiado pequeños para causar verdadero daño al cabo de poco el hombre se notó mareado ¿quien sabe con que ponzoña las habían untado las ratas? Lo seguro es que se sentía torpe y lento. Quizás más que veneno fuera aderezo para el siguiente festín de los moradores de ese cubil de pesadilla.

El camino serpenteaba hasta llegar a lo que parecía un callejón sin salida. Trozos de un pico roto y una camisa ensangrentada demostraban que no habíais sido los primeros en pasar por ahí. De hecho un cadaver al que alguien había devorado las partes tiernas de la cara os sonreía macabremente desde una esquina. Parecía estar sentado contra la pared ¿y era plata eso que brillaba en su mano izquierda?

Un soplido agitó las llamas de las antorchas, fijandoos visteis que un pasaje muy estrecho salía de la base de la pared y se perdía en la oscuridad. Parecía que quizas a gatas o a rastras pudieseis pasar por él ¿pero a donde iba? ¿os arriesgariais a acabar enterrados vivos?

Por lo demás se os planteaban dos opciones. Podíais regresar al primer pasillo, quizás los hombres rata se hubieran retirado. Podíais meteros por ese estrecho conducto con la esperanza de que os llevase a algún destino que no fuera la muerte.

Bueno de hecho había una tercera opción. Podíais regresar a la reja de entrada. Seguramente a alguno lo azotaran o colgaran pero podríais descansar y reaprovisionaros con algunas de las sabrosas salchichas especiadas.

Al ver el agujero, Mirtle lo señaló y empujó a los que iban delante de ella en esa dirección.

—¡Vamos, vamos, las ratas se acercan! —buscó con la mirada si Anciano seguía vivo, y al verlo añadió— ¡Que el chucho vaya primero! Él nos avisará si hay problemas.

Desde luego, cualquier cosa menos ir primera... o quedarse la última. Y volver era una locura.

Al ver a Mirtle anciano la miró con una de esas típicas miradas que daban los perros cuando te ignoraban. Había observado un poco como estaba trasbillando Hermes, por lo que lo ayude, empujandolo directamente para que fuera el primero en pasar por el agujero;

-¡Hey, compañero! ¡Dinos que es lo que vez por favor! -

Dije, tras lo cuál quede escuchando los alrededores para ver que pasaba

Phil soltó una risotada muda y divertida ante aquel despropósito. Miró un instante a su espalda, por si veia aquellos seres aparecer por el oscuro túnel.

Tras un instante, se decidió a seguir a sus compañeros por aquel estrecho camino.

Al finalmente llegar al final de ese tunel miraba a todos lados, buscando alguna salida aunque también consideraba el volver a la superficie, pero antes de hacer nada algo llamó mi atención, fue aquel cadáver que con lo que parecía ser plata en la mano. Sonreí con cierta malicia mientras tomaba mi espada corta con la mano libre, y sin confiar mucho de que estuviese muerto la clavé en su cabeza, para luego revisar lo que tenía en su mano.

Cuando Fausto, con espiritu emprendedor, se acercó a remover las pertenencias del cadaver y a rematarlo con su espada este estalló en una nube de putrefacción y pus. Parte de este cayó encima del desprevenido Fausto escociendole horriblemente en los ojos mientras que el resto le dejaba empapado de un asqueroso olor a muerte y verguenza.

Las piezas de plata resultaron ser simples pedazos de metal bruñidos. Una trampa más de los inmundos habitantes de ese cubil de inmundicias.

Avaro empujó al desprevenido Hermes al pequeño agujero. El involuntario explorador de las profundidades tuvo que avanzar a gatas por el pasillo empujado por los pocos caritativos pinchazos de sus compañeros. Al parecer el pequeño pasaje era bastante más largo de lo esperado. Con una voz cada vez más distante el pobre desgraciado fue relatando su angustioso descenso por la estrechez y la oscuridad.

Hasta que un grito, corto angustiado y truncado por el ruido de algo empalandose en varias estacas, puso fin a su reporte. Tras avanzar con cuidado por el mismo estrecho tunel llegais hasta una sala pequeña, con paredes de piedra algo toscamente labrada. No habeis visto ni rastro de Hermes en el pasillo y es imposible que pudiera haberse escondido pues habeis tenido que avanzar a rastras. Es en ese momento donde os dais cuenta que aparte de polvo vuestras pecheras están cubiertas de sangre. Deduciis que el momento en el que os pareció reptar sobre tierra blanda o barro en realidad era el cadaver de Hermes empalado en alguna horrible trampa. Su sacrificio involuntario os ha salvado la vida. Es poco probable que en el sitio donde su alma esté sufriendo la Condenación eso le ayude.

La sala en la que estais parece una despensa, barriles, cajas y otros objetos desparramados por el suelo. Lo inquietante es que las proporciones de todo son erroneas. Todo es demasiado pequeño, como si fuera para que lo utilizaran niños o cuando os parais a pensarlo mejor...hombres rata.

En ese momento en la pared opuesta una puerta se abre y veis a un trio de hombres rata. No llevan armadura y por el momento no os han visto. Hablan entre si con sus agudos chillidos y mientras uno vigila otros dos empiezan a coger unos sacos de lo que parece, por el olor, pimienta.

Phil, con todo el sigilo del que fue capaz, sacó su cimitarra y cargó contra los hombres ratas. Tenía la sorpresa de su parte, pero pobre desgraciado, se trastabilló torpemente al salir de su escondrijo. El tajo de su enponzoñada cimitarra ni llego a rozar a su objetivo. 

Estaba claro que el favor del Basilisco le había abandonado.

Cuánto tardaría en correr la misma suerte que sus recién compañeros muertos en aquel desdichado túnel? Sólo el creador lo sabía.

Te trincaron por el robo, pero no por el estupro. Algo es algo.

O eso pensaste antes de que te echaran dentro del pozo. Se dice que nadie sale del pozo, que hay cosas horribles ahí dentro. Esta misma mañana habían hecho bajar ahí a seis desgraciados y aunque ya había pasado medio día ninguno había vuelto. Ni ellos ni uno solo de los cincuenta cubos.

Iluminandote como pudiste con tu antorcha te moviste en la oscuridad. Oíste ruido como de mandibulas y criaturas relamiendose a tu derecha y sabiamente decidiste ir a la izquierda. El tunel serpentaba dejando atrás un cadaver muy maltratado hasta acabar en un callejón sin salida. Pero las marcas y pisadas, así como un apestoso olor, indicaban que alguien se había adentrado reptando por un pequeño agujero en la base de la pared. Sin mejores opciones hiciste lo mismo.

Fue una experiencia horrible, oscuridad, claustrofobia y la sensación de estar reptando en algunos momentos sobre una alfombra hecha de trozos de cadáver. Pero al final lograste salir a una pequeña sala donde un grupito de cuatro cruzados acechaba a tres alimañanas con forma vagamente humanoide.

Ratas andantes, una oscura y sórdida mazmorra.

Quizás la horca era la mejor opción.

Tras el noble sacrificio de nuestro compañero hice una corta oración y seguí el camino. Por suerte anciano lo tenía más fácil al pasar, y lo mejor aún, fue cuando llegamos a la despensa de los hombres rata. Se mantuvo en silencio cuando éstos entraron, y aproveche de ensartarle una flecha a una, mientras que Anciano más se veía interesado en una de las cajas buscando comida. 

Mirtle alabó la suerte que estaba teniendo. Agradeció con cierta malicia el voluntarioso sacrificio de Hermes.

Pero los problemas parecían infinitos. ¡Más guardias!

Como en tantas ocasiones, atacó manteniendo la distancia y arrojó su bendita herradura, pero sin éxito.

Zazael "La pinza", llamado así por sus ataques por la retaguardia o por los flancos de los enemigos, soltó la flecha nada más ver a las ratas a dos patas. Sus zapatos estaban chapoteando en la sangre de un pobre desgraciado que había caído en una trampa. Casi se da la vuelta por otro tunel tras aquella premonición, pero oir voces, oir gente, cuanto hace que llevaba en este laberinto infecto. Matar, matar y salir.

La flecha salió muy dirigida, pero era de las débiles, las que estaba hecha con remiendos lo justo para que volara en linea recta, pero no confiaba en hacer mucho daño.

La flecha de Zazael hizo poco más que arrancarle un cacho de una de sus orejas, cartilaginosas y pálidas, a uno de los pequeños y escurridizos hombres rata. Más efectivo fue Avaro quien hundió su flecha en el pecho peludo de una de las criaturas. Las dos criaturas que acarreaban los sacos los soltaron mientras una chillaba por su oreja herida y la otra expiraba con un agudo quejido. Entre quejidos las ratas supervivientes salieron huyendo dejando la puerta por la que habían entrado abierta.

Con tal mala suerte soltó el saco que este fue a caerle encima al pobre Anciano el perro.  El animal soltó un lastimero quejido pero no pareció haber sufrido daños de entidad. Su triste estado cubierto de costras y cicatrices ya venía de antiguo. La muerte rondaba al chucho, y seguramente se cobrase su apestosa carcasa, pero aun no.

Recuperais el aliento unos segundos, el tipo que se presenta como "Pinza" parece comptente, o como mínimo otro cuerpo caliente que echar a las ratas.  Mirais a vuestro alrededor, la habitación paree ¿una despensa? El saco que golpeó a Anciano parece contener cebollas ¿quizás hay algo más interesante que saquear por aquí?
 

Asomando la cabeza por la puerta podeis ver que da a un pasillo. Varios puntos de luz en forma de velas de sebo dan una escasa iluminación al lugar. El pasillo sigue hacia la izquierda, donde podeis intuir que se pierde en la oscuridad, y hacia la derecha donde rapidamente da paso a unas escaleras de bajada. Al optro lado del pasillo hay una puerta de madra cerrrada.

¿Que camino tomar ahora? ¿Cual tiene la mayor promesa si no de éxito al menos de una vida marginalmente más larga?

Dejé a Anciano libre una vez se fueron las ratas, para que pudiera buscar algo para comer o buscara algo que le llamara su atención entre todas las cajas. Aproveché igualmente de comenzar a revisar las cajas de la misma forma que él, ojalá para encontrar más flechas, o algo con lo cuál curar la herida que había recibido Anciano hace poco. Mientras hacía esto me di la vuelta y le dije a mis compañeros;

-Dejen cerrada la puerta, para que no nos vayan a sorprender mientras rebuscamos. -Dije, prosiguiendo la búsqueda.

Phil estaba demasiado nervioso como saquear unas cebollas. Demasiadas muertes, demasiada oscuridad y sobretodo, demasiados enemigos.

Así que se mantuvo alerta, vigilante.

- Espabilar. Masculló. - No tenemos todo el día, si tardamos en seguir, vendrán más de esas cosas.

Con cautela, intentó abrir la puerta que se encontraba al otro lado del pasillo. Tenía la esperanza de que sería un buen lugar para esconderse si llegaban refuerzos de hombres rata.